Estos días me despierto un poco antes del amanecer, con el ventilador aún en marcha en el dormitorio. Me visto de cualquier manera y me voy a pasear por el campo, sin siquiera limpiarme los dientes. El día, la vida, se siente como a punto de comenzar. Ningún semáforo de Barbastro funciona todavía. La luz es la que precede a la luz. Hoy vi una cigüeña muerta al borde del camino. El sol saliente era de color rojo, mineral fundido. Algunos de los pájaros que huyen ante mis pasos tienen la cola roja, ignoro su nombre. Las flores de los zarzales suman cada mañana. Hace muchas semanas que murieron las amapolas. Hace mucho tiempo que comencé a aceptarme como soy, lo que he logrado, lo que no he logrado. Me siento más satifecho de lo que en mi adolescencia pude imaginar. Pero no puedo seguir escribiendo si mañana quiero volver a pasear por el campo al amanecer. Debo acostarme. Leeré un rato y luego.
lunes, 26 de junio de 2023
Nuestros veranos son la muerte
Nuestros veranos en este lugar del planeta en este preciso momento geológico son una mierda que van camino de otra mierda que ni siquiera es el morir en la muerte -qué felicidad sería-, sino morir en la vida, en el sufrimiento, en el sudor, el animalismo, lo más lejano al pensamiento consciente, el mal humor inherente a la incapacidad de sentirse un ser humano sino más bien un pollo asándose lentamente en una barbacoa inmune a la inteligencia. ¡Y existen alienígenas entre nosotros que le llaman a semejante apocalipsis "tener buen tiempo"! Pero, a partir de ahora, se acerca el invierno: la última esperanza de las neuronas todavía no hervidas en su líquido meningítico, un futuro sin noches de sudor y duchas de agua fría, un horizonte, aunque temporal, verdaderamente humano, soportable, amigo del hielo y el hálito de la vida convirtiéndose en humo en nuestra boca. Nuestros veranos son la muerte que van a dar en el frío, que es el vivir. Allí van.
lunes, 12 de junio de 2023
Nuestras vidas son los ríos
He vuelto al trabajo. Me encuentro bien. He superado otro cabo de Hornos. Me encuentro tan bien que casi estoy exultante (no conozco el término medio de nada, ese es mi problema). La mañana ha transcurrido sin ansiedad ni situaciones complicadas, atendiendo a las personas que se sentaban al otro lado de mi mesa con la misma empatía y buena voluntad con las que lo he hecho siempre, pero sin sufrimiento: la química, la ciencia, cumplen con su función. Junio avanza hacia julio. El viernes pasado nuestra hija leyó su tesis en Bergen, a donde íbamos a ir en avión pero mi patología me aconsejó no hacerlo. Ya es doctora en biología molecular y genética, o algo así. Me sentí tan orgulloso de Paula Miramón Puértolas: la niña que exploraba el campo a mi lado y tomaba en sus manos insectos sin ningún miedo. Toda la familia, tías, tíos y primos y primas incluidos, asistimos a su defensa a través de internet. Dentro de pocas semanas vendrá a España y podré abrazar con mi cuerpo de oso su cuerpo de mariposa. Nuestro hijo, Carlos Miramón Puértolas, cada día más adulto y, maravillosamente, más cariñoso, trabaja como bombero forestal mientras prepara como puede unas oposiciones a agente de protección medioambiental. Su mundo y el de su novia, enfermera, es el monte, la naturaleza. Me siento orgulloso de sus principios éticos, su bondad natural, su curiosidad; también sufro como padre cuando tiene que acudir junto a sus compañeros a apagar un incendio en el campo, siempre existe el peligro de un cambio de dirección del viento o una mala decisión de sus superiores. Maite, mi compañera desde los dieciocho o diecinueve años, y ya hemos cumplido sesenta, se jubila este año. Ella, como la veterana profesora de Lengua y Literatura que es, cotiza en una mutualidad que le permite retirarse ahora. No puedo imaginármela sin sus pilas de exámenes y trabajos para corregir en la mesa del salón, pero sí yendo a nadar cada mañana a la piscina cubierta. Mis padres se aproximan al mar, como dijo el mejor poeta que jamás ha existido en lengua castellana. Mi madre, sobre todo, cada vez está peor. Me consuela saber que tuvieron, que tienen, que tendrán hasta el final, una existencia rodeada del amor de su familia. La vida fluye y yo, tú, todos nosotros, fluimos con ella. Las olas rompen en la orilla y se retiran para dejar paso a las siguientes. En el cielo azul de nuestro planeta las nubes son blancas.
