No volveré a ponerme pantalones largos ni zapatillas o zapatos hasta octubre. El infierno ha comenzado. Camisetas, pantalones cortos y sandalias. Y en casa sin camiseta, medio desnudo. Y por la noche desnudo del todo con las puertas y ventanas abiertas. Como un animal en el desierto del Kalahari. Porque el calor me convierte en un animal, quienes me conocéis desde hace tiempo lo sabéis. Nunca podría vivir en un país tropical, pero sería feliz en el círculo polar ártico. El calor es primitivo, simple, nos hace sudar, sufrir, no posee ni provoca inteligencia alguna. El frío nos obliga a pensar, nos reta a vencerlo y crear ropa, estructuras, nos ayuda a correr y caminar y movernos sin maldecir cada minuto. El infierno ha comenzado un año más. El ventilador de mi rincón ya gira como la hélice del biplano de un explorador del siglo XIX. Esta mañana en el trabajo pusimos en marcha el aire acondicionado por primera vez y las personas que entraban lo agradecían mucho. Lo único que me consuela es que, como mi propia existencia, también esto pasará y, con suerte, el frío volverá. Dentro de mucho, mucho tiempo.
lunes, 3 de junio de 2019
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2 comentarios:
Yo también lo aborrezco. Y ahora ya no disimulo.
Un abrazo.
Un beso y un abrazo, hermano.
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