martes, 29 de septiembre de 2020

El amor de los cocodrilos

A menudo olvido que mi viaje no lo hago solo. Con frecuencia dejo fuera a quienes precisamente están más cerca de mí, a quienes forman parte del pequeño mundo que yo he contribuido a crear de la nada. Mis problemas mentales, mis adicciones, los dejan fuera y no creo que sea algo accidental sino una manera de protegerme de lo que más quiero.

El viernes viene Paula desde Noruega. No la vemos desde la última nochebuena. Iré a buscarla al aeropuerto y prometo no abrazarla tan fuerte como para romperla, pero qué ganas tengo de tener a mi ratoncita entre mis brazos de oso. Nadie en la juventud conoce los lazos que tendrá con nadie, ni siquiera con sus hijos. Yo digo: es mejor no saberlo, que sea una sorpresa.

Yo siento un vínculo con mis hijos primitivo, de cocodrilo, un vínculo en el que la inteligencia no existe. Moriría por ellos, y no lo digo en sentido figurado. Asesinaría por ellos, y tampoco lo digo en sentido figurado. Sé que en mis cuerdas vocales hablan mis genes utilizándome, domesticando mis neuronas y todas las células de mi gordo cuerpo en su propio interés. Me da igual. Ya dije que en este territorio la inteligencia no existe.

Conduciré a Barcelona y esta vez espero no equivocarme de Terminal del Aeropuerto, como la última vez. Soy un desastre. Siempre lo he sido: un desastre total. Pero el amor me acompaña. No es suficiente para curarme y ayudarme a vivir libre y limpio, aunque sí para seguir adelante. No veo la hora de ver aparecer a mi hija en el aeropuerto. Tanto tiempo sin sentir su cuerpecillo de pájaro entre mis brazos. Mi amor de veintisiete años, una mujer ella como un hombre su hermano de veintitrés. No, no hago el viaje solo. Qué sencillo, qué básico es el amor para los cocodrilos como yo. Maldigo mi cerebro humano.

5 comentarios:

giovanni dijo...

Solo una persona inteligente reconoce que la inteligencia no existe. Conozco ese territorio del que hablas.

Creo que el amor te acompañará para siempre.

Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

¡Querido Jan, qué sorpresa volver a verte por aquí! Estoy un tanto fuera de internet últimamente, sobre todo desde que vi el documental "The social dilemma", que recomiendo. Tampoco hay que tenerlo como una biblia de la verdad revelada, pero es recomendable.

Gracias por tu frase final: ojalá tengas razón. El amor me sostiene y sostiene mi esperanza.

Un abrazo muy fuerte.

Portarosa dijo...

¿Y fue todo bien?

Jesús Miramón dijo...

Fue maravillosamente bien. Mi Paula ya es una mujer y la tuya pronto lo será si no lo es a estas horas. Relacionarte con tus hijos de igual a igual es una de las sorpresas escondidas y más hermosas de la aventura de ser padre. Un abrazo.

Portarosa dijo...

Qué bien. Procuraré no olvidarlo.
De todos modos, por supuesto, es un camino que hay que ir empedrando desde el principio.

Un abrazo.