jueves, 8 de junio de 2023
Cariño
Ha llovido en los últimos días. No de modo constante, no todo el tiempo, pero llovió a ratos y la tierra despertó silenciosamente. Las ranas croan en los charcos de los caminos y las carreteras poco transitadas. Ayer vi una abubilla cruzar el cielo delante de mí. Como sucede con tantas cosas, no sabía cuánto echaba de menos el petricor hasta que inundó mi cerebro paso a paso junto a los enebros y las encinas carrascas. Mi madre ha dejado de comer en los últimos días. La alimentamos con una jeringuilla. Lo que todos sabemos pero ninguno nos atrevemos a pronunciar en voz alta se aproxima silenciosamente, sin crueldad y sin compasión. Me enfrento a ello como millones de hijos lo hicieron antes que yo durante miles y miles de años. Sólo deseo que no sufra. El pasado fin de semana me miró durante unos segundos como si me reconociese y me dijo: "cariño", para desaparecer después. El impacto de las bombas en guerras lejanas estremecen mi corazón. El deshielo acelerado de los polos de nuestro planeta, el único lugar del universo en el que nuestros pulmones son capaces de respirar veneno. Los vehículos surcando la cercana autovía a toda velocidad como yo lo hice tantas veces. Siento que todo me concierne y siento, a mi pesar, que no puedo evitarlo. La curiosidad, la búsqueda de cierta aproximación a la verdad y, sobre todo, el amor. Lo feo, lo bonito, el sueño.
sábado, 20 de mayo de 2023
Acuarela
Las pinceladas de acuarela, las vibrantes, las maravillosas amapolas, comienzan a agostarse. Los pájaros cantan invisibles en los árboles bajo cuya sombra caminamos algunos tramos del paseo. El cielo azul, alto, inacabable, sin una nube, azul, tan azul, me hace recordar la belleza del lugar donde habito. Los campos hace pocos días de un intenso color verde esmeralda ahora comienzan a amarillear, a volverse poco a poco dorados, de cobre, de oro. El agua corre transparente y limpia por el canal de Selgua. Suena el zumbido de los insectos.
La corriente
Mejoro más lentamente de lo que desearía. Algunos días avanzo y otros retrocedo. Todo es raro. La nueva medicación tardará semanas en hacer efecto, y en ello confío, pero mientras tanto me desespero un poco. Continúo con problemas de visión, esporádicos pero presentes, lo cual no impide que me obligue a mí mismo a ir al campo a pasear (si por mí fuera estaría todo el día en la cama hecho un ovillo, durmiendo, despertando y volviendo a dormir). Creo que nunca he estado tan mal. Es como si me hubiera hundido en un pozo muy profundo y oscuro. Me cuesta dormir, pero no quiero tomar más pastillas de las que ya consumo. Tengo que armarme de paciencia y ser egoista y pensar en mí, me lo dijo me hermana pequeña, a la que adoro. Todo esto pasará, y volveré a estar bien, y veré bien, y podré trabajar y ayudar a la gente, y podré ir a Zaragoza y estar con mis padres. No veo la hora. Voy a hacer una confesión: la depresión y la ansiedad destruyen tu vida, la deforman. Te impiden ser feliz incluso ocasionalmente. Acumular días de tristeza es agotador y destructivo. Echo de menos mi vida anterior, la normal, la corriente, cuando existía también la alegría.
martes, 9 de mayo de 2023
Me la dejé en Irlanda
No puedo dormir, otra vez. Y como no puedo dormir me he afeitado la barba. Me la dejé en Irlanda, en julio o agosto de 2010, simplemente porque me olvidé los utentisilios de la ceremonia cotidiana. Así pues, he llevado barba durante casi trece años. A Maite le gusto más con barba, lo sé, así que mañana se llevará un pequeño disgusto. Pero me apetecía hacerlo. También me apetece ponerme pendientes, unos sencillos aros, no sé si en una oreja o en las dos, y lo haré. Hoy mi querida doctora me ha llamado a modo particular al teléfono y me ha cambiado la medicación: hay drogas más modernas y con menos efectos secundarios que las que he tomado durante tantos años. Me encuentro un poco mejor. No soporto la idea de ir a Zaragoza o volver a atender al público al otro lado de mi mesa de trabajo, pero espero que eso cambiará poco a poco. Me gustaban mucho ambas cosas. La depresión y la ansiedad son una puñetera y soberana mierda pinchada en un palo. Pero aquí sigo, y me he afeitado la barba, y pienso que tal vez algunas cosas mejoren -sé que otras no lo harán. Y sobrevivo cada día aunque no pueda dormir. Y amo y soy amado. Con esto basta. Con esto podría morirme feliz ahora mismo.
