Suena una moto en la calle. La ventana está abierta. Su ruido se aleja. Como cada noche, tengo sueño pero me da pena dar por acabada esta página. Una página absolutamente cotidiana y sin ninguna importancia por lo demás: ¿qué pena debería darle a nadie? Ninguna. Estoy cansado, eso es lo que me pasa. Muy cansado -los martes trabajamos hasta las siete de la tarde. Tantas voces, tantos rostros, tantas preguntas, tantas situaciones diferentes: esperanza, desesperación, asuntos sin peso aparente.
La desaparición del ruido de la moto ha dejado el barrio en silencio. Suele pasar. El ruido nos recuerda lo que teníamos y perdimos temporalmente, como sucede con la salud. Me tumbaré en la cama, cerraré los ojos, respiraré profundamente tres o cuatro veces y me dejaré arrastrar por lo que venga, sin miedo. Nací muerto.
martes, 14 de mayo de 2019
Catorce de mayo
lunes, 13 de mayo de 2019
Trece de mayo
Ha llegado el calor y, con él, los insectos. Vuelan hipnotizados alrededor de las farolas encendidas de la calle nocturna, una nube que se acerca y se aleja. Luego vendrán los pequeños murciélagos de alas de amapola para ponerse las botas. Todo es tan extraño.
domingo, 12 de mayo de 2019
Doce de mayo
En el piso que quedó vacío hace unas semanas frente a mi dormitorio se ha instalado una nueva familia. Un hombre se asoma a la calle y se pone a silbar. No son canciones que yo conozca, tengo la impresión de que improvisa. Mezcla música celta, clásica y jazz, yo diría. Silba muy bien. He estado a punto de asomarme yo también a la ventana y ponerme a aplaudir, como en un concierto.
sábado, 11 de mayo de 2019
Once de mayo
El viento agitaba las ramas de los árboles y convertía los campos de cereal en estanques de olas vegetales. Ahora es tarde. Había olvidado esta tarea. La he recordado poco antes de irme a dormir. Deberes. Pensé que al hacerme mayor no los tendría, pero los tengo. Y me los pongo yo. Hay que ser idiota.
viernes, 10 de mayo de 2019
Diez de mayo
Hoy está siendo un día de muertes. Como todo el mundo sabe, ha fallecido el político español Alfredo Pérez Rubalcaba, del Partido Socialista. Lo he sentido porque el gesto de que al retirarse de la política decidiese regresar a dar clases en la Universidad en ver de sentarse en Consejos de Administración de empresas eléctricas, etcétera, le convierte a mis ojos en un hombre bueno y honesto.
Pero hay otra muerte que en esta casa ha dolido más. Anoche una alumna de Maite de treinta y tantos años se mató en un accidente de coche. Lo ha sabido, ahora que trabaja en Barbastro, por la llamada telefónica de una compañera del departamento de Lengua y Literatura del Instituto de Binéfar.
La recordaba perfectamente, incluso a su marido, que también fue alumno suyo y ahora ha quedado viudo con una niña de un año y medio de edad. Me decía: "Veo sus rostros".
Pasan muchos rostros ante los ojos de una profesora con más de treinta y dos años de profesión, pero me asombra su memoria. Recordaba sus nombres y apellidos, a pesar de que les dio clase hace muchos muchos años. Me ha hablado de ella, de que hizo biología, de que trabajó en la clínica Quirón de Zaragoza y ahora se estaba preparando para reconvertirse en docente. Precisamente regresaba de esa ciudad cuando tuvo el accidente anoche. A su antigua profesora le ha afectado mucho.
Todos lo sabemos: detrás de cada accidente de tráfico, después de cada muerte inesperada, hay personas y ondas concéntricas. La de esta casa está muy lejos del núcleo. No podemos imaginar el dolor de los padres, hermanos, amigos. El dolor de ese padre joven que de pronto se ha quedado sin su compañía y con un bebé en los brazos. Pero son cosas que suceden. Lo sé yo en mi trabajo, lo saben en las ambulancias y lo saben en los hospitales.
