Yo me acuesto y otro hombre se despierta, se sienta al borde de la cama, se pone en pie, se ducha contemplando la bahía y a continuación se seca el pelo frotando su cabeza con una toalla. Mientras mi cerebro comienza a soltar amarras ese hombre ya ha salido de casa y se dirige a su trabajo. Las montañas azules reflejan la luz del sol y en la radio anuncian cielos despejados.
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