Los martes también abrimos la agencia al público por la tarde, de cuatro a siete. Es sólo un día a la semana pero vuelvo a casa literalmente reventado.
Mucha gente al mirarme ve solamente a un hombre sentado al otro lado de una mesa con un ordenador y un teclado a su derecha. Ese hombre podría trabajar quince horas diarias porque, total ¿qué esfuerzo hace? Ninguno.
Y sí, reconozco que soy un empleado privilegiado porque el resto de los días de la semana trabajo sólo por la mañana y, sobre todo, porque me gusta mucho lo que hago. Y sí, sé que son millones los trabajadores españoles que trabajan en condiciones infinitamente peores que las mías y en oficios que ni siquiera les gustan, y nunca me compararía con ellos. Pero apelo a la comprensión de los posibles lectores que trabajan atendiendo diariamente a otros seres humanos, todos distintos, cada uno con sus problemas y sus personalidades -confiados, desconfiados, alegres, pesimistas, fáciles, complicados, etcétera, etcétera- para que se comprenda lo que estoy describiendo esta noche: algo que mientras me agota me fascina. En ningún caso busco compasión ni nada parecido, hago lo que me gusta, soy muy afortunado.
Pero juro que, sobre todo los martes como hoy, después de haberlo dado todo, como diría mi hija: toda mi capacidad de entender, solucionar, ayudar, intentar hacer las cosas bien, hacer la norma legal comprensible para diferentes niveles educativos; juro que después de haberme entregado sin protección a los seres humanos que se sentaron al otro lado de mi mesa, salgo a la calle casi en estado catatónico, embotado, el cerebro convertido en un órgano agotado de tanto utilizarlo sin descanso. Camino de vuelta a casa junto al río. Se ha levantado un viento muy frío pero lo agradezco. Me acaricia furiosamente el rostro.
martes, 16 de enero de 2018
Se ha levantado un viento muy frío
Anotado por Jesús Miramón a las 22:21 | Diario , Vida laboral
lunes, 15 de enero de 2018
Dolores O'Riordan
Escucho a Maite hablar con nuestra hija en el salón. Ríe y eso me tranquiliza. Luego me contará de qué han hablado. Me maravilla la relación que mantienen entre ellas. Ahí Carlos y yo estamos un poco fuera, no sé cómo explicarlo. Mujeres y hombres; hijas y madres, padres e hijos. Qué sé yo.
Hace mucho que ya es de noche. Me he enterado de la muerte de la cantante irlandesa Dolores O'Riordan, vocalista y compositora de The Cranberries, un grupo que escuchaba hace años. Ha sido una desaparición repentina e inesperada. Tenía cuarenta y seis años y tres hijos. Sus canciones me acompañaron durante mucho tiempo, cuando era más joven que ahora, y escucharlas me hacen viajar en el tiempo. Hace ya algunos meses encontré vídeos de pequeños conciertos acústicos en una librería. El de The Cranberries me impresionó por su pureza (el batería sólo podía tocar una pandereta). Allí aparece Dolores con toda su magia.
Anotado por Jesús Miramón a las 22:48 | Diario , Música , Nombres propios , Recortes
domingo, 14 de enero de 2018
De helechos y nieve
Aquí no hay helechos. Y me gustan mucho los helechos, la hiedra, los robles, las hayas, la hierba alta y afilada cerca del mar. La tierra roja. El viento salado.
Aquí hay encinas carrascas y romero, tomillo, manzanilla silvestre, zarzamora, enebros de tres metros de altura; aquí hay olivos y almendros huidos de sus campos de concentración, supervivientes en terraplenes y lindes olvidadas; aquí hay higueras junto al hormigón armado del canal, gramíneas de todas las clases, hinojo salvaje con sabor a anís.
Al final del horizonte la cordillera blanca de nieve, engañosamente cerca. Nieve. Existen pocas palabras más hermosas que esa: nieve. Aurora. Copo de nieve. Frío. Helecho. Haya.
sábado, 13 de enero de 2018
Una cuerda tensa
Como ser humano he aprendido que lo que nos aliena es nuestra necesidad y capacidad real y directa de tomar decisiones cada segundo, incluso en las peores circunstancias.
Nos aliena nuestra supuesta inteligencia, incapaz de comprender en toda su amplitud la realidad de lo que existe a nuestro alrededor y las consecuencias de nuestras decisiones en ella.
Escribir, como caminar o cocinar, es decidir lo que vas a redactar, la dirección que tomarás al salir de tu casa o los ingredientes que pondrás en la cazuela. Es fascinante y tenebroso al mismo tiempo.
Vivimos en la tensa cuerda que se extiende entre el milagro y el desastre más absoluto.
viernes, 12 de enero de 2018
Viernes
Me gustan más los viernes que el verano.
Me gustan más los viernes que la navidad.
Claro que todo el mundo sabe que
odio el verano y odio la navidad, pero es que
me gustan más los viernes que
el propio fin de semana.
Los viernes siempre son esperanza.
En eso se parecen a los lunes.
jueves, 11 de enero de 2018
Sobre lo más valioso del mundo
Nos hemos despedido diciendo: "A ver si no dejamos pasar tanto tiempo", que es lo que nos decimos siempre cuando nos despedimos, sabiendo que pasará más tiempo del que nos gustaría.
Existe un problema logístico menor pero no sin importancia: él trabaja por la tarde y yo por la mañana.
