A media mañana fui a la sierra a recoger ramas y palos entre los restos de la tala del pinar. Por alguna razón recordé a mis hermanos, de quienes no tenía noticias desde hacía mucho tiempo, así que allí mismo decidí telefonear a los tres. Primero hablé con mi hermano C., quien andaba de excursión en Monrepós con su familia y unos amigos, rodeados de nieve. Después llamé a mi hermana S., a la que sorprendí dando fin a uno de los legendarios desayunos dominicales de su clan; ¡estuvimos hablando durante casi una hora! (ella y mi amigo C. son las dos únicas personas del mundo con quienes soy capaz de estar tanto tiempo al teléfono). A continuación marqué el número de mi hermano J., que estaba plantando árboles en su jardín, exactamente un manzano, un ciruelo, un almendro y un cerezo; me hizo feliz encontrarle animado y de buen humor. Cuando colgué me quedé quieto y escuché el silencio del bosquecillo, roto de vez en cuando por los graznidos de las picarazas. Luego seguí recogiendo leña menuda para encender, no demasiada, sólo la necesaria para dos o tres fines de semana.
domingo, 6 de febrero de 2011
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Anotado por Jesús Miramón a las 19:33 | 365 , Diario , Fotografías
sábado, 5 de febrero de 2011
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Es sábado y me levanto a las siete y cuarto para no perder la cadencia del tratamiento que me está devolviendo poco a poco el olfato. Mi familia duerme, la casa está en silencio y cierro la puerta de la cocina para no despertarles mientras desayuno. Hay muy pocas nubes en el cielo, apenas unos borrones de color rosa pálido a gran altitud. Uno de los muchos aviones que cruzan sobre nosotros deja una estela blanca en dirección al norte e inmediatamente le asigno Barcelona como origen de su vuelo. Ayer telefoneó mi hija. Hace más de un mes que no viene a casa, inmersa en exámenes que todavía no han terminado. Tengo tantas ganas de verla que por un momento la emoción me impide respirar.
viernes, 4 de febrero de 2011
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El monstruo se acercó al amanecer con una taza humeante entre las manos. Exhalando vapor por la boca contempló nuestro mundo y se preguntó, pensando en sus queridos hibiscos y jazmines, si habríamos sobrevivido a las heladas de estas semanas. Yo no sabría decir si estamos muertas o vivas, aunque se me ocurre que si soy capaz de hacer estas reflexiones será que yo, al menos yo entre mis hermanas, sí estoy viva. El invierno es largo en la oscuridad, y durante algunas de las madrugadas más duras a punto estuve de convertirme en una gota de hielo en lo profundo del hormiguero, pero aquí estoy. El monstruo se ha ido, confiado en que este invierno terrible le haya librado de nosotras. Pobre ignorante, no sabe que llevamos librando esta batalla desde hace millones de años y nunca la hemos perdido.
jueves, 3 de febrero de 2011
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De pronto he sentido en mi cerebro el aroma del aftershave del hombre que se había sentado al otro lado de mi mesa. Apenas podía creerlo. Mientras giraba hacia el ordenador he acercado disimuladamente la nariz al hombro derecho de mi camisa y sí, era cierto, ahí estaba la fragancia del suavizante. ¿Cómo explicar la felicidad que me ha embargado, las ganas de levantarme y saltar de alegría? Desde ese preciso momento el mundo ha sido absolutamente distinto para mí: más completo, más interesante, más rico. ¿Cómo explicar la emoción de volver a oler las calles, el interior de mi coche, el aire viciado del garaje, la escalera de mi casa?
miércoles, 2 de febrero de 2011
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Me conmovieron las fosas comunes de guerreros griegos muertos hace dos mil quinientos años, jóvenes que cayeron combatiendo contra los cartagineses en la batalla de Himera, al norte de Sicilia, a finales de septiembre del año 480 antes de Cristo. Algunos de los cuerpos conservaban las puntas de flecha y lanza que habían acabado con ellos. Recordé un epitafio dedicado a los atenienses caídos en la batalla de Queronea un siglo y medio antes: «¡Oh, Tiempo, que ves pasar todos los destinos humanos, dolor y alegría; la suerte a la que hemos sucumbido, anúnciala a la eternidad!»
