Tengo en el escritorio de mi ordenador la imagen de la galaxia NGC 2841, una inmensa espiral de estrellas girando en el cosmos. La miro sabiendo que ocupa un volumen que mi cerebro es apenas capaz de imaginar y a continuación pienso en el rostro de mis padres. El otro día les di dos besos. A su lado me sentí un gigante mientras mi corazón volvía a ser tierno y pequeño.
lunes, 7 de marzo de 2011
domingo, 6 de marzo de 2011
65
Pensando en Paula cocino borrajas y lomos de lubina al horno. En la residencia de estudiantes en Barcelona come bien pero echa en falta el pescado y, por supuesto, las borrajas, que allí apenas se conocen. Ayer fuimos a mi pueblo a visitar a mis padres y comimos champiñones al ajillo, cogollos de Tudela con anchoas, croquetas caseras, canelones con tomate y, en fin, la típica y sabrosa comida navarra de mi madre para un regimiento. Eran recetas de mi infancia, de mi vida, como imagino que las mías lo son o serán de la infancia de mi hija. Mañana, aprovechando que he podido conseguir albahaca fresca, cocinaré espaguetis con pesto, un plato fácil y rápido que les vuelve locos desde pequeños.
Canelones de atún con tomate, borrajas con patatas, ternasco al horno, alcachofas con almejas, espaguetis con pesto, ensalada de escarola con ajo picado y anchoas, tomates asados con sal gorda y hierbas provenzales, tortilla de patatas, pollo al curry, brócoli al vapor, bacalao al pil-pil, huevos fritos con pimientos de piquillo, merluza rebozada... Entre todas las patrias la de la comida brilla y borbotea con especial intensidad. Ahora mismo no estoy escuchando a Bach, pero si pudiera creer en Dios le agradecería sinceramente haberme ofrecido la oportunidad de convertirme en la patria gastronómica de mis hijos. Jamás imaginé que llegaría tan lejos.
sábado, 5 de marzo de 2011
64
Después del ensayo vamos a tomar una copa al Chanti, que está desierto. La camarera limpia con un paño la cafetera apagada. Pedimos tres gin-tonic y una cerveza y nos sentamos alrededor de una mesa. Hablamos de hombres, de mujeres, de sexo, de amor.
Anotado por Jesús Miramón a las 02:59 | 365 , Después del ensayo , Diario
viernes, 4 de marzo de 2011
63
Escuchando la Pasión siento la necesidad de levantarme y buscar un libro en cuya página número setenta y dos aparece la imagen en blanco y negro de una calavera humana. La contemplo mientras la música infiltra mi alma hasta el tuétano. Yo no creo en la existencia de Dios salvo cuando escucho a Bach.
jueves, 3 de marzo de 2011
62
Observo a los peatones que caminan por la calle con gesto aterido. El cielo tiene el aspecto de las grandes nevadas, pero sería muy extraño que nevase en Barbastro a comienzos de marzo. De pie al otro lado del cristal imagino la nieve cayendo, pétalo a pétalo, sobre los almendros en flor.
miércoles, 2 de marzo de 2011
61
En enero de mil novecientos noventa y dos, durante una tormenta en el océano Pacífico, un carguero proveniente de Hong Kong perdió un contenedor lleno de patitos de goma que se abrió liberando su carga. Durante años aquellos juguetes de plástico, construidos para flotar en bañeras infantiles, surcaron los océanos y mares de medio mundo para aparecer finalmente, de vez en cuando, en las playas más remotas. Probablemente en este mismo instante, mientras escribo estas palabras, alguno de esos patitos continúa flotando entre inmensas olas bajo el cielo estrellado, desierto, silencioso.
martes, 1 de marzo de 2011
60
Lo mejor de la floración de los almendros silvestres es que sucede en cualquier lugar, no solamente en las suaves colinas rodeadas de campos labrados o sobre los ribazos cubiertos de romero y tomillo que envuelven los caminos, también en desoladas escombreras, al lado de torres de alta tensión, entre las ruinas de masías abandonadas hace generaciones y junto a oscuros almacenes y silos donde reinan las sombras. Los pequeños almendros florecen en cualquier lugar, y al hacerlo nos ofrecen cierto consuelo, cierta belleza, cierta esperanza imprecisa.
