Hoy mi padre ha cumplido ochenta y tres años y, como siempre, cuando he hablado con él por teléfono, me ha asombrado y admirado su tranquila consciencia de la realidad. Tal vez he heredado, entre otras muchas cosas, eso de él. Sabe que ya no le queda mucho tiempo de vida pero está volcado en cuidar a mi madre, que tiene una salud mucho peor que la suya. Mi padre es alguien muy especial: tranquilo, callado, pero inasequible al desaliento. En algún sitio leí hace tiempo que en las peores situaciones, si puedes permitírtelo, elige siempre como compañero a quien tenga esperanza. En la guerra y en la paz. La esperanza señala a las personas buenas. Ochenta y tres años y guapo como un actor de Hollyvood, uno de los seres humanos más buenos en el estricto sentido del adjetivo que he conocido en mis cincuenta y seis años de vida, un ejemplo de honestidad para sus hijos y sus nietas y nietos. Se lo he dicho por teléfono pero se lo digo aquí, aunque nunca lo leerá: papá, te quiero.
En la fotografía está junto a mi hermana Susana Miramón, la pequeña de la familia, mi ratoncita (nos llevamos diez años, también llamo así a mi hija). Los dos están tan guapos que me dan ganas de llorar. La foto es de hace pocos días, durante las fiestas del pueblo navarro donde nací. Feliz cumpleaños, papá.
Papá y Susana |
2 comentarios:
Pues sí que son guapos!
Un abrazo.
Un abrazo, Fernando, y muchas gracias.
Publicar un comentario