martes, 20 de octubre de 2015

Respuesta

En cada bocanada de oxígeno sobrevivo, y en ese pequeño gesto inconsciente sobreviven las ciclópeas pirámides egipcias y el poema más pequeño de una poeta polaca, por no hablar de las recetas navarras de mi madre o el último beso que le di a alguien a quien amaba más que a nada en el mundo.

martes, 6 de octubre de 2015

Tierra de nadie

A veces echo de menos Binéfar. Echo de menos la claraboya del techo en mi dormitorio de la buhardilla y me pregunto qué habrá sido de los hibiscos y las madreselvas de la terraza, me pregunto si los siguientes inquilinos se hicieron cargo de su supervivencia.

Echo mucho de menos los ensayos de la coral y las copas en el Chanti después, fui tan feliz aquellas noches. Pero he vivido en tantos sitios, en tantos domicilios, que mi organismo ha generado una especie de escudo protector inmune al número de años, inmune al apego, inmune al pasado.  Como los astronautas, en cada salto dejé una parte importante de mí flotando en tierra de nadie, una parte de mí que se aleja y aleja hasta desaparecer.

martes, 29 de septiembre de 2015

Identidad

Sobre la corteza en perpetuo movimiento
florecen y se marchitan religiones y naciones.

Ninguno de nuestros dientes fosilizados
dará cuenta de cuánto nos quisimos o nos odiamos.

Hojas de otoño, eclipses de luna, miles y miles
de eclipses de luna.  Miles y miles y miles.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Guerra

Hoy he ido a trabajar con pantalones largos por primera vez desde finales de junio. Llovía suavemente como si el mundo fuese un lugar pacífico y predecible.

lunes, 31 de agosto de 2015

La típica tormenta de finales de agosto

Mientras mi hijo firmaba el contrato de alquiler del piso de Huesca donde vivirá el curso que comienza, el cielo se oscureció en pocos minutos y los peatones comenzaron a correr de aquí para allá. Yo, como buen chófer, contemplaba la calle a través del cristal de la inmobiliaria, ajeno a sus asuntos. La típica tormenta de finales de agosto, pensé.

De regreso a Barbastro gigantescas nubes de color ceniza y kilómetros de altura descargaban lluvia y granizo sobre la tierra recalentada levantando una espesa capa de vapor. Golpes de viento y agua me obligaban a corregir constantemente la trayectoria del coche. Los limpiaparabrisas barrían el cristal a la máxima velocidad. Durante varios kilómetros imaginé nuestra querida Picasso roja atravesando el paisaje del Somontano bajo la tormenta a vista de pájaro, a vista de avión, a vista de satélite. Pequeña, diminuta, minúscula.

miércoles, 29 de julio de 2015

Comunión

La voz alegre de un niño pequeño rompe la noche como si el Ramadán no hubiese terminado hace pocas semanas. Me asomo a la calle y me sorprende verla desierta. Los arbolillos que en invierno eran mapas vasculares son ahora profusos animales vegetales de otro planeta a la luz artificial de las farolas, pero mi corazón no está aquí sino en la habitación de un hospital, y también a miles de kilómetros y centenares de minutos de distancia en el futuro. Jamás, ni en los momentos más patéticos de mi adolescencia, imaginé que la vida pudiera ser una experiencia tan sólidamente personal y, al mismo tiempo, la revelación de una verdad profunda que sólo soy capaz de expresar con una palabra: comunión.

sábado, 11 de julio de 2015

Cosas flotantes

Mientras yo me sumerjo en el sueño nocturno tú abres los ojos a un nuevo día en tu diminuto apartamento estudiantil de Itabashi. Allí llueve como ayer, como antes de ayer y como desde el día en que llegaste a la extraña e inmensa ciudad; aquí una terrible ola de calor africano copa todas las noticias en los medios de comunicación.

Siempre supe que los coches eran máquinas del tiempo, pero reconozco que los aviones lo son más: gracias a ellos ahora tú vives siete horas delante de nosotros, algo que, por otra parte, desde que eras pequeña se veía venir.

Cierro los ojos, pronuncio en silencio: «Buenos días, ratoncita», y a continuación me dejo llevar por el sueño como cualquier otra cosa flotante precipitándose.

viernes, 26 de junio de 2015

Calima

El ventilador gira de un lado al otro de la sala mientras el sol, antes de desaparecer, ilumina la fachada del edificio al otro lado de la calle convirtiéndolo en el último palacio de la civilización humana.

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Mi hijo, que regresó de Italia la semana pasada sin haber perdido su extraordinario poder para crear caos y entropía a su alrededor sin mover más dedos que los necesarios para jugar a la PlayStation, me vuelve un poco Abraham con el cuchillo en alto y, por extraño que parezca, también un poco Yahvé en toda su imaginaria crueldad.

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Sé que las cosas son más sencillas. El otro día fui a dar un paseo por el campo antes de trabajar y a unos veinte metros de distancia dos raposas cruzaron velozmente el camino atravesando la calima del amanecer.

domingo, 7 de junio de 2015

Interestelar

De regreso a Barbastro contemplo las lejanas y oscuras tormentas que descargan en las montañas. El termómetro exterior del coche señala treinta y dos grados mientras el aire acondicionado hace su trabajo. En algunos tramos atravieso velozmente las nubes de polvo que levantan las cosechadoras.

jueves, 4 de junio de 2015

Bienvenidas y despedidas y bienvenidas

Hablé por teléfono con mi hijo el otro día. Sus prácticas de fin de grado en Italia finalizan en dos semanas y me comentó lo mucho que iba a dolerle despedirse de quienes han sido sus compañeros de trabajo durante tres meses. Yo le dije que la vida, entre otras cosas, es una continua sucesión de bienvenidas y despedidas.

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Esta mañana decidí de pronto, no sé por qué, afeitarme la barba. Me la dejé en agosto de dos mil diez, durante nuestro viaje a Irlanda. Una mujer marroquí que suele venir por la agencia me dijo que estaba mejor así: «más joven», afirmó. Por tonto que parezca me sentí halagado.

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Siento que a medida que internet crece y crece, más pequeño se hace para mí: cada vez leo a menos personas y nunca me he sentido cómodo en las redes sociales, que me perturban con su cháchara y su ruido. De acuerdo, lo reconozco, siempre supe que acabaría siendo un cascarrabias, pero incluso yo soy capaz de darme cuenta de que seguramente todavía es demasiado pronto para ello.

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El calor ha llegado, como cada año, ajeno a esta época histórica e incluso nuestra mera existencia como especie. También los vencejos que cada tarde hacen acrobacias en el cielo sobre los edificios del barrio donde vivo.