domingo, 7 de mayo de 2023
Leones y rinocerontes
No puedo dormir. Soy uno más de los millones de personas que ahora mismo, en el mundo entero, no pueden dormir. Ayer supe que nuestro planeta será engullido por un sol moribundo dentro de cinco mil millones de años. Hay cuevas todavía sin descubrir que esconden maravillosas pinturas de caballos, leones y rinocerontes. Hay colonias espaciales en la luna y en marte que tampoco hemos creado aún. Todo es un parpadeo, también dormir y darme ese descanso mental que tanto necesito en estos días. No debería pensar, no debería imaginar, pero mis deseos y mi cuerpo, como mi mente y este mismo cuerpo, no están armonizados, soy un instrumento desafinado que no puede dormir. Me tumbaré en la cama, apagaré todas las luces y cerraré los ojos. Respiraré. Pensaré en Irlanda. En caballos. En el mar. Pensaré en el paseo que mañana daremos Maite y yo junto al canal de Selgua, escuchando los pájaros en los árboles.
jueves, 4 de mayo de 2023
Los primeros vencejos
Han regresado los primeros vencejos de alas en forma de guadaña. Hace pocos días volaban sobre rebaños de gacelas y manadas de leones y ahora están aquí, entre los tejados de las casas. El mundo es un lugar extraño y fascinante para mí. Los campos verdes esmeraldas, brillantes como todo lo nuevo hace unos días, ya comienzan a amarillear y dirigirse hacia los dorados campos del verano, cada vez más temprano. Yo sólo soy un humano en este planeta, uno más entre miles de millones. Intento comprender alguna cosa en el breve parpadeo que durará mi existencia. Creo en el amor, creo en la exploración, creo en la ignorancia. También en la belleza.
domingo, 30 de abril de 2023
jueves, 27 de abril de 2023
Un lugar extraño
Dos semanas de baja médica en el trabajo. Sufro por mis compañeras, pero eso es algo que, precisamente para mi recuperación, debo omitir de mis pensamientos. Aunque sucede que mi enfermedad es producto de mi cerebro, y todo se complica un poco. Toda la vida he intentado enfrentar las cosas desde la más sincera e inocente honestidad, el ejemplo que he heredado de mis padres es hacer las cosas bien y sin llamar la atención, por eso siempre me ha costado muchísimo pedir la baja o alterar el funcionamiento normal de mi pequeña oficina comarcal de información de la seguridad social, pero me he roto. Necesito un tiempo para recomponerme. He retomado la medicación que abandoné en septiembre del año pasado, algo que vivo como una rendición, un fracaso en toda regla. Sí, lo sé, soy idiota, pero es que soy idiota. Sufro mucho, lloro mucho, y continúo respirando, mi cuerpo funciona sorprendente y aparentemente bien. Lo que mi familia está sufriendo le está sucediendo a miles, millones de familias en todo el planeta. Me gusta pensar en ese concepto: el planeta. Continentes, tormentas tropicales vistas desde el espacio, países, ciudades luminosas en el lado oscuro de la tierra, calles y edificios, semáforos, parques, aceras. Parecería que al hacer todo más próximo, más cercano, más visible, los sentimientos se disuelven de algún modo: no es así. Los sentimientos no se disuelven, los sentimientos permanecen y crecen y se transforman en un jardín, en una jungla. Intento seguir adelante sin traicionarme, siendo un digno receptor de la herencia que mi familia ha sembrado en mí y en todos mis hermanos. Me recuperaré y volveré a ser capaz de amar sin vaciar mi alma hasta el fondo. El mundo es un lugar extraño, pero habitamos en él. Lo exploraremos hasta el final, las estrellas brillan en el cielo.