La muerte nos rodea constantemente. Viaja a nuestro lado. Forma parte del contrato. "Te permití nacer, pero vivirás hasta que yo quiera". Ictus, infartos fulminantes, cáncer, accidentes de tráfico. Vivamos hoy, vivamos ahora. Y no olvidemos nunca que sufrir y llorar también es vivir.
jueves, 9 de mayo de 2019
Nueve de mayo
Hace años escribí aquí mismo que la vida era como una cerilla que se apaga. Un lector a quien le he perdido la pista, un hombre maravilloso, Luis Rivera, me contestó y me dijo: "No, la vida no es una cerilla que se apaga; la vida es una antorcha que pasa de generación en generación, de mano en mano". Nunca lo olvidé.
Mientras escribo escucho el Agnus Dei de Mozart. Mi hijo estuvo en Viena hace algunas semanas y me envió unas imágenes de la casa donde vivió uno de mis músicos preferidos. Todo se entreteje. La luz viaja de mano en mano. El caos es sólo una apariencia: basta con visualizar las imágenes de nuestro planeta desde la Estación Espacial para saber que, en realidad, a esa distancia, no existe.
Pronto cumpliré cincuenta y seis años. Soy como un cohete alejándose lentamente del principio, impulsado por el combustible no infinito de mi curiosidad.
miércoles, 8 de mayo de 2019
Ocho de mayo
Llueve y deja de llover. En las aceras crecen las plantas como si el ser humano hubiese desaparecido del mundo aunque yo camine sobre ellas precipitadamente porque siempre llego tarde al trabajo. La mitad de los rostros y cuerpos con los que me cruzo los conozco. Algunos me saludan, otros, por timidez, quiero creer, no lo hacen. Yo saludo a todo el mundo, es algo que me gusta hacer. Sólo soy misántropo en mi casa, y aquí lo soy sin problemas. En la calle soy la persona más sociable y comunal que puedas imaginar, y con placer. Soy géminis y gemelo. Las dos caras.
La noche se ha instalado ya sobre la pequeña ciudad. El humilde río Vero fluye frente a mi casa rumbo al mar de los Sargazos, allí donde reposan los restos de naufragios de hace siglos. Y más al Norte el Ártico, ese lugar donde hombres y mujeres comen carne cruda y viven en el hielo.
Viajo. Viajas conmigo. Ven. Mira.
martes, 7 de mayo de 2019
Siete de mayo
Fue un día largo. Los martes abrimos también por la tarde, como he escrito tantas veces aquí.
Son las once y cuarto de la noche y la hora en la que la carroza se convertirá en una calabaza se acerca sigilosamente; ese acuerdo colectivo por el que a partir de las doce horas todo vuelve a comenzar.
Tengo sueño y espero dormir bien, profundamente, adentrándome hasta el fondo de eso que sucede cuando cerramos los ojos, ese misterio que acaso no lo sea para nadie salvo para nosotros.
Despierto busco la belleza y dormido también, me gusta pensar. A veces me acuerdo de lo que he soñado y a veces no.
Me doy cuenta de que no conozco casi nada de lo que significa existir y estar aquí, sentado ahora mismo frente a mi pequeño escritorio, escribiendo estas palabras. No conozco casi nada y exploro desde hace decenas de años, incansablemente desde que apenas era un flaco adolescente que se planteaba si al cerrar los ojos el mundo seguía sucediendo o era una ilusión visual.
Aquí persisto.
No he aprendido nada, pero continúo.
lunes, 6 de mayo de 2019
Seis de mayo
Todo a mi alrededor me dice: "Mira, crezco, crecen las hojas en mis ramas, crece la hierba incluso en los intersticios de las aceras, los pájaros vuelan con ramitas en el pico, el agua del río, un poco crecido por las lluvias y el lento deshielo de la nieve, se precipita hacia el lejano mar".
La primavera se inflama poco a poco como sucede en el sexo. "Mira, dice, nada podrá detenerme si sigues mirándome así. Mira, dice, lo que va a pasar".
Y yo miro, no puedo dejar de mirar y acariciar y agradecer este regalo de vivir sin saber bien por qué ni para qué ni cómo.
domingo, 5 de mayo de 2019
Cinco de mayo
Este fin de semana estoy permitiéndome el caos: siestas de tres horas, levantarme a las diez y media de la mañana. No tener hora para acostarme. De niño pensaba: "cuando sea mayor haré lo que quiera". Algo así.
