El viernes por la tarde emprendo un viaje relámpago de ida y vuelta a Zaragoza. Los campos verdes ahora son dorados. La periferia de la gran ciudad es deprimente: paisajes posnucleares, apocalípticos. Recojo a Paula y sus amigas en la residencia y vuelvo a la carretera. Ellas duermen, agotadas tras su semana de inmersión en la facultad de ciencias. Las despierto al llegar a Binéfar, dejo en sus respectivas casas a A. y L. y al cruzar el umbral de la mía me doy cuenta de lo agotado que estoy. Me tenderé en la cama con la intención de descansar un poco y me dormiré en el acto. Cuando despierte será demasiado tarde para acudir al ensayo con el coro, noche cerrada en la claraboya del techo, los horarios echados a perder.
sábado, 19 de junio de 2010
jueves, 17 de junio de 2010
Un patán
El otro día una compañera de trabajo me dijo lo siguiente: «Tu aspecto no tiene nada que ver con tu manera de ser». Durante un instante me quedé sin saber qué decir. «¿A qué te refieres exactamente?», le pregunté. «A que no tienes la constitución de alguien sensible», contestó. «¿Quieres decir que parezco un patán, un bruto sin sentimientos, sólo porque soy grande y fuerte?», volví a preguntar. «Exactamente», contestó ella, riendo. Entonces contemplé mi reflejo en el cristal de un armario y comprendí lo que quería decir.
sábado, 12 de junio de 2010
Antes del concierto
Despierto de la siesta, casi siempre una siesta un poco inquieta, desvelada, y vuelvo a ducharme; después me afeito, me lavo los dientes a conciencia y me aplico desodorante en las axilas y el pecho; luego me visto tranquilamente con el pantalón negro, la camisa negra, los calcetines negros y los zapatos negros; a continuación me pongo bajo el brazo la carpeta con las partituras del concierto convenientemente ordenadas y así, limpio, oliendo a aftershave, el pelo todavía húmedo, salgo a la calle.
martes, 8 de junio de 2010
La virgen de la cueva
Los medios de comunicación anuncian que las temperaturas descenderán hasta diez grados y se avecinan chubascos. Yo caigo de rodillas, levanto los brazos al cielo y, con lágrimas idénticas al sudor, doy gracias a Buda, Manitú, Yahvé, Alá, Zeus, Rá, Jesucristo, Mahoma, Pachamama, la virgen de la cueva.
domingo, 6 de junio de 2010
La luz del flexo
La estación de los insectos diversos, zumbadores, múltiples, merodeadores, ha comenzado. Alrededor de la luz del flexo encendido sobre mi mesa revolotean dos palometas de alas triangulares y un compañero de largas antenas que no sé identificar. Por fuerza han tenido que entrar a través de la puerta abierta de la terraza, superando la nube de olor del jazmín; son más valientes que las moscas, que no se atreven. Mientras escribo estas palabras el insecto de largas antenas se traslada despacio por el marco de la pantalla del MacBook. Yo continúo tecleando y la aparición de signos negros sobre fondo blanco a medio centímetro de su diminuto cuerpo no parece afectarle. ¿Qué significado tiene su indiferencia? En el exterior retumban los truenos de la tormenta que está a punto de alcanzarnos. El ventilador gira de izquierda a derecha. Comienza a llover.
jueves, 3 de junio de 2010
Encuentro con Berna
Apoyado en uno de los soportales de piedra de la plaza mayor de Graus espero a Berna, una amiga de la red a la que hoy conoceré personalmente por primera vez. Estoy nervioso y trato de calmarme mirando el vuelo de los pájaros que chillan en el espacio rectangular. Como Berna, a pesar de ser madrileña de nacimiento, es de origen chino, yo tendré ventaja a la hora de identificarla, pues ella ignora mi aspecto. ¿Por qué estoy tan nervioso? Hemos hablado varias veces por teléfono y nos hemos escrito, así que en cierto modo ya nos conocemos. Supongo que lo que me pasa, por infantil que resulte, es que temo decepcionarla.
Cuando ella aparece mira durante unos instantes a su alrededor. Me acerco, le digo: «Hola, Berna», reímos, nos damos dos besos y de pronto, como por arte de magia, la tensión desaparece. Le cuento que el corazón me latía a toda velocidad. Nos sentamos a la mesa de una terraza y pedimos unas cañas. Ella ha traído su último libro para regalármelo. Durante dos horas hablaremos de nosotros, de literatura, de familia, del campo, de la ciudad. Comprobaré una vez más que las personas que conocemos a través de internet son tan interesantes y generosas en un lado de la pantalla como en el otro, y también apasionadas, inocentes y dotadas de una genuina curiosidad.
domingo, 30 de mayo de 2010
viernes, 28 de mayo de 2010
Cuarenta y siete
Nunca imaginé que cumpliría cuarenta y siete años. Nunca imaginé que llegaría a pesar más de cien kilos, que tendría el pelo blanco, que tras veintiocho años seguiría enamorado de la misma mujer.
Imaginé que moriría joven, delgado y maldito tras recorrer medio mundo. Imaginé que me acostaría con centenares de mujeres de todas las razas. Imaginé que mi especie colonizaría el espacio y yo, antes de morir dramáticamente joven y maldito, estaría allí para verlo.
Los vencejos giran sobre los tejados en el aire cargado de electricidad que precede a la tormenta. Ellos, como las hileras de hormigas que cruzan los caminos o las campanadas de la iglesia de San Pedro, son piezas imprescindibles en el mecanismo que da cuerda a este mundo. A estas alturas de mi vida, qué paradoja, me gustaría imaginar algo verdaderamente imposible: que dispondré del tiempo necesario para enumerarlas, para describirlas todas.
martes, 25 de mayo de 2010
domingo, 23 de mayo de 2010
Vino con gaseosa
Fuimos a visitar a mis padres y volví a disfrutar de su vitalidad y su sentido del humor. Sentado a la mesa los veía reír y, cómo explicarlo, sentí que todo encajaba suavemente en mi interior.