martes, 25 de abril de 2023
Algo que no sucederá
Todo comienza con un cambio radical de las sensaciones e incluso de los sentimientos. Lo que era normal hasta ese momento de repente queda interrumpido por una amenaza cierta que pone en alerta el cuerpo entero. Uno siente que se le va la cabeza, las pulsaciones se aceleran, aparecen los vértigos, los sentidos multiplican su sensibilidad, la necesidad de huir supera cualquier voluntad y, al mismo tiempo, la inminencia inmediata de la muerte se alza ante ti como algo inevitable. E, incluso aunque en cierto modo no te importe morir, cada célula de tu cuerpo se activa para volverte loco con todo el sufrimiento que puedas imaginar, porque ellas no quieren morir. Uno no puede escribir, no puede escuchar, ni siquiera puede no escribir o no escuchar. Uno ve doble, siente los tobillos de arcilla, carece de cualquier control de lo que le sucede. Uno se siente un náufrago en medio de una tormenta marina a miles de kilómetros de una playa, a merced de olas oscuras y gigantes, tan indefenso que sólo quiere dejarse morir, algo que no sucederá.
domingo, 23 de abril de 2023
Hoy llovió
Hoy llovió durante tal vez cuarenta o cincuenta minutos. La felicidad que nos envolvió a todos fue tan intensa como efímera, y mientras miraba desde la ventana de la cocina pensé en semejante privilegio. El cielo grisáceo sobre los edificios del otro lado del río. Los latidos de mi corazón a pesar de todo. Llovió un poco. Pude contemplarlo.
domingo, 16 de abril de 2023
Un gorrión
Lloro, y entre lloro y lloro suspiro, respiro, cocino, voy a trabajar, saludo a los vecinos, salgo con el coche del garaje, compro pan, me detengo en medio de la acera para mirar cualquier cosa: una obra en construcción, un árbol, un gorrión en la acera.
sábado, 1 de abril de 2023
Todo está bien
Camino a través del campo inflamado de color verde esmeralda, las primeras amapolas asombrosamente rojas, las nubes blancas en el cielo azul; camino junto a la mujer que amo desde los dieciocho años y amaré hasta la muerte; camino con una tristeza de meses palpitando en la articulación de mi dolorido hombro derecho. Se escuchan los pájaros alejándose a nuestro paso, y las hormigas y escarabajos despertaron del sueño invernal para salir a la luz del mundo y cruzar delante de nuestro paseo. Alguna vez, en el futuro, lo harán sin nuestra presencia, ya extinguida. Pero yo no estoy triste por algo inmenso y significante y profundo, yo estoy triste por lo mismo que estuvieron tristes millones de hijas e hijos antes que yo: la decadencia y desaparición de quienes me trajeron a este mundo insólito y me quisieron, me cuidaron, me besaron y mimaron tantas veces. Todo está bien: la luna brilla en el cielo sobre esta pequeña ciudad, mi corazón palpita en la absoluta oscuridad del interior de mi pecho, todo está bien.
miércoles, 29 de marzo de 2023
Primavera
Ayer me extrajeron una muela, no estaba previsto pero así fue. El joven médico que me atendió tenía acento asturiano, y su ayudante, otra joven maravillosamente simpática, se llamaba Azucena. Rosa, Violeta, Margarita, Azucena: me gusta mucho que algunas personas se llamen como las flores, no sé por qué. Por otra parte no hay mucho más que decir respecto a mi vida: gracias a las radiografías supe que mi muela anclaba sus raíces muy profundamente en la mandíbula inferior, lo cual podría acreditar que soy un ser humano en este mundo, aquello que siempre quise ser con todas mis fuerzas. Soy de aquí, pertenezco a este planeta, los pequeños restos de mi muela ensangrentada tirados a un cubo de basura lo demuestran, todo es glorioso y sórdido al mismo tiempo, huesos y alma, las yemas de las hojas de los árboles pugnando por brotar y comenzar un nuevo mundo junto a la carretera.
jueves, 23 de marzo de 2023
Arcilla y nubes
Ven, atraviésame, llévame en la cima de la ola hacia la playa bajo el sol, bajo la lluvia, bajo el olvido de los planetas lejanos. No te tengo miedo porque fluyes en mi sangre, sé qué eres, te he visto flotar y desaparecer frente a mi boca en las mañanas de invierno. Ven, acaba conmigo sin misericordia pero cuida de los míos, acúnales con tus canciones de arcilla y nubes, acompáñales sin asustarles, suavemente, como si no existieses, tú sabes hacerlo.