martes, 1 de febrero de 2011
32
Son las cinco de la mañana y no puedo dormir. No estoy seguro de que haya sido una buena idea hacer frente a mi vieja y crónica rinitis. He comenzado el tratamiento con corticoides, antibióticos y nebulizadores nasales, y mi organismo se resiente, me siento extraño, no estoy acostumbrado a tanta medicación. La primera fase del tratamiento va a durar diez días, ayer fue el primero, y el doctor P., un hombre tal vez demasiado serio y distante, me aseguró que no me ocasionaría ninguna molestia, lo cual no ha resultado cierto del todo. Le daré un voto de confianza, no quiero rendirme tan ridículamente pronto, pero estoy inquieto. Debería intentar dormir un poco. Pronto amanecerá.
lunes, 31 de enero de 2011
31
Salgo de la agencia a las seis y diez de la tarde. La luz ha comenzado a cambiar oscureciendo poco a poco todos los colores. El río Vero, encauzado por el canal de hormigón que lo doma a lo largo de Barbastro, fluye hacia el mar. Subo al coche, arranco el motor, giro el mando de las luces, dejo libre el hueco que ocupaba junto a la acera, y vuelvo a casa.
domingo, 30 de enero de 2011
30
Encuentro un gran consuelo en las llamas del hogar, en su contemplación y también en el sonido que hacen. Es el mismo consuelo que ofrece el repiqueteo de la lluvia o las olas del mar rompiendo una y otra vez en la playa. Ese tipo de consuelo.
sábado, 29 de enero de 2011
29
Después de las copas vuelvo a casa a las tres de la mañana. Ayer estuve toda la tarde en Lérida y al regresar no tuve tiempo de cenar antes de bajar a ensayar, así que ahora me preparo dos huevos fritos que devoro con hambre de lobo en la mesa de la cocina mientras en la radio hablan, a estas horas de la madrugada, de realidades paralelas, de chamanes, del carácter sagrado de la ayahuasca, de viajes cósmicos.
Anotado por Jesús Miramón a las 03:38 | 365 , Después del ensayo , Diario
viernes, 28 de enero de 2011
jueves, 27 de enero de 2011
27
Alguien dijo que estaba nevando y todo el mundo miró hacia los ventanales. El runrún del público que esperaba su turno enmudeció. Quienes estaban siendo atendidos dejaron de sentir miedo durante unos segundos. Alguien dijo que era agua nieve, no nieve de verdad.
Anotado por Jesús Miramón a las 20:04 | 365 , Diario , Vida laboral
miércoles, 26 de enero de 2011
26
Salgo del trabajo a las tres y paso a todo correr por el supermercado armado con mi pequeña lista de papel y... ¿qué es esto? ¡Lo han cambiado todo de sitio! Oh, mierda, ahora en vez de tardar diez minutos tardaré quince o veinte y estoy hambriento como un animal porque hoy tampoco he podido comer nada en toda la mañana. Llamo a casa avisando de que tal vez llegue un poco más tarde de lo previsto y me dicen: «Se te escucha muy cansado, déjalo, ya iremos mañana u otro día». «Ah, no, no podría soportar una tercera noche sin mi yogur», contesto con cierto deje de desesperación en mi voz. «Vale, pues lo que quieras, ya llegarás». Cuelgo el teléfono sintiéndome el tipo más tonto del universo y a continuación salgo disparado en busca de los yogures, ¿dónde demonios los han puesto?
martes, 25 de enero de 2011
25
Me gustan estas gélidas mañanas con temperaturas bajo cero, los campos cubiertos de escarcha, la transparencia del aire, los charcos helados, los arbolillos en cuyas ramas más altas algunos pájaros se exponen a los primeros rayos del sol para ahuyentar de sus cuerpos el frío nocturno. ¿Cómo es posible que un gorrión que pesa poco más que un pedazo de pan pueda sobrevivir a noches como estas?
