lunes, 20 de octubre de 2008

Flor del mundo

A las cuatro y media de la tarde atendí a una joven ecuatoriana de grandes ojos negros y tez pálida. Olía a fritura, a cocina industrial. Venía de trabajar. Flor del mundo. Dulzura.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Somontano

Cada día laborable conduzco ida y vuelta durante unos cuantos kilómetros entre viñedos. Me gusta contemplar cómo las estaciones van dejando su huella en ellos, cómo son podados en invierno hasta dejarlos en limpios esqueletos, cómo aparecen los primeros pámpanos en primavera y luego se convierten en ramas que se cubren de hojas verdes en verano, cómo maduran los primeros racimos de uva, la campaña de la vendimia y después, ahora, en otoño, cómo la espesura se tiñe de amarillo y de rojo en un alarde de belleza ajeno a la belleza y la muerte, mi mirada.



Paseo por los viñedos de Bodegas Laus hoy, de vuelta del trabajo.

domingo, 12 de octubre de 2008

Gran premio

A las seis y media de la mañana me levanto y acudo a despertar a Carlos para ver juntos el Gran Premio de Japón de Fórmula Uno, ignorantes aún de que Fernando Alonso ganará la carrera con su Renault, demostrando lo mucho que ha evolucionado su equipo y que es uno de los mejores pilotos del mundo. Mientras disfrutamos del espectáculo amanece poco a poco.

viernes, 10 de octubre de 2008

De las hojas

La savia
se detiene
lentamente,
milímetro
a milímetro,
en las arterias

de las hojas

que caerán.

lunes, 6 de octubre de 2008

Mermelada de higos

A las nueve de la mañana asisto a un curso de trabajo en Huesca. La voz monocorde del profesor convierte mis neuronas en gelatina. Tengo microdesmayos en los que sin embargo, lo sé, no importa que sea incapaz de recordarlos, sueño. Mis compañeros también lo hacen, puedo reconocerlo en la laxitud de sus mandíbulas, en su respiración suave y acompasada, en sus ojos exageradamente abiertos.

Por la tarde preparo mermelada con unos higos casi condenados al cubo de basura. Extraigo su carne, la pongo en una cazuela con dos cucharadas de azúcar y un poco de zumo de limón y dejo que hierva lentamente durante un rato. Hacer mermelada es lo más fácil del mundo. La de higos está muy buena con queso de sabor fuerte como el que nos gusta en casa.

Apenas escribo nada. No hago ejercicio y he vuelto a engordar. Me estoy dejando el pelo largo a pesar de los rizos. Me gusta el frío pero desde hace unos días me ducho con agua caliente. Por la noche me sirvo un generoso bourbon con hielo y leo libros sobre la segunda guerra mundial.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Nadie lo sabe

Hace exactamente ocho minutos que septiembre terminó. En la calma de la ciudad dormida caen sobre la grava del jardín de mi lugar de trabajo las castañas de indias, abiertas sus cáscaras de púas. Sé que durante estos días los niños del colegio cercano se colarán entre las rejas de la valla para recogerlas, tan ilusionados como ignorantes de su amargor. Al principio, hace años, abría la ventana y les advertía; luego decidí dejar de hacerlo: ¿quién era yo para estropear su exploración, quién era yo para adelantarme al futuro, para adelantarme a la realidad? Mañana cuando salgan del colegio saltarán la verja, incapaces de resistir la tentación de las pulidas castañas, y me limitaré a observarles de reojo y disfrutar de sus gritos de entusiasmo, ¿acaso alguien sabe qué nos traerá octubre?

lunes, 29 de septiembre de 2008

Partita


Partita nº 3 para violín solo, de Johann Sebastian Bach. Nathan Milstein.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Creer

Cuesta creer que fue en este mismo sólido mundo donde se compuso la música que ahora escucho. Cuesta creer que pertenezco a él igual que todos los seres humanos que me precedieron. Pienso en pequeñas iglesias románicas de suelo desgastado por millones de pasos, pienso en flautas construidas con huesos, pienso en restos de batallas, en silenciosas bibliotecas de altos techos artesonados, en senderos de arcilla roja a través de junglas frondosas, en pelucas empolvadas junto a una ventana de Salzburgo, un caballo quieto en un prado, un astronauta, mi padre trabajando en su huerto, la luz de una casa en la noche oscura.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Sean Thornton

Es un hombre inmenso, gordo pero también muy alto, el cabello blanco corto y despeinado hacia adelante como el de un emperador romano. Vestido con un pantalón de pana de color crudo y una camisa de cuadros rojos y amarillos se acerca a mi mesa, me saluda, se sienta y me dice, con un acento definitivamente tan excéntrico como su aspecto, que ha vivido durante más de treinta años en América, a donde emigró en busca de fortuna en mil novecientos setenta. Me dice que viene a solicitar la jubilación, pues se ha informado en internet de que la Seguridad Social española tiene al respecto un convenio bilateral con Estados Unidos. Yo le amplío esa información, le indico en qué consiste el trámite que vamos a iniciar, qué documentos necesitaremos, le confirmo que nosotros nos ocuparemos de enlazar con USA. Él me cuenta que tras divorciarse de su esposa norteamericana regresó a España el año pasado, me cuenta que deseaba volver al pequeño y perdido pueblo de sus padres, a la vieja casa donde nació, que ha reformado. Yo, perplejo, pienso en Sean Thornton. Entonces él dice: "aquí empecé y aquí quiero terminar"