miércoles, 25 de septiembre de 2019

Veinticinco de septiembre

Esta noche hemos cenado de aquella manera, cada uno por su cuenta y a deshoras, sin juntarnos: pan con tomate, fuet, queso, jamón. A las once y cuarto ha venido Carlos, nuestro hijo de veintidós años, y ha preguntado: ¿qué hay para cenar? Le he dicho: no hay nada, pica-pica. Jó, ha dicho, esperaba que hubieseis cocinado algo. Lo siento, le he dicho, no teníamos ganas, pero puedes hacerte tú lo que quieras. Ha abierto la nevera delante de mí y ha pronunciado la siguiente palabra: "supervivencia". Me ha hecho mucha gracia. Así es, le he dicho, pura supervivencia en esta isla desierta. Y antes de regresar frente a esta página en blanco le he dicho también: recoge todo lo que ensucies, ¿vale? ¡Y pon en marcha el lavavajillas!

2 comentarios:

JLO dijo...

que "cómodos" son los hijos en su gran mayoría jaja... en fin, algo habrá comido ja...

Jesús Miramón dijo...

Dijo "supervivencia" delante de una nevera llena. Pero ahora diré algo: hoy nos había hecho la comida a su madre y a mí: librillos con queso rebozados y ensalada de tomate rosa con queso feta y olivas negras de aragón. Y había vaciado y vuelto a poner el lavavajillas. La adolescencia pasa y poco a poco, casi imperceptiblemente, comienza una época distinta. Es bonito que tu hijo de 22 años te haya preparado la comida (aunque haya dejado la cocina como si en ella hubiese sucedido una batalla de mofetas). Un abrazo.