Tercer día de este año dos mil veinticinco de nuestro señor, frío como los días anteriores; frío como mi necesidad de días fríos en invierno, y la niebla, y los campos grises y verdes y marrones y otra vez verdes a izquierda y derecha de la carretera. Los reyes magos yacen bajo los escombros de los bombardeos de Israel, igual que los bueyes y burros despanzurrados en las granjas destruidas no muy lejos del mar antiguo. Me he perforado el lóbulo de mi oreja. Hace tiempo que quería hacerlo y fue cosa de medio segundo en un lugar apropiado. El primer arete se obtiene cruzando el Cabo de Hornos, y yo ya lo hice, sobreviví a duras penas. Si cruzo el Cabo de Buena Esperanza podré ponerme otro en la oreja restante y, no menos importante, este marinero se ganará el derecho a cenar con los pies sobre la mesa sin que nadie pueda reprochárselo. Hoy he comido con mis compañeras de trabajo. La última comida de navidad, espero. Quiero descansar de lo extraordinario y hacerme el muerto flotando sobre el Mar de los Sargazos de lo cotidiano, lo cómodo, lo fácil. Me gustan las cosas fáciles, los días fáciles, los días fríos de invierno.
viernes, 3 de enero de 2025
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