Un lugar donde vivir. Alguien que me ame como soy, sin medias tintas. Las necesidades básicas y algunas pocas extraordinarias cubiertas con el salario de un trabajo que me gusta. El frío del invierno que precede a la primavera. Ver en la pantalla un dron de origen humano volando sobre la superficie de Marte. Poder comprar camisetas con dibujos y mensajes que me gustan. Poder comer lo que quiera. Amar. Ser amado. Ser una más entre las personas más afortunadas de toda la tierra.
sábado, 22 de enero de 2022
viernes, 21 de enero de 2022
Calendario estelar
Cuaderno de bitácora. 21 de enero de 2022 según el calendario estelar de la especie humana. Navego a a través del tiempo. Nada que anotar hoy. Tengo mucho sueño. Avanzo hacia el futuro al margen de mi voluntad. Sé que así ha de ser. Floto mirando el cielo de día y también de noche. Soy, como tú, un viajero del tiempo. Todos somos astronautas.
jueves, 20 de enero de 2022
Algunas de las estrellas
Un nuevo día termina y, en un instante, se ha convertido en pasado, casi nada queda de él. Navegamos sobre aguas veloces. Los acontecimientos suceden y tomamos decisiones a cada momento. Vivir es así. No nos guía el destino sino el instinto, por eso al cruzar una calle miramos a iquierda y derecha antes de dar el siguiente paso. La inteligencia sabe manifestarse de muchos modos. Algunas de las estrellas que contemplo en el cielo nocturno murieron hace millones de años. Es importante saberlo.
miércoles, 19 de enero de 2022
Tortilla de chorizo
Estoy agotado. Los martes atendemos a los ciudadanos por la tarde. Sé que para mucha gente la atención e información de una pequeña oficina comarcal de la Seguridad Social es un trabajo que no requiere gran esfuerzo. Y no, no requiere esfuerzo físico, pero sí mental. Cada persona que se sienta al otro lado de la mesa, cada persona a la que llamas por teléfono, es distinta de la anterior, y sus consultas y problemas son también diferentes. Los martes, atendiendo por la mañana y por la tarde hasta las siete, son abrumadores. Como comentamos los compañeros medio en broma, al acabar no sabemos ni cómo nos llamamos. Los ciudadanos quieren, y así lo merecen, un trato humano de calidad, empático, educado, amable y eficaz. Yo llevo muchos años haciendo este trabajo y creo que he aprendido a desarrollarlo de ese modo, pero para ello he de poner todo mi corazón y mi improbable inteligencia en escuchar y saber qué debo hacer, cómo he de hablar, hasta dónde puedo llegar. Y se da la paradoja de que justamente todo esto que me agota es lo que me engancha de mi trabajo. He aprendido mucho de la vida de otras personas; he asistido a tragedias, a alegrías, me han contado cosas íntimas, a mí, a un desconocido, sabiendo que, como los sacerdotes, mi profesión me impediría dar datos personales, como de hecho así es. A las siete, cuando hemos salido de la agencia, ya era de noche. Exactamente parecían las once o las doce de la noche, y hacía mucho frío. He comprado cuatro cosas y he ido a casa, donde Maite preparaba sus clases en la mesa del salón, rodeada de papeles, el portátil abierto. Me he cambiado de ropa. Para cenar he cocinado tortilla de chorizo. Hemos cenado en la mesa pequeña delante de la televisión con una botella de vino tinto. La tortilla estaba buenísima. He dicho: "Si abriera en Londres un sitio donde sólo hiciera tortillas de chorizo me iba a forrar". La vida también está hecha de decir tonterías. Sí, estoy agotado y al mismo tiempo me siento bien. Es una agradable sensación semejante a la dulzura de las enfermedades leves, ese dejarse llevar por el abandono, flotando sobre el agua del río boca arriba viendo pasar las ramas de los árboles bajo un cielo azul de color azul. Todo está bien. Mi vida actual está llena de preocupaciones banales y otras importantes, pero todo está bien. La diferencia entre la vejez y decadencia de quienes fueron tus jóvenes padres y la erupción de un volcán o las lluvias torrenciales que lo arrastran todo a su paso no existe: son lo mismo. Me voy a acostar y leeré exactamente tres párrafos de la novela que tengo entre manos desde hace unas semanas antes de caer dormido y despertar en otro mundo fresco y nuevo, descansado como si la vida de este lado no existiera. Me gusta jugar a imaginar esas cosas. La vida también está hecha de imaginar tonterías.
