jueves, 12 de octubre de 2017

domingo, 8 de octubre de 2017

Tal vez Marte después

De regreso al coche tras el paseo por el campo estuve a punto de pisar sin querer una mantis religiosa. Descubrirla fue pura intuición por mi parte porque era exactamente del color amarillo pajizo de la vegetación que nos rodeaba y estaba absolutamente quieta en medio de nuestro camino. Sobre la marcha adelanté unos centímetros mi pisada en el aire y ella quedó atrás, diminuta y a salvo pero con sus poderosas zarpas delanteras en posición de ataque.

Hacía calor y me había quitado la camiseta. No había una sola nube en el cielo inmenso y azul que Paula tanto echa de menos en Bergen. Pensé, como otras veces, en la absoluta soledad de los seres humanos que iniciarán la colonización de otros planetas: primero la Luna, tal vez Marte después. Ningún canto de pájaros, ningún insecto, ningún susurro de ramas mecidas por la brisa.

lunes, 2 de octubre de 2017

Dolça Catalunya

1.

Ayer fue un día terrible y angustioso para mí. A medida que iba viendo las imágenes de las cargas de la policía y la Guardia Vicil en Cataluña arrastrando por el suelo a personas que podrían ser mis padres, empujando escaleras abajo a chicas que podrían ser mi hija, aporreando a diestro y siniestro ciegamente, arrastrando del pelo a una joven, arrastrando de la oreja a un hombre mayor que yo... A medida que todo eso sucedía la decepción y tristeza previas por todo lo que había llevado a esa situación se convertía en rabia humana, universal, una reacción instintiva ante tanta agresividad sin medida. Confieso que viendo algunas imágenes lloré de indignación.

Soy empleado público, un funcionario como ellos, y me pregunté qué pensarían todos esos policías al regresar a los barcos y hoteles y quitarse las armaduras, guardar las porras y fusiles de pelotas de goma. Qué pensarían de lo que habían hecho cumpliendo órdenes, sí, pero con semejante fervor. ¿Arrastrarían a sus hijas del pelo para lanzarlas a la calle como un saco de patatas mientras ellas levantaban las manos en señal de no violencia? ¿Qué cortocuito cerebral o sustancia consumida antes de trabajar puede llevar a que ayer actuaran como lo hicieron? Es que no puedo comprenderlo.

2.

Hoy ha sido un día triste, deprimido, desolado. Y si lo ha sido para mí, que soy español y vivo en Barbastro, imagino el estrés postraumático que los vergonzosos sucesos de ayer habrán causado en las personas que fueron víctimas de la violencia física. Porque nadie estamos acostumbrados a ella. A mí, a mis cincuenta y cuatros años, nunca me ha pegado nadie. Puedo ponerme en la piel de las víctimas de ayer y sé que les ocasionará secuelas psicológicas que durarán mucho tiempo, sobre todo a la gente más mayor, a los ancianos, a los menores de edad y también a los jóvenes empujados escaleras abajo sin contemplaciones (qué milagro que nadie haya muerto viendo las escalofriantes imágenes grabadas por los móviles de quienes estaban allí).

3.

Dicho esto, sentido en el corazón todo esto, mi cerebro no deja por ello de funcionar, y creo que el resultado de esta movilización-referéndum sin garantía alguna de imparcialidad, donde el resultado ha sido un noventa por ciento de síes a la independencia, resultado propio más de Corea del Norte que de países realmente democráticos, no legitima ninguna declaración unilateral de independencia. No ha votado ni la mitad de la población de Cataluña, y quien lo ha hecho, aún sabiendo que se trataba de un acto suspendido por el Tribunal Constitucional y, como hemos visto, jugándose literalmente el tipo, tenía el voto decidido. La otra mitad o más de la mitad de Cataluña se ha quedado en casa, una mitad que votaría en un referéndum con garantías democráticas y, sobre todo, que les incluyera en la convocatoria (y sí, yo también he visto el vídeo de ese chico de Lleida yendo a votar envuelto en una bandera de España con el toro de Osborne, pero representaba a la casi ridícula minoría que los resultados reflejan).

4.

