martes, 23 de marzo de 2021

Cruzados

Piensas que todo puede terminar en cualquier momento, y no sucede. Las cosas de siempre fluyen un día tras otro, y eso significa que vivimos, que estamos vivos, que la muerte todavía no ha aparecido en escena. En el alto cielo azul los escasos aviones de pasajeros dibujan su recta línea blanca de combustible consumido. Me siento al otro lado de mi mesa de trabajo, al otro lado de la mampara de metacrilato que me distancia de las personas, y desfilan rostros de todas las edades y sexos ocultos por mascarillas como la que oculta mi aspecto. De pronto, desde el año pasado, los ojos se han convertido en lo que fueron siempre: hermosas ventanas al interior de nuestros pensamientos, nuestros miedos, nuestras preguntas. Todas las mujeres, independientemente de su edad, son bellas tras la mascarilla, y también ellos. Han venido desde las altas montañas donde cultivan la tierra y crían hermosos terneros; han venido desde el Somontano y sus viñedos, almendros, olivos, cebada, alfalfa, colza; lugares donde fluye el agua y los pastos comienzan a crecer alimentados por el deshielo de la nieve. Al irse suben a sus coches cuatro por cuatro y regresan a sus comarcas de nombres medievales: Sobrarbe, Ribagorza. Yo, al observarles mientras les informo y ayudo lo mejor que puedo, pienso en desiertos y austeras fortalezas templarias. Esas mascarillas los convierten durante un instante en cruzados en Siria y Jerusalén, asesinos y víctimas, sudor y sangre. No puedo evitarlo. En esos ojos sobre la máscarilla veo todo eso y mucho más, su regreso a través del mar, las pesadillas.

miércoles, 3 de marzo de 2021

Nadadores

Hoy estoy tan absolutamente agotado que me costará dormir, lo sé. Pero en el fondo todos sabemos que estos detalles dan igual porque mañana sonará el despertador y me pondré en marcha otra vez. Mi vida se cruzará con la de decenas de otras personas en momentos especiales de sus vidas, y por eso un poco de la mía se mezclará con las suyas porque no lo puedo evitar. Sigue lloviendo polvo del Sáhara sobre los coches aparcados en la calle mientras vivimos como si algo así no fuese extraordinario, algo poco menos que increíble, un suceso mágico. Pero qué no es mágico. Mi corazón palpita en su nido tras mis costillas. Respiro cada varios segundos. Llueve arena del Sáhara. Durante la noche no canta ningún pájaro. El tiempo cae a través de un agujero negro, cae en silencio sin posibilidad de retroceder, cae esta aventura nuestra tan extraña, tan rara, tan imposible de comprender, esta experiencia sin sentido alguno. Voy a intentar dormir porque mañana me espera un día duro que requerirá de toda mi posible inteligencia, de todo mi probable entusiasmo, de toda mi vocación de servir a los demás. Buenas noches, hermanas y hermanos, lo daré todo por ayudaros. Me pagan por algo que quiero hacer, y me conformo. Si vuelve a llover arena del Sáhara pensad que ha llovido polvo de cocodrilos extinguidos, rebaños de cebras que ya no pastan allí, jirafas, rinocerontes, nadadores en lagos plenos de agua pintados en cuevas del desierto. Todo cambia y todo está unido por un hilo invisible que yo siento en mi corazón. Buenas noches.

domingo, 28 de febrero de 2021

Caballos

Último día de febrero, que es como decir último día de algo que no se sabe bien si es el último o no. Fue gris. Fui feliz -el año de pandemia mundial ha rebajado ampliamente los requisitos para cumplir esa definición. No he salido de casa desde el viernes ni me he duchado, me miro en el espejo y veo a algo parecido a un vagabundo de primera clase. Hoy cociné mucho: lomo a la aragonesa, pastel de brócoli con patatas y migas de bacalao al horno, lentejas, salmón al horno, empanadillas caseras. Ahora es de noche y me voy a acostar. Leeré un rato (El problema de los tres cuerpos, de Cixin Liu, está bien pero no para echar cohetes). Me debo amor a mí mismo, porque lo merezco. No el amor de los demás, que lo tengo en abundancia y me hace muy feliz, sino el mío propio. Este siempre lo he echado de menos. No me quiero como debería. Quiero quererme pero es complicado: conozco todos mis pecados, todos mis errores, todas mi adicciones. Si yo fuera otro me querría como quiero a mis amigos de quienes también conozco todas esas cosas, pero soy yo. Qué injusto. Cerraré los ojos. Hoy quiero soñar con caballos.

martes, 23 de febrero de 2021

Un silencio absolutamente perfecto

He apagado la música y de pronto ha aparecido el acúfeno que me acompaña desde hace muchos años, aunque eso sea el silencio para mí. Una vez leí que era el sonido de mi cerebro, un sonido que en las personas sanas el oído filtra convenientemente, pero no en mi caso. Pienso en el espacio exterior, hay multitud de páginas web que registran su sonido. Todo suena, incluso el vacío estelar. Zumbidos, crujidos, graves sostenidos a través de millones de años luz. Mi viejo acúfeno ya forma parte de mí. Pensé que nunca lo aceptaría, a pesar de lo que me decía mi doctora, pero ella sabía que lo haría: ahora forma parte de mí, soy yo. Dejaré de oírlo cuando muera. Despertaré entonces a un silencio absolutamente perfecto.

