Cuando retiren las luces de navidad, algo que sucederá en pocos días, todo seguirá exactamente igual que antes, igual que ahora. Es algo que me tranquiliza mucho.
Por otro lado: que la realidad se encargue de su tarea y me ponga un dedo suave o un puñetazo en la boca para desmentirme, ese es su trabajo. El mío, como simple ser humano que soy, es tratar de no perder jamás la esperanza.
lunes, 30 de diciembre de 2019
Treinta de diciembre
domingo, 29 de diciembre de 2019
Veintinueve de diciembre
Después de una semana de vacaciones mañana vuelvo al trabajo. El último del penúltimo año de la década. Por la tarde iré a recoger unas botas nuevas de la horma del zapatero y también a darme rayos UVA. No tengo buenos propósitos para dos mil veinte pues los que tenía comencé a cumplirlos el quince de noviembre, y me han ido tan bien que poco a poco estoy dejando de necesitar la medicación para la ansiedad que me acompaña desde hace tanto tiempo. ¿Por qué el quince de noviembre y no "a partir del uno de enero"? Porque me di cuenta de que era absurdo esperar, una treta, un modo de no hacer nada. Y lo era.
Hemos decidido que el día uno cocinaré una paella, un sencillo arroz para tres con judías verdes, pimiento rojo, costilla de cerdo y pollo troceado. Está mal que yo lo diga pero me sale buenísima. ¿Se puede comenzar mejor un nuevo año? No lo creo. Quién sabe, quizás sea el comienzo de una nueva tradición familiar.
sábado, 28 de diciembre de 2019
Veintiocho de diciembre
Que el tiempo pasa muy deprisa es una perogrullada, pero cuando estás con alguien tan cercano a ti como una hija a la que no volverás a ver hasta dentro de unos cuantos meses todavía cobra más velocidad. Mañana muy temprano Paula toma un AVE a Barcelona, y desde allí un avión.
También corre más deprisa cuando te propusiste escribir algo cada día. Entonces las horas, los grandes acontecimientos y los muy pequeños, tan abundantes, se precipitan en la cascada del fin del mundo plano que imaginaban algunos antiguos.
Viniendo desde Barbastro a Zaragoza una niebla cerrada cubría la tierra, convirtiéndola en un planeta todavía más extraño de lo que ya es. No me resulta desagradable conducir en esas condiciones, no tras todos los años que viví en Binéfar, donde la niebla es compañera permanente cada invierno. Tampoco evito conducir de noche, de hecho me gusta hacerlo porque bajo las estrellas siempre imagino que piloto una pequeña nave espacial. Digo que lo imagino pero quién sabe, tal vez lo hago, lo hacemos, de verdad.
Paula Miramón, 28 de diciembre de 2019. |
viernes, 27 de diciembre de 2019
Veintisiete de diciembre
Hacía mucho tiempo que no visitaba Lérida. Prácticamente desde que nos mudamos de Binéfar a Barbastro. En la calle mayor había puestos de artesanía. La mañana era fría, nublada, y mientras caminaba entre la gente he recordado las muchas ocasiones en las que veníamos a una clínica dental cercana cuando nuestros hijos eran pequeños. Durante un momento he sentido una punzada de melancolía, pero después hemos entrado en la librería Caselles y se me ha pasado. No existe nostalgia que pueda competir con hojear libros sin mirar el reloj.
jueves, 26 de diciembre de 2019
Veintiséis de diciembre
Me levanto de la mesa de la cena un momento, feliz de ver a Raquel, que ha vuelto de Chile hace tres días. Pocas veces nos reunimos los cuatro y además la novia de Carlos, que es maravillosa. Vuelvo a la mesa. Eso sí, los langostinos han sido sustituidos por una tortilla de espinacas. Hasta mañana.
miércoles, 25 de diciembre de 2019
Veinticinco de diciembre
Se han ido los últimos invitados. La navidad de dos mil diecinueve ya nos ha adelantado rumbo al mar, alejándose a toda velocidad.
martes, 24 de diciembre de 2019
Veinticuatro de diciembre
Es navidad, pero después de la cena de nochebuena mi familia canta jotas navarras. Me gusta.
lunes, 23 de diciembre de 2019
Veintitrés de diciembre
Qué contraste agradable la paz de la casa a estas horas con el bullicio del centro comercial en plena campaña de navidad, todos yendo de aquí para allá con los carros de la compra obscenamente llenos, el mío el primero, mi obsesión por ver poca cantidad para tanta gente en todo lo que compraba, la ociosa ignorancia de los precios porque es navidad, y yo el primero.
Pero ahora mi hija, que esta mañana despertó en Bergen, Noruega, y hace un rato llegó a la deliciosa estación de Delicias en Zaragoza, España, descansa a mi lado mientras su madre termina unas cosas en el ordenador portátil un poco más allá, en la mesa donde hemos cenado.
La noche está tranquila. Nada hace presagiar con exactitud lo que vendrá, sea bueno o no, y me doy cuenta de que en eso reside probablemente la felicidad.
domingo, 22 de diciembre de 2019
Veintidós de diciembre
Conduciendo hacia Zaragoza, ya en la autovía desde hacía rato, mi compañera ha dicho con tono neutro, como si fuese un pensamiento pronunciado en voz alta, que la noche se había vuelto más oscura de pronto. He mirado durante un instante a nuestro alrededor. A pesar de las luces del tráfico podían verse algunas estrellas en el cielo. "Yo no noto ninguna diferencia", le he dicho. Ella ha permanecido en silencio mientras las ruedas de nuestra Picasso devoraban un kilómetro tras otro con la extraña facilidad de siempre.
sábado, 21 de diciembre de 2019
Veintiuno de diciembre
La lluvia no me aburre, el invierno y el frío no me aburren: me aburre el calor, el sudor, el sol inclemente que ahora parece tan lejano pero en algunos meses volverá a torturarnos. Cada día de lluvia, cada día de frío, es una victoria sobre la inevitable derrota que me transformará en un animal medio desnudo buscando sin cesar una triste sombra que apenas me alivie o, con suerte aunque no menos tristemente, un lugar cerrado con aire acondicionado.
Pero hoy ha llovido durante todo el día, probablemente volverá a llover esta noche, y en este mismo instante escribo abrigado con unos pantalones largos y una vieja, viejísima chaqueta de cuello alto. Qué lujo. Casi no me lo puedo creer.