En Cataluña, más tarde o más temprano, se tendrá que votar. Si yo fuese Puigdemot adelantaría las elecciones autonómicas mañana mismo. Ayer el espectro independentista creció exponencialmente respecto a los porrazos y hostias que dieron la policía y la Guardia Civil. Proclamar ahora la independencia unilateral cumpliendo una ley de pacotilla, que se saltó las propias normas del Parlament, es un error de cálculo que todavía me cuesta creer que pueda cometer. Pero hemos entrado en una dinámica en la que ya la reflexión y la razón han perdido el respeto que tuvieron antaño antes de tomar una decisión tan importante como la de una ruptura con un país que ayudaste a crear y con el que has convivido en los últimos siglos. Insisto: más tarde o más temprano los catalanes tendrán que poder votar sin violencia; todos, los que ayer salieron a la calle y los que se quedaron en casa mirando a través de los visillos, asustados por la policía y también, algo de lo que se ha hablado poco, asustados por el entusiasmo pastoril de los que no piensan como ellos.

5.

A mí al final, me ponga como ponga, me importan las personas que quiero. Algunas de ellas son catalanas y las quiero mucho, muchísimo. Mi cabeza se vuelve loca entre la tentación de darles la razón en todo y agarrarlas de los hombros para zarandearlas intentando que comprendan mis razones: ¡Tenéis que negociar un referéndum de verdad!

Ayer temí que esas personas resultaran heridas por la intervención de la policía, algo que afortunadamente no sucedió. Pero quedan las imágenes de las que sí fueron violentadas, y pasará mucho tiempo hasta que poco a poco se difuminen de mi memoria.

jueves, 28 de septiembre de 2017

El frío que me hará feliz

Terminó la vendimia y el maíz está casi en sazón. Se fueron los aviones comunes, los vencejos y los abejarucos que nos acompañaban en nuestros paseos junto al canal. El fruto de los castaños de indias que rodean mi lugar de trabajo cubre en abundancia el suelo, asomando en su entreabierto envoltorio de espinas. Algunas personas recogen las castañas con esperanza. Los primeros años les avisaba de que eran amargas pero después dejé de hacerlo, acabé aceptando que ya lo averiguarían por sí mismos.

En cierta ocasión una señora mayor me dijo que llevar una castaña amarga en el bolsillo del pantalón junto al dinero, y esto era un detalle importante: que estuviese en contacto con monedas y billetes, favorecía la riqueza. Jamás puse a prueba tan peregrina superstición. Y es que casi nunca, por no decir nunca, llevo dinero encima a menos que sea estrictamente necesario o haya sido previsto de antemano.

Espero con fervor el otoño. El otoño de verdad, no este verano que comenzó en junio y a este paso terminará en diciembre. Tengo miedo aunque no lo demostraré. ¿Cuándo llegará el frío que me hará feliz?

sábado, 23 de septiembre de 2017

Vida

Vivo con mi pareja en este apartamento frente al río Vero, en Barbastro. Binéfar es ahora apenas un recuerdo precioso, la infancia de mis hijos, los años del coro, amigas y amigos que poco a poco se desvanecen en mi memoria diaria. Porque poco a poco todo se desvanece silenciosa, irremediablemente.

martes, 19 de septiembre de 2017

O de hojas

Me voy a la cama a morir durante seis o siete horas. Estoy muy cansado y además este acto es necesario para que alguien despierte en otro lugar del universo, algo tal vez poseedor de ocho o doce o mil miembros inferiores, alguien hecho tal vez de gas o de hojas o de escamas duras como el diamante. En cuanto yo me duerma ello despertará con el vago recuerdo de un sueño extraño, olvidado enseguida, y emprenderá la experiencia cotidiana de una vida que sucederá exactamente durante el tiempo en el que la mía reposa.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Desfachatez

Mi hija aterrizó en Noruega proveniente de Alemania mientras mi hijo conducía hacia Huesca a través de la noche entre oscuros campos de cereal cosechado hace semanas e islas de roca arenisca y encinas carrascas cargadas de bellotas maduras.

Nadie nos preparó para esto. Nadie les preparará a ellos. Todo comienza una y otra vez.