No pensaba escribir nada antes de acostarme, algo que voy a hacer en un momento, pero antes de escribir estas palabras hice una incursión en Twitter y miré el descomunal número de seguidores de mi cuenta. No lo entiendo. No me cabe en la cabeza tener más de mil seguidores de una cuenta como la mía. Y lo mejor es que me importa un pimiento. Me da igual. Será cosa de la edad, pero me da igual de verdad de la buena.
Me pasa lo mismo en este diario. Hace mucho que quité contadores de visitas y esas cosas. Me da igual. Ahora debo aprobar los comentarios a las entradas porque comenzaron a colarse cosas muy raras, pero, si os soy sincero, no necesito comentarios. No es que los rechace ni no los agradezca si surge de vuestros corazones, comprendedme, pero en cualquier caso sería eso: una conversación entre tú y yo, y te animo a hacerlo. Soy un ser humano deseando aprender.
En las redes sociales también soy un ser humano deseando aprender, y de hecho he aprendido mucho. Sigo cuentas de historia, de ciencia, etcétera. Lo que nunca hago es devolver un seguimiento. En esta hora sigo a 174 personas y me siguen 1074 (qué casualidad también).
Ni comentarios en este diario ni seguidores en Twitter o Instagram me afectan más allá del cariño o el agradecimiento, nunca en términos numéricos. Los números me importan menos que nada. Pronto cumpliré cincuenta y seis años. Debe de ser por eso.
sábado, 4 de mayo de 2019
Cuatro de mayo
Madrugada del viernes al sábado. Despierto. Dormí una siesta de casi tres horas, así que tiene sentido. Me gusta que las cosas tengan sentido aparentemente porque sé que, en realidad, nunca lo tienen de verdad. La casa está en silencio. Ni siquiera se escuchan los ladridos de los perros de nuestros vecinos. No sé si llueve o no. Estoy aquí, en este nido oculto a la luna. Cerraré los ojos e intentaré viajar a la Antártida, al Amazonas, a una pequeña isla griega de casas blancas, a la Patagonia. Estoy aquí, en este camarote del submarino. Me tumbaré en la litera y soñaré con un cielo con nubes, muchos metros más arriba del océano que me rodea. La nave cruje de vez en cuando por la presión, pero yo ya duermo en el colchón caliente que dejó mi compañero de guardia al sustituirme. Mi pensamiento ya no me pertenece.
viernes, 3 de mayo de 2019
Tres de mayo
Cada palabra
es nueva
aunque haya
sido pronunciada
miles de
millones de veces.
Cada palabra siempre,
siempre
es nueva.
jueves, 2 de mayo de 2019
Dos de mayo
Como en cada vuelta alrededor del sol la noche llegó mientras al otro lado del planeta alguien como yo despertaba e iniciaba su jornada. Ahora, mientras se lava los dientes, contempla el mar, la bahía, las otras casas que descienden hacia el agua, los bosques de eucaliptos de hojas casi azules. Se mira en el espejo y se pregunta qué sucedió. Luego dice en una lengua que desconozco: "es el tiempo".
La cama me espera, ese cubículo abierto a la atmósfera donde, en mi breve hibernación nocturna, viajaré sobre una Zaragoza distinta, cubierta de hiedra e higueras gigantes cuyas raíces destruyen enormes edificios, o tal vez me sumergiré en el único océano del mundo tras millones de años para contemplar la resurrección de las primeras formas de vida que sobrevivieron mientras la tierra se aproxima inexorablemente al sol.
Aprendo. En silencio. Cada día. Mientras amo y soy amado. Mientras me aproximo al momento en el que todo habrá dado igual y, al mismo tiempo, no. Yo me entiendo.
miércoles, 1 de mayo de 2019
Uno de mayo
Adios, abril de
dos mil diecinueve,
nunca volveremos
a vernos.