lunes, 24 de enero de 2011
24
En la música el instante verdaderamente sustancial, único, irrepetible, carece de sonido. Es el momento en el que mi directora, de espaldas al público, sonríe sólo para nosotros, levanta las manos siendo absolutamente consciente de que todos estamos concentrados en ella, y con un gesto hace que todo comience. Es también el momento en el que la pieza termina, las notas han expirado y el tiempo parece haberse detenido para siempre antes del estallido de los aplausos.
domingo, 23 de enero de 2011
23
Salgo a la terraza a buscar leña para alimentar el fuego. Dos calles más allá, en otra terraza, un hombre habla por teléfono y el eco de su potente voz africana viaja a través de la noche hasta alcanzar mis oídos. En alguna parte alguien ensaya con una trompeta repitiendo una y otra vez las mismas notas. Lo que debo comprender con claridad es que todo esto es real.
sábado, 22 de enero de 2011
22
Después del ensayo vamos al Chanti a tomar una copa. Junto a la puerta han instalado una estufa exterior para quienes deseen salir a fumar, pero no hay nadie. La luna llena brilla en el cielo nocturno.
Anotado por Jesús Miramón a las 03:19 | 365 , Después del ensayo , Diario
viernes, 21 de enero de 2011
21
Me acuesto en la camilla y una chica joven de pelo corto coloca mi cabeza bajo la máquina, me pide que no la mueva, «tampoco para decir sí o no», y la sujeta con una correa. «Cierra los ojos, por favor, y sobre todo no te muevas», dice antes de alejarse. Cierro obedientemente los ojos y escucho los ruidos electrónicos del anillo que comienza a girar y moverse alrededor de mi cráneo. Sé lo que está haciendo: rayos X de múltiples cortes axiales de mi cabeza en tres dimensiones, lo que generará una imagen exacta de huesos y tejidos blandos. Al cabo de pocos minutos termina. La chica de pelo corto, amable y sonriente, me dice que tendré los resultados a partir del miércoles que viene. Salgo a la calle, donde hace mucho frío. Me gustan las ciudades por la mañana, cuando los niños no han salido todavía del colegio. De camino hacia el coche alzo mi rostro a la luz del sol.
jueves, 20 de enero de 2011
20
Por absurdo que parezca, cuando la niebla escampó todo seguía igual: la torre del campanario de la iglesia, la fachada trasera de los edificios sin revocar, el pequeño parque junto al centro de día de la tercera edad, la leña apilada contra la pared. Giré la cabeza a la derecha y advertí que también el vecino que no saluda nunca a nadie seguía allí. Sólo por probar le dije: «Buenas tardes». Me observó brevemente atravesándome con la mirada, no dijo nada y se fue.
miércoles, 19 de enero de 2011
19
El otorrinolaringólogo me ausculta los oídos, la boca, la garganta, y finalmente toma un artefacto parecido a una pistola en forma de aguja de unos veinte centímetros de longitud. «No se preocupe», dice, «voy a hacerle una endoscopia a través de las fosas nasales, no suele doler pero si le molesta indíquemelo». Asiento con un gesto y el doctor procede a introducirme el aparato por la nariz mientras observa una cámara de televisión situada detrás de mí. Cierro los ojos. Los abro. Me doy cuenta de que con mucho cuidado ha introducido la aguja hasta el fondo, de modo que está contemplando el interior de mi cabeza. No estoy seguro de que mis senos paranasales sean un espectáculo muy agradable pero me gustaría poder mirar a mí también.
martes, 18 de enero de 2011
lunes, 17 de enero de 2011
domingo, 16 de enero de 2011
16
La leña silba y chisporrotea, me ha costado trabajo que prendiera, empapada de niebla como estaba. Cuando he salido a la terraza no se veía nada en cinco metros a la redonda. Horas antes dormitaba en el sofá mecido por un programa de la televisión sobre el cinturón de Kuiper, y antes de eso, mientras preparaba la fideuá de sepia que nos íbamos a comer, tomábamos en la cocina un vermut consistente en mejillones en escabeche y aceitunas rellenas acompañadas de unas cervezas. Menos mal que por la mañana estuve pedaleando un buen rato sin avanzar un solo milímetro, haciendo trabajar a mi corazón. Sí, la leña silba y chisporrotea al fin. No he puesto mucha, sólo la necesaria para que este domingo se acerque mansamente a la orilla.