martes, 2 de febrero de 2021

Banquisa

Cada mañana atravieso caminando el patio colectivo del bloque de apartamentos donde vivo. Es un patio lo suficientemente grande como para ver el cielo, es tan grande que hay columpios para los niños y bancos y maceteros desaprovechados con tristes proyectos de plantas muertas. La noche se mezcla con el día y camino como si me dirigiese a una pirámide inexplorada. Un avión de pasajeros deja su silenciosa huella blanca en la lejanía de las nubes más altas. Algunos kilómetros más allá está el espacio donde la gravedad no existe y nuestros hermanos y hermanas flotan en el frágil interior de la estación espacial. La superficie de los coches aparcados en la acera de la calle Antonio Machado son una delicada copia de la banquisa de la Antártida. Camino cuesta arriba disfrutando del frío en mi rostro. Llevo un plátano de Canarias en el bolsillo izquierdo de mi abrigo.

sábado, 16 de enero de 2021

El último

La nieve se ha ido derritiendo muy, muy despacio debido al frío de estos días. El frío me hace feliz. Por la noche abro la ventana del dormitorio y duermo a temperaturas bajo cero en mi cálida silueta bajo la funda nórdica de color blanco. Eso me gusta, como me gustan tantas cosas que están a mi alcance.

Aunque todo está a nuestro alcance y, al mismo tiempo, a millones de kilómetros de distancia; a millones de años luz y a milímetros. Tú y yo lo sabemos. La vida es algo muy extraño, muy raro. Que yo esté escribiendo esto. Que tú me leas. Que nuestro planeta gire alrededor del sol mientras la especie a la que pertenecemos lo destruye a una velocidad nunca imaginada.

Pero la belleza inútil permanece. Pienso en el último neanderthal en Gibraltar, frente al mar. Su grupo fue muriendo y hace mucho tiempo que las reuniones de clanes desaparecieron porque ya no aparecía nadie. No recuerda la última vez que vio a alguien como él, pero sabe que seguramente más al norte los habrá a cientos, a miles, como sucedió en el pasado.

El mar golpea en las rocas. En los días claros puede contemplar el atisbo de una tierra lejana donde muere el horizonte. Las olas cubiertas de espuma vienen y se van como lo hicieron y lo harán siempre.

Cierra los ojos y, mientras muere, vienen todos a recibirle: padres, hermanos, hermanas, hijas, hijos, nietos; leones, hienas, rinocerontes, bisontes, conejos, mejillones, el hambre. Dormir tranquilamente al fin, mecido por la inútil belleza del mar azul y las nubes blancas en el cielo, tan blancas.

viernes, 15 de enero de 2021

Campañas

Hoy no fue un día normal. Hoy tampoco. Debo enfrentarme a un monstruo que habita dentro de mí. Lo hice en el pasado y en algunas campañas fui yo el vencedor. Pero siempre regresa, no se rinde, sólo espera su ocasión. Hoy, sin que nadie me viese, ni siquiera la persona más cercana a mí, he llorado cinco o seis veces, ocultándome. Tengo que volver a luchar aunque a menudo siento que me faltan las fuerzas. Voy a acostarme. Cuando duermo duerme también el monstruo y la guerra cesa hasta el amanecer. Estoy tan cansado.

domingo, 10 de enero de 2021

Mirando sonrientes desde las ventanas

La vida, como la nieve, como la muerte, sucede sin esfuerzo, cae y se disuelve sin que nada podamos hacer mirando sonrientes desde las ventanas. Siempre fue así.

martes, 5 de enero de 2021

La vida natural

Hoy es cinco de enero del año dos mil veintiuno, las temperaturas en España han caído considerablemente y se anuncian nevadas abundantes incluso en lugares donde casi nunca nieva. Tras despedirnos de nuestra hija que viajaba de vuelta a Noruega hemos conducido desde Zaragoza hasta Barbastro y todo era igual que siempre, como si todos los días de mi mundo fuesen el mismo día, todos los paisajes el mismo, el cielo azul cubierto de nubes a kilómetros de altitud el mismo, yo y mi mujer a mi lado en el coche corrigiendo trabajos de Lengua y Literatura los mismos, la vida entera la misma. Yo, en estos primeros días del nuevo año, no me siento en absoluto diferente al que era en las postrimerías del año que ya no existe en presente; tengo y siento los mismos defectos y las mismas virtudes. Soy el mismo y, lo más importante: siento que el mundo es exactamente igual que hace una o dos semanas. Y no quiero referirme a la pandemia mundial que asola el mundo y, tú y yo lo sabemos, un día se apagará como los incendios forestales. Me refiero a otra cosa que siento en las tripas, algo que siempre ha existido y existirá. La vida natural, la existencia real y simple y probablemente aburrida, el decurso de los acontecimientos humanos, casi siempre comunes, casi siempre antiguos, fluye sin cambios ni celebraciones ni calendarios. Y este pensamiento no es algo que me incomode sino que me consuela, me conmueve. Disuelve expectativas, disuelve toneladas de peso invisible en mis espaldas. Somos eslabones anónimos en una cadena, pasajeros de vuelos comerciales sobrevolando el mar del norte y sus plataformas petrolíferas bajo las estrellas de la noche, durmiendo.

jueves, 31 de diciembre de 2020

El dormitorio de mi apartamento

A veces me sucede que no siento ningún interés por el futuro. Mi existencia en este presente continuo me insinúa que no merece la pena perder el tiempo en algo que, aparentemente, ni siquiera es de mi incumbencia porque no somos propietarios de nada, no existe nada que nos pertenezca.

Estas mañanas con temperaturas bajo cero se hielan los charcos en los caminos del campo, los caminos bajo las copas de los árboles desnudos de hojas, los árboles desnudos de hojas bajo el cielo y las nubes que se transforman en nieve kilómetros arriba, curva tras curva.

Aquí y ahora me acostaré en el dormitorio de mi apartamento, cerraré los ojos y despertaré en otro lugar al margen del futuro. Siempre fue así.