viernes, 11 de febrero de 2011

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Es curioso cómo nuestros hijos heredan, además de algunos rasgos físicos, nuestras aficiones y mitomanías. Carlos, de trece años, se está convirtiendo poco a poco en un amante del cine como yo. Comenzó el año pasado cuando se enganchó a la serie «The Wire», siguió con John Wayne en Irlanda (El hombre tranquilo) y tras pasar por Stanley Kubrick (La chaqueta metálica) y Akira Kurosawa (Dersu Uzala) ahora está loco con otro de mis ídolos, Clint Eastwood, de quien estos días ha visto «Million dolar baby», «Gran Torino» y «Sin perdón»: de lo bueno lo mejor. Él me pide calidad y yo se la doy, ¿qué otra cosa puedo hacer? Carlos me cuenta que le da rabia no poder hablar de esas películas con sus amigos, me cuenta que si alguna vez ha sacado el tema en una conversación resulta que ninguno las ha visto y le dicen que es un friki. Yo le digo: bienvenido al club.

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