viernes, 17 de marzo de 2023
Los tambores
Me han despertado los tambores. Sonaban y resonaban en la zona trasera de mi cerebro durmiente, despegándose cada vez más de la realidad del sueño. Eran las ocho y cuarto de la tarde pero yo estaba convencido de que amanecía a una nueva y cotidiana mañana. Al abrir los ojos ni siquiera sabía qué día de la semana era. El caos. Estragos del ansiolítico que esta mañana consumí para poder seguir trabajando en medio de la marabunta y la locura. Los tambores eran un ensayo para las procesiones de Semana Santa, y es viernes por la tarde, ya casi de noche. He llamado a mi padre por teléfono como cada día, todavía con mi percepción de la realidad alterada por el orfidal que tomé hace horas para seguir adelante. Todo es extraño y familiar al mismo tiempo, aunque querría dormir un poco más. Unos días más. Unas semanas más. Unos meses más. Soñaba que nadaba y buceaba feliz en las frías aguas de una cala de la costa brava, al pie de un camino de ronda. Quería quedarme allí.
miércoles, 22 de febrero de 2023
Las nubes
Hoy en mi trabajo le dije a una persona adulta que lo mejor que podía hacer era dejarse llevar por el tiempo igual que hacíamos de niños en la playa, cuando jugábamos a hacernos los muertos y flotábamos bajo el sol mecidos por las olas. Ella me comprendió mirándome a los ojos. A veces la vida nos da tantos golpes, nos empuja y deshace tanto, nos destroza tanto, que nadar contra la marea es la peor opción, la más inútil, la más estéril: es mejor abrir las piernas, los brazos, sentir el frío en la espalda, el calor en el rostro, las nubes.
Anotado por Jesús Miramón a las 22:48 | Diario , Vida laboral
jueves, 16 de febrero de 2023
miércoles, 1 de febrero de 2023
Sin migas de pan
Echo de menos cuando mamá descolgaba el teléfono y podíamos hablar. Su voz, su voz llena de vida antes de extraviarse en la tarde. La enfermedad avanza ajena a los sentimientos, ajena a la razón, devorando recuerdos. Ya no se me rompe el corazón cuando contemplo su mirada perpleja, la mirada de una niña perdida en el bosque sin migas de pan en los bolsillos. Donde latía mi corazón ahora hay un pozo oscuro, denso, a veces palpitante, a veces muerto.
domingo, 29 de enero de 2023
Meteoritos
Ni el hielo ni la arena ni el viento, la lluvia, terremotos, erupciones volcánicas, meteoritos: nada supera al pequeño tiempo, el pequeño amor.
domingo, 1 de enero de 2023
Nochevieja
Maite, Paula y yo volvemos de casa de mis padres atravesando las calles de Zaragoza. Somos caminantes del tiempo en una ciudad en la que grupos de personas, tiernamente vestidos de gala, vuelven o se dirigen a alguna parte. No hace frío en este lento fin del mundo.
domingo, 24 de julio de 2022
Que nada pesa
Por si muero esta noche o mañana aquí traigo mi alma, que nada pesa. He amado mucho y, para mi sorpresa, he sido amado. Los pájaros duermen en la oscuridad. Mi alma es esto: cuatro palabras. No me recordéis: el mundo amanece, la noche siempre pierde la batalla.
miércoles, 13 de julio de 2022
Infierno
Las aspas del ventilador giran mecánicamente pero ya casi me dan ganas de ponerles un nombre y quererlas como se quiere a una novia. Veintiséis grados de temperatura a la una de la mañana. Me ducharé y acostaré sin secarme del todo. Esto es el verano que tantas y tantas personas esperan todo el año, algo que nunca entenderé en este país, que se transforma en un infierno. El año que viene se jubila mi compañera, profesora, y por fin podremos irnos de vacaciones en marzo, o en octubre, o en febrero. Llevo media vida esperando eso. El verano es una soberana mierda pinchada en un palo. Y cada vez será peor, año tras año. Época de recogerse, como pasaba antaño con los inviernos antiguos. El calor me vuelve loco, afecta a mi cerebro. Voy a ducharme y acostarme mojado sobre la cama. Mañana será otro día.
