viernes, 29 de enero de 2016

Nostalgia del frío

Donde yo vivo todavía no ha habido una helada de verdad. Algunas mañanas los charcos del canal por donde suelo ir a pasear sí se habían convertido en hielo, pero sólo en las zonas de sombra. Si hubieran abierto las compuertas dejando correr el agua estoy seguro de que ni eso hubiera sucedido.

Este invierno está siendo un desastre para la naturaleza que conocíamos: los campos de cebada tienen el verdor de la primavera y la procesionaria campa a sus anchas por todas partes. Los almendros han florecido antes de tiempo. Los agricultores que atiendo en el trabajo están asustados. Para ellos el invierno siempre había sido un instrumento de limpieza, un reinicio natural que eliminaba insectos y larvas dañinas para sus cultivos, pero esta vez no está haciendo el frío suficiente. Quienes dudan de la realidad del cambio climático deberían hablar con los trabajadores del campo. Ellos saben lo que está pasando.

Mi daño es mucho más modesto: amo el frío. La lluvia. La niebla. La escarcha. Las heladas que convertían el paisaje en un lugar puro y silencioso.

martes, 26 de enero de 2016

Lluvia invisible

El de hoy ha sido un día húmedo, gris y extraño. No ha llovido de verdad pero la ciudad entera ha permanecido empapada durante todo el tiempo. Los coches que salían de sus aparcamientos junto a las aceras dejaban atrás su silueta seca sobre el asfalto mojado. Y no era niebla, puedo jurarlo, sólo una lluvia invisible en este invierno inexistente.

lunes, 25 de enero de 2016

Minúsculo

Después de casi dos meses de baja laboral mañana vuelvo a trabajar en nuestra pequeña agencia comarcal de la Seguridad Social de Barbastro. Mentiría si dijese que no estoy nervioso, que no tengo miedo, pero es un miedo que tengo que enfrentar dejándolo atrás, cada vez más lejano en el espejo retrovisor. Porque el hecho es que me gusta mucho mi oficio, y al decir esto sé lo valioso, casi lo insólito que es, el privilegio que supone; porque necesito volver a sentirme útil para los demás, escuchar, ayudar en lo posible a las personas que se sientan al otro lado de mi mesa, cada una de ellas única e irrepetible en la diminuta historia de este minúsculo mundo que gira alrededor del sol.

lunes, 18 de enero de 2016

Comienza otro tiempo

Algo ha cambiado en los últimos meses, algo importante. Mi colapso mental y el posterior accidente de tráfico de mis padres, al que afortunadamente sobrevivieron, son palabras de una frase que comenzó a escribirse antes.

El otro día a primera hora acompañé a mi madre a hacerse un análisis de sangre. Una mujer de setenta y seis años del brazo de su hijo de cincuenta y dos. En cierto momento resbaló en la acera y no cayó al suelo gracias a la fuerza de la gravedad que mis noventa y ocho kilos ejercen sobre el núcleo de nuestro planeta. ¿Ves como no tenías que venir sola?, le dije. Si hubiera venido sola hubiera tenido más cuidado, dijo, tan pequeña a mi lado.

Nunca pude ni podré descubrir cuándo se hace exactamente de noche. Sucede tan despacio. Sucede tan deprisa. Es posible que esté equivocado, pero creo que en el trópico es distinto: en algunos libros leí que allí es como si se apagara la luz (y de pronto la jungla cobra vida, se llena de sonidos, chirridos, zumbido de insectos, el crujido de las ramas bajo las blandas zarpas de los depredadores).

Las edades llegan lentamente. Las edades se precipitan a toda velocidad. Mi madre está más delgada que nunca desde que nací. Mi padre conserva el porte patricio que le caracteriza, pero su rodilla operada, sobre todo cuando ha estado sentado mucho rato, le hace cojear hasta que se calienta y deja de dolerle más de lo necesario.

Comienza otro tiempo, otro tempo (cuánto echo de menos las partituras, el coro, el Chanti). El accidente de tráfico de mis padres vino con un regalo maravilloso: sus cuatro hijos y sus respectivas parejas, coordinados como nunca lo hubiera podido imaginar, los tomamos en nuestros brazos y les devolvimos, en una pequeña parte, todo el amor que ellos nos habían y todavía nos siguen dando. Así será en el futuro que se escapa, más deprisa para ellos que para nosotros.