La vida es una experiencia personal tan absurda que incluso la mera voluntad de pretender enunciarla es absurda sin más. Hace falta mucha, mucha desfachatez para intentarlo.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Entre miles de millones

La vida pasa ante mí cada mañana al otro lado de la mesa de trabajo. Los padres recientes con sus bebés, aquellos casi tan tiernos como esos pequeños gusanitos que se convertirán en magníficas mujeres y hombres habitantes de un mundo futuro que no podemos siquiera imaginar; trabajadores que tras muchos años de horarios y despertador vienen a jubilarse, algunos olvidando que se trata de un acontecimiento de júbilo y de dicha y no de una condena judicial; las personas, casi siempre muy mayores pero a veces también jóvenes, que solicitan pensiones de viudedad y orfandad, víctimas casi siempre de la vejez pero también, en ocasiones trágicas, de enfermedades inesperadas y accidentes; ciudadanos que van a viajar a un país europeo y prudentemente vienen a solicitar la tarjeta sanitaria europea; adolescentes que necesitan su número de la Seguridad Social porque van a comenzar a trabajar por primera vez en su vida; trabajadores cuya enfermedad les impide seguir trabajando y vienen para preguntar qué será de ellos e informarse sobre las pensiones de Invalidez; familias casi sin recursos que necesitan ayuda y finalmente debo derivar a los Servicios Sociales de la Comarca; trabajadores que han sufrido un accidente de trabajo y las Mutuas intentan quitarse de encima transfiriéndolos al sistema público de salud; altas y bajas de autónomos; deudas; certificados de pensionistas y no pensionistas para ir a nadar a la piscina municipal y beneficiarse de un pequeño descuento del ayuntamiento; ciudadanos extranjeros que vienen a tramitar prestaciones internaciones de los reglamentos comunitarios europeos y los convenios bilaterales que España tiene concertados con distintos países de todo el mundo, etcétera.

Desde el certificado de nacimiento hasta el certificado de defunción, pasando por casi todas las vicisitudes de una vida, centenares y miles de seres humanos han estado al otro lado de mi mesa y, tras tantos años desarrollándolo, es un trabajo que me sigue fascinando todavía más que el primer día, porque si algo he aprendido es que cada ser humano es distinto, cada vida una experiencia diferente a cualquier otra, cada existencia el brillo de una estrella entre miles de millones. Qué privilegio.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Ciencia ficción III

Como tú prosigo mi paseo a través del aire invisible de este mundo. Se fueron los abejarucos de alas de colores mágicos y el agua del canal continúa fluyendo a la velocidad de la gravedad. Las bellotas de las grandes encinas carrascas comienzan a caer maduras y perfectas como pequeñas naves espaciales. En el cielo las nubes dibujan vagamente la figura de un hombre caminando. Se lo digo a Maite. Ella dice: "¡Es verdad!". No necesito nada más. El planeta gira.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

De la existencia del alma

El tiempo ha cambiado. Las noches son más frescas y su oscuridad nos alcanza cada día un poco más pronto, minuto a minuto, suavemente.

Qué ganas tengo de que aparezca el frío que convertirá mi rostro desnudo en la piel de un mamut, el humo del aliento de mi boca en la prueba irrefutable de la existencia del alma.

viernes, 8 de septiembre de 2017

Amor ciego

1.

En aquellos días las ruinas del muelle griego de Ampurias que asomaba en la playa todavía no estaban protegidas, y uno podía dar la vuelta sobre sus sillares para enfrentarse cara a cara contra el viejo mar Mediterráneo, testigo de tantas victorias y derrotas durante miles de años.

Vivíamos en Bañolas, donde Maite era profesora de Lengua y Literatura Castellanas, todavía no teníamos hijos y yo conducía a toda hostia un Alfa Romeo, mi primer coche nuevo de fábrica, por la preciosa carretera de Orriols, curva tras curva entre los bosques de alcornoques y encinas y campos de cereal en dirección al mar.

Yo trabajaba en Gerona. Aprendí catalán y me enamoré, más que de Cataluña, de esa provincia maravillosa y, en cierta manera, tan desconocida todavía hoy respecto a su maravilloso territorio interior.

2.

En estos días vivo los acontecimientos de ese país con un sufrimiento lleno de sentimientos móviles y contradictorios.  Ahora pienso una cosa, ahora otra.

