jueves, 29 de noviembre de 2007

Una salpicadura

Por algún motivo no me cuesta imaginar que ahora mismo pudiera estrellarse contra la tierra un meteorito gigantesco capaz de borrar nuestro mundo de la galaxia en un suspiro. No es difícil cuando uno contempla con detenimiento el fondo de la mirada de un gato, la maraña de ramas de los árboles desnudos a finales de noviembre o el robótico frenesí de un nido de hormigas. Sí es difícil, sin embargo, al pensar en las personas que queremos y nos quieren, e incluso en nuestra propia especie en conjunto (la inminencia de su extinción ahoga la estupidez y la crueldad para iluminar intensamente la inocencia de la infancia, la belleza de la música, la poesía, la fraternidad).

Sucede así: aparece un pequeño sol creciendo en el cielo segundo a segundo y en un instante, unos días, unas semanas o tal vez unos meses, todo (Jorge Manrique, Darwin, Platón, Machado, Velázquez, Bach, Cervantes, Mozart, Monteverdi, Shakespeare, Grecia, Egipto, China, Estados Unidos, el Amazonas, Europa, Rusia, la ciencia, la religión, la pornografía, la pobreza, el derroche) desaparece en una salpicadura diminuta e insignificante en la inmensidad del cosmos. Regresa el silencio. El universo, ajeno de nuevo a la razón, continúa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanto...no tengo palabras...

Jesús Miramón dijo...

Gracias.