Hoy he terminado con la cortisona. Sólo eso ya me hace un poco feliz porque estoy inflado como un pez globo, y sé que en unos días me desinflaré. Mañana comienzo con un tratamiento nuevo creado para personas transplantadas, una medicación específica para impedir que mi sistema inmune se ataque a sí mismo cuando caigo en picado, como sucedió. Soy un instrumento desafinado pero aquí sigo. Debo ser fuerte ante la situación de mis padres. Yo luchando contra mí mismo y no sé quién ganará. Ni en la adolescencia lo hubiera imaginado.
sábado, 5 de septiembre de 2020
La naturaleza
Suena la sirena de una ambulancia o un coche de la policía. Estoy en Zaragoza. La brisa atraviesa el apartamento. La vida sucede al margen del entusiasmo y, afortunadamente, al margen también de la decepción. La naturaleza posee una sabiduría indiferente a los sentimientos, indiferente al lenguaje, indiferente a todo. Es bueno saberlo.
jueves, 3 de septiembre de 2020
De color melocotón
Estoy tan cansado que deliro. Selvas, desiertos, la superficie de Marte. Me dejo ir en el gran río con los brazos y las piernas abiertas como la crucifixión de San Pedro. Las nubes en el cielo. Una garza asustada huye de la rama de un árbol milenario. Estoy tan cansado que cierro los ojos pero la luz atraviesa mis párpados convirtiendo la deseable oscuridad en un mundo de color melocotón. Nada puedo hacer.
miércoles, 2 de septiembre de 2020
Articular
Hoy un poco mejor. M. ha vuelto al instituto, todavía sin alumnos. Me cuenta que todo es un poco caótico pero confía en que poco a poco los protocolos y nuevas obligaciones irán haciendo su labor.
El año del coronavirus, eso será el dos mil veinte y, ojalá no mucho, el dos mil veintiuno. Algún día se hablará de cómo esta pandemia mundial ha afectado a la salud mental de los humanos. En mi trabajo atiendo a usuarios que me cuentan cómo sus padres, encerrados en residencias durante semanas sin poder ser visitados por sus familiares, han terminado demenciados, con la realidad alterada. Sé que a mi madre también le ha afectado mucho. En España muchos ancianos han muerto por culpa del virus pero también por la tristeza y el miedo.
Sé que no hay mucho que hacer: la historia de la humanidad está llena de pandemias, pestes y desastres, y aquí seguimos. Pero esta la estamos viviendo nosotros y nuestros padres, y también los niños, los nietos, para quienes, según su edad, será un año memorable o invisible.
Pero hoy un poco mejor, sí. El sonido de mis dedos en el teclado tiene la extraña virtud de calmarme. También la de articular, más o menos, mis pensamientos, tan alterados últimamente. Me adentro, junto a mi padre y mis hermanos, en un territorio nuevo, invadido por el amor pero también por el dolor y la incerteza.
martes, 1 de septiembre de 2020
Septiembre de dos mil veinte
Escúchame, septiembre de dos mil veinte, de acuerdo, me encuentras de vuelta a los antidepresivos, los ansiolíticos y hasta la puta cortisona para mi dermatitis nerviosa, que todavía me hace más gordo y ensancha mi cara como si fuese la máscara del rey griego Agamenón: escúchame, septiembre de dos mil veinte, sé que tengo la apariencia de estar a punto de morir pero no puedo hacerlo, mi madre padece de alzheimer y me necesita, por no hablar de mi familia, las pocas personas que me aman incondicionalmente. Sí, sé que todo esto pasará como pasan las nubes pero, oh, septiembre, mes de días frescos y humanos, dame un poco de esperanza, hijo de puta. Ni siquiera esperanza, dame expectativas, tú, oh, septiembre. Te necesito y lo sabes, cabrón. Te necesito.