lunes, 28 de febrero de 2011
domingo, 27 de febrero de 2011
58
Carlos vuelve de la calle proclamando que tiene un hambre atroz, increíble, alucinante, «una pasada». Dentro de dos meses cumplirá catorce años y está en esa edad en la que nada es capaz de saciarle, de hecho se pasa el día comiendo como si dentro de su cuerpo, extremadamente delgado, zumbase un motor nuclear. Entra en la cocina, se asoma a la luz del horno encendido y grita de gozo al descubrir la empanada de espinacas que vamos a cenar. Carlos es expansivo, alegre, confiado, un ser humano que, a poco que le acompañe la suerte, sabrá ser feliz.
sábado, 26 de febrero de 2011
57
El tiempo ha cambiado, era casi primaveral y en las últimas horas han comenzado a bajar las temperaturas, algo que me hace feliz porque me ha permitido encender el fuego. Cuando salía a por leña me he dado cuenta, una vez más, de lo descuidada que está la terraza. Entre las macetas y el muro había hojarasca de otoño sin barrer, me he agachado para observarla de cerca y he descubierto que en realidad se trataba de todo un nuevo ecosistema en el que incluso habían brotado pequeñas plantas. La naturaleza no repara en si las cosas son basura o no, si tienen sentido o no lo tienen, si significan algo; la naturaleza sólo sabe existir.
Anotado por Jesús Miramón a las 19:45 | 365 , Diario , Fotografías
viernes, 25 de febrero de 2011
56
Despierto de una siesta de inmersión abisal y decido quedarme quieto sobre la cama sin deshacer, cubierto con una manta liviana. He dormido durante una hora y media y me siento como si acabase de regresar de un lugar muy profundo. Vuelvo a cerrar los ojos pero no encuentro nada, no hay migas de pan en el bosque oscuro. La luz de la tarde se cuela en el dormitorio para que crea en el mundo.
jueves, 24 de febrero de 2011
miércoles, 23 de febrero de 2011
54
A veces sueño despierto con lugares donde nunca he estado ni probablemente estaré: los grandes bosques azules de Australia, los prados cuajados de flores de las altas mesetas tibetanas, la banquisa antártica azotada por el viento, el mar de los sargazos, las junglas de Borneo. La culpa la tienen mis padres y su generosidad a la hora de adquirir enciclopedias ilustradas, algo que nunca podré agradecerles bastante. El mero recuerdo de la Enciclopedia Uteha Juventud hace que mi cerebro se estremezca de placer.
martes, 22 de febrero de 2011
53
Se acerca a mi mesa un señor de pelo blanco y bigote rubio que viste un anorak de color rojo de la marca Quechua. Es polaco y casi no sabe hablar español, de modo que a duras penas logro comprender que su mujer ha venido a España a reunirse con él, quien, para mi sorpresa, lleva viviendo aquí nada menos que cinco años. Me cuenta que trabaja en obra civil, «en la montaña, tubos grandes», y tal vez imaginando mis pensamientos me aclara que trabaja con otros polacos, que habla con muy pocos españoles. Yo le digo que su idioma y el mío son muy distintos, muy difíciles el uno para el otro. «Oh, sí», dice, «mucho difícil, distinto, sí», y añade: «también países mucho distintos, allí en Polonia mucho frío, más frío que aquí, allí ahora treinta grados bajo cero y más, aquí mejor». «Ah, pero en verano aquí no se puede vivir de calor, a mí me gusta más el frío», le digo, y nos reímos los dos. Él dice: «lo peor mosquitos, y moscas también, malas las moscas, mí en verano daño aquí», dice, señalándose un punto entre las cejas, allí donde ponen la bala los francotiradores. «¿Le picó una mosca entre los ojos?», le pregunto. «Sí, oh, mucho daño, sí». Y volvemos a reírnos. La situación es un tanto absurda pero nos caemos bien. Mientras acabo de resolver el alta de su esposa como beneficiaria de su cartilla de la Seguridad Social le digo: «España y Polonia son países muy distintos en el clima pero nos parecemos en el carácter, nos gustan los sentimientos». Él me mira extrañado. «Quiero decir que Polonia y España son países de poetas, ¿no cree?». «¿Poetas?», pregunta. «Szymborska, Zagajewski», contesto, sabiendo que mi pronunciación debe de resultarle ridícula. «¡Ah, sí, Wisława Szymborska, premio Nobel, sí! ¿Usted conoce?», dice con expresión divertida, volviendo a sonreír. «Claro, me gusta muchísimo». Entonces él me mira asintiendo con la cabeza sin saber qué decir o hacer. Le doy sus papeles, le explico los trámites que debe realizar y al levantarse de la silla me da la mano y me pregunta: «¿Cómo se llama usted?». «Jesús». «Muchas gracias, señor Jesús, yo diré mi mujer, ella gusta Szymborska como usted, adiós». «Adiós, señor K.», le digo, «¡y buena suerte con las moscas!». Él ríe, me señala con el dedo índice de la mano derecha y se va. Sé por experiencia que las picaduras de tábano duelen muchísimo.
