Siempre me he complicado mucho la vida. Desde que era un adolescente le he dado a todo muchas vueltas. Ahora estoy cansado. Me gustaría detener mi cerebro, hacerlo entrar en reposo como hacemos con los odenadores, y luego, cuando quisiera, despertarlo. La tierra gira en la galaxia y yo sobre ella sentado con mi culo gordo en una silla de Ikea. No me gusta ser como soy, esto tengo que decirlo con absoluta sinceridad. Hay muchas cosas de mí que no me gustan y podría cambiar si fuese un ser humano inteligente, pero no lo soy: soy un viejo idiota y vago, y compulsivo, y sensible sin control alguno, algo todavía peor que ser insensible. Sí, siempre he hecho de todo un mundo como si el mundo lo fuera todo.
miércoles, 23 de febrero de 2022
martes, 22 de febrero de 2022
Un hurón, otra oportunidad
Un nuevo día comienza, ajeno a todo, sólo porque sí. He cagado y me he duchado. Ahora, limpio como una patena, escribo con un capuchino de Tassimo a mi lado: lo necesito para comenzar a ponerme en marcha. Me acabaré de vestir y acudiré al trabajo. Ignoro qué personas se sentarán al otro lado de mi mesa ni qué querrán preguntarme. Por no saber no sé si hoy se precipitará sobre nuestro planeta un meteorito no detectado que acabará definitivamente con cualquier forma de vida. Vale, lo sé, mi imaginación es como un hurón sin control, lo sé, vale. Un nuevo día comienza. Una nueva vida. Otra oportunidad.
lunes, 21 de febrero de 2022
Primates
Escucho a Maite, mi mujer, hablando con su mejor amiga, que se llama Raquel. Se conocen desde hace cincuenta años, han compartido toda su vida juntas y siguen ahí, la una para la otra. Es algo que me maravilla, porque a mi mejor amigo lo conocí cuando yo ya tenía veinticinco o veintiseis años, es decir: hace más de treinta. No guardo ninguna amistad anterior, nunca las tuve. Me emociona oír a mi compañera hablar con otra mujer a la que conoce desde que eran unas niñas pequeñas. Estas cosas me conmueven mucho, y pienso en lo que significa el paso del tiempo, esta experiencia tan absolutamente insólita que vivimos con la normalidad imprescindible para no volvernos locos de remate. Siempre lo he dicho y escrito: somos unos primates tan esquizofrénicos como para vivir sabiendo que moriremos como si, en realidad, no lo supiéramos. Somos poesía carnal caminando sobre la tierra. La amistad es una de las mejores y más limpias y puras manifestaciones del amor. Siempre la defenderé. No tiene nada que envidiar a las otras -y voy a confesar algo: el sexo con la edad deja de tener la importancia que tenía cuando tu novia te metía la mano en los pantalones. Amor, y amor, y amor. Con sexo, sin sexo, en la misma cama, en camas separadas, separados por dos manzanas de casas, por cientos de kilómetros. Amor. Compadezco profundamente a quien no sepa qué es, qué se siente. En este momento de mi vida es lo único que da sentido a mi existencia.
domingo, 20 de febrero de 2022
Caballos, cohetes y submarinos
No me canso nunca de muchas cosas, algunas confesables y otras no tanto. Hoy he soñado que iba a montar a caballo en la Gran Vía de Zaragoza, lo cual ya es un poco raro, pero ese momento, por mil causas absurdas y tontas, nunca llegaba, el caballo se alejaba, se cruzaban personas en mi camino, aunque siempre tenía la esperanza de que acabaría poniendo mi bota en el estribo izquierdo y acabaría cabalgando sin prisa entre la gente. A pesar de despertarme sin lograrlo me he despertado con una sonrisa en los labios. Una compañera de trabajo ya jubilada siempre decía, para mi sorpresa, que nunca había conocido a alguien tan optimista como yo. Igual tenía razón, de algún modo desconocido para mí. Nunca me canso de los caballos, de la jungla, de la arquelogía y, dentro de ésta, de la prehistoria; no me canso de la historia bélica, no me canso del cine clásico, no me canso de la ciencia ficción (he visto películas tan malas que jamás lo creeríais, pero eran de ciencia ficción); no me canso de cocinar, de conducir, de respirar humo por la boca en invierno, del sonido de las olas del mar en las playas yendo y viniendo; no me canso de ver vídeos de la NASA de cohetes despegando hacia el espacio, ese magma de fuego a presión necesario para alejar la nave de la fuerza gravitatoria de la tierra, al principio aparentemente despacio y luego más deprisa hasta desaparecer entre las nubes del cielo. También me fascinan los submarinos (he visto películas terribles porque sucedían en submarinos). De las cosas inconfesables de las que tampoco me canso nunca no puedo permitirme hablar, pero sólo diré una cosa: son mucho menos originales que las confesables.