Ayer, siguiendo en televisión los acontecimientos del Parlamento Catalán, no tuve duda alguna de que se estaban conculcando derechos elementales de la democracia, como los que amparan a las minorías y la oposición.  La actuación de la presidenta de esas Cortes fue tan parcial y precipitada que casi parecía la de un país tercermundista.

Muchas cosas se han hecho mal desde el gobierno español.  La primera corregir a través del Tribunal Constitucional el Estatut que votó el pueblo catalán, y a continuación todos los rechazos que vinieron después.

Muchas cosas se han hecho mal desde el gobierno catalán: negar con oportunidad y alevosía el carácter plebiscitario de las últimas elecciones legales que se hicieron en ese territorio, donde el independentismo perdió en votos, aunque no en diputados; negar el carácter plebiscitario con el que los partidarios de la independencia enfrentaron ese referéndum hasta saber los resultados y darse cuenta de que habían perdido.

3.

Para mí todo es triste.  Cataluña, como antiguo condado del Reino de Aragón, es creadora de lo que ahora conocemos como España.

Y, dicho esto, respeto a quienes quieren ser independientes de España y, consecuentemente, de Europa.  Pero me da mucha, mucha pena.  Porque es ilegal de este modo; por sus hijos, que ya no podrán ser Erasmus -y es sólo un ejemplo-; porque mi utopía es la existencia de unos verdaderos Estados Unidos de Europa en todos los sentidos: salarios mínimos, sanidad pública, etcétera; porque lo que vimos ayer da mucha vergüenza ajena; porque yo no soy capaz de diferenciar, en cuanto a mi sensación de rechazo, a unos diputados cantando un himno u otro, todo ese patriotismo folclórico como signo de victoria.

Mucha pena.

4.

No dejaré de querer a Cataluña pase lo que pase.  Porque tengo muy buenos amigos y amigas en ese país.  Porque uno no puede renunciar a los amores juveniles así como así.  Porque el amor es ciego, incluso frente a la tristeza.

sábado, 2 de septiembre de 2017

Yo no soy Marco Antonio

Al otro lado del pequeño río fluyendo entre hormigón armado, en la Avenida de la Estación, pasa una caravana festiva de peñas que tocan tambores, encienden petardos y gritan y cantan y bailan. Comienzan las fiestas patronales de Barbastro y yo no soy Marco Antonio despidiéndose de Alejandría, sino un misántropo viejo y gordo asomado al balcón refunfuñando obscenidades. ¿Es necesario ese desfile, todo ese ruido?

Odio las fiestas, festejos y festividades a toque de corneta. Amo lo cotidiano y la tranquilidad que me permiten explorar las infinitas cosas extraordinarias que nos rodean a diario, pero ¿las fiestas con fecha preconcebida, los programas de actos? NI HARTO DE VINO.

Y durarán una semana.

miércoles, 30 de agosto de 2017

Los pájaros se las comerán

Cada día me importa menos escribir. Es una sensación, aunque me resulte a mí mismo difícil de creer, inversamente proporcional a todo lo que me interesa, que cada día se expande como el universo entero.

Hablo de objetivos, de ambición: olvidé hace tiempo en qué consistían. Nada de todo eso me preocupa mientras contemplo cómo el horizonte se amplía y crece hasta no alcanzarlo con la mano.

Sólo me gustaría seguir explorando, explorar hasta que las últimas fuerzas me abandonen, y acaso también un poco después, porque a cada paso todo continúa sorprendiéndome aunque, no sé por qué, he perdido interés en dejar migas de pan, hacer un mapa, dar testimonio.

Seguramente han sido demasiados años. Cuatro estaciones una detrás de otra y la quinta: mi desnudez.

lunes, 14 de agosto de 2017

Modelos de lencería

Hace algunos días tuvimos un periodo de descanso del calor marciano de este momento de cambio climático apocalíptico y terrible que ya es imposible ignorar. Esos pocos días me hicieron infantilmente feliz y pude dormir mejor con todas las ventanas abiertas, y como dormí mejor me sentí más activo durante el espejismo siguiente y así, no sé, el mundo fue un lugar mejor hasta antesdeayer.

