Yo, respecto a mis expectativas adolescentes, ya he tenido una vida muy larga. Bien es verdad que quería ser poeta y no contemplaba, como tal, vivir más allá de los treinta años. Pero he aquí que ahí viene dos mil veinticinco, tranquilo e indiferente, y he visto tantas películas de ciencia ficción que sucedían mucho antes. ¡Blade Runner, una de mis favoritas más allá de géneros, ocurría en 2019! Pero es que Mad Max sucedía en 1994, cuando mi hija cumplió dos años, y Al filo del mañana, esa película relativamente reciente en la cual Tom Cruise muere y resucita una y otra vez combatiendo una especie alienígena, ¡se desarrollaba en 2020, el año de la pandemia del COVID! Si a mí me diera por escribir una novela de ciencia ficción sabiendo lo que acabo de exponer, la ambientaría como mínimo cinco mil años hacia adelante, o diez mil, o un millón de años hacia adelante. El futuro es muy raro cuando uno está vivo y puede contemplarlo. Esta mezcla de guerras de trinchera del siglo diecinueve y drones asesinos del futuro; vehículos eléctricos fabricados con minerales raros extraídos por mano esclava infantil; análisis genómico de todas las especies del planeta mientras muchas de ellas se exterminan y se extinguen cada día. Es muy raro. Yo ya he tenido una vida larga, aunque acaso permanezca despierto en este lado unos años más. La convención cultural y religiosa del cambio de año se aproxima. Desconocemos todo pero una cosa conocemos cada uno de nosotros en nuestro fuero interno: las líneas se crearon para cruzarlas: las fronteras, los ríos, las cordilleras, los océanos, el espacio estelar. Lentamente. De doce en doce uvas si uno está vivo y puede contarlas, tragarlas y brindar después ajeno al absurdo, todo este absurdo bañado por la vía lactea.
miércoles, 25 de diciembre de 2024
Después de la navidad
Ya hemos recogido todo. Las cosas -la vajilla, los muebles- vuelven a estar en su sitio. He bajado a la calle tres bolsas de basura. La noche buena y el día de navidad de dos mil veinticuatro ya son historia. El bullicio, la comida, las canciones. Después de la fiesta el silencio tiene otra dimensión, más sólida, más significativa. Los estorninos que dibujaban nubes móviles y sinuosas en el cielo del atardecer duermen en sus campos secretos. Pienso en nosotros, en mis padres y mis hermanos e hijos que hace un rato estábamos en este mismo salón todos juntos, alegres, un poco achispados, y siento estupefacción y ternura al mismo tiempo. El día termina. Mañana amanecerá. Somos tan pequeños.
domingo, 22 de diciembre de 2024
Amalia Bautista
EL PUENTE Si me dicen que estás al otro lado de un puente, por extraño que parezca que estés al otro lado y que me esperes, yo cruzaré ese puente. Dime cuál es el puente que separa tu vida de la mía, en qué hora negra, en qué ciudad lluviosa, en qué mundo sin luz está ese puente, y yo lo cruzaré. Amalia Bautista
Anotado por Jesús Miramón a las 21:56 | Nombres propios
sábado, 21 de diciembre de 2024
He ido a comprar
He ido a comprar al supermercado Carrefour del final de la Avenida de Navarra. Era temprano pero ya estaba lleno de personas como yo aprovisionándose para nochebuena y navidad. El ambiente era casi distópico, como si los langostinos, el ternasco, los turrones y los polvorones fueran a terminarse en poco tiempo. Soy muy sensible a las vibraciones de los lugares y he tenido que irme antes de comprar toda la lista que llevaba preparada. Tanta prisa, tanto afán, tanto espírito navideño cegaba mis fosas nasales e inundaba mi cerebro de cortisol. Lo que queda por adquirir lo obtendré mañana o pasado mañana, y el martes y el miércoles mi familia se reunirá en nuestra casa. Igual que en los últimos años, pensaremos que tal vez sea la última vez en la que estamos todos, pero no lo diremos en voz alta. El alzheimer de mi madre progresa lenta e implacablemente, ajeno a la navidad y los villancicos, como avanza el tiempo sin detenerse un instante, ajeno a la existencia, sin comprendernos.
