miércoles, 30 de octubre de 2019

Treinta de octubre

Ayer por la tarde vino una chica de Binaced junto a un refugiado de Camerún para arreglar algunas cosas. Yo sabía que todos los jóvenes de Binaced estudiaron en Binéfar, donde Maite dio clase. Le dije: "Soy el marido de Maite Puértolas". Su reacción fue tan bonita que me da pudor contarla.

Esta mañana ambas se han puesto en contacto. Voy a decir algo: Maite, como las buenas profesoras, dejó una huella profunda. Me siento tan orgulloso de ella, porque no es la primera vez que me sucede algo semejante. Una buena profesora puede marcarte de por vida, y sé que Maite es de esas. Si supiera lo que estoy escribiendo vendría corriendo a intentar evitar que lo publicase. No podrá. No sabe lo que estoy haciendo en este preciso instante.

El amor también es admiración, respeto, asombro. Lo escribo yo, que llevo con ella desde los diecinueve años y tenemos cincuenta y seis. Es tan maravilloso saber que convives con alguien así.

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