Todo comenzó a escribirse antes y continuará escribiéndose después. Quienes tecleamos palabras sólo somos instrumentos, la herramienta que esta inverosímil aventura utiliza para expresarse. Lo verdaderamente importante es el viaje, las estaciones, la consciencia.

viernes, 8 de enero de 2016

Curación

Poco a poco recupero la capacidad de olvidar. Dejar atrás los últimos ataques, volver a creer en un mundo de paz al no recordar con exactitud el sufrimiento. Algo tan viejo como el mundo.

miércoles, 6 de enero de 2016

Reyes magos

Dos hombres y un perro se han acercado a un coche. La calle estaba desierta. Han abierto el maletero y han comenzado a sacar objetos y cajas que introducían en grandes bolsas reciclables de las que se venden en las superficies comerciales. Yo observaba silenciosamente desde arriba, intrigado. Eran las dos de la madrugada. Por un momento he sentido miedo de que alzaran la vista y me sorprendieran allí, testigo de algo que no debería estar viendo. Luego, cargados con las bolsas y seguidos por el perro, han desaparecido de mi campo de visión hacia la derecha, riendo.

lunes, 4 de enero de 2016

Tiempos remotos

Llueve sin parar desde ayer o, lo que es lo mismo, llueve desde hace miles de años. Todo el mundo lo sabe: amo, adoro la lluvia, aunque me gustaba más antes, cuando no tenía efectos secundarios en mi química cerebral.

Por fin ha nevado en el Pirineo y todo el mundo está contento. Yo también. Conozco a muchas personas que, como lo agricultores, dependen de la nieve para sobrevivir en primavera.

Yo vuelvo a escribir o, lo que es lo mismo, poso mi mano en la pared de la cueva y escupo sobre ella para dejar  alguna huella de este tiempo remoto.

viernes, 1 de enero de 2016

Seis kilómetros por hora

Ha llovido un poco, muy poco, casi nada en realidad. Me he dado cuenta cuando después de cenar he salido un momento a la galería a fumar. Los escuálidos árboles de la acera, desnudos de hojas, eran de nuevo mapas vasculares inversos: riñones, pulmones, manos, tobillos.

Por la mañana fuimos a pasear por el campo. Dos aves grandes cruzaron el cielo sobre un almacén en ruinas y se alejaron sin esfuerzo, absolutamente ajenas al primer día del año de otra especie, otra religión, otro calendario; ajenas al pasado y el presente. En un momento, pensé, estarían sobre el lejano Monasterio del Pueyo, y poco después sobre la sierra de Guara, y más allá, sin esfuerzo aparente, sobrevolarían las altas montañas donde todavía no ha nevado.

Nosotros caminábamos junto al canal a seis kilómetros por hora. A veces hablábamos y a veces callábamos. Bandadas de pajarillos iban de un grupo de arbustos a otro delante de nosotros, como si jugaran a espantarse.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Orilla

Finalmente
dos mil quince
alcanza la orilla
y se retira.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Esperanza

Hoy he conducido hasta Barbastro, donde estamos empadronados mi hijo y yo, para votar en las elecciones generales. Era su primera vez y me hacía ilusión que lo hiciésemos juntos. Pensé que algún día, dentro de muchos años, tal vez recordaría que la primera vez que votó lo hizo a mi lado.

Antes de ir a ejercer nuestro derecho hemos ido a comer al restaurante El trasiego. Era también la primera vez que comíamos juntos, solos él y yo, en un buen restaurante, y hemos disfrutado mucho. Ha sido un día muy especial para los dos.

No importa el voto que hayamos elegido cada uno de nosotros frente a la mesa de las papeletas, lo que me ha emocionado es que dos generaciones exactas, yo y mi hijo, estábamos haciendo uso de un derecho que ha costado mucha tortura y muerte a lo largo de los siglos, un derecho que todavía hoy no existe en muchos lugares de nuestro planeta. Quería que él fuera consciente de ese privilegio, fuesen cuales fuesen los resultados del escrutinio.

Es cierto que yo no tengo sus dieciocho años.  Sé que la democracia no es perfecta, sé que existen intereses financieros capaces de poner de rodillas a países enteros, como vimos recientemente en Grecia. La edad me ha convertido en cínico a mi pesar, pero no en cruel, tampoco en un pesimista sin remedio.  Me niego a ello. Creo en las mejores virtudes de nuestra especie y, como padre, mi voluntad es legar esa esperanza.