A este señor le conozco, su cabello ha encanecido y el trazo de la boca se ha transformado en una mueca, viudo sin matrimonio. Yo amo a las madres que acaban de tener un hijo, amo sus cuerpos entumecidos, su piel translúcida, su fortaleza. Oh, no me gusta que usted diga "por favor" constantemente, no, no me gusta: "por favor, por favor, por favor", ¿acaso piensa que voy a atenderle mejor por eso? ¿teme que vaya a tratarle mal por ser marroquí? No, no es necesario suplicar, piense que su actitud nos envilece a los dos. Una anciana de rostro masculino y nariz roja me observa con los brillantes ojos de su juventud.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
lunes, 8 de diciembre de 2008
Leña de almendro
El sábado fui al huerto de mi amigo a recoger leña de almendro. Allí estaban él y su padre de ochenta y un años, quienes, más allá de la generosidad, me habían preparado unos sacos. La mañana era soleada, cristalina, blanca. Estuvimos charlando un rato, cargué la leña en la Picasso y vine a casa. Por la tarde encendí la chimenea con papel de periódico usado. Pronto danzaban las llamas. Puse mi vieja cámara fotográfica sobre la mesa, frente al hogar, y grabé un minuto y medio de vídeo. Me gusta ese crepitar.
Lunes
Me levanto muy tarde, cerca de las doce del mediodía, torpe, pesado, arrepentido. Me asomo a la calle. El cielo es una superficie gris tan lisa y uniforme que parece de otro mundo. Si no fuese por el humo que se eleva de algunas chimeneas pensaría que el pueblo está desierto. ¿Ha caído una bomba de neutrones? ¿Han venido naves extraterrestres mientras dormía y han secuestrado a todos los habitantes de Binéfar? ¿O se trata simplemente del invierno rural, tan distinto al urbano, acercándose?
domingo, 7 de diciembre de 2008
Después del ensayo
A lo que más se parece a veces el ejercicio de la música es al duro trabajo del pico y la pala: repetición y sudor, frustración, paciencia, fe. Primer ensayo de los tres coros que estamos preparando el concierto de navidad con la Orquesta de Cámara de Huesca. Problemas de empaste, típicos cuando se reúnen corales acostumbradas cada una a sus directoras; problemas con la sonoridad de la sala del Palacio de Congresos de Barbastro donde estamos ensayando, cuadrada y de techo muy bajo; problemas con algunas partituras que contienen diferencias entre unos grupos y otros; problemas con los tenores de los tres coros, que definitivamente no tienen su día; etcétera. Sí, yo diría que, en cuanto al ejercicio de la música se refiere, la fe, casi tanto como el pico y la pala, es un elemento absolutamente imprescindible.
Anotado por Jesús Miramón a las 11:53 | Después del ensayo
martes, 2 de diciembre de 2008
lunes, 1 de diciembre de 2008
Polvo de alas
A las seis de la tarde salgo del trabajo entorpecido por el (polvo de alas) peso de todas las personas con las que he hablado a lo largo del día: hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, niños traductores para sus padres extranjeros. Tantas palabras brotando de mi boca hasta quedarme ronco, tantos (compasivos, indiferentes, enternecidos, cínicos, indignados, lujuriosos, melancólicos) pensamientos. A las seis de la tarde salgo de la oficina y ya es de noche. Entro en mi coche, introduzco la llave bajo al volante, arranco el motor y se iluminan los instrumentos de color verde. Nunca deja de sorprenderme la (inevitable) sólida consistencia del vínculo que existe entre todos nosotros, (navegantes) seres humanos. Un vehículo me envía un destello de luces desde atrás, con un gesto de la mano su ocupante me pregunta si voy a dejar libre la plaza de aparcamiento, le digo que sí, pongo en marcha el intermitente, maniobro para salir, (vuelvo a mi casa) me voy.