martes, 18 de enero de 2022
El jabalí
Hoy he pasado todo el día con mi mejor amigo desde hace treinta y tres años. Ha venido desde Girona a pasar tres días en la Sierra de Guara y esta mañana he ido a Adahuesca para estar con él todo el día. Hemos caminado por el campo, hemos reído, nos hemos puesto al día de nuestras familias y, en realidad, absolutamente, ha sido como si nos hubiésemos visto ayer. En las zonas de sombra el campo estaba cubierto de hielo blanco, pero lucía el sol en el cielo. El campo en invierno siempre me recuerda a Chéjov. Las fincas de cereal estaban húmedas y blandas, y las ramas desnudas de los árboles parecían desprender un fulgor dormido en el cielo azul. Hemos venido a Barbastro a comer y luego, más tarde, hemos recogido a Maite y hemos ido a pasear por una ruta junto al río Vero que hay en un pueblo cercano que se llama Castillazuelo. Ha sido un paseo agradable. En algunos tramos había tanto hielo que era casi como pisar nieve, algo que me gusta mucho. Más tarde hemos venido a casa a cenar algo, tras comprar cuatro cosas en un supermercado. Ha sido en ese momento cuando he visto en el móvil los mensajes de mi grupo familiar, hablando del bajón de mi madre, de la situación de mi padre como imposible cuidador con sus ochenta y cinco años, hablando de posibles soluciones que actualmente se resumen en una: ayuda domiciliaria. La última vez que recurrimos a ella tuvimos que cancelarla porque mi madre no la quería, pero ahora el Alzheimer ha avanzado y tal vez nos lo permita. En cualquier caso durante la cena he compartimentado mis sentimientos. Es algo que he aprendido a hacer: compartimentar realidades y sentimientos, no mezclarlo todo como si fuese joven. No soy joven, y he reído muchísimo mientras la tristeza esperaba su turno en la cola. Lo mejor de Carlos es que con mirarnos nos basta para saber y para reírnos de nuestra sombra; lo mejor de Carlos es que él me quiere como soy y yo también a él como es. El amor de la amistad, como el de la pareja, es querer al otro como es, sin más, sin querer cambiar nada sustancial del otro. Bueno, en la amistad sin querer cambiar absolutamente nada del otro (en eso gana por goleada al amor romántico). He dejado a mi amigo en Adahuesca y he regresado a Barbastro. No se ha cruzado delante del coche ningún animal. La luna llena brillaba en el cielo como una lámpara de papel gigante, y también las estrellas en la noche helada. Al volver a casa, cambiarme de ropa y venir a escribir a esta mesa diminuta, en la cola de mi mente absurda le ha tocado el turno a la tristeza. He escrito a mis hermanos y cuñadas y cuñado. Es paradójico que hoy haya podido reír y ser feliz mientras en Zaragoza la enfermedad de mi madre avanza inexorable y sin piedad. Menos mal que allí están mis hermanos Javier y Carlos (sí: mi hijo se llama Carlos porque mi hermano se llama Carlos y mi tercer hermano, mi amigo del alma, se llama también Carlos). Ellos están sobrellevando el día a día entresemana. Los fines de semana vamos nosotros y mi hermana Susana y su familia. Algo sé: será el amor lo que nos ayude a pasar este puente, el que nos tenemos entre nosotros y el que les tenemos, infinito, a nuestros padres. Cuando haya que reír, reiremos; cuando haya que llorar, lloraremos. Somos vida, somos luz, somos los frágiles y fuertes eslabones de una cadena cuyo comienzo no podemos ver salvo en los álbumes de fotografías, y aún allí sólo los últimos metros de la larga línea que se pierde en el pasado. Todo sucederá. Lo que realmente me obsesiona es impedir el sufrimiento de mi madre, el de mi padre, pero ¿qué puedo hacer? ¿Cómo podemos impedirlo? Lo único que nos queda, como siempre, es el amor. Amor, amor, amor, amor. Compañía, tomar una mano que tal vez algún día no sepa quién eres, llevar comida a mi padre como hace Javier para que no tenga que cocinar, pasar la tarde con ellos en su piso como hace mi hermano Carlos, hacerles saber que nunca estarán solos, que siempre estaremos a su lado, hasta el final, queriéndoles con todo nuestro corazón. Tras dejar a mi tercer hermano en Adahuesca, de vuelta a Barbastro, he llorado un poco. No mucho, sólo unos kilómetros. La carretera tenía muchas curvas y en cualquier momento podía aparecer un jabalí.
