Llovía por la mañana cuando me dirigía al trabajo y llueve ahora, ya de noche, a
la luz de las farolas en la acera. El río Vero ha aumentado su caudal. Hace
tanto tiempo que no escribo que me siento balbucear como quien no ha hablado con
otro ser humano durante años y casi ha olvidado cómo se hace.
Los días de
Navidad se precipitan hacia nosotros sin piedad a medida que los empleados del
ayuntamiento instalan las luces de colores subidos a sus grúas móviles. Odio la
Navidad pero la celebraré junto a mis padres y mis hermanos, hijos y sobrinos
después del año y medio de restricciones por culpa de la pandemia. A mi madre le
gusta mucho y espero que la disfrute sin demasiadas confusiones. Poco a poco nos
hemos acostumbrado a su enfermedad, que progresa poco a poco e inexorablemente.
Es increíble a lo que podemos acostumbrarnos los humanos. Qué sabia frase
aquella que rogaba que dios no nos dé todo lo que podemos soportar, todo lo que
somos capaces de aceptar.
Continúa lloviendo mientras escribo estas primeras
palabras después de tantos meses sin dejarme llevar por esta dulce marea. Odio
la Navidad pero amo la lluvia.
martes, 23 de noviembre de 2021
Balbucear
lunes, 31 de mayo de 2021
Deslizamiento
Desde la cama, mientras me dejo deslizar hacia el sueño, escucho el croar de las ranas en el cercano río Vero cuyo caudal, frente a mi edificio, no supera los dos palmos de profundidad. Las ranas croan sin descanso, una y otra vez. Pienso en la posibilidad de levantarme y cerrar la ventana, pero hace calor y quiero seguir deslizándome como el río y el instinto primitivo de las ranas inasequibles a la teoría de la relatividad, a mis intenciones personales, a la presencia de nuestra especie en el mundo.
domingo, 25 de abril de 2021
En medio del bosque
La noche avanza. Nunca deja de hacerlo. Lo hacía antes de mí y lo seguirá haciendo después de mí y mis descendencientes, si llegaran a existir; durante miles de millones de años, si llegaran a existir. Todo está bien. Los volcanes lanzan al cielo lo que la superficie oculta, los polos se funden poco a poco y las cosas cambian. Nadie de entre quienes vivimos ahora estamos fuera de la existencia actual, de la realidad evidente. Somos, como mínimo, testigos. Sé que es increíble. Debo articular, para entenderlo, que es normal. Todo está bien. Trato de comprender y explorar y dibujar un mapa de migas de pan. La noche avanza. Estoy tan cansado. Cerraré los ojos quieto en medio del bosque, como si estuviera soñando.
martes, 20 de abril de 2021
Sin título
Me ha parecido escuchar cuernos de guerra al otro lado del río y la Avenida de la Estación. La noche es oscura. El río podría cruzarlo un niño de cinco años.
jueves, 8 de abril de 2021
Amor
Yo, cuando pienso, hablo o escribo del amor, no pienso en el amor romántico o sexual de una pareja; no pienso en el de una familia: el de los padres hacia los hijos o el de los hijos hacia los padres; ni siquiera pienso en el amor entre amigos, uno de los más verdaderos en mi opinión. Yo, cuando pienso en el amor, pienso en uno que excede mi cuerpo, mi casa y esta pequeña ciudad, un amor que ni siquiera contiene solamente seres humanos sino también animales, paisajes, carreteras, territorios desérticos, bosques primitivos, laderas de nieve. Entre un beso profundo en la boca de mi compañera desde hace tantos años y el tacto en el arco de mi pie desnudo sobre un guijarro de río cerca de la frontera de Francia, más allá de Bielsa, no encuentro ninguna distancia. Porque el amor es vida: las olas del mar rompiendo contra tus piernas en la playa un día gris, el sonido de la lluvia sobre el paraguas, la luz del sol paseando por la calle, el asombro ante las amapolas en un sembrado de cereal, un escarabajo negro cruzando lentamente tu camino, la luna llena en una noche sin nubes, el campo de nubes bajo las alas de un avión, las semillas de un diente de león volando como diminutos paracaídas al soplar sobre su delicada flor redonda.
martes, 23 de marzo de 2021
Cruzados
Piensas que todo puede terminar en cualquier momento, y no sucede. Las cosas de siempre fluyen un día tras otro, y eso significa que vivimos, que estamos vivos, que la muerte todavía no ha aparecido en escena. En el alto cielo azul los escasos aviones de pasajeros dibujan su recta línea blanca de combustible consumido. Me siento al otro lado de mi mesa de trabajo, al otro lado de la mampara de metacrilato que me distancia de las personas, y desfilan rostros de todas las edades y sexos ocultos por mascarillas como la que oculta mi aspecto. De pronto, desde el año pasado, los ojos se han convertido en lo que fueron siempre: hermosas ventanas al interior de nuestros pensamientos, nuestros miedos, nuestras preguntas. Todas las mujeres, independientemente de su edad, son bellas tras la mascarilla, y también ellos. Han venido desde las altas montañas donde cultivan la tierra y crían hermosos terneros; han venido desde el Somontano y sus viñedos, almendros, olivos, cebada, alfalfa, colza; lugares donde fluye el agua y los pastos comienzan a crecer alimentados por el deshielo de la nieve. Al irse suben a sus coches cuatro por cuatro y regresan a sus comarcas de nombres medievales: Sobrarbe, Ribagorza. Yo, al observarles mientras les informo y ayudo lo mejor que puedo, pienso en desiertos y austeras fortalezas templarias. Esas mascarillas los convierten durante un instante en cruzados en Siria y Jerusalén, asesinos y víctimas, sudor y sangre. No puedo evitarlo. En esos ojos sobre la máscarilla veo todo eso y mucho más, su regreso a través del mar, las pesadillas.