Anotado por Jesús Miramón a las 20:37 | Diario , Vida laboral
viernes, 28 de noviembre de 2008
Expedición
La expedición se detuvo lenta, imperceptiblemente: aquí un explorador de avanzada se demoró más de lo necesario ante el reflejo del atardecer en las nubes, allí un porteador escuchó por vez primera el sonido que producían sus pies en la nieve, ahí las dunas del desierto engulleron clanes enteros, allá otros se perdieron en bosques de bambú.
martes, 25 de noviembre de 2008
Noviembre
Mañana fría de noviembre. ¿Es posible que ya estemos en la última semana? Mientras en el microondas se calienta la leche en la radio advierten de la llegada de una ola de temperaturas glaciales, con nevadas a partir de quinientos metros de altitud. La luz es gris en la calle, gris sobre los tejados de las casas, sobre los coches aparcados junto a la acera. El microondas hace clink.
domingo, 23 de noviembre de 2008
El sueño del erizo
El erizo se envuelve en su nido,
los patos vuelan matemáticamente
hacia el sur en el cielo
y en los tendidos eléctricos
en medio del campo,
como notas musicales y absurdas,
descansan pequeños pájaros negros
cuyo nombre desconozco.
Desde lejos viene la lluvia, desde lejos,
todo el mundo lo sabe.
Mas lo que nadie sabe es
con qué sueña el erizo
que duerme en su nido,
ni cómo es el sur en el cielo,
ni cual el dolor o el gozo
de tantas hojas rojas
sobre la tierra.
Desde lejos viene la lluvia, desde lejos,
y luego vendrá la nieve, tan blanca.
martes, 18 de noviembre de 2008
Que ahí viene
Hace mucho que la noche dio fin a las tareas de las grandes máquinas naranjas y amarillas, que con la llegada de la oscuridad dejaron de desbrozar las rectas franjas de terreno que dentro de algunos meses se convertirán en la autovía que recorreré cada día. A estas horas los trabajadores de chalecos reflectantes descansan en sus casas con sus familias. En la torre de la iglesia de San Pedro dormitan las cigüeñas que decidieron soportar aquí el invierno que ahí viene.
sábado, 15 de noviembre de 2008
Después del ensayo
Ni la poesía
ni el dibujo
ni la fotografía
ni el cine
ni la gastronomía
ni el sexo
ni la religión
ni la investigación
ni el estudio
ni la medicina
ni la arquitectura
ni la paleontología
ni la novela
ni las playas
ni los prados
ni los caminos del campo,
sólo la música,
ella lo consigue.
Anotado por Jesús Miramón a las 02:20 | Después del ensayo , Poemas
viernes, 14 de noviembre de 2008
Veinte
Por la tarde, a eso de las cuatro, me tumbo en la cama cubierto con una manta. Al cabo de lo que parecen veinte o treinta segundos una voz femenina se abre paso en la oscuridad: Jesús, Jesús, ¿sabes qué hora es? ¡Son casi las siete! Ya voy, ya voy, digo como un niño pequeño, y me doy la vuelta. En mi cerebro es por la mañana, en otro sitio, en otro momento. Vuelvo a caer en un pozo y en seguida, de nuevo: ¡Jesús, son las siete y media! ¿Hasta qué hora vas a dormir la siesta? Abro los ojos. Ella da la luz. La bombilla de uno de los tres brazos de la lámpara del techo está fundida desde hace meses, mañana la sustituiré. La calle está oscura como boca de lobo. Suena el teléfono. Ella desaparece en el pasillo. Escucho su voz que dice: "Soy su mujer, ¿qué desea?", y a continuación: "Verá, es que ya tenemos todos esos seguros, ahora mismo no necesitamos ninguno más. No. No. Se lo agradezco pero no, gracias". Cuelga. ¿Seguro que no es por la mañana? Entonces, ¿cómo se explica esta tremenda erección matutina? ¿Será su voz diciendo: "Soy su mujer, qué desea"? Oh, sí, me excita escucharle decir eso. Poco a poco vuelvo a la realidad y caigo en la cuenta de que Paula está en casa de una amiga y Carlos ha ido a un cumpleaños. Campo libre. En plena trempera matinera a las siete y media de la tarde la llamo por su nombre y le pido que venga. Anteayer cumplimos veinte años de matrimonio. Conozco cada centímetro de su piel. Sé cómo ir despacio y cómo ir deprisa. Es mi mujer. Yo sé lo que deseo ahora.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
domingo, 9 de noviembre de 2008
Compras de ciudad