Hola, mayo de
dos mil diecinueve,
dime, ¿qué guardas
para mí?
martes, 30 de abril de 2019
Treinta de abril
Cada día doy la bienvenida a recién llegados y llegadas que duermen en sus cochecitos de bebé; cada día despido a seres humanos de edades más variadas de las que creeríais, personas que dejan un hueco vacío donde estaban pero que, en el fondo, a quienes no vivíamos allí, no nos importa. La sonrisa de un bebé mueve continentes; nuestra desaparición en la habitación de una casa pasa sin pena ni gloria, incluso es molesta para quienes la visitaban de vez en cuando. Así es nuestra naturaleza. Y no digo que esté bien o esté mal: sólo describo lo que observo tras muchos años trabajando con mis congéneres.
Y en el fondo lo comprendo. Sinceramente, humanamente, lo comprendo. Estamos diseñados para vivir como si fuésemos inmortales, por eso la inmensa mayoría de nosotros huimos inconscientemente de lo que niega ese artificio, esa creación tan ficticia como la de la existencia de dios.
Uno de "mis" usuarios, y con ello me refiero a las personas a las que llevo atendiendo desde hace años, es un ingeniero que se llama Eduardo y hace años fue transplantado de corazón y, por aquellas cosas de la crisis económica, le quedó una pensión ridícula y vive ahora con su familia en Graus. Siempre que nos vemos me dice claramente, con los ojos ligeramente inyectados en sangre, que sabe que no se hará viejo. Tiene mi edad más o menos. El otro día le atendí en la Agencia Comarcal y me dijo, mirándome directamente a los ojos, que se había dado cuenta de que cuando uno se muere tampoco sucede gran cosa, que sólo un puñado de personas, y durante un tiempo, como así debe ser, le echan a uno de menos y lloran, y después nada. Yo le sostuve la mirada y le dije que tenía razón. Los seres humanos llevamos naciendo y muriendo miles, millones de años. Nuestra desaparición individual, en realidad, no es ningún problema. Creo que agradeció que lo reconociera, que no tratara de consolarle.
Siento que me estoy haciendo mayor y un poco más sabio en estas cosas. No podía engañarle y decirle, conociendo su inteligencia, algo que iba a insultarle. Morimos, desaparecemos, y el mundo sigue. No le hacíamos falta antes ni se la haremos jamás. El Mediterráneo, debido al movimiento de las placas tectónicas, se elevará dentro de millones de años convirtiéndose en una cordillera como la que ahora es el Himalaya. Nada tiene sentido salvo estos breves momentos en los que articulamos el pensamiento y damos testimonio, aún sabiendo que se perderá. Debemos explorar, llevamos ese impulso en nuestros genes: qué hay más allá de la colina, qué escribiré mañana si mi vida es la más común de las vidas, ¿aparecerá el mar cuando el coche gire en la siguiente curva?
lunes, 29 de abril de 2019
Veintinueve de abril
El día de hoy ha sido ligero sabiendo que en mi país la derecha apoyada por la extrema derecha había sido detenida gracias a un alto índice de votos, uno de los mayores en las últimas décadas. Cuando en España todo el mundo va a votar suele triunfar el sentido común, la tolerancia, la aceptación de los otros, la integración. Somos el país número uno en el planeta entero en número de donaciones de órganos. Cuando suceden catástrofes internacionales España suele ser uno de los países que más ayuda presta en relación a su población.
Yo ayer por la noche me sentí orgulloso de mis vecinos. Yo, que si algo no soy es nacionalista. Los votos habían vencido a las mentiras, las infamias y los bulos de los tres partidos de la derecha. Hubiera pagado por ver los rostros de sus líderes al darse cuenta de que los españoles, cuando votamos casi todas y todos, no nos tragamos mentiras tan gruesas como que Sánchez había pactado con los independentistas (¡si así hubiera sido no hubiera habido convocatoria electoral, idiota!), que Otegui determinaba la política del PSOE, barbaridades así. ¿Tan tontos nos creían a los votantes?
Me alegro mucho, muchísimo, del resultado electoral de ayer en España. Sólo espero que el PSOE no pacte con Ciudadanos, pero esa posibilidad es algo que me parece casi imposible habida cuenta de las declaraciones del líder de este último partido, que lo fía todo a convertirse en el partido principal de la derecha. Sé que habrá presiones del mundo empresarial y mediático para que eso suceda, pero confío en que Sánchez sepa qué esperanza se ha depositado en su voto.