viernes, 20 de diciembre de 2024
domingo, 30 de junio de 2024
Tres cuartos de hora
Junio de dos mil veinticuatro termina. No volverá a suceder. Tomé las tres primeras semanas de vacaciones y viajamos a Bergen para estar con nuestra hija, durante esas semanas ella y Alex tenían dos viviendas alquiladas y aprovechamos la ocasión. Maite y yo vivíamos en su casa anterior mientras ellos hacían su vida en la posterior. Fue muy bonito tener a mi hija al alcance de la mano. Yo fui feliz con la lluvia y el frío, fui feliz con el sol de medianoche, fui feliz por poder abrazar y besar a Paula, mi ratoncita, cada día. Hicimos excursiones, pasamos los últimos días en una casa en un fiordo donada a la universidad, que sortean entre sus trabajadores y le había tocado a Alex. Bosques de musgo, cascadas, ríos, agua dulce, agua salada, cielos de color acero: Noruega.Ahora escribo en España. Ayer llovió y el río Vero fluye de color marrón frente a nuestro apartamento en Barbastro. Los campos, en esta época del año, son amarillos. El verde esmeralda de la primavera dio paso al cereal dorado como el oro de los aztecas. Los aviones y vencejos rasgan el cielo con sus alas en forma de guadaña. El mundo y, sobre todo, el curso del tiempo, es algo difícil de escribir. Pero junio termina y yo me acostaré con el ventilador, esa hélice de hidroavión de Alaska, encendido en el modo dos. Echo de menos a mi hija que vive tan lejos; echo de menos a mi hijo que vive tan cerca pero se ha hecho un hombre; echo de menos mi juventud junto a mi compañera, cada día más preciosa y parte de mi ser, de mi vida. Soy un hombre normal y sólo quiero disfrutar sin alharacas del tiempo que me ha sido dado. Nada más me importa. Julio de dos mil venticuatro ya está ahí, a la vuelta de tres cuartos de hora. Yo dormiré.
lunes, 10 de junio de 2024
martes, 28 de mayo de 2024
Sesenta y uno
Hoy he cumplido sesenta y un años. En la adolescencia, la época en la que quería ser un poeta romántico y todo eso (en la segunda mitad del siglo XX, hay que fastidiarse), nunca pensé que alcanzaría esta edad: me parecía tan lejana como Júpiter. Y aquí estoy. Vivo. Apenas escribo, apenas leo (internet ha hecho estragos en mí en ese sentido), cocino mucho, paseo con Maite por el campo y sigo trabajando con decenas de personas que se sientan al otro lado de mi mesa cada día. Hago terapia con una psicóloga online, tomo medicación, intento aprender a vivir en el ahora, este ahora donde el alzheimer de mi madre avanza lentamente día a día. No me quejo de nada: la vida es todo esto: reír y llorar, aburrimiento y estrés, acelerar y frenar, amar y amar, y amar. Pese a mis adicciones domésticas y la pereza que siempre me acompaña, me siento bien. Me siento querido, muy querido, y eso es algo que me ayuda a suponer que mi vida no carece de cierto sentido. Sigo teniendo la intensa sensación, que me acompaña desde los trece o catorce años, de no entender de qué va exactamente esto que se resume en vivir. Vivir diariamente. Morir cada noche y resucitar cada mañana, ver los abejarucos de colores exóticos volar entre campos de almendros olvidados por los herederos urbanos de sus propietarios fallecidos. Sigo sorprendiéndome de que el cielo de mi planeta sea azul, tan azul, sobre todo aquí, en el Somontano de Huesca, sobre todo cuando en su altura flotan nubes blancas. Hoy ha sido mi cumpleaños y yo me retiro a la dulce sepultura nocturna, llena de sueños y otros países y otras familias y ciudades de un universo diferente. El río me sigue llevando mientras contemplo pasar sobre mí las ramas de los árboles. El río me sigue llevando como el corcho que soy al albur de la corriente, bajo las estrellas nocturnas.
jueves, 23 de mayo de 2024
Migas de pan
Mayo avanza nube a nube, noche derrotado tras noche derrotado, despertar a las cinco de la madrugada, sentir arcadas de puro cortisol transparente. Y los días continúan uno detrás de otro y yo navego sin timón, sin mapa, sin propósito. Nada tiene sentido para mí salvo el amor, pero a veces ni siquiera el amor es suficiente. Camino poniendo un pie delante de otro pero desconozco a dónde voy. Finalmente soy yo quien se ha perdido en el bosque señalando un sendero de migas de pan que los pajaricos se comerán.
domingo, 12 de mayo de 2024
Lunes significa esperanza
El jueves por la tarde, a eso de las ocho, Maite y yo sorprendimos a un zorro durante nuestro paseo junto a la acequia de Selgua. Fue un visto y no visto, una visión maravillosa que se escondió en la maleza al otro lado del agua. Ahora ladran los perros domésticos de Barbastro. Algunos. Hoy hubo elecciones en Cataluña: parece ser que el independentismo retrocede. Nunca he comprendido el nacionalismo, el patriotismo, tal vez porque he vivido en muchos sitios, tal vez porque sospecho que nacer aquí o allá es casual, como la lluvia o la sequía, como vivir hasta los noventa o morir a los cincuenta de un cancer. Yo creo en las personas, como dijo el poeta: "así tomadas, de una en una"; creo en nuestra especie a pesar de todas las guerras, genocidios y desastres: qué otro remedio tengo: no soy una oruga de procesionaria. Pero en serio: no me cabe duda alguna de que sobreviviremos al cambio climático y la ciencia nos será de más ayuda que la religión (o el nacionalismo, que tanto se le parece). Mañana es lunes, año nuevo, todo por hacer. Debo olvidar el pasado y no pensar en el futuro. Lunes significa esperanza.