Tengo problemas logísticos -entre muchos otros- para relacionarme con la realidad. Todo lo que he escrito a lo largo de mi vida son esbozos, mapas dibujados en servilletas baratas de bar, el fruto de la exploración de un diletante obsesivo y con tanto entusiasmo como impericia.

Pero todo se aproxima. No: todo se precipita a mi lado corriente abajo: lo malo y lo bueno: lo que olvidaré y lo que recordaré durante el resto de mi vida. Tú y yo nos precipitamos segundo a segundo río abajo, cada vez a más velocidad, junto a premios Nobel y modelos de lencería y analistas económicos y el vecino del segundo izquierda y aquel ser humano que cambió para siempre, sin saberlo, nuestra vida.

martes, 1 de agosto de 2017

Pura inercia

Esta noche no corre ni una pizca de aire. El verano sabe que la batalla será larga y que la ganará, maldito sea una y mil veces.

En la lejanía de los edificios se escuchan sirenas de ambulancias y más cerca, en los patios del colegio vacío frente a nuestro piso, los furiosos gruñidos de gatos en celo.

Es un poco desolador darse cuenta de que los años no me han hecho más inteligente o más listo de lo que era o no era durante mi juventud, pero así es. Estaba equivocado. Nunca seré mejor que entonces. Todo lo demás, todo lo siguiente, es pura inercia debilitándose poco a poco.

martes, 25 de julio de 2017

Sólo hay que escribirlo

El sonido de las hojas de los árboles agitadas por el cierzo que empuja violentamente las ramas siempre me gustó. Me recuerda al cuchicheo de las palabras y, cuando se calma, al silencio. Los flujos y reflujos que suceden en la absoluta oscuridad de los órganos internos de mi cuerpo.

En el exterior mis vacaciones se aproximan a su fin. Me gusta mucho mi trabajo pero podría acostumbrarme fácilmente a tocarme los huevos cada día. Sí, eso es algo que podría hacer sin ningún inconveniente.

Por otro lado, ¿qué queda de lo que fui alguna vez? O, también: ¿qué queda de lo que quise ser alguna vez?

¡Que salten todas las alarmas como en el interior de un submarino!¡Torpedos melancólicos acercándose a toda velocidad! Y sólo hay que escribirlo para, oh, milagro, tener el poder de hacerlos desaparecer instantáneamente en unas aguas inventadas. Glaucas. Verdes. Grises. Blancas.

Los árboles de la calle se agitan ruidosamente de un lado a otro. No es nada nuevo, y sin embargo.

viernes, 14 de julio de 2017

La sombra oscura

1.

Son mundos diferentes. Está el sol de las nueve de la mañana sobre la cala donde mueren las olas y los pinos y está, tan cerca y tan lejos como un planeta distinto, lo que vive bajo el agua, el cricri permanente de los peces que comen en las rocas, el sonido de mi propia respiración en el tubo de plástico, la ingravidez, el frío inicial, el reflejo geométrico de la luz sobre las zonas de arena, hipnótico más allá de lo prudente.

2.

Hemos regresado al camping de bungalows donde vinimos algunos veranos cuando nuestros hijos eran pequeños. Otros niños nos rodean ahora, casi todos extranjeros como entonces. Juegan entre los árboles y los arbustos cuidadosamente regados y podados. Juegan en francés, en holandés, en inglés, en castellano, en catalán. Durante mi juventud nunca fui una persona especialmente "chiquillera" como sí lo era mi hermano gemelo, pero a medida que he ido cumpliendo años he cambiado y ahora los niños me conmueven de un modo profundo. Su inocencia, sus travesuras y sus lloros nocturnos de protesta mantienen a raya la sombra oscura.

domingo, 2 de julio de 2017

Genitales

Poco a poco voy dándome cuenta de qué va todo esto (y cuando hablo de todo esto hablo, sí, de la vida). En realidad la respuesta es tan sencilla que, junto al alivio de haberla encontrado, siento pena de quienes piensan en sí mismos como la cima de cualquier cosa: la especie, la evolución, el tiempo. La masculinidad. La poesía. El tamaño de los genitales. La perspicacia.

jueves, 29 de junio de 2017

Músculos

Las temperaturas han descendido un poco y entreabro los ojos en mi realidad paralela de ventiladores y aire acondicionado. Todavía no es el momento de despertar, pero sí un descanso de la peor muerte posible en mi imaginación: morir de calor.