Estoy contento y voy a dormir bien. Nunca había hecho campaña política, y en esta ocasión me he dejado la piel en las redes sociales. Nos jugábamos tanto. La ultraderecha estará en el Parlamento pero su papel será insignificante, sin consecuencia alguna en la vida de las personas más allá del miedo que da.
Soy progresista, sí. Lo soy desde que era muy joven. Creo en la justicia, en la igualdad social, en los servicios públicos, en la desaparición de fronteras, en la fraternidad, en la redistribución de la riqueza de países y continentes: creo en el feminismo, en la aceptación del diferente, en el respeto a cualquier opción sexual que no obligue a nadie a hacer nada que no quiera hacer; creo en una futura Ley de Eutanasia que permita a enfermos terminales ser propietarios de su vida sin que ninguna otra persona les arrebate esa última decisión. Sí, imagino que soy "progre". Buenas noches.
domingo, 28 de abril de 2019
Veintiocho de abril
Me siento feliz. El Partido Socialista ha ganado las elecciones y, sobre todo, ha relegado a la ultraderecha a un rincón insustancial del congreso. La movilización ha merecido la pena. Porque somos humanos somos políticos. Yo, por mi trabajo, sé las consecuencias de las decisiones de los legisladores. Afectan a nuestra vida cotidiana. He hecho campaña, lo sé, y me alegro de que los resultados sean los que yo deseaba. Que Pedro Sánchez pueda seguir siendo el presidente de España es para mí una noticia maravillosa. Lo que había enfrente era terrible. Me acuesto feliz. Hay cuatro años por delante para desarrollar políticas progresistas. Bona nit.
sábado, 27 de abril de 2019
Veintisiete de abril
Jornada de reflexión: quiero un país justo, feminista, defensor y militante de los servicios públicos. No hay más. Es así de sencillo.
viernes, 26 de abril de 2019
Veintiséis de abril
Estas cinco estaciones son un lugar de descanso para mi mente precipitada. Mi mente precipitada, sí, una precipitación contra la que casi toda mi vida mantuve, y todavía mantengo, una sorda lucha para contenerla.
Fui tartamudo hasta los doce o trece años. Todavía recuerdo cómo lo que pensaba se amontonaba en forma de palabras en mi mente creando un colapso que me impedía articularlas a la velocidad necesaria. Esas palabras podían ser, perfectamente: "Póngame tres barras de pan y dos bolsas de leche, por favor". La panadería de Adelina estaba en la acera de enfrente de casa de mis padres, y cuando me mandaban a comprar pan a veces ella llamaba a mis padres porque yo no me acordaba de si eran dos barras de pan y tres bolsas de leche (entonces vendían la leche fresca en bolsas) o al revés. A veces perdía el dinero en los tres o cuatro metros que separaban el portal de nuestra casa de su tienda.
En algún momento dejé de tartamudear. Lo que quería decir y la velocidad a la que lo quería decir coincidieron y ya está, fue como un clic. No por ello mi mente se calmó, pero encontró otros modos de evacuar su velocidad. No mencionaré por su nombre uno de los más efectivos a esas edades, pero recuerdo que era como un bonobo solitario y compulsivo.
Luego llegaron los años de lecturas insaciables, robadas a las noches, al patio en el instituto, robadas a mi vida de adolescente. Fundé una revista, hice teatro, ¡cualquier cosa antes que estudiar! Aquí mis recuerdos comienzan a confundirse. Un campo de voleibol, una sala de conferencias que llamábamos "Siberia" porque siempre hacía mucho frío y que cubrimos de hojarasca de otoño para un recital de poesía.
Recuerdo mientras escribo y me doy cuenta de que, en realidad, lo que estoy escribiendo probablemente sólo tenga sentido en mi cabeza que recuerda. ¿De qué manera podría interesarte a ti? A menos que pienses que tú y yo estamos unidos desde que abrimos los ojos por primera vez hasta que los cerramos para nunca despertar por un vínculo eterno: somos humanos, sé que mi experiencia no es única en este planeta, sé que mi experiencia puedo compartirla sin vergüenza ni reparo con todos los seres humanos que han vivido antes que yo. Qué menos con quienes comparto el tiempo y el espacio.