domingo, 30 de agosto de 2020
Floresta
Las grandes, inmensas y brillantes hojas de la floresta me rodean en medio del bosque lluvioso, aquí sentado entre los dos contrafuertes de las raíces de una higuera gigante. El olor dulce y putrefacto se convierte en hielo. El viento arrasa la banquisa y estoy a punto de morir. Hace horas que me alejé de la triste tienda de campaña donde mañana o pasado mañana morirán mis compañeros. El frío es tan agudo que no puedo despegar mis labios mientras en el cristal de la nave veo acercarse el planeta al que nos dirigimos desde hace cinco años. Mis sentimientos están sepultados por la hibernación y mi responsabilidad profesional. Esta nave traslada cien mil almas. Huimos de nosotros pero lo hacemos hacia una versión mejor de nosotros. Todavía huelo el aroma ligeramente putrefacto del bosque.
sábado, 29 de agosto de 2020
Una breve lluvia
Vuelvo a escribir. Llovió hace un rato. Sé que esto que hago, vaciar mi cerebro, me hace bien, pero también me da mucho miedo. No llovió lo suficiente para refrescar el ambiente. Fue una breve lluvia de mierda que, en combinación con una superficie calcinada durante semanas, generó un vapor peor que la temperatura anterior. Pero vuelvo a escribir, y esta idiotez es importante para mí. Todo se perderá, incluso este instante y la fuerza con la que lo siento en mi corazón. Supongo que este es el gran misterio.
viernes, 28 de agosto de 2020
Otra cosa
El día queda atrás. Hace rato que debería dormir pero no quiero, no quiero, no quiero. Tengo sueño y no quiero dormir porque presiento que mi vida no durará mucho. Lo siento en mis huesos pero no se lo he dicho ni se lo diré a nadie. Aunque no sé qué diferencia exacta existe entre estar dormido y despierto salvo cuando escucho música. Cuando escucho música, como ahora mismo, sé que estoy efectivamente despierto. También cuando siento en la piel el aire templado del ventilador que gira mecánicamente en la habitación. Agosto termina y se acerca otra cosa a pesar de las mascarillas, a pesar de la pandemia, a pesar de nuestra fugacidad se acerca otra cosa. Otra cosa.
miércoles, 26 de agosto de 2020
Tsunamis
Hago compartimentos. Aquí mis padres y mi familia en general. Aquí mi pareja. Aquí mi trabajo, que es muy importante para mí y para centenares de personas (lo es). Aquí mi fantasía. Aquí internet. Aquí mi cuerpo.
Hago compartimentos porque no puedo con todo a la vez. El compartimento de mis adicciones es incompatible con otros, y lo mismo pasa con esos respecto a mi exagerada responsabilidad profesional. Compartimento porque es el único modo de mantenerme cuerdo y no es difícil, no es complicado. En serio. Sólo hay que darse cuenta de que no podemos con toda la ola al mismo tiempo, y que sin un tsunami real delante de nuestro débil cuerpo sostenido por huesos casi transparentes somos muy fuertes, increíblemente fuertes. Esto es esto. Aquello es aquello.
viernes, 21 de agosto de 2020
Un camino de migas de pan
Me digo una y otra vez que todo está bien, me lo repito como si estuviera cuerdo. Porque nada está bien siempre y del todo, no funciona así; porque nada es demasiado algo exactamente. El sufrimiento acompaña a la alegría cuando uno se aleja un poco y lo mismo sucede al revés; la felicidad, con el tiempo, siempre acaba venciendo a la tristeza, lo sé por personas a las que amo y viven a mi lado y sufrieron mucho y ya no lo hacen. ¿Quiere decir eso que debamos engañarnos? ¡No, todo lo contrario, exactamente todo lo contrario! Si vivir -gozar y sufrir- no sirve para aprender algo; si no sirve, por ejemplo, para aprender a hacer un camino de migas de pan en el bosque, ¿de qué sirve?
Debemos llorar y debemos reír. Incluso casi siempre, durante casi todo el tiempo, no debemos hacer ninguna de las dos cosas: sólo respirar y dejarnos arrastrar por lo incontenible: el calor, la lluvia, el viento, el silencio.