Me despierto a las cinco de la madrugada y me asomo al dormitorio de Carlos, que duerme profundamente. Le digo: cariño, ¿quieres venir a ver la carrera? Él se da la vuelta en la cama murmurando que no, que ya la verá en diferido. Lo dejo tranquilo, voy al salón, pongo en marcha el televisor y asisto en solitario al Gran Premio de Fórmula 1 de Australia, una prueba plagada de incidentes que permiten a Fernando Alonso llegar en cuarta posición con un coche más lento que el de sus rivales. Cuando acaba el espectáculo regreso a la cama y, contra mis pronósticos, vuelvo a dormir como un tronco hasta las diez y media.
domingo, 16 de marzo de 2008
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2 comentarios:
Esa es felicidad, Jesús.
Eso debe de ser, Luis. Gracias por el comentario.
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