lunes, 17 de enero de 2022
Promesas
Prométeme que sufrirás y se romperá tu corazón ante lo que deba ser pero no más allá; prométeme, Jesús María Miramón Arcos, que mantendrás encendida siempre y en cualquier circunstancia la llama de la esperanza; prométeme que seguirás creyendo que el amor es el secreto de todo porque lo sabes o imaginas que lo sabes; prométeme que agradecerás lo que la vida va a regalarte hasta el final; prométeme que no sustituirás la bondad por el cinismo, la curiosidad por el escepticismo, el interés por el aburrimiento; prométemelo, por favor. Te lo prometo.
domingo, 16 de enero de 2022
Hipopótamo
No me gustaría estar ahora en otro lugar del mundo diferente a este. Al otro lado de la pared duerme, a salvo de mis ronquidos de hipopótamo, la mujer que amo.
sábado, 15 de enero de 2022
Carne de caballo
Hoy en mi trabajo un usuario que percibía una pensión de incapacidad permanente para su profesión de conductor de camiones me ha preguntado si podía trabajar cuidando caballos. Caballos. Los caballos son una de mis dos o tres debilidades principales. Le he informado de que, al ser una profesión absolutamente distinta a la que ocasionó su pensión, no había ningún problema, que podría trabajar cuidando caballos sin ningún problema. Le he comentado que amo a los caballos, que aprendí a montar a los catorce años, que me cambiaría por él, y entonces me ha dicho que se trataba de una granja de caballos para el matadero. El impacto ha sido tan grande que durante unos segundos no he sabido qué decir. Le he dado los buenos días y se ha ido para dejar paso a la siguiente persona que se ha sentado al otro lado de mi mesa. Desde ese momento han pasado muchas horas, y soy lo suficientemente adulto (algo así) e inteligente (algo así) para saber que no existe ninguna diferencia conceptual entre comer carne de caballo o carne de cordero o de ternera o de pollo o de lo que sea. Me he dado cuenta y, ahora mismo, antes de irme a dormir, siento un poco de vergüenza de mí mismo, de mi especie, de lo que estamos haciendo. Pero mañana cocinaré cabezada de cerdo sin hueso con tomate y pimientos de piquillo. Y podría ser caballo, okapi o antílope. Yo como carne, como pescado. No sé si siempre lo haré. Sé que durante miles de años mi especie lo ha hecho, sé que durante millones de años los antecesores de mi especie lo hicieron; sé que eso hizo crecer nuestros cerebros, sé que pasamos de ser carroñeros a ser cazadores y eso modificó nuestro organismo, que cuando aprendimos a controlar el fuego nuestra dentadura cambió, que la grasa animal alimentó nuestras neuronas, nos irguió y permitió que aprendiésemos a utilizar nuestras manos. Sé todo eso porque lo he leído y sé muchas cosas más porque también las he leído. Me fascina esa época. Pero confieso que para mí cuidar caballos no era alimentarlos y limpiarlos para llevarlos al matadero. Y confieso también mi hipocresía, mi falta de coherencia, mi contradicción flagrante. Han pasado muchas horas y todavía me cuesta pensar inteligentemente en la anécdota que me ha sucedido esta mañana. Y añado: para mí los caballos son animales sobre los cuales cabalgar por el campo. Y sí, los humanos lo hemos hecho durante siglos y siglos y de hecho eso ha creado razas distintas, algunas de las cuales sé diferenciar sin género de duda. Pero entre montarme sobre ellos y comérmelos, en realidad, ¿qué diferencia hay que no los convierta en objetos de transporte o alimento? Definitivamente la consciencia es una mierda. La odio.