El sábado por la tarde, cerca de las ocho, sucede: en un centro comercial repleto de miles de congéneres mi sistema límbico se derrumba después de unas cuantas horas de intensa actividad adaptativa: de pronto todos los seres humanos que me rodean me parecen deformes, tarados, escoria de sus moldes, repugnantes monstruos ajenos a su fealdad. Me apoyo en un pilar de falso mármol travertino e intento recuperar la cordura. Mi familia se da cuenta de que no camino entre ellos y regresa a buscarme. Mi mujer me dice que tengo mal aspecto, ¿te encuentras bien? No pasa nada, le digo, me agobia tanta gente, no lo puedo evitar. Mi hija me dice que parezco un paranoico, que siempre me pasa lo mismo en esos sitios (cuando lo que está queriendo y consiguiendo decir es lo siguiente: me estás fastidiando mi día de compras, papá, por favor, compórtate como cualquier otro padre generoso y aguanta). Mi hijo también está harto, lo sé, pero calla con aparente indiferencia porque va detrás de una pieza mayor (que finalmente conseguirá). Vete a casa, me dice mi mujer, tienes mal aspecto, vete a casa y descansa, cuando terminemos te llamamos y vienes a buscarnos, ¿te parece bien? Oh, me parece maravilloso, casi me dan ganas de arrodillarme y besarle los pies. Me alejo de allí lo más rápidamente posible sin que parezca que me persigue la policía. Cuando salgo del aparcamiento subterráneo pulso el botón que baja la ventanilla del coche y dejo que el frescor de la noche de Zaragoza despeje poco a poco mi mente.
viernes, 7 de noviembre de 2008
Planeta lejano
Desde hace unos días hay nieve en la cordillera. A las ocho de la mañana el sol ilumina las cimas frontalmente en algunos tramos de la carretera, convirtiendo el viaje a Barbastro en una experiencia estética. Sobre los campos de cebada cubiertos de brotes verdes como musgo se eleva un metro o metro y medio de tenue neblina. En los desmontes y barbechos los arbustos de aliaga, que este año crecieron más altos que nunca, se han secado y languidecido hasta transformarse en el decorado de una película de ciencia ficción, vegetación muerta de un planeta lejano. El termómetro del coche señala cinco grados.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Yo no soy bueno
Yo no soy bueno. Cuando se cruzan en mi camino personas que perdieron mi respeto, personas a las que en el pasado vi actuar miserablemente con quienes habían llamado amigas y amigos, personas bajo cuya aparente capa de exquisita educación esconden el cinismo y la arrogancia más despreciables, cuando se cruzan en mi camino ese tipo de personas cambio de acera, y si se empeñan en entrar en mi casa las expulso de ella. A estas alturas de mi vida no pediré perdón por elegir amistades y conocidos. Así de malo soy.
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Un día histórico
Me levanto con la noticia de que Barack Obama se ha convertido en el primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos de América, y lo ha hecho, como sucedió en las primeras elecciones de José Luis Rodríguez Zapatero en España, con una afluencia masiva de votantes, entre ellos, significativamente, jóvenes y ciudadanos que en otras ocasiones no acudían a las urnas. Tal vez este miércoles otoñal sea una de esas fechas históricas que recordaremos cuando seamos muy mayores ("yo tenía cuarenta y cinco años el día que Obama ganó la elecciones"), sobre todo si cumple con sus promesas de cambio y regeneración en estos tiempos de crisis. El mundo necesita líderes carismáticos, líderes honestos que sean conscientes de los errores que se han cometido. Hoy siento un poco más de esperanza que ayer.
domingo, 2 de noviembre de 2008
Deshoras
El sonido del agua en los canalones del tejado me despertó a las cinco y media de la madrugada. Fui al frigorífico y bebí zumo de naranja. Llovía furiosamente a la luz de las farolas de la calle. La casa estaba en silencio. Vine al salón y estuve leyendo. Dejó de llover y se levantó el viento. Cuando empezaba a amanecer regresé a la cama. He dormido hasta las once y media. El domingo es oscuro y frío.
miércoles, 29 de octubre de 2008
Vacas flacas
En medio de la crisis
el frío regresó
con la indiferencia
de las vacas gordas.
Dentro de las casas
vuelan las últimas moscas
de este año veloz:
vivirán dos semanas.
Qué hermoso es el latido
de la arteria en tu cuello.
