jueves, 24 de abril de 2008

¡Ay, mísero de mí!

Me arrastro y gimo por el suelo:
¡ay, mísero de mí! ¡ay, infelice!
¿Pues no he engordado sin parar
desde la última navidad?
¡Yo, que el año pasado
vencí con mi voluntad
todas las tentaciones
y pecados capitales!
¡Yo, que llegué a hacer
incluso abdominales!

Abominable oso ahora soy,
yeti vago, macaco
legañoso, súcubo de sofá,
sostén de vasos tintineantes,
rastreador inestable,
mirador de espejos, mapas
y balanzas, miramón
de nubes y lombrices.
Me arrastro y gimo por el suelo:
¡ay, mísero de mí, porco felice!

miércoles, 23 de abril de 2008

Globos de colores

Un hombre decide volar por el cielo sostenido por mil globos de colores de los que se utilizan en las fiestas infantiles. Tiene cuarenta y dos años, es sacerdote católico de profesión y desea aprovechar su hazaña para, por un lado, protestar en favor de los camioneros brasileños, y por otro batir un récord de vuelo, actualmente en posesión de un norteamericano que permaneció en el aire de tal guisa durante diecinueve horas. Celebra una última misa, se envuelve en ropa de abrigo, se sienta en el arnés que ha preparado para su aventura, se eleva sobre el gentío que ha venido a contemplar el espectáculo, y desaparece. Las fuerzas aéreas y la marina de Brasil lo buscan desde hace dos días.

domingo, 20 de abril de 2008

Tormentas y palacios

Yo estaba sentado en mi mesa cuando he oído los primeros truenos. Me he servido un whisky y me he acercado a los cristales de la terraza. Los pájaros, pequeños como insectos grandes, revoloteaban sobre los tejados de un lado a otro, asustados tal vez por el retumbar del cielo. Cuando la tormenta navegaba sobre nosotros ha arreciado la lluvia, podía contemplar claramente su violencia en el pretil de ladrillo, cada gota de agua estallando sobre la sólida superficie. Los pájaros habían desaparecido. Pronto las nubes oscuras han pasado de largo, llevándose los truenos consigo y dando paso a un horizonte iluminado por el sol poniente. Han regresado los pájaros de dondequiera se hubieran guarecido. El empapado suelo de la terraza resplandecía como la sala de un palacio.

sábado, 19 de abril de 2008

Después del ensayo

Después del ensayo vamos al Chanti a tomar unas copas. La noche es desapacible y el calor del bar nos acoge como a náufragos. En mi cabeza suena una y otra vez la melodía que poco antes aprendíamos, una música vital, armoniosa, llena de gracia. Qué poderosa es la memoria, el modo en el que las notas vuelven a sonar, limpias y exactas, en el auditorio de mi cráneo.

miércoles, 16 de abril de 2008

Hay nieve

Conozco a mucha gente pero, si lo pienso bien, tampoco es tanta. Tengo poquísimos amigos, uno o dos en realidad. Cada día pasan ante mí rostros y miradas que nunca volveré a ver, historias que a veces se quedan prendidas en mis ramas hasta que el viento de la velocidad las arrastra. Sombras. Todavía hay nieve en las montañas, al final de la carretera.

domingo, 13 de abril de 2008

Media luna

Son las tres y media de la madrugada y mañana es domingo. Por la tarde fui a recoger a Paula a la estación de tren de Lérida. Al verme vino hacia mí, me abrazó, me besó. En el cielo se mueve, más deprisa de lo que podría parecer, media luna.

sábado, 12 de abril de 2008

Berna Wang

Dudo entre tender la ropa fuera
o dentro.
Hay nubes que pasan veloces
y un sol que también duda
entre brillar o esconderse.
Miro por la ventana con el cesto
de ropa mojada en el regazo.
Fuera
o dentro.
Brillar
o esconderse.

Berna Wang, de Pequeños accidentes caseros,
editorial Adamar, 2004.

jueves, 10 de abril de 2008

Mañanas, tardes, noches

Mañanas de tiempo caprichoso: ahora llovizna, luego sale el sol, de pronto el cielo se cubre de nubes, llueve furiosamente, vuelve a salir el sol, llueve furiosamente bajo la luz del sol.

Tardes de llegada de pedidos, contratos y revistas. Me juramento a no volver a comprar en la casa del libro punto com: por segunda vez consecutiva han vuelto a equivocarse en uno de los volúmenes, nada menos que en vez de Todos nosotros, de Raymond Carver, me han traído ¡Todo son preguntas, de Juan José Millás! He llamado al teléfono de pago de atención al cliente al menos veinte veces y siempre una voz grabada me informaba de que sus operadores estaban ocupados y lo intentara de nuevo al cabo de unos minutos. Les he escrito un correo comunicándoles mi absoluta insatisfacción con su servicio, lo deplorable de su atención al usuario y, tras el pertinente cambio del libro equivocado, mi despedida. Hay muchas librerías en internet. Menos mal que ha llegado bien el contrato del alquiler de una casa de campo para la primera quincena de agosto. Iremos a Normandía, a una aldea cerca de Saint Lô, en la región de la Mancha. Lo he firmado y lo he depositado en el buzón. Ah, y también ha llegado sin problemas el último ejemplar de la revista Turia, en cuya página 135 (de 517) publican mi poema Innisfree.

Noches de fútbol junto a Carlos: anteayer el partidazo entre Liverpool y Arsenal, ayer la aburrida e injusta victoria del Barcelona contra el Schalke, y hoy, igual que ayer, la inmerecida clasificación del equipo más poderoso, el Bayern, contra un Getafe que ha merecido ganar de principio a fin. Bueno, en realidad a mí no me gusta mucho el fútbol, pero a mi hijo sí, y me gusta poder compartir algo con él. De hecho tengo que confesar que las pobres opiniones que acabo de emitir son en realidad una flácida copia de las suyas. En fin.

miércoles, 9 de abril de 2008

Paraguas

Cae una verdadera cortina de agua al otro lado de la ventana, una lluvia copiosa que repiquetea sobre la chapa de los coches aparcados. Durante días ha lloviznado a intervalos y débilmente, pero ahora puede decirse que está lloviendo de verdad, empapando los castaños de indias cuyas hojas, pequeñas sombrillas que emergieron de sus yemas, todavía no han terminado de crecer y abrirse del todo. Por la acera pasan una mujer y su hija pequeña, muy juntas bajo el paraguas, caminando con esa prisa que nos entra cuando llueve. Se dirigen al colegio que hay junto a mi lugar de trabajo. Sé que son ecuatorianas porque a la madre la he atendido alguna vez. La niña, de pelo largo, brillante y oscuro, porta una mochila rosa y corretea saltando rítmicamente, ahora con el pie izquierdo y ahora con el derecho. No puede evitarlo.