viernes, 14 de enero de 2022
Como el bello día
Ni la belleza ni la tristeza tienen horario. Me dormí y acabo de despertar sentado en la silla, sí, sentado en la silla. La noche me ignora mucho más de lo que yo le ignoro a ella, cansado como un humano vacío, sólo huesos, piel, cáscara, ropa, ella recién despertada, la joven noche tan inmortal como el bello día que comenzará mañana helado, transparente, eterno.
jueves, 13 de enero de 2022
Intacta
Amanece otro día con temperaturas bajo cero. He dormido bien. Espero que el día me sea propicio (a veces me gusta hablar como lo hacen los romanos en las películas). Ayer sucedió y nunca volverá, el futuro no existe y ahora voy a ponerme en marcha con mi esperanza intacta. Lucho cada instante para mantenerla, a menudo contra mí mismo.
miércoles, 12 de enero de 2022
Toda esta levedad
Tras algo más de veinticuatro de horas en ayunas ya me he recuperado de la gastroenteritis. A mi padre le está costando un poco más. Imagino que esa es la diferencia entre tener 58 años y 85. Hoy ha sido una mañana de trabajo "suave": sin parar pero sin aglomeraciones ni situaciones incómodas como otros días. Yo, como un recién resucitado, limpio por dentro y por fuera, estaba tranquilo, sereno, consciente de algo que nunca he sabido muy bien cómo definir: fugacidad, toda esta levedad.
martes, 11 de enero de 2022
Almejas sospechosas
Noche mala, con dolor de estómago, ganas de vomitar que intentaba contener en la oscuridad y, finalmente, pequeña carrera para llegar a tiempo al cuarto de baño. He vomitado varias veces hasta que, al menos por allí, ya no quedaba nada, porque después todavía me ha dado tiempo de permitir su paso a la diarrea. Madrugada mala. Me he lavado los dientes pero esa sensación de ácido en el interior de los dientes ha sido costosa de erradicar. Algo que me sentó mal: una grastroenteritis que me ha postrado en la cama. Al mediodía mi hermano Javier nos anuncia que mi padre también ha vomitado y está muy pachucho. La hora de sus vómitos coinciden casi al minuto con la mía. Le llamo al teléfono. El domingo al mediodía, antes de volver a Barbastro, fui a visitar a mis padres a su casa. Como llovía un poco, en vez de ir a dar un paseo mi padre sacó unas aceitunas y, tachán, unas grandes almejas de lata que mi madre no comió porque, según dijo, "estaban duras". Y lo estaban: grandes, duras y oscuras, pero por no hacerle un feo al abuelo las comí junto a él. Cuarenta horas más tarde vomitamos los dos. Mi madre, que no las comió, está muy bien (dentro de las circunstancias). Me pregunto si es normal que pasen tantas horas entre el consumo del producto y sus consecuencias, desde el domingo al mediodía hasta la madrugada del lunes al martes, pero la coincidencia es demasiado evidente. Y aquí estoy, en ayunas desde la cena de ayer, haciendo uso de mis abundantes reservas naturales y bebiendo mucha agua. Hacía mucho tiempo que no vomitaba, no recordaba lo desagradable que es, el dolor muscular después de las contracciones musculares, el sudor frío, la debilidad. Este año comienza fuerte, aunque lo importante es que mi padre, una persona muy mayor, se recupere lo antes posible. Afortunadamente dos de mis hermanos viven en Zaragoza y están por ellos. Dos mil veintidós, qué tienes preparado para nosotros.