Anotado por Jesús Miramón a las 19:44 | 365 , Diario , Vida laboral
lunes, 21 de febrero de 2011
52
Cuando he salido a la calle llovía débilmente y la tarde comenzaba a languidecer. He llamado a casa para decirles que llegaría un poco más tarde porque me apetecía conducir por la carretera comarcal de Estadilla y Fonz. Creo que durante los treinta y cinco o cuarenta kilómetros de recorrido me he cruzado con dos vehículos: un tractor y una furgoneta. El campo estaba tranquilo, desierto, empapado. He disfrutado tanto que me ha costado casi una hora llegar a Binéfar.
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Carretera A-133, 21 de febrero de 2011.
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Anotado por Jesús Miramón a las 20:02 | 365 , Diario , Fotografías
domingo, 20 de febrero de 2011
51
Limpiar anchoas en salazón requiere paciencia: se colocan bajo el agua del grifo, se abren con los dedos, se extrae la espina y se lavan sin prisa. Estas son de La Escala, en Gerona. Vivimos en Bañolas muchos años y la playa más cercana a nuestra casa era precisamente la de Ampurias, junto a La Escala. Algunos domingos de invierno como el de hoy solíamos ir a pasear por allí. Todavía no habían construido las instalaciones de los juegos olímpicos de Barcelona y la estrecha carretera paralela al mar estaba abierta al tráfico. Caminábamos descalzos por la playa desde el hostal Empúries hasta el pequeño y encantador pueblo de Sant Martí, pasando junto al antiguo muro del muelle griego. Si dejo de limpiar anchoas y cierro los ojos puedo volver a sentir la arena fría bajo los pies.
sábado, 19 de febrero de 2011
viernes, 18 de febrero de 2011
49
Bebo a sorbos una infusión de salvia y recuerdo cómo sabía hace quince días, cuando recuperé el olfato durante aquella semana voluptuosa. Hasta que el nuevo tratamiento surta efecto tendré que volver a oler, como solía, con la imaginación.
jueves, 17 de febrero de 2011
48
Mientras pedaleo sobre mi bicicleta veo en la televisión las imágenes de un famoso cocinero hablando a las cámaras con una sonrisa en la boca, absolutamente desconocedor de que en pocos minutos morirá de un infarto fulminante. No puedo dejar de observar con atención sus ojos, sus labios en movimiento, tanta fragilidad.
miércoles, 16 de febrero de 2011
47
Me gustan las mujeres que viven en las montañas, su aspecto agreste, sus jerseys de lana, los pantalones de trabajo, las botas de campo, a veces de agua; me gustan sus mejillas sonrosadas, sus ojos brillantes, las manos fuertes, las uñas descuidadas; me gustan porque transmiten una feminidad sin artificio, porque son mujeres distintas, acostumbradas al trabajo físico, el contacto con los animales, los caminos de tierra, la lluvia y la nieve. Algunas veces hablo con ellas en mi lugar de trabajo y, mientras lo hago, imagino cómo debe de ser vivir a su lado, compartir con ellas las labores de las granjas, los cultivos, la cama. Cuando se levantan y se van observo por el ventanal cómo suben a sus cuatro por cuatro, arrancan el motor diésel y emprenden el regreso a lugares que no conozco.
martes, 15 de febrero de 2011
46
Anteayer tuvimos el placer de disfrutar de un maravilloso concierto de piano interpretado por Teresa Vilaplana Maza, hija de la directora de mi coral y en su día compañera en la cuerda de las contraltos. Desde hace ya unos años vive, trabaja y estudia en Salzburgo, ella es la joven estudiante española que aparece en el primer texto que publiqué en Las cinco estaciones en marzo de dos mil siete. Lo mejor de Teresa, una pianista excepcional, no es únicamente su virtuosismo o la delicada sensibilidad con la que interpreta las partituras, lo mejor es algo que se mantiene intacto desde que era alumna de Maite: su personalidad sencilla, natural, tímida y absolutamente ajena, a pesar de sus logros y éxitos, a la petulancia y la megalomanía. Su talento nos regaló la partita BWV 826 en Do menor de Bach, la obra «Cançons i dances» de Mompou, Momentos musicales Op. 94 de Schubert, y de bis la sorpresa, de la que ni siquiera sus más íntimos estaban informados, de tocar unas canciones de Falla con una compañera suya de Salzburgo, María Moros Ballesteros, intérprete de viola venida desde Zaragoza para la ocasión. Fue una bellísima velada que convirtió la tarde del domingo en un verdadero acontecimiento. Enhorabuena.