No quieras saber nada,
no ahora, y bésame.
lunes, 27 de octubre de 2008
sábado, 25 de octubre de 2008
Después del ensayo
La navidad comienza muy pronto para los ciudadanos que cantan en un coro: todavía no han guardado las camisas de manga corta cuando ya están entonando Adeste Fideles, Panis Angelicus o White Christmas. En el mío andamos ensayando una misa concierto para el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, y el concierto extraordinario de navidad que este año cantaremos junto a la coral Barbitanya de Barbastro y la coral de Graus, acompañados por la Orquesta de Cámara de Huesca dirigida por Antonio Viñuales. Hay dos o tres piezas nuevas que debemos aprender, algo que me entusiasma porque existen pocas cosas más prodigiosas que asistir al proceso mediante el cual un grupo de personas que desconocían una obra musical la trabajan y estudian y ensayan, bajo la batuta de su directora, hasta hacerla suya, suya para poder compartirla.
Después del ensayo vamos al Chanti a tomar una copa. Bebo un gin-tonic traicionando mi habitual cerveza Voll Damm y el chupito de whisky. Hablamos de religión, de sexo, de internet, de películas, de música. Cuando salimos del bar ha refrescado un poco y subo la cremallera de mi chaqueta de lana. Conduzco de regreso a casa a través de calles estrechas, la luz de los faros del coche iluminando las paredes del laberinto.
Anotado por Jesús Miramón a las 02:12 | Después del ensayo
jueves, 23 de octubre de 2008
Dientes y uñas
Viaje a Lérida para una visita rutinaria al ortodoncista uruguayo de mi hijo. Nos llevamos una sorpresa cuando nos comunican que Alejandro ya no está porque se ha trasladado a trabajar y vivir en Barcelona. Hace años que le conocemos, también trató la boca de Paula, y su marcha nos disgusta porque era muy simpático, siempre de buen humor, cariñoso con los niños. Resulta extraño que tu médico desaparezca así, de un día para otro, sin despedirse ni nada. En su lugar han contratado a una doctora de aspecto mucho más serio, amable y correcta pero sólo lo justo, sin alegrías ni confianzas. Es catalana. Al revisar la boca de Carlos toca una de sus muelas de leche, que se mueve desde hace días, y sin preguntar ni dar explicaciones rocía la zona con un spray anestésico y la arranca. El paciente de once años, tumbado en la camilla con la boca inmovilizada y abierta de par en par, sólo puede cerrar los ojos y disimular que casi no le ha dolido. Nada grave, aunque Alejandro hubiera hecho alguna broma, hubiera convertido la extracción en una aventura, hubiera dicho con su acento cantarín: "¿Viste? Ya está, fuiste muy valiente, Carlos, jó, qué tío". Su sustituta se levanta, se vuelve hacia mí y en un catalán casi tan cerrado como el que conozco de los años en Gerona me dice que todo va bien, que la auxiliar va a extraerle el aparato del paladar y que nos veremos dentro de un mes. Se va.
"Qué, Carlos, ¿cómo ha ido?", pregunta Yolanda, "¿te ha tratado bien la doctora?". El chico encoge los hombros. Ella sonríe y me guiña un ojo. Al terminar dice: "Carlos, ¿quieres quedarte con la muela?". Él mira la pequeña pieza sanguinolenta y dice que no. Yo le pregunto a Yolanda: "¿Hay quien se las queda?". "Oh, sí, mucha gente guarda los dientes, supongo que les hace gracia, mira, igual por tener un recuerdo o algo". Es entonces cuando de repente, con total claridad, resucita en mi memoria el cajoncito de un reloj de latón de esos adornados de angelotes y rosetones donde mi madre guardaba dientes diminutos. Estaba, todavía está, en la entrada del piso de Zaragoza, a la derecha. Diminutos dientes de sus hijos, algunos míos. El olor del ascensor, el olor de la escalera, de la casa. Los instantes en los que yo, cada vez más mayor, abro ese cajón y miro con fugaz curiosidad las amarillentas cuentas, esos restos paleontológicos. Yolanda tira al cubo de desperdicios la muela de Carlos. Nos despedimos, pagamos en recepción, nos vamos.
