Leo lo que escribí ayer y pienso en Isaías Carrasco, el hombre al que un terrorista de ETA ha asesinado a tiros esta mañana delante de su esposa y una de sus hijas. Todas esas cosas banales que cuento, que he contado tantas veces, es lo que cruelmente le han arrebatado a él y a su familia, a sus amigos, a sus compañeros de trabajo: los días felizmente comunes, la continuidad de un futuro previsible hacia la vejez y la extinción al final del camino. Qué desmesurado despilfarro el provocado por quienes ya han perdido su guerra aunque no quieran darse cuenta, y qué precio tan alto el que han de pagar los valientes. La imagen de su mujer y su hija abrazadas al cuerpo tendido en el suelo me produce una inmensa tristeza.
viernes, 7 de marzo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Qué se puede decir, Jesús. Si hasta, de decir tantas cosas, parece que ya nada significa nada.
Es tan terrible que no se puede imaginar, que no se puede creer que haya gente tan animal.
Un abrazo muy fuerte.
A mí me conmovieron mucho las declaraciones de su hija, el brillo de sus ojos, su rabia mezclada con la serenidad.
Un abrazo.
Publicar un comentario