lunes, 14 de febrero de 2011
domingo, 13 de febrero de 2011
44
La gente dice: «Yo no leo poesía, soy más de novela". La gente dice: «Hace años que sólo leo ensayos». Mirando revistas atrasadas, uno de mis pasatiempos favoritos en el cuarto de baño, leo que en los altares espontáneos que aparecieron en los andenes después de los terribles atentados de Madrid había, sobre todo, muchísima poesía. La antropóloga dice: Había de todo. Velas, flores, muchos mensajes, tanto a los fallecidos como a los terroristas. Mensajes religiosos y políticos. Y muchísima poesía. La investigadora Paloma Díaz Mas estudió la parte literaria, donde la parte oral se mezcla con la literatura. En un momento de crisis, de muerte sentida socialmente como algo traumático, lo que cuenta es la palabra, el papel de la poesía. La presencia poética en los 70.000 documentos resulta apabullante.
En realidad no se trata de que nos guste o no: sucede que en situaciones extremas la poesía es el único modo de expresar la verdad de lo que sentimos. Es algo que en rigor tiene más que ver con lo que somos que con la literatura o la edición de libros. Hölderlin escribió: «Pleno de méritos, pero es poéticamente / como el hombre habita esta tierra». ¿Cómo habría de ser de otra manera si la vida, el mundo, no es un mérito sino un don?
sábado, 12 de febrero de 2011
viernes, 11 de febrero de 2011
42
Es curioso cómo nuestros hijos heredan, además de algunos rasgos físicos, nuestras aficiones y mitomanías. Carlos, de trece años, se está convirtiendo poco a poco en un amante del cine como yo. Comenzó el año pasado cuando se enganchó a la serie «The Wire», siguió con John Wayne en Irlanda (El hombre tranquilo) y tras pasar por Stanley Kubrick (La chaqueta metálica) y Akira Kurosawa (Dersu Uzala) ahora está loco con otro de mis ídolos, Clint Eastwood, de quien estos días ha visto «Million dolar baby», «Gran Torino» y «Sin perdón»: de lo bueno lo mejor. Él me pide calidad y yo se la doy, ¿qué otra cosa puedo hacer? Carlos me cuenta que le da rabia no poder hablar de esas películas con sus amigos, me cuenta que si alguna vez ha sacado el tema en una conversación resulta que ninguno las ha visto y le dicen que es un friki. Yo le digo: bienvenido al club.
miércoles, 9 de febrero de 2011
40
Al salir del trabajo voy a una peluquería. Allí una chica desconocida me coloca una bata blanca, me invita a sentarme en una butaca, apoya con suavidad mi cabeza en el hueco del lavadero, empapa mi pelo de agua caliente, lo enjabona y aclara una vez, dos veces, y a continuación me practica un masaje que poco a poco, a medida que sus dedos giran con lentitud presionando con fuerza inesperada el cuero cabelludo, logra disolver la barahúnda de voces que traía de la agencia en el interior de mi cráneo. Al terminar le doy las gracias por el masaje y añado: «lo necesitaba». Ella sonríe con timidez y se aleja, su trabajo ha terminado, será otra persona quien me corte el pelo.
martes, 8 de febrero de 2011
lunes, 7 de febrero de 2011
38
Este hombre portugués de sesenta y siete años de edad aparenta sesenta a pesar del pelo gris y el rostro curtido por el sol. Se sienta sonriéndome con franqueza y me dice que está contento porque viene a jubilarse. «Usted no se lo creerá», asegura, «pero jamás en mi vida estuve enfermo». «¿Nunca? ¿Jamás tuvo la gripe o se rompió un hueso?», le pregunto. «Lo que le digo: jamás», responde mirándome sin pestañear, y añade: «Oh, pero no piense que mi vida fue fácil, ah, no, mi vida fue complicada, pude morir muchas veces, desde luego que sí», y calla, durante un instante calla y me mira sin verme, lo sé porque en el iris de sus ojos claros comienzan a agitarse las copas de las palmeras, los pájaros y los monos chillan alertando de la presencia de los soldados, las orugas de los vehículos levantan el polvo de los caminos de Angola, aquel polvo rojo.
Anotado por Jesús Miramón a las 19:57 | 365 , Cuentos , Diario , Vida laboral