Estas cinco estaciones son un lugar de descanso para mi mente que, a menudo para mi desgracia, nunca nunca descansa. Me siento ante la página en blanco, me pongo música, respiro y dejo que mis dedos se deslicen por el teclado. Te confieso que frecuentemente no sé ni qué estoy escribiendo exactamente.
jueves, 25 de abril de 2019
Veinticinco de abril
Llovió débilmente durante todo el día y ahora, momentos antes del atardecer, el cielo se ha abierto y entre las nubes ha asomado un sol inesperado convirtiendo todas las anodinas fachadas de los edificios circundantes en templos griegos de ladrillos de oro.
miércoles, 24 de abril de 2019
Veinticuatro de abril
Mi cuerpo está empeñado en ponerme a prueba, y ahora lo que tengo es un catarro o bronquitis importante, con mucha tos. Cristina, mi médico, me ha recetado un antibiótico de tres días. Espero estar mejor el viernes, cuando acabe.
Últimamente se está colando en mis comentarios Spam a todas horas, comentarios que tengo que borrar y eliminar uno a uno. Como estoy así he decidido moderar los comentarios durante una temporada. Si, por alguna razón, os apetece comentar, me llegará un aviso al correo y le daré curso con mucho gusto. Al dichoso Spam, que nunca he comprendido qué gana con estas cosas, me lo cargaré directamente.
No tengo ganas de escribir, sólo de meterme en la cama y dormir. Buenas noches.
martes, 23 de abril de 2019
Veintitrés de abril
Lo único que me gusta de San Jorge es que es festivo en Aragón y no tengo que ir a trabajar. El día de Aragón como tal, y por coherencia con lo que pienso acerca de la naturaleza de los seres humanos, me importa un pimiento.
¿Qué mérito prodigioso recae en la absoluta casualidad de haber nacido en un lugar u otro del mundo? Es que hasta el espíritu más perezoso se tiene que dar cuenta. Nacer en un lugar no es mejor que nacer en otro. No pertenecemos a tierra alguna sino a nuestras decisiones, y por eso nuestra aventura consiste en descubrir y explorar. Caminemos hasta la siguiente colina para ver qué se vislumbra desde allí.
lunes, 22 de abril de 2019
Veintidós de abril
Hoy nuestro hijo pequeño ha cumplido veintidós años. Estábamos nosotros, sus padres, su novia Raquel y su hermana Paula. Ha sido bonito, porque en nuestra familia no somos de celebrar este tipo de cosas. Raquel había cocinado su primera tarta de queso con frutos del bosque, que estaba buenísima, y el horno se ocupó de un ternasco de la zona con patatas. Una comida y una celebración sencillas pero muy bonitas. Creo que él no se esperaba una ceremonia al uso. Mientras todo sucedía yo le observaba y me asombraba su belleza, su risa de reto al mundo presente y por venir, su energía agotadora. Pensaba en lo pequeño que era cuando por primera vez lo tuve en mis brazos, un gusanito como todos los recién nacidos. Cada día, en mi trabajo, atiendo a jóvenes parejas que acaban de tener un bebé y es de las cosas que más me gusta hacer: sus rostros cansados y al mismo tiempo estupefactos e ilusionados. A veces tengo ganas de decirles que esas gusanitas y gusanitos acabarán convirtiéndose en mujeres y hombres más altas y fuertes que ellos, pero no lo hago porque eso es algo que cada pareja merece la pena descubrir sin que nadie se lo anuncie.
Hoy Carlos Miramón Puértolas ha cumplido veintidós años. Es una buena persona, con sus defectos y sus virtudes, como sus padres, pero bueno como no se puede ser más bueno, en el sentido estricto de la palabra: igualitario, feminista, libre, alegre sin límite, amigo de sus amigos, amante de su amor.