Aún no tengo fuerzas para escribir, mas debo entrenar los músculos, recuperar el instinto mientras dure esta tregua, regresar a este acto maravilloso de elegir una palabra detrás de otra.

El tambor de la lavadora gira a toda velocidad en la cocina. Los pajaricos cantan en la espesura al otro lado del río. Las ventanas y la puerta del balcón están abiertas. El aire acondicionado está apagado. No me lo puedo creer.

lunes, 19 de junio de 2017

Un suspiro

Mi corazón se ha convertido en una almendra reseca, mi cerebro es una pasa de Corinto, mi cuerpo carne sufriente sometida a un calor sin misericordia. Mi esperanza duerme esperando que regresen las lluvias que romperán la cáscara de arcilla y le permitirán resucitar milagrosamente y nadar y reproducirse en un suspiro del tiempo.

sábado, 3 de junio de 2017

Dioses

El pequeño bosquecillo al otro lado del río, un ecosistema urbano y a la vez silvestre en el espacio trasero de un edificio abandonado y olvidado por todos, comenzó a agitarse violentamente de un lado a otro como si fuese el preludio del apocalipsis; un caos vegetal, amazónico, ajeno a la integridad de las decenas de nidos que aquella espesura guardaba como un tesoro; relámpagos y truenos derrumbándose como un piano descomunal bajo el cielo oscuro que me hicieron comprender por qué mis antepasados inventaron dioses de poder inimaginable.

Ahora la lluvia cae mansa y tranquila como si pidiese perdón. Los dioses de los truenos y los relámpagos se alejan enfadados hacia otras comarcas empujados por lo único que no pueden dominar: el simple viento que les empuja.

miércoles, 31 de mayo de 2017

Mayo

Mayo de dos mil diecisiete se precipita como cualquier minuto corriente: jamás volverá a repetirse. Cumplí cincuenta y cuatro años. Como nací en mil novecientos sesenta y tres y pertenezco a la generación del cambio de siglo jamás me visualicé a la edad que cumplí hace pocos días.

Cuando era un soñador y compulsivo onanista adolescente lo único que era capaz de imaginar más allá de mis futuros treinta y seis años -el cambio de siglo- era un mundo de colonias espaciales y maravillosas ciudades submarinas, viajes turísticos a la luna, coches voladores, etcétera.

Año a año he ido contemplando perplejo lo que llegó en realidad: el regreso de las guerras de religión de la edad media con sus miles y miles de víctimas inocentes; el retroceso en la última década de los derechos sociales a caballo de la crisis económica mundial; el envío de naves no tripuladas a Marte pero ninguna expedición humana más allá de la estación espacial que orbita alrededor de nuestro planeta.

Un futuro, lo reconozco, decepcionante para el joven que fui, aunque hace mucho tiempo que olvidé aquellas fantasías y acepto que los acontecimientos históricos tanto pueden empujarnos hacia el futuro como paralizarnos e incluso retrotraernos al pasado. Al parecer nuestro horizonte no era mayoritariamente la inteligencia y la investigación y los viajes espaciales sino la economía desnuda o, lo que es lo mismo, una nueva religión desconocedora de la compasión: el capitalismo. Jamás pude imaginar que a mi edad actual, en este inicio del siglo veintiuno, viviría en un mundo amenazado por un lado por el fanatismo de una religión resucitada de la edad media y por otro por el fanatismo de esta última religión de raíces puramente económicas ajena a las necesidades y sentimientos de la especie humana.

Sé que ya he cruzado el Cabo de Hornos del tiempo que me queda. Si hubiese nacido tres mil o cuatro mil kilómetros más allá o más aquí ya sería un anciano a punto de atravesar el Aqueronte tras pagar el óbolo a Caronte, pero nací en el hemisferio privilegiado del planeta, en un país del primer mundo, y acaso pueda vivir veinte o treinta años más.