jueves, 7 de julio de 2022
Vencejos
Los vencejos volando en el cielo a muchos metros de altura parecen insectos bajo las nubes negras de tormenta. No hay aves que vuelen como ellas y sus alas en forma de guadaña, cambiando de dirección a cada momento, más veloces que mi pensamiento que las mira. Días de tormentas de verano pasajeras, escandalosas, buscando llamar la atención y nada más -es un decir: las tormentas no piensan, sólo existen ajenas a nuestra existencia. En mi corazón los sentimientos permanecen durante días, durante meses. No lo puedo evitar. Al marido de una amiga mía muy íntima le han diagnosticado una enfermedad incurable que avanza a toda velocidad, y lloramos abrazados ella y yo, y después lloro en silencio al otro lado de mi mesa de trabajo, bajo una sonrisa profesional. Otra amiga, víctima del porcentaje de personas que desarrollan patologías poco conocidas tras haber sufrido el COVID, está desesperada, sin poder recuperar su vida previa, otra amiga a la que quiero muchísimo. Siento que la muerte y la enfermedad me rodean y acepto cualquier accidente que pueda sucederme mientras contemplo a los vencejos volar frente a nuestro apartamento junto al río. Vuelan a toda velocidad, quebrando su rumbo en una milésima de segundo, girando en el cielo bajo las nubes oscuras que luego descargarán fugazmente su tímida y adolescente tormenta de verano. Acepto lo que venga no por valor, el valor es absurdo fuera de la guerra; acepto lo que venga porque, es algo que he aprendido, no habrá otro remedio, no lo hay. Y no pasa nada. Cuando esta ciudad sea un cúmulo de ruinas los vencejos seguirán volando como insectos en el cielo, haciendo increíbles cabriolas bajo las nubes, volando como sólo ellos saben hacerlo, ajenos a la lejana memoria de nosotros.
martes, 28 de junio de 2022
Algo así como una mentira
Una serie de acontecimientos a mi alrededor en las últimas semanas y meses me han hecho darme cuenta de la fugacidad de nuestras certezas: todo puede cambiar en unos días, en unas horas, en unos minutos. Y debemos aceptarlo como aceptamos las tormentas y la lluvia. Más allá de esa aceptación por otra parte inevitable no hay mucho más que aprender. La fuerza del amor, siempre, y la inutilidad de las cosas futiles, las posesiones, las ambiciones mundanas. Esta mañana, a eso de las siete, cuando amanecía, una tormenta ha roto sobre Barbastro y ha empezado a llover. Ha llovido durante toda la mañana hasta la tarde. El olor de las calles y los jardines y el río no puedo definirlo salvo con una palabra: felicidad. Al mismo tiempo hay personas cercanas a mí que sufren y día a día se aproximan al mar que es el morir, mientras llueve y yo inhalo el aroma de la lluvia tras semanas de temperaturas extremas. La vida es algo muy extraño, algo así como una mentira, un sueño -lo sé: se dijo y escribió muchas veces. Voy a acostarme. Ya son más de las doce y mañana trabajo. Cerraré los ojos y moriré sin morir de verdad. O tal vez sí.
jueves, 23 de junio de 2022
La brisa de la noche
La brisa de la noche entra en mi apartamento a través de todas las ventanas abiertas e intenta, sin ser consciente de ello, insuflarme cierta esperanza en el futuro. Me gustan las metáforas desde que, a los doce años, comprendí lo que eran, el mágico artefacto. Es bonito tener recursos para expresar lo que no podríamos expresar de otra manera. La brisa de la noche me convierte en un ser humano posible, sonriente y bueno.
sábado, 18 de junio de 2022
Un hidroavión canadiense
Son las doce y cuarto de la madrugada. Las hélices del ventilador giran como los restos de un hidroavión canadiense estrellado en los bosques del ártico. Por un momento pienso en ese edén congelado. Ahora mismo hay veintiocho grados en esta habitación. Me tiendo desnudo sobre la sábana con el ventilador girando sin cesar. Sólo quiero soñar con lo que imagino que me haría feliz, nada más.
sábado, 11 de junio de 2022
Si es por amor
No quiero ir a Zaragoza mañana. No quiero que mi madre padezca de Alzheimer y mi padre esté cada día más agotado, más consumido. No quiero demorar más acostarme y dormir a pesar de estar a veintidos grados de temperatura. No quiero sufrir, no quiero sentir dolor. No quiero saber. Mañana iremos a Zaragoza y saldremos con mi madre y mi padre a tomar un vermú. Por la tarde volveré a su casa a eso de las siete. Y el domingo otra vez por la mañana. Mis dos hermanos que viven en Zaragoza se ocupan cada día. Quienes vivimos fuera, mi hermana pequeña y yo, nos turnamos. Todo está bien salvo la dureza de lo que nos ha tocado como familia, lo que les ha tocado a miles, seguramente millones de familias en el mundo. No voy a quejarme: mis padres, hasta la aparición de la enfermedad, han tenido una vida maravillosa, llena de alegrías y regalos: diez nietos, cuatro hijos que se aman. Sí quiero ir a Zaragoza mañana. Sí quiero sufrir, sí quiero sentir dolor, sí quiero saber, si es por amor.