Nos hemos despedido diciendo: "A ver si no dejamos pasar tanto tiempo", que es lo que nos decimos siempre cuando nos despedimos, sabiendo que pasará más tiempo del que nos gustaría.
Existe un problema logístico menor pero no sin importancia: él trabaja por la tarde y yo por la mañana.
En cualquier caso da igual: cuando nos reunimos, y últimamente es para caminar por el campo y hablar sin parar, es un gozo para mí porque normalmente no tengo con quien charlar de los temas que ambos compartimos, él como músico y fotógrafo y yo como, no sé, ¿poeta? Da igual. El hecho es que en ese aspecto digamos "artístico", aunque después de tantos años me haya acostumbrado, estoy muy solo, y José Luis me comprende tan bien como yo le comprendo a él, y tenemos las mismas dudas, las mismas preguntas, los mismos propósitos. Hablamos el mismo lenguaje. Cada vez que quedamos mi alma se desahoga y vuelvo a casa más limpio, menos solo, con muchas ideas más claras.
Aunque no sólo hablamos de escritura y fotografía, también lo hacemos de la actualidad política, de la Cataluña que nos duele a ambos, de nuestras familias, de nuestros hijos (a los suyos les dio clase Maite pareciera ahora hace miles de años). Nos ponemos al día como hacen los amigos, y, es verdad: ¿por qué demonios nos vemos tan poco viviendo tan cerca y haciéndonos tanto bien mutuamente? Ah, pero así es la vida. Lo mejor es que al cabo de dos segundos, qué digo: un segundo: qué digo: antes de que yo subiera a su coche, mientras me acercaba y veía a través del parabrisas su sonrisa, ya era como si nos hubiésemos visto ayer. ¿Existe algo más valioso en el mundo?
jueves, 11 de enero de 2018
Sobre lo más valioso del mundo
miércoles, 10 de enero de 2018
Asuntos
Escucho funcionar la impresora en la habitación de Maite. Mi hijo me ha llamado desde Huesca para saber cómo hago exactamente las cremas de verduras, en este caso de puerros, calabacines, zanahorias y patatas. Le faltaba le mantequilla que añado al aceite donde las sofrío antes de cocerlas pero tenía todo lo demás. Mañana por la mañana he pedido el último día libre que me quedaba del año pasado y he quedado con un amigo para pasear junto al canal y hablar de lo humano y lo divino.
El domingo pasado, cuando mi compañera y yo paseábamos por allí, nos cruzamos con un gran coche cuatro por cuatro que arrastraba un remolque donde yacía un jabalí que a mí me pareció enorme, inmenso. Las huellas que tantas veces habíamos visto se confirmaban pero sentimos pena, a pesar de saber que actualmente son una plaga.
Hoy en el trabajo he atendido a decenas de personas maravillosas de todas las edades, sexos y nacionalidades. Como los pajaricos que esperan la salida del sol en lo más alto de los árboles desnudos para calentar sus pequeños cuerpecitos de pluma, yo espero de cada uno de esos seres humanos que se sientan al otro lado de mi mesa algo de calor en estos tiempos de frío acero, y lo encuentro a raudales. A raudales. A veces salgo del trabajo con tanta humanidad infiltrada en mi piel que lloraría durante todo el breve trayecto hasta mi casa. Pero soy profesional. No lloro y lo que hago es venir aquí por la noche y escribir. Como diría Gregorio, una de las personas que he jubilado esta mañana y con la que he estado hablando durante casi media hora, "así es el asunto".
Anotado por Jesús Miramón a las 21:08 | Diario , Vida laboral
martes, 9 de enero de 2018
Un acto de comunión
Nunca escribiré nada espectacular. Soy un hombre corriente del modo más discreto posible. A veces se me ocurre la idea de escribir una novela de ciencia ficción, un género que me gusta mucho, pero las historias se me mueren a las dos páginas porque siempre son momentos, instantes, nunca largos relatos.
Pero doy testimonio de mi viaje, finalmente eso es lo que hago: dar testimonio de la realidad que me ha sido dada. Por eso esto es un diario en el que escribo casi al final del día, cansado, con un whisky con hielo junto al ordenador y tratando de expresar algo pertinente, de algún modo pertinente, para quien acabe leyendo estas palabras al otro lado de la pantalla. Lo he escrito muchas veces: se trata de un acto de comunión.
lunes, 8 de enero de 2018
Variaciones
El viaje continúa y lo hace a la vez de muchos modos. Desayuno, almuerzo, comida, cena. Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo. Enero, febrero, marzo. Un beso en la boca por la mañana, otro al regresar del trabajo. Vaciar mañana tras mañana el intestino leyendo distraídamente un libro hasta que ella te pregunta: "¿Estás vivo?". No aburrirte nunca de las variaciones Goldberg interpretadas por Glenn Gould sentado en la silla de su infancia mientras las tararea en voz baja pero audible.