miércoles, 3 de marzo de 2021
Nadadores
Hoy estoy tan absolutamente agotado que me costará dormir, lo sé. Pero en el fondo todos sabemos que estos detalles dan igual porque mañana sonará el despertador y me pondré en marcha otra vez. Mi vida se cruzará con la de decenas de otras personas en momentos especiales de sus vidas, y por eso un poco de la mía se mezclará con las suyas porque no lo puedo evitar. Sigue lloviendo polvo del Sáhara sobre los coches aparcados en la calle mientras vivimos como si algo así no fuese extraordinario, algo poco menos que increíble, un suceso mágico. Pero qué no es mágico. Mi corazón palpita en su nido tras mis costillas. Respiro cada varios segundos. Llueve arena del Sáhara. Durante la noche no canta ningún pájaro. El tiempo cae a través de un agujero negro, cae en silencio sin posibilidad de retroceder, cae esta aventura nuestra tan extraña, tan rara, tan imposible de comprender, esta experiencia sin sentido alguno. Voy a intentar dormir porque mañana me espera un día duro que requerirá de toda mi posible inteligencia, de todo mi probable entusiasmo, de toda mi vocación de servir a los demás. Buenas noches, hermanas y hermanos, lo daré todo por ayudaros. Me pagan por algo que quiero hacer, y me conformo. Si vuelve a llover arena del Sáhara pensad que ha llovido polvo de cocodrilos extinguidos, rebaños de cebras que ya no pastan allí, jirafas, rinocerontes, nadadores en lagos plenos de agua pintados en cuevas del desierto. Todo cambia y todo está unido por un hilo invisible que yo siento en mi corazón. Buenas noches.
domingo, 28 de febrero de 2021
Caballos
Último día de febrero, que es como decir último día de algo que no se sabe bien si es el último o no. Fue gris. Fui feliz -el año de pandemia mundial ha rebajado ampliamente los requisitos para cumplir esa definición. No he salido de casa desde el viernes ni me he duchado, me miro en el espejo y veo a algo parecido a un vagabundo de primera clase. Hoy cociné mucho: lomo a la aragonesa, pastel de brócoli con patatas y migas de bacalao al horno, lentejas, salmón al horno, empanadillas caseras. Ahora es de noche y me voy a acostar. Leeré un rato (El problema de los tres cuerpos, de Cixin Liu, está bien pero no para echar cohetes). Me debo amor a mí mismo, porque lo merezco. No el amor de los demás, que lo tengo en abundancia y me hace muy feliz, sino el mío propio. Este siempre lo he echado de menos. No me quiero como debería. Quiero quererme pero es complicado: conozco todos mis pecados, todos mis errores, todas mi adicciones. Si yo fuera otro me querría como quiero a mis amigos de quienes también conozco todas esas cosas, pero soy yo. Qué injusto. Cerraré los ojos. Hoy quiero soñar con caballos.
martes, 23 de febrero de 2021
Un silencio absolutamente perfecto
He apagado la música y de pronto ha aparecido el acúfeno que me acompaña desde hace muchos años, aunque eso sea el silencio para mí. Una vez leí que era el sonido de mi cerebro, un sonido que en las personas sanas el oído filtra convenientemente, pero no en mi caso. Pienso en el espacio exterior, hay multitud de páginas web que registran su sonido. Todo suena, incluso el vacío estelar. Zumbidos, crujidos, graves sostenidos a través de millones de años luz. Mi viejo acúfeno ya forma parte de mí. Pensé que nunca lo aceptaría, a pesar de lo que me decía mi doctora, pero ella sabía que lo haría: ahora forma parte de mí, soy yo. Dejaré de oírlo cuando muera. Despertaré entonces a un silencio absolutamente perfecto.
martes, 2 de febrero de 2021
Banquisa
Cada mañana atravieso caminando el patio colectivo del bloque de apartamentos donde vivo. Es un patio lo suficientemente grande como para ver el cielo, es tan grande que hay columpios para los niños y bancos y maceteros desaprovechados con tristes proyectos de plantas muertas. La noche se mezcla con el día y camino como si me dirigiese a una pirámide inexplorada. Un avión de pasajeros deja su silenciosa huella blanca en la lejanía de las nubes más altas. Algunos kilómetros más allá está el espacio donde la gravedad no existe y nuestros hermanos y hermanas flotan en el frágil interior de la estación espacial. La superficie de los coches aparcados en la acera de la calle Antonio Machado son una delicada copia de la banquisa de la Antártida. Camino cuesta arriba disfrutando del frío en mi rostro. Llevo un plátano de Canarias en el bolsillo izquierdo de mi abrigo.