Acabó la poda de las viñas y ahora los campos aparecen ligeros, limpios de broza, humanamente rectilíneos en estos días de un frío tan inesperado como la nieve caída por la noche en las montañas lejanas. A millones de kilómetros de distancia espacial, en la ladera de una colina de otro planeta, una avalancha de tierra y hielo levanta nubes de polvo bajo un cielo de color naranja. Quiero imaginar el ruido, el crujido de las partículas al moverse y caer en la atmósfera de dióxido de carbono. Ese ruido y ninguno más.
miércoles, 5 de marzo de 2008
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