Por la noche termino de limpiar en la cocina dos lomos de melva, les arranco con cuidado las espinas de la ventresca, los despego minuciosamente de la piel, mis uñas se ennegrecen de sangre. En la perola ya casi están cocidas las patatas con el sofrito de cebolla, ajos, pimientos verdes, vino blanco y agua. Corto el pescado en dados medianos, apago el fuego y los echo: el marmitako se acabará de hacer él solo en un momento. Mientras mi familia pone la mesa en la cocina yo en el lavabo peleo con la negra sangre de pescado infiltrada en mis uñas. Las cepillo, las cepillo una y otra vez.
martes, 21 de octubre de 2008
lunes, 20 de octubre de 2008
Flor del mundo
A las cuatro y media de la tarde atendí a una joven ecuatoriana de grandes ojos negros y tez pálida. Olía a fritura, a cocina industrial. Venía de trabajar. Flor del mundo. Dulzura.
Anotado por Jesús Miramón a las 22:43 | Diario , Vida laboral
domingo, 19 de octubre de 2008
miércoles, 15 de octubre de 2008
Somontano
Cada día laborable conduzco ida y vuelta durante unos cuantos kilómetros entre viñedos. Me gusta contemplar cómo las estaciones van dejando su huella en ellos, cómo son podados en invierno hasta dejarlos en limpios esqueletos, cómo aparecen los primeros pámpanos en primavera y luego se convierten en ramas que se cubren de hojas verdes en verano, cómo maduran los primeros racimos de uva, la campaña de la vendimia y después, ahora, en otoño, cómo la espesura se tiñe de amarillo y de rojo en un alarde de belleza ajeno a la belleza y la muerte, mi mirada.
Paseo por los viñedos de Bodegas Laus hoy, de vuelta del trabajo.
Anotado por Jesús Miramón a las 18:32 | Diario , Fotografías
domingo, 12 de octubre de 2008
Gran premio
A las seis y media de la mañana me levanto y acudo a despertar a Carlos para ver juntos el Gran Premio de Japón de Fórmula Uno, ignorantes aún de que Fernando Alonso ganará la carrera con su Renault, demostrando lo mucho que ha evolucionado su equipo y que es uno de los mejores pilotos del mundo. Mientras disfrutamos del espectáculo amanece poco a poco.
viernes, 10 de octubre de 2008
De las hojas
La savia
se detiene
lentamente,
milímetro
a milímetro,
en las arterias
de las hojas
que caerán.
lunes, 6 de octubre de 2008
Mermelada de higos
A las nueve de la mañana asisto a un curso de trabajo en Huesca. La voz monocorde del profesor convierte mis neuronas en gelatina. Tengo microdesmayos en los que sin embargo, lo sé, no importa que sea incapaz de recordarlos, sueño. Mis compañeros también lo hacen, puedo reconocerlo en la laxitud de sus mandíbulas, en su respiración suave y acompasada, en sus ojos exageradamente abiertos.
Por la tarde preparo mermelada con unos higos casi condenados al cubo de basura. Extraigo su carne, la pongo en una cazuela con dos cucharadas de azúcar y un poco de zumo de limón y dejo que hierva lentamente durante un rato. Hacer mermelada es lo más fácil del mundo. La de higos está muy buena con queso de sabor fuerte como el que nos gusta en casa.
Apenas escribo nada. No hago ejercicio y he vuelto a engordar. Me estoy dejando el pelo largo a pesar de los rizos. Me gusta el frío pero desde hace unos días me ducho con agua caliente. Por la noche me sirvo un generoso bourbon con hielo y leo libros sobre la segunda guerra mundial.
miércoles, 1 de octubre de 2008
Nadie lo sabe
Hace exactamente ocho minutos que septiembre terminó. En la calma de la ciudad dormida caen sobre la grava del jardín de mi lugar de trabajo las castañas de indias, abiertas sus cáscaras de púas. Sé que durante estos días los niños del colegio cercano se colarán entre las rejas de la valla para recogerlas, tan ilusionados como ignorantes de su amargor. Al principio, hace años, abría la ventana y les advertía; luego decidí dejar de hacerlo: ¿quién era yo para estropear su exploración, quién era yo para adelantarme al futuro, para adelantarme a la realidad? Mañana cuando salgan del colegio saltarán la verja, incapaces de resistir la tentación de las pulidas castañas, y me limitaré a observarles de reojo y disfrutar de sus gritos de entusiasmo, ¿acaso alguien sabe qué nos traerá octubre?