Tal vez contemple, antes de desaparecer en el olvido, la existencia de colonias espaciales en la luna o en Marte, ciudades submarinas en el fondo del mar, coches voladores; la desaparición de todas las religiones, también las económicas; la creación de un gobierno mundial, planetario, capaz de redistribuir los recursos entre los miles de millones de habitantes de nuestro pequeño mundo y así terminar con todas las guerras. Me gustaría.

jueves, 25 de mayo de 2017

Pepitas

Justo a la derecha de nuestra pequeña terraza del salón hay una farola municipal. Ahora mismo nubes de insectos giran alrededor de la fuente de luz brillando como pepitas de oro blanco acercándose y alejándose. Pronto aparecerán los murciélagos pequeños como gorriones sobrevolando la calle de farola en farola sin piedad. Las ranas croan a la izquierda, más allá de la pasarela peatonal del palacio de congresos sobre el río. Me iré a dormir y todo esto sólo será verdad porque lo escribí. Doy testimonio de este mundo.

lunes, 22 de mayo de 2017

Comanches, esquimales y bosquimanos

Con el calor llega mi declive. Me transformo en un viejo comanche barrigudo sentado en el porche de su vivienda prefabricada de la reserva india, bebiendo agua de fuego mientras atardece en Monumental Valley. Un hombre a quien arrebataron su pasado y su futuro, pero no el terrible clima de su país de tierra roja.

Con la llegada del calor comienza la prueba de amor más exigente de mi familia: soportarme. Porque juro que me convierto en un quejica permanente e insoportable, un odioso esquimal incapaz de comprender la realidad climática; un odiador profesional de lo que, sorprendentemente, otros seres humanos normales adoran: tener calor, sudar incluso desnudos, ducharse varias veces al día en agua fría... ¿Semejante experiencia es o no es lo más parecido al infierno? Si el calor fuese algo bueno, existiría en el cielo, ¿no es verdad?

Esta tarde he puesto en marcha por primera vez el aire acondicionado del salón. Ahora ya no, lo apagué hace un buen rato y abrí la puerta de la pequeña terraza. Escucho el croar de una rana en algún charco cerca del río Vero, y también el intermitente sonido de los coches circulando más allá, en la Avenida al otro lado. Esto no es Monumental Valley y yo no soy un viejo comanche (lo de barrigudo lo dejaremos aparcado) bebiendo whisky (esto también lo dejaremos aparte) mientras se hace de noche, pero de alguna manera el verano, incluso ahora que apenas ha comenzado a asomar sus dientes, me convierte en un indígena, un aborigen, un hombre medio desnudo yendo de aquí para allá odiando las altas temperaturas sin poder huir al ártico o la antártida.

Con el calor llega mi declive. Mi primitivo organismo se protege de él entrando en un reposo animal, disminuyendo mi actividad física y mental. No es algo extraño en mi especie: los mal llamados bosquimanos del desierto del Kalahari, durante las épocas más secas y cálidas, hacen lo mismo y dejan pasar el tiempo jadeando a la sombra de arbustos y acacias, tratando de evitar sin mucho éxito el mal humor.

Nada como el calor me recuerda el animal que soy. El frío tiene la virtud de revelar nuestros avances tecnológicos para combatirlo, ya sea en forma de calefacción o en las infinitas capas de ropa con las que podemos cubrir nuestros cuerpos; el calor, dejando fuera el reciente aire acondicionado del interior de los edificios, revela que somos poco más que aquellos homínidos asustados por nuestras posibilidades de supervivencia, pues ninguna desnudez puede protegernos de él.

jueves, 18 de mayo de 2017

Precede a lo que precede

Ayer terminé huyendo hacia el Ártico sin mirar atrás, pero hoy ha llovido durante toda la mañana y la temperatura ha descendido más de diez grados, así que los perros esquimales, el trineo y nosotros nos hemos dado la vuelta temporalmente. Yo había acudido a trabajar con una camisa de manga corta, bermudas y mis sandalias de franciscano -bienvenidos al Congo- y me he sentido feliz de no tener calor, incluso de que la lluvia mojara los desnudos y feos dedos de mis pies cuando he salido a almorzar. Generosa y voluble primavera, que cruelmente y entre risas nos hace olvidar que precede a lo que precede.