Todo está bien, salvo que no llueve. Llevamos días con cielos de inminente lluvia que luego quedan en casi nada. Cuatro gotas. Cinco personas. Una tarta primeriza propia de una pastelería y mucho cariño compartido. Y el amor, el amor, siempre el amor. Feliz cumpleaños, mi príncipe.
domingo, 21 de abril de 2019
Veintiuno de abril
Ayer fuimos de excursión a la ruta de los azudes, en Pozán de Vero. Hoy hemos ido a Torres de Alcanadre para hacer una ruta que partía de una ermita y recorría un sendero hoy por hoy muy abandonado que en algunos tramos acompañaba al cauce del río Alcanadre. El paisaje era premonegrino, austero, cubierto de aliagas y y otras plantas que pinchaban, roca arenisca, pequeños pinos inferiores a nuestra estatura.
Soy de los que piensan que no hay lugar estrictamente feo sino la mirada que se deposita en él. Nuestra excursión de esta mañana ha sido muy bonita, pero nos hemos dado cuenta de que el sendero había sido invadido por la vegetación e incluso algunos de los postes de madera indicando la dirección habían caído al suelo sin que nadie se hubiera preocupado, en años, de ponerlos en su sitio. A menudo nos ha costado trabajo encontrar el camino, lo cual, tampoco voy a negarlo, nos ha hecho sentir exploradores de otro tiempo.
Paula echa de menos estos paisajes cambiantes. Al lado del río Alcanadre la vegetación de ribera crecía verde y maravillosa a pocos metros desde donde la admirábamos, terreno de matorral, romero en flor, zarzamoras, líquenes, musgo amarillo, malas hierbas y, como malas, protegidas por todas sus armas.
Hay una belleza antigua en los bosques de Noruega, quién podría negarlo. Árboles de diámetros inmensos y alturas épicas. Pudimos disfrutarlos el verano pasado. Agua, hierba, lagos, arroyos por todas partes. Hay una belleza antigua, es verdad, pero también monótona.
Paula, que ha venido a pasar unos días con nosotros, disfruta de la variedad de paisajes y, sobre todo, del disfrute de cambiar cada pocos kilómetros de naturaleza, incluso aunque ésta haya sido modificada por la humana. Me ha pedido que aparcara a un lado de la carretera junto a un campo de colza. El cielo era gris de lluvia y el campo amarillo intenso brillaba como un milagro alienígena.
Cuando nuestra hija viene a visitarnos recupera los campos de cereal, las amapolas, la aliaga, los altísimos cielos azules, las encinas carrascas, los pinos y enebros, las zarzamoras, los lirios silvestres, las margaritas, el paisaje de su infancia. Es cierto: no son los bosques vikingos entre los que ahora vive y que, para una temporada, lo mismo te dejan con la boca abierta. Pero echa de menos la variedad de que todo cambie si conduces unos kilómetros hacia Benasque o Bielsa o si los conduces hacia Sariñena y Tardienta. Incluso si conduces, como hacemos tantas veces, hacia el desierto que rodea a Zaragoza. Ella conoce, desde su infancia, la variedad, y tras eso todo es pobre y escaso.
sábado, 20 de abril de 2019
Veinte de abril
La noche hizo su milagro y desperté bien, con apetito aunque con miedo de volver a vomitar, un miedo que poco a poco se mostró infundado.
Fuimos de excursión a Pozán de Vero, un pueblo muy cercano a Barbastro. La ruta de los azudes. Todo estaba señalizado. Bosque de ribera, pájaros cantando, sol. Nuestra hija era feliz y nosotros también.
Ahora es de noche. He cocinado albóndigas caseras para mañana.
Cuando uno es joven nunca piensa en estas cosas. Que creará una familia. Que cocinará para ella. Que escribirá sobre estas maravillas cotidianas de su devenir.
viernes, 19 de abril de 2019
Diecinueve de abril
Un día con dos caras opuestas: me he levantado mal, con mucha ansiedad, aunque he podido llegar al piso de Barbastro ya un poco tocado. No tenía nada de apetito y, tras tomarme un orphidal, me he ido a la cama para intentar relajarme, pero no he podido dormir. Poco a poco la pastilla ha ido haciendo su trabajo y, pensando que estaba mejor, como no había ingerido nada desde el capuchino de la mañana, he comido una manzana. Al cabo de dos horas la he vomitado toda, así que he ido a buscar a mi hija a la estación de autobuses en un estado de debilidad importante. Aunque todo se me ha pasado al verla venir hacia nosotros con una sonrisa de oreja a oreja.
