Las grandes máquinas de color naranja arrancan las cepas, los arbolillos que crecen junto a las acequias, las encinas carrascas de las rocas de arenisca; sus palas cavan y cavan levantando los campos de cebada con sus raíces y sus pequeñas madrigueras, y así, de un día para otro, la hierba es sustituida por tierra removida que una apisonadora comprime y allana. La antigua carretera Nacional 240 está siendo ampliada para construir una flamante autovía de cuatro carriles entre Pamplona y Lérida. Yo seré uno de los usuarios que la utilizará diariamente, y mentiría si no dijese que tengo ganas de que esté hecha, sobre todo la variante de Monzón, porque mis viajes cotidianos a Barbastro ganarán en seguridad y Zaragoza se pondrá a una hora o poco más de mi casa. Pero asistir a todo el proceso, contemplar la destrucción de tramos de un paisaje que me ha acompañado durante los últimos diez años... no sé, me da un poco de pena.
Había, por ejemplo, pasado el canal de Zaidín a la derecha, tres escasos bancales de viñas separados por melocotoneros y almendros, una explotación humilde pero bien bonita, que ha sido expropiada y arrasada por las obras. Y más adelante unos pocos chopos que en otoño se volvían amarillos amarillos, pero muy amarillos, algo precioso de ver, que también han sucumbido. Sí, ya sé, siempre sucede de este modo y la misma vieja y familiar Nacional 240 que tan bien conozco se levantó sobre otros campos y otras propiedades, es verdad, lo sé, y sin embargo...
viernes, 14 de marzo de 2008
Es verdad, lo sé
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Sin comentarios
Publicar un comentario