lunes, 10 de enero de 2022
Una despedida
He ido al taller, me han dicho dónde estaba y me he acercado a ella con una bolsa para despedirme. Mi vieja y querida Citroen Picasso de 2004, con cuatrocientos mil kilómetros, ha dicho basta. Algo de la culata (siempre es algo de la culata y los balancines). Una avería demasiado cara para un vehículo que ya en los últimos meses nos había dado alguna que otra avería menor. Mientras recogía cosas de Carlos, que era su conductor ahora: dos balones de fútbol, un saco de dormir, cedés de música, una Play Station estropeada y veinte cachibaches más; mientras recogía las cosas, decía, he recordado muchos viajes, cómo eran mis hijos entonces, hace casi dieciocho años, cómo éramos sus padres. Nos salió muy buena la Picasso, esperaba que mi hijo pudiera hacerle quinientos mil kilómetros, pero no ha sido posible. Siempre digo que mi religión es el animismo porque otorgo alma a las cosas, y no hablo de la naturaleza, no, hablo de objetos artificiales también: camisetas con agujeros, zapatillas de andar por casa, chaquetas de lana llenas de pelotillas, gafas, botas, ordenadores portátiles, coches. Lo que me gusta suele gustarme para siempre, no sé por qué. He llamado a un desguace de coches que me ha recomendado el jefe del taller y me he encontrado con todo lo contrario: rudeza, poca educación, nula empatía. Me ha pedido que le enviara fotografías del coche y le he enviado fotos de las ruedas nuevas, de los asientos, incluso de la caja plegable que venía de serie en mi coche: piezas que creo que podría revender. Me ha dicho de malos modos que esas fotos no le servían para nada, que quería fotos del vehículo completo. Si no fuese porque un coche sólo puede darse de baja en uno de esos lugares y, porque además de una barbaridad medioambiental es un delito grave, quemaría la nave que tan felices nos hizo y tántos kilómetros nos permitió recorrer en España y fuera de España, un justo homenaje como se hacía con los barcos vikingos. Es una tontería, lo sé. No sé lo que me digo. Espero al menos no tener que pagar para que una grúa se lleve nuestro coche para ser desguazado en piezas. No sé enfrentarme a personas que sólo respetan el dinero y tampoco sé regatear, nunca he sabido, no sé por qué. Adiós, vieja amiga. En mi familia nunca te olvidaremos.
domingo, 9 de enero de 2022
Ballenas
Creo que dos mil veintidós está tomando un cariz distinto al que yo suponía el año pasado o, lo que es lo mismo: hace nueve días. Ignoro por qué vienen a mi mente imágenes de ballenas viajando en el océano. Ni siquiera saltan espectacularmente sobre las olas, sólo nadan bajo el agua sin más, rodeadas de inmensidad.
sábado, 8 de enero de 2022
Cañas con limón
Al mediodía vamos a tomar el vermú con mis padres y mi hermano Carlos, que está tan o más guapo que siempre y es tan o más maravilloso que siempre. Mi madre se apoya en mi brazo y en el de mi hermano y camina un poco agachada por la falta de equilibrio. Mi padre camina delante con el brazo en el regazo del de Maite. Hace sol y las terrazas están llenas de gente: enero en España. Papá cojea un poco, como siempre desde que se rompió el menisco en el huerto, y le veo un poco más pequeño físicamente desde atrás, aunque mantiene intacto su porte de senador romano. Lleva unos días con tos y esta noche ha dormido mal porque mi madre se ha despertado muchas veces, pero no tiene fiebre y hoy, de hecho, se encuentra mejor. A pesar de que le telefoneo todos los días no me había dicho nada, él es así, jamás se quejará. El caso es que contemplo a mis padres en la última fase de sus vidas anónimas y hermosas, y me emociono y siento mucho amor a pesar del Alzheimer de mi madre y la lógica decadencia de mi padre. La mañana soleada ilumina todo esto, y caigo en la cuenta de que mañananas tan soleadas como esta iluminaron batallas sangrientas que pasaron a la historia, y también miles de fiestas llenas de alegría, y nacimientos, y muertes, funerales y lágrimas. El sol brilla sobre las calles de la ciudad y los campos que la circundan. Unas vidas comienzan y otras se aproximan a su fin, pero tomaremos unas papas bravas y calamares a la romana con unas cañas. A mi madre le gustan con limón.
viernes, 7 de enero de 2022
Invencible
Como siempre cuando llegamos por la noche, Zaragoza parece una colonia del futuro en Marte. Para llegar al barrio donde se encuentra nuestro piso entramos desde la autovía de Logroño y lo primero que vemos son las luces de la estación Delicias, el centro comercial cercano y los edificios separados por muchos metros de asfalto.Nunca imaginé que la vería de este modo cuando crecí y sufrí aquí mi adolescencia. Entonces era una ciudad muy provinciana que aparentemente, sólo aparentemente, podías cruzar caminando en media hora.Comienzo a tener una edad desde la que poder juzgar los cambios que se han producido a mi alrededor y también en mi interior. Todas aquellas personas que fueron importantes y ahora ya he olvidado. Algunas murieron muy jóvenes. Me sorprende haber llegado hasta aquí y siento una mezcla de indiferencia y curiosidad infinita. Me gustaría visitar las futuras colonias de Marte, pero soy consciente de que ya no las alcanzaré.El invierno prosigue implacable su camino con la rotundidad metálica de quien se cree invencible. Pobre.