Por la mañana despertó en Bergen, Noruega, y esta noche cenará en Barbastro, España. Qué extraño es viajar en estos tiempos. Espero que la noche me cure un poco.
jueves, 18 de abril de 2019
Dieciocho de abril
El segundo mesías vino a la tierra en Siria, no muy lejos de donde lo había hecho su antecesor dos mil años antes. Tenía seis años cuando un avión de guerra bombardeó el edificio donde vivía convirtiéndolo en escombros y matando a todos sus habitantes. Él, naturalmente, resucitó a los tres días, pero eran tantas las toneladas de cemento y hierro que presionaban su pequeño cuerpo destrozado cerca del de sus padres y sus hermanas y hermanos, que no pudo hacer otra cosa sino esperar. Al cabo de unas semanas, después de sufrir el proceso de corrupción de los cuerpos de su familia, alguien abrió una grieta de luz en los escombros que lo sepultaban. Cuando vieron su estado aparentemente vivo cerró los ojos y se hizo el muerto. Como mesías era capaz, sin siquiera saber cómo, de hacer muchas cosas: no sentir hambre, no sentir sed, detener los latidos de su corazón. Lo enterraron en una fosa común junto a los suyos. Allí yace en la verdadera muerte eterna, inocente como un cordero, sin saber que había venido al mundo a salvarnos por segunda vez.
miércoles, 17 de abril de 2019
Diecisiete de abril
Durante todo el día parece que va a llover pero no llueve. El cielo tiene la textura de un terciopelo gris sobre la ciudad. También mi organismo, especialmente sensible siempre a todo lo que pueda impedirme ser feliz, lo siente. Pero soy experto en llevarme a mí mismo la contraria. Que el clima no sea más fuerte que mi deseo: ese es mi reto. Tecleo en el portátil como un pianista tocando a Chopin.
martes, 16 de abril de 2019
Dieciséis de abril
Sigo a la NASA en Instagram porque me gustan mucho los lanzamientos de las naves que se alejan de la fuerza de la gravedad de la tierra. Cuando la cuenta atrás termina ves el descomunal gasto de energía que es necesario para que ese artefacto pueda vencerla y escapar de ella. Es algo de lo que no nos damos cuenta en el día a día. Que las cosas pesan, que se posan siempre en dirección al centro de nuestro planeta. Cuando contemplas despegar un cohete se hace visible la potencia de esa realidad, hacen falta millones y millones de kilos de combustible para lograr huir hacia la ingravidez del espacio. Son cosas que me hacen pensar, y también imaginar.
lunes, 15 de abril de 2019
Quince de abril
Contemplo perplejo el feroz incendio de la Catedral de Notre Dame, en París. La aguja ya ha caído y el fuego arrasa con todo. Las mangueras de los bomberos no tienen la potencia necesaria para alcanzar el tejado desde la calle, y ya se habla de utilizar agua desde el aire, a pesar de le inmensa nube de humo que se ve desde cualquier punto de la capital francesa. Voy a estudiar su antigüedad y descubro que su edificación comenzó en el año 1163 y se terminó en 1345. Tal vez estoy contemplando ahora, en 2021, una época de ciencia ficción para quienes la construyeron, un hecho tan histórico como triste. Todo apunta a que el incendio se inició en los andamios que estaban retirando las estatuas de bronce para restaurarlas.
Después de la perplejidad ha asomado en mi alma la natural tendencia al estoicismo que me caracteriza. La Catedral de Notre Dame hubiese podido arder en los últimos siglos como en los siguientes y está sucediendo ahora, frente a mis ojos observando una pantalla que los constructores medievales ni siquiera pudieron imaginar.
¿Qué importancia tiene en realidad? Todo avanza hacia la entropía: el desorden, la mutación y degradación de nuestros órganos vitales, el universo y también las catedrales, las ciudades, los bosques.
Sí, lo sé: soy la alegría de la huerta.