sábado, 15 de enero de 2011
15
Antes de despertarlo le contemplo durante unos segundos. Su cabeza de pelo largo ya no se parece demasiado a la que tenía a los cinco años: Piolín dio paso a Alejandro el macedonio. Pronto cumplirá catorce. Quién sabe lo que le traerá el futuro. Expulso de mi pensamiento las nubes oscuras y me dispongo a levantar de la cama al joven conquistador, que gruñirá y remoloneará un rato. Fuera la niebla que nos oculta lo empapa todo.
viernes, 14 de enero de 2011
14
En el sueño me lanzo vestido a una piscina. Me tiro de cabeza, de bomba, hago una voltereta hacia atrás y durante un instante no sé dónde está el cielo y dónde la tierra hasta que de pronto el agua se precipita hacia mí desde arriba. Buceo con los pantalones, la camisa y los zapatos puestos. Salgo a la superficie resoplando. En el exterior hay tumbonas desiertas, el bar con la persiana echada, una manguera sobre el césped. Nado vestido en la piscina y soy feliz.
jueves, 13 de enero de 2011
miércoles, 12 de enero de 2011
12
En mi mesa hay una lámpara de arquitecto metalizada de color gris. En mi mesa hay unas gafas de pasta de color negro. En mi mesa hay un ordenador portátil MacBook de color blanco adquirido el ocho de mayo de dos mil ocho. En mi mesa hay un teléfono de la marca Carrefour de color rojo. En mi mesa hay una botella azul de cristal de la marca de agua mineral Solán de Cabras llena de agua del grifo. En mi mesa hay una taza vacía de la que cuelga un hilo blanco con un pequeño cartón rojo en su extremo donde se lee: «Té rojo Hacendado». En mi mesa hay un vaso de vidrio transparente, y nada más.
martes, 11 de enero de 2011
lunes, 10 de enero de 2011
10
Día de muchísimo trabajo, con colas de gente mirando con ojos de rigor mortis la espalda de quienes están siendo atendidos. Un paquistaní con su joven esposa recién llegada a España, vestida con un salwar camis, zapatillas deportivas y un chaquetón de paño azul. Un hombre que se ha quedado viudo por segunda vez, la mirada triste, perpleja. Muchas personas a punto de jubilarse, asustadas por la próxima reforma del sistema de pensiones. Madres recién salidas del hospital, embellecidas por el cansancio, la ilusión y las nuevas preocupaciones. Trabajadores que quieren confirmar que han sido dados de alta. La alegría de una señora cuyo marido desapareció en un país sudamericano hace más de veinte años y por fin ha conseguido un certificado judicial de ausencia. Un joven peluquero que se va a vivir con su novio a La Haya.
domingo, 9 de enero de 2011
9
He quedado en el Chanti con un amigo a las cinco y media de esta tarde de domingo. Un poco apurado de tiempo me dirijo hacia allí a través de las calles desiertas y todavía húmedas por la lluvia de la mañana. Me encuentro con José Luis en la acera y entramos juntos al bar. Nos alegramos mucho de vernos, nos alegramos de esa manera fácil y placentera, verdadera, sin ceremonias. Pedimos unas copas y comenzamos a charlar de libros, de música, de fotografía, de literatura, de exploración, de consciencia, de miradas, de carreteras locales, de paisajes, de la luz del sol de invierno sobre el campo justo después del amanecer, del norte, del sur, de internet. Levantamos nuestros vasos a la salud de Nán y le digo a José Luis que me gustaría viajar a Madrid este año, conocer a algunas personas. Quién sabe. Dos mil once no ha hecho más que empezar.