sábado, 19 de febrero de 2022
Secuoya
Veo vídeos de personas que construyen con sus propias manos unas cabañas bellísimas en los bosques más salvajes de Canadá, y viven allí cultivando y cazando su comida, estación tras estación -las cinco. Veo vídeos de personas que viajan con su furgoneta de segunda mano alrededor del mundo, durmiendo el año pasado en una playa de la Patagonia y ahora en las montañas del Atlas marroquí. Yo estoy en Zaragoza y dentro de un rato haré lo que tengo que hacer, que no tiene nada que ver con la Patagonia ni con las montañas de Marruecos. No pasa nada. Me miro en el espejo y veo otro viaje más lento pero igualmente salvaje y cruel. Allí no hay bosques de secuoyas ni profundos cañones creados por el agua durante miles y miles de años en la roca roja; allí solamente se refleja el fruto del viaje de la vida en mi cuerpo y mi rostro. Lidio con ello. Sí, me gustaría vivir en una cabaña en medio de un bosque canadiense y saber cazar y utilizar el hacha y no depender de nada ni de nadie; me gustaría mucho estar muy lejos de cualquier lugar, de cualquier conocimiento.
viernes, 18 de febrero de 2022
Tulebras
Recientemente me he reencontrado en internet con mi primer amor de la adolescencia. Mi madre está enferma de Alzheimer. De la primera me enamoré como sólo se puede enamorar un chico de catorce años. A la segunda la amo como un hijo puede amar a su mamá. La vida tiene estas cosas. Pensé que a la primera la había perdido para siempre, pero es la segunda quien se va desvaneciendo lentamente frente a mí mientras mi corazón se rompe en pedazos. La vida es algo extraño e impredecible: flotamos sobre ella al albur de las tormentas y las calmas chichas. Si pienso en mi primer amor la veo claramente frente a mí, su cuerpo y su rostro, hace cuarenta y cuatro años, en Tulebras. Amo a mi mujer y amo a aquella joven de Bilbao, como amo a mis hijos y también a mi mejor amigo de Girona. Me alegro de haberla encontrado y sigo adelante. La vida es una mochila invisible.
jueves, 17 de febrero de 2022
Panteras negras
Continúo sintiendo un cansancio invisible, atávico, apático. Sé lo que es porque hace años lo sentí, puedo identificarlo. Las panteras negras me acechan en la espesura. Echo de menos la alegría. La mía y la que podría dar a quienes me aman. Hace una hora he hablado con mi padre, como cada noche: las cosas no estaban demasiado bien. La enfermedad, cuando sucede en una familia que se ama, produce mucho dolor a muchos. También: cada uno es como es. Cómo y cuánto me gustaría ser distinto a como soy, lo juro; sufrir menos porque sufro inutilmente, para nada, de un modo que no ayuda ni a la causa del sufrimiento ni a mí; sufro para nada, para nada, y sufro.
Anotado por Jesús Miramón a las 00:30
miércoles, 16 de febrero de 2022
Costillas
Qué inmenso cansacio. Me gustaría salir de mi casa y correr en los campos bajo la noche, pero me costará cierto pequeño esfuerzo alcanzar la cama de mi dormitorio. Sí, me siento derrotado, pero mi corazón todavía palpita detrás de las costillas. ¿Qué soñaré hasta que mañana se haga de día? No lo sé. Mi corazón palpita detrás de las costillas.
martes, 15 de febrero de 2022
Los dioses saben
Una señal inequívoca de que no estoy tan bien como contesto cuando me lo preguntan es que me gusta más el final del día que el principio. ¿Qué tal estás? Bien, gracias (quiero que esto acabe y acostarme y despertar siquiera durante unas horas en otro sitio). El final del día me aproxima a una tranquilidad que durante la mayor parte de mi vida tuve durante el día y ya he perdido. Es así. Amo con el mismo amor, me dejo querer más que nunca, pero es así. Oh, los dioses saben que me gustaría ser de otra manera. Más racional, más práctico, no sé. Lo he intentado, sigo intentándolo. Compartimentar las situaciones y los sentimientos que ellas me provocan. Ahora mismo eso ya no me funciona, aunque durante un largo tiempo sentí tener las riendas y el control en mi mano. En estos momentos de mi vida me gustaría poder pincharme una inyección que disipara de mi mente los pensamientos negativos que no aportan nada, el sufrimiento que no aporta nada: lo que soy. Y tomo mi medicación cada mañana con un vaso de zumo de naranja, pero me temo que ya no alcanza a cumplir sus objetivos. Sólo me satisface la belleza, la belleza nada más. Mi pareja que me acompaña en el camino, la música, el cine, lo poco que leo cuando estoy así. Pero también esto pasará, como pasaré yo y todo el amor que siento y sentí una vez; como pasará la enfermedad y la vida de mi madre y la de mi padre y la mía y la de mis hijos. También esto pasará. La pequeña muerte diaria de cada noche me consuela como una simulación, un entrenamiento dulce y sin dolor. Mañana no existe aún.
lunes, 14 de febrero de 2022
Nubes
Ya en Barbastro, después de haber estado el sábado y el domingo con mis padres, me sirvo un whisky con hielo sintiéndome culpable de todo lo que alguien puede sentirse culpable. Llovió un poco durante el día. Hablo por teléfono con mi padre y me cuenta que Nati no quiere ponerse el pijama y le insulta gravemente. Mamá tiene Alzheimer y su espíritu se revela en medio de la incomprensión, la nada, lo que no existe. Debo luchar contra mí mismo para estar a la altura de esta época que, como sucede en tantas familias del mundo, nos está tocando vivir; debo impedirme a mí mismo el profundo e infinito dolor que siento si quiero ser útil. La noche llegó hace horas. Ojalá mañana lloviera sin parar durante días y días. Días y días y días y días y días. Noches y noches y noches de lluvia. Nubes. Días. Noches.