jueves, 6 de enero de 2022
En la churrería
Después de la noche de trabajo los Reyes Magos se quitan las capas, las zapatillas de colores, las coronas, y, vestidos de civil, acuden a una churrería antes de regresar a Oriente. Mientras les preparan los chocolates calientes, Melchor sale a la acera a fumar un cigarrillo. Pasa un autobús rojo sin ningún pasajero en su interior. Durante un instante, como tantos años, como todos los años, imagina la felicidad de no ser inmortal.
miércoles, 5 de enero de 2022
Las hienas
Vuelvo a un antiguo anfiteatro desierto, abandonado, cubierto de hierbas y árboles. Las hienas ríen a la luz de la luna, sus fauces empapadas de sangre.
martes, 4 de enero de 2022
Exploradores
Ha comenzado un año nuevo y hay naves de origen humano que viajan a través del espacio. Existe un aparato parecido a un coche que recorre la superficie de Marte, y tiene hasta un dron con hélices específicamente diseñadas para la densidad de la atmósfera de ese planeta y poder explorarlo desde las alturas. Las vacunas salvan cada día miles y miles y miles de vidas. En un laboratorio de Bergen, en Noruega, una joven científica española descubre la localización de las células madre que derivan en los órganos reproductivos de una especie de anémona que no conoce nadie más que unas decenas de científicas y científicos locos por los cnidarios. La exploración que nos hizo salir del continente africano prosigue. El mundo, y no hablo sólo del lugar que pisamos sino de lo que contemplamos en el cielo por la noche, es un sitio absolutamente maravilloso.
lunes, 3 de enero de 2022
Ladra un perro
Ladra un perro. Tiene el ladrido de un perro pequeño o mediano, pero no soy un experto en ladridos (tal vez sea un perro gigantesco). La noche avanza minuto a minuto. Me doy la vuelta en la cama y, de pronto, el perro, como si me hubiese escuchado, ha dejado de ladrar. La vida de verdad está hecha de pequeñas cosas y sucesos sin importancia, cotidianos, diarios, nocturnos. Hay pocos palacios y muchos apartamentos pequeños como el nuestro. El perro sigue sin ladrar. Soñaré con caballos: me conformo con eso.
domingo, 2 de enero de 2022
Hojas de árboles, polillas
Nada está asegurado nunca. Somos hojas de árboles, polillas sorprendidas por la luz del día. Ni el amor, ni el dinero ni la salud están asegurados nunca. Nuestro corazón no bombea litros de sangre como si fuesen infinitos, sino justamente al revés. Nacimos para morir y vivir hasta entonces. Esta es la verdad, y lo que nos hace profundamente humanos es que, sabiéndola, somos capaces de ser felices y disfrutar de un día de sol en invierno, de un beso, del amor.
sábado, 1 de enero de 2022
Dos palmos de profundidad
El río, de dos palmos de profundidad, fluye delante de mi piso de alquiler. La luna andará por alguna parte allí arriba, en el cielo. Yo estoy solo y, a la vez, en medio de una muchedumbre. Comienza un nuevo año. Todo es simbólico, teatral, pero vinimos a este mundo para vivirlo poéticamente, como ya se sabe. Dos mil veintidós es un buen título. Dos mil veintidós: sí. Me gusta mucho.
jueves, 30 de diciembre de 2021
Algo de algo
No lo ignoro todo. No sé nada de nada. Sé algo de algo. Conozco los mismos secretos que tú.