En cualquier caso da igual: cuando nos reunimos, y últimamente es para caminar por el campo y hablar sin parar, es un gozo para mí porque normalmente no tengo con quien charlar de los temas que ambos compartimos, él como músico y fotógrafo y yo como, no sé, ¿poeta? Da igual. El hecho es que en ese aspecto digamos "artístico", aunque después de tantos años me haya acostumbrado, estoy muy solo, y José Luis me comprende tan bien como yo le comprendo a él, y tenemos las mismas dudas, las mismas preguntas, los mismos propósitos. Hablamos el mismo lenguaje. Cada vez que quedamos mi alma se desahoga y vuelvo a casa más limpio, menos solo, con muchas ideas más claras.
Aunque no sólo hablamos de escritura y fotografía, también lo hacemos de la actualidad política, de la Cataluña que nos duele a ambos, de nuestras familias, de nuestros hijos (a los suyos les dio clase Maite pareciera ahora hace miles de años). Nos ponemos al día como hacen los amigos, y, es verdad: ¿por qué demonios nos vemos tan poco viviendo tan cerca y haciéndonos tanto bien mutuamente? Ah, pero así es la vida. Lo mejor es que al cabo de dos segundos, qué digo: un segundo: qué digo: antes de que yo subiera a su coche, mientras me acercaba y veía a través del parabrisas su sonrisa, ya era como si nos hubiésemos visto ayer. ¿Existe algo más valioso en el mundo?
miércoles, 10 de enero de 2018
Asuntos
Escucho funcionar la impresora en la habitación de Maite. Mi hijo me ha llamado desde Huesca para saber cómo hago exactamente las cremas de verduras, en este caso de puerros, calabacines, zanahorias y patatas. Le faltaba le mantequilla que añado al aceite donde las sofrío antes de cocerlas pero tenía todo lo demás. Mañana por la mañana he pedido el último día libre que me quedaba del año pasado y he quedado con un amigo para pasear junto al canal y hablar de lo humano y lo divino.
El domingo pasado, cuando mi compañera y yo paseábamos por allí, nos cruzamos con un gran coche cuatro por cuatro que arrastraba un remolque donde yacía un jabalí que a mí me pareció enorme, inmenso. Las huellas que tantas veces habíamos visto se confirmaban pero sentimos pena, a pesar de saber que actualmente son una plaga.
Hoy en el trabajo he atendido a decenas de personas maravillosas de todas las edades, sexos y nacionalidades. Como los pajaricos que esperan la salida del sol en lo más alto de los árboles desnudos para calentar sus pequeños cuerpecitos de pluma, yo espero de cada uno de esos seres humanos que se sientan al otro lado de mi mesa algo de calor en estos tiempos de frío acero, y lo encuentro a raudales. A raudales. A veces salgo del trabajo con tanta humanidad infiltrada en mi piel que lloraría durante todo el breve trayecto hasta mi casa. Pero soy profesional. No lloro y lo que hago es venir aquí por la noche y escribir. Como diría Gregorio, una de las personas que he jubilado esta mañana y con la que he estado hablando durante casi media hora, "así es el asunto".
Anotado por Jesús Miramón a las 21:08 | Diario , Vida laboral
martes, 9 de enero de 2018
Un acto de comunión
Nunca escribiré nada espectacular. Soy un hombre corriente del modo más discreto posible. A veces se me ocurre la idea de escribir una novela de ciencia ficción, un género que me gusta mucho, pero las historias se me mueren a las dos páginas porque siempre son momentos, instantes, nunca largos relatos.
Pero doy testimonio de mi viaje, finalmente eso es lo que hago: dar testimonio de la realidad que me ha sido dada. Por eso esto es un diario en el que escribo casi al final del día, cansado, con un whisky con hielo junto al ordenador y tratando de expresar algo pertinente, de algún modo pertinente, para quien acabe leyendo estas palabras al otro lado de la pantalla. Lo he escrito muchas veces: se trata de un acto de comunión.
lunes, 8 de enero de 2018
Variaciones
El viaje continúa y lo hace a la vez de muchos modos. Desayuno, almuerzo, comida, cena. Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo. Enero, febrero, marzo. Un beso en la boca por la mañana, otro al regresar del trabajo. Vaciar mañana tras mañana el intestino leyendo distraídamente un libro hasta que ella te pregunta: "¿Estás vivo?". No aburrirte nunca de las variaciones Goldberg interpretadas por Glenn Gould sentado en la silla de su infancia mientras las tararea en voz baja pero audible.
El viaje continúa y lo hace de muchos modos a la vez: la sangre recorriendo nuestro cuerpo entero empujada por los potentes latidos de la bomba mecánica del corazón, los pulmones llenándose y vaciándose de oxígeno con una inconsciente perfección asombrosa. El tiempo, estos minutos en los que escribo, hollando una nieve existente sólo en mi imaginación palabra a palabra, una detrás de otra, cada una de ellas escritas por primera y última vez como respiramos, cada una de ellas expuesta a la naturaleza de la desaparición. Testimonios efímeros.
domingo, 7 de enero de 2018
Siete días más tarde
Siete días más tarde no he cumplido ni una sola de mis buenas intenciones para comenzar el año. Es algo que llevo haciendo mucho tiempo, así que no me pilla por sorpresa. Ni siquiera la decepción de mí mismo me pilla por sorpresa. A las amigas, amigos y familiares directos que leéis esto: no os preocupéis: estoy bien: a veces me siento orgulloso de mí mismo, sobre todo en el ámbito laboral. Comienzo a quererme como, después de treinta y cinco años juntos, me quiere mi compañera: como soy, no como a ella le gustaría que fuese en todos los detalles, no como a mí me gustaría ser en todos los detalles.
Anoche y hoy llovió aquí en el Somontano, y también en las montañas. Ahora el río Vero se precipita hacia el futuro con un abundante caudal marrón como el cacao con leche. Hay muchísima nieve allí arriba, blanca en la oscuridad.