Recuerdo los claustros de un antiguo monasterio que había junto a la diminuta casa de mi abuela paterna, la yaya Jovita. Recuerdo la vez en la que el encargado de proyectar las películas del único cine del pueblo nos coló en su cabina. Recuerdo los veranos en los que pescábamos cangrejos con reteles a los que atábamos como cebo asaduras que nos regalaban en las carnicerías. Recuerdo salir de una película de vaqueros y querer desear, necesitar urgentemente montar en un caballo inexistente con mis botas vaqueras inexistentes para galopar a través de un territorio inexistente hacia una puesta de sol inexistente. Recuerdo las miles de pajas que me hice cuando era adolescente y todavía no existía internet. Recuerdo una comida familiar en un soto en medio del campo a la que había acudido mi tío materno de Francia con la tía Ninú y mis primos franceses. Recuerdo unas vacaciones de verano en las que al llegar al apartamento frente a la playa llovía a mares. Los aparentemente sólidos floretes de plástico que vendían en los puestos de las ferias durante las fiestas del pueblo y se quebraban en el primer combate. Los cigarrillos que podíamos ganar, no importaba la edad, disparando a un palillo con una escopeta de perdigones trucada.
Avanzo hacia un tiempo que no puedo ni imaginar. Un tiempo del que acaso no podré dar testimonio alguno. Al otro lado del río la pequeña selva urbana que el verano pasado alojaba a una nutrida colonia de aves ha comenzado a reverdecer. Las tórtolas turcas ya se cortejan. Antes de que tú y yo nos demos cuenta los nidos estarán llenos de pequeños huevos de todos los tamaños y colores. ¿No te parece asombroso?
sábado, 18 de marzo de 2017
Asombroso
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3 comentarios:
Sí, mucho.
Sí que es asombroso. El pasado cada vez se aleja más, literalmente, y la naturaleza sigue su marcha sin inmutarse, qué cosas.
Un abrazo
Que vivamos. Que Porto haya leído lo que escribí y luego haya escrito un comentario. Que José Luis haya hecho lo mismo. Que la primavera estalle como si nunca hubiera sucedido antes y regrese el zumbido de los insectos. Que estemos aquí para contemplarla, en esta época de la historia de la humanidad y no en otra. Que en cada uno de nosotros exista un universo único y al mismo tiempo semejante al de nuestros semejantes.
No es necesario esperar a que nos diagnostiquen una enfermedad terminal para darnos cuenta: tenemos la capacidad de saber desde muy pronto que todo lo que nos rodea, lo que somos, lo que conocemos, es absolutamente asombroso.
Un abrazo fuerte a los dos.
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