martes, 28 de diciembre de 2021
lunes, 27 de diciembre de 2021
Un viajero
Me he despertado bruscamente en medio de la noche, en la cama. No sé si fuera nieva, hay niebla o ya ha florecido la primavera. He ido a mear, me he lavado las manos y luego he venido aquí a sentarme frente al ordenador. Escribo. Afortunadamente mañana tengo vacaciones y podré seguir durmiendo hasta la hora que quiera. Estoy vivo. Amo y soy amado. No recuerdo qué soñaba. Todo este milagro de mi existencia y la de mis antepasados y la de mis hijos y la del mundo que me rodea me parece a menudo la invención de alguien. Lo que no puede inventarse es mi agradecimiento permanente, a menudo invisible. Estar vivo y en este mundo tan extraño es algo cuyo sentido quizás comprenda en toda su plenitud durante el instante previo a morir, o no. Lo respeto. Sólo soy un viajero. No aspiro a nada más.
miércoles, 22 de diciembre de 2021
Dos mil veintiuno
El año dos mil veintiuno se precipita cada día a más velocidad hacia el diminuto, pequeñísimo, ojo de la aguja. Somos los mismos y nunca somos, exactamente, los mismos. Amamos la belleza, amamos el amor, querer, ser queridos, amamos los viñedos y, al fondo del horizonte, la nieve en las montañas. Si alguien me preguntase qué hacer para mantener este tesoro le diría: seguir adelante. Sigue adelante, camina a través del campo, detente a examinar las huellas de los jabalíes, las de garduñas y zorros y bicicletas de montaña. Todo acaba y comienza. Así sucederá. No de otra manera.
martes, 21 de diciembre de 2021
Consunción
El tiempo me consume poco a poco, me doy cuenta, y lo que más rabia me da es no haber aprendido gran cosa.Recuerdo que cuando era un preadolescente lleno de dudas me preguntaba si el mundo existía cuando cerraba los ojos, si existían los colores, las formas de las cosas, el universo entero.De algún modo sigo ahí, en esos doce o trece años, anclado en esa pregunta que siempre me persigue. ¿Qué significa todo esto, todo lo que me rodea? ¿Y por qué? ¿Por qué mi madre tiene la enfermedad de alzheimer sin que yo pueda hacer nada para borrarla, para que no exista? ¿Por qué no puedo evitar la tristeza y la dicha? ¿Por qué no puedo impedir absolutamente nada? ¿Por qué el mundo me impele a todo, a lo que deseé con todas mis fuerzas y también a lo que nunca hubiese elegido?
domingo, 19 de diciembre de 2021
Segismundo
A veces tengo la certera sensación de que vivo entre dormido y despierto, entre ebrio y sobrio, entre vivo y muerto, entre este mundo y otro que no sé cuál es, ni dónde, ni nada. Conduzco en la carretera a través de la niebla. Los campos invisibles podrían ser el mar o el espacio estelar; el dibujo infantil de un niño o, sencillamente, algo que todavía nadie supo expresar. Ignoro si estoy volviendo a casa o me estoy yendo para no regresar.
jueves, 16 de diciembre de 2021
Testimonio
Ayer por la noche caía aguanieve tan liviana que apenas alcanzaba a activar el lavaparabrisas automático del coche. Las luces de freno de los vehículos que circulaban delante de mí brillaban más que las bombillas de navidad en forma de estrella de un lado a otro de las calles. Ya escribí ayer que estaba muy, muy cansado, pero fui a comprar algo de comida a un supermercado antes de volver a casa. Todo parecía un sueño pero no mío, el sueño de alguien, el de otra persona tal vez en el otro extremo del planeta, y esa sensación no me molestaba de ningún modo. Desde muy pequeño siempre contemplé la posibilidad, como hicieron tantísimas personas antes que yo, de que nuestra existencia y nuestra pequeña presencia en este muno no fuesen sino el sueño de alguien o de algo.El día termina. Me acostaré, cerraré los ojos y soñaré tu existencia, o tal vez la de alguien del futuro que todavía no ha nacido, o la de personas que ya están muertas. No lo sé. Cuando mi cuerpo y mi cerebro caen en esa mullida fosa de arena de playa y plumas de ave del paraíso, ignoro qué sucederá. Incluso ignoro que probablemente no recuerde nada al despertar e iniciar el rápido consumo de mis pilas cada vez más viejas y oxidadas.Tengo cincuenta y ocho años cumplidos en mayo y me siento joven para seguir intentando comprender y viejo para mantener intacta la curiosidad. Obviamente debo centrarme en la exploración, como lo he hecho siempre, como estos diarios atestiguan, eso es lo que me interesa y me anima a seguir escribiendo, a seguir dando testimonio de mi viaje.Es muy tarde. Tengo sueño, mucho sueño. Me despido. Hasta mañana, Jesús Miramón. Hasta mañana, mis pocos y queridos lectores. Este es el cuaderno de bitácora de mi navegación, no pretende ser nada más. Gracias. Buenas noches.