El viaje continúa y lo hace de muchos modos a la vez: la sangre recorriendo nuestro cuerpo entero empujada por los potentes latidos de la bomba mecánica del corazón, los pulmones llenándose y vaciándose de oxígeno con una inconsciente perfección asombrosa. El tiempo, estos minutos en los que escribo, hollando una nieve existente sólo en mi imaginación palabra a palabra, una detrás de otra, cada una de ellas escritas por primera y última vez como respiramos, cada una de ellas expuesta a la naturaleza de la desaparición. Testimonios efímeros.
domingo, 7 de enero de 2018
Siete días más tarde
Siete días más tarde no he cumplido ni una sola de mis buenas intenciones para comenzar el año. Es algo que llevo haciendo mucho tiempo, así que no me pilla por sorpresa. Ni siquiera la decepción de mí mismo me pilla por sorpresa. A las amigas, amigos y familiares directos que leéis esto: no os preocupéis: estoy bien: a veces me siento orgulloso de mí mismo, sobre todo en el ámbito laboral. Comienzo a quererme como, después de treinta y cinco años juntos, me quiere mi compañera: como soy, no como a ella le gustaría que fuese en todos los detalles, no como a mí me gustaría ser en todos los detalles.
Anoche y hoy llovió aquí en el Somontano, y también en las montañas. Ahora el río Vero se precipita hacia el futuro con un abundante caudal marrón como el cacao con leche. Hay muchísima nieve allí arriba, blanca en la oscuridad.
sábado, 6 de enero de 2018
De la necesidad del frío
De vez en cuando contemplo el exterior de nuestra nave para saber si está nevando, o lloviendo o algo. Es una mierda que nunca acierten con el Somontano, lo digo en serio. En época de vendimia la culpa se la llevan las bodegas, que si rompen las tormenta con tiras de cobre que si no sé qué, pero ¿ahora? ¡Si anunciaban en las televisiones el apocalipsis antártico!
A eso de las doce y media hemos ido a dar nuestro habitual paseo junto al canal, hoy vacío y con aguas tan estancadas que en algunos tramos olía mal, y la temperatura era de ¡trece grados! ¡Un seis de enero!
Rezo al espagueti volador y a supermán porque de verdad tengamos una temporada medianamente larga de frío de verdad, ¿es mucho pedir dos semanas, tal vez tres? ¿Cuatro? Es que si no cuando quiera darme cuenta me veo otra vez en bermudas y sandalias y todavía no las he olvidado, ni tiempo a eso me ha dado.
Frío. Necesito frío. Frío de verdad aquí en Barbastro, en el barranqué, al pie de las tentadoras cordilleras blancas de nieve.
viernes, 5 de enero de 2018
De reyes
De los reyes magos no sé qué me gusta más: si que afortunadamente hayan desaparecido de nuestras vidas y su importante impacto en nuestras mermadas cuentas bancarias, o que se reúnan en el cumpleaños del rey abuelo sin hablarse la mitad de la familia con la otra mitad. Quién sabe si de este modo, por disolución y enfrentamientos pedestres, desaparezcan de nuestra sagrada constitución. Ojalá.
Por otra parte disfrutamos tanto en su momento: galletas mordidas junto a la taza de leche, con migas en el suelo y todo; colocar cuidadosamente los juguetes; contemplar enternecidos su asombro inocente.
Cada edad tiene su afán. Tal vez si algún día tengo nietos recupere aquella ilusión multiplicada, según me cuentan, por cien.
jueves, 4 de enero de 2018
Palacios
Por la mañana, antes de levantar la persiana de mi negocio, miro a través de la ventana. Todo está en sombra menos las zonas más altas iluminadas por el sol reciente. Su luz nueva convierte el edificio más feo en un palacio.
Anotado por Jesús Miramón a las 20:17 | Diario , Fotografías
miércoles, 3 de enero de 2018
Avatar
Despierto bruscamente de un sueño que no puedo recordar y compruebo que son las seis y cuarto. "Todavía puedo dormir un poco más", me digo, hasta que me doy cuenta de que estoy vestido sobre la cama sin deshacer y es por la tarde. Entonces recuerdo: me acosté a las cinco y he dormido una siesta intempestiva. Fuera todo está oscuro y la casa está en silencio. Maite corrige trabajos en el salón. Salgo al pasillo del submarino (todos los pasillos de todas las casas donde he vivido me recuerdan a submarinos), entro en la sala donde ella trabaja y todo, durante esos segundos o minutos, me parece extraño, insólito, como si hubiese despertado en el cuerpo de una persona distinta a mí, como si fuese el avatar de alguien. Tengo cincuenta y cuatro años y aún no comprendo casi nada de todo esto.
martes, 2 de enero de 2018
Pureza
Vuelvo al trabajo después de una semana de vacaciones. A las ocho de la mañana hay unos sorprendentes siete u ocho grados de temperatura. El río Vero se precipita hacia el mar con un caudal más bien escaso. Sorteo dos o tres cagadas de perro en la acera. El cielo, como siempre, es lo más puro del paisaje urbano, aparentemente ajeno a quienes vamos de aquí para allá como las hormigas de un hormiguero.
Hoy he jubilado a cuatro personas. También tramité una pensión de viudedad. Tarjetas sanitarias europeas. Información sobre el futuro. Consuelo sobre situaciones sin salidas administrativas posibles.
En alguna parte leí no hace mucho tiempo lo siguiente: "Lo mejor que puedes regalarle a alguien es tu atención". Puedo asegurar, después de muchos años de profesión, que es una verdad absoluta. Otra verdad es lo que puedes aprender de todas esas personas anónimas que se sientan frente a ti y, más a menudo de lo que creeríais, acaban contándote anécdotas de su vida sorprendentemente íntimas. Saben que mi profesionalidad les protege.
El día termina y el nuevo año comienza a caminar. Los rechonchos gorriones comen nuestras migas en las calles de Barbastro con la alegría propia de los seres puros, puros como el cielo.
Anotado por Jesús Miramón a las 22:47 | Diario , Vida laboral