miércoles, 2 de septiembre de 2020

Articular

Hoy un poco mejor. M. ha vuelto al instituto, todavía sin alumnos. Me cuenta que todo es un poco caótico pero confía en que poco a poco los protocolos y nuevas obligaciones irán haciendo su labor.

El año del coronavirus, eso será el dos mil veinte y, ojalá no mucho, el dos mil veintiuno. Algún día se hablará de cómo esta pandemia mundial ha afectado a la salud mental de los humanos. En mi trabajo atiendo a usuarios que me cuentan cómo sus padres, encerrados en residencias durante semanas sin poder ser visitados por sus familiares, han terminado demenciados, con la realidad alterada. Sé que a mi madre también le ha afectado mucho. En España muchos ancianos han muerto por culpa del virus pero también por la tristeza y el miedo.

Sé que no hay mucho que hacer: la historia de la humanidad está llena de pandemias, pestes y desastres, y aquí seguimos. Pero esta la estamos viviendo nosotros y nuestros padres, y también los niños, los nietos, para quienes, según su edad, será un año memorable o invisible.

Pero hoy un poco mejor, sí. El sonido de mis dedos en el teclado tiene la extraña virtud de calmarme. También la de articular, más o menos, mis pensamientos, tan alterados últimamente. Me adentro, junto a mi padre y mis hermanos, en un territorio nuevo, invadido por el amor pero también por el dolor y la incerteza.

1 comentario:

giovanni dijo...

la tristeza y el miedo... el amor pero también el dolor y la incerteza

Estoy contigo amigo

un abrazo