martes, 14 de diciembre de 2021
Espigas y ceniza
Ayer llamé a Zaragoza y no era un buen día. Mi madre estaba enfadada porque mi padre, de ochenta y cinco años, no le dejaba tener las llaves de casa. Y es que ya se ha ido más de una y dos veces de improviso. En una ocasión en la que yo estaba en la ciudad fui a buscarla a toda velocidad porque papá me llamó, y la encontré caminando por la acera de la calle con la ropa y las zapatillas de andar por casa mientras su marido, como un comando especial, la seguía escondiéndose entre los coches y en los portales de las casas cuando ella se giraba para saber si alguien la vigilaba.Hoy estaba mejor. La única consecuencia positiva de padecer Alzheimer es que, en ese olvido general, también incluye que ayer no estaba bien y se quería ir de casa y se quería morir, así que cada día es un nuevo comienzo para ella, a veces cada hora, aunque no para su cuidador, a quien intentamos acompañar y cuidar todo lo que podemos.Todo sigue adelante, día a día. El río Ebro ha crecido y en todas las televisiones advierten de inundaciones históricas que ya han arrasado pueblos, cultivos y caminos. En Zaragoza se estima que la gran avenida suceda esta noche y mañana, aunque ya las orillas que cruzan la ciudad están desbordadas. La naturaleza no comprende ni calcula, sólo sucede y nada más, como en el volcán de La Palma, los tornados de Estados Unidos o los terremotos. Nosotros no somos más que la loma de una colina o la corteza de un árbol ante su empuje, no somos más que los hormigueros de los caminos o la colmena de un árbol sumergido por la crecida. Y, sin embargo, tenemos nuestras minúsculas biografías, nuestros mayúsculos sufrimientos que a la naturaleza y al tiempo les son absolutamente indiferentes.Y así ha de ser, así debemos aceptarlo por duro que resulte a menudo. La enfermedad de las personas a las que amamos, incluso las de quienes, como en mi caso, me trajeron a este mundo extraño y alienígena hace ya tantos años, para el universo tienen la importancia de un grano de arena en una playa inmensa, como sucede con las grandes obras de arte, los triunfos deportivos o las caricias más tiernas.Hoy estaba mejor. Escucho su voz y sé al instante qué está pasando, y lo mismo ocurre cuando el teléfono lo descuelga mi padre. Sé, sobre todo trabajando donde trabajo, que el Alzheimer forma parte de la vida de miles y miles de familias como la mía. Sé, aproximadamente, lo que nos espera, pero prefiero no pensar en ello, hago ese esfuerzo y, por ahora, logro ir poco a poco. Ver desaparecer ante tus ojos la inteligencia, la memoria, la sabiduría y el raciocinio de una de las personas a las que más amas en este mundo es duro, pero debemos seguir adelante porque cada mañana, al despertar, somos supervivientes. Porque lo somos, porque fundamentalmente los seres humanos somos eso: supervivientes y mortales, nada más ni nada menos.Yo también me hago mayor y, sin haber aprendido demasiado, esto sé: el amor es lo más importante, lo que nos da fuerzas para extinguirnos sin arrepentimiento cuando la inundación, o la lava, o el tornado o el terremoto nos convierta en espigas y ceniza que arrastra el viento. Sé que no tiene ningún sentido pero yo, en mi vulgar corazón que recibe y envía sangre cada segundo con precisión mecánica, lo comprendo así. El amor no impide que finalmente seamos nada o menos que nada en el grandioso y absurdo espectáculo del mundo, pero tiene un poder inconmensurable: su dulzura, su consuelo, su verdad casi tan inmensa como el olvido.