viernes, 28 de noviembre de 2008

Expedición

La expedición se detuvo lenta, imperceptiblemente: aquí un explorador de avanzada se demoró más de lo necesario ante el reflejo del atardecer en las nubes, allí un porteador escuchó por vez primera el sonido que producían sus pies en la nieve, ahí las dunas del desierto engulleron clanes enteros, allá otros se perdieron en bosques de bambú.

martes, 25 de noviembre de 2008

Noviembre

Mañana fría de noviembre. ¿Es posible que ya estemos en la última semana? Mientras en el microondas se calienta la leche en la radio advierten de la llegada de una ola de temperaturas glaciales, con nevadas a partir de quinientos metros de altitud. La luz es gris en la calle, gris sobre los tejados de las casas, sobre los coches aparcados junto a la acera. El microondas hace clink.

domingo, 23 de noviembre de 2008

El sueño del erizo

El erizo se envuelve en su nido,
los patos vuelan matemáticamente
hacia el sur en el cielo
y en los tendidos eléctricos
en medio del campo,
como notas musicales y absurdas,
descansan pequeños pájaros negros
cuyo nombre desconozco.

Desde lejos viene la lluvia, desde lejos,
todo el mundo lo sabe.


Mas lo que nadie sabe es
con qué sueña el erizo
que duerme en su nido,
ni cómo es el sur en el cielo,
ni cual el dolor o el gozo
de tantas hojas rojas
sobre la tierra.

Desde lejos viene la lluvia, desde lejos,
y luego vendrá la nieve, tan blanca.

martes, 18 de noviembre de 2008

Que ahí viene

Hace mucho que la noche dio fin a las tareas de las grandes máquinas naranjas y amarillas, que con la llegada de la oscuridad dejaron de desbrozar las rectas franjas de terreno que dentro de algunos meses se convertirán en la autovía que recorreré cada día. A estas horas los trabajadores de chalecos reflectantes descansan en sus casas con sus familias. En la torre de la iglesia de San Pedro dormitan las cigüeñas que decidieron soportar aquí el invierno que ahí viene.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Después del ensayo

Ni la poesía
ni el dibujo
ni la fotografía
ni el cine
ni la gastronomía
ni el sexo
ni la religión
ni la investigación
ni el estudio
ni la medicina
ni la arquitectura
ni la paleontología
ni la novela
ni las playas
ni los prados
ni los caminos del campo,

sólo la música,
ella lo consigue.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Veinte

Por la tarde, a eso de las cuatro, me tumbo en la cama cubierto con una manta. Al cabo de lo que parecen veinte o treinta segundos una voz femenina se abre paso en la oscuridad: Jesús, Jesús, ¿sabes qué hora es? ¡Son casi las siete! Ya voy, ya voy, digo como un niño pequeño, y me doy la vuelta. En mi cerebro es por la mañana, en otro sitio, en otro momento. Vuelvo a caer en un pozo y en seguida, de nuevo: ¡Jesús, son las siete y media! ¿Hasta qué hora vas a dormir la siesta? Abro los ojos. Ella da la luz. La bombilla de uno de los tres brazos de la lámpara del techo está fundida desde hace meses, mañana la sustituiré. La calle está oscura como boca de lobo. Suena el teléfono. Ella desaparece en el pasillo. Escucho su voz que dice: "Soy su mujer, ¿qué desea?", y a continuación: "Verá, es que ya tenemos todos esos seguros, ahora mismo no necesitamos ninguno más. No. No. Se lo agradezco pero no, gracias". Cuelga. ¿Seguro que no es por la mañana? Entonces, ¿cómo se explica esta tremenda erección matutina? ¿Será su voz diciendo: "Soy su mujer, qué desea"? Oh, sí, me excita escucharle decir eso. Poco a poco vuelvo a la realidad y caigo en la cuenta de que Paula está en casa de una amiga y Carlos ha ido a un cumpleaños. Campo libre. En plena trempera matinera a las siete y media de la tarde la llamo por su nombre y le pido que venga. Anteayer cumplimos veinte años de matrimonio. Conozco cada centímetro de su piel. Sé cómo ir despacio y cómo ir deprisa. Es mi mujer. Yo sé lo que deseo ahora.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Compras de ciudad

El sábado por la tarde, cerca de las ocho, sucede: en un centro comercial repleto de miles de congéneres mi sistema límbico se derrumba después de unas cuantas horas de intensa actividad adaptativa: de pronto todos los seres humanos que me rodean me parecen deformes, tarados, escoria de sus moldes, repugnantes monstruos ajenos a su fealdad. Me apoyo en un pilar de falso mármol travertino e intento recuperar la cordura. Mi familia se da cuenta de que no camino entre ellos y regresa a buscarme. Mi mujer me dice que tengo mal aspecto, ¿te encuentras bien? No pasa nada, le digo, me agobia tanta gente, no lo puedo evitar. Mi hija me dice que parezco un paranoico, que siempre me pasa lo mismo en esos sitios (cuando lo que está queriendo y consiguiendo decir es lo siguiente: me estás fastidiando mi día de compras, papá, por favor, compórtate como cualquier otro padre generoso y aguanta). Mi hijo también está harto, lo sé, pero calla con aparente indiferencia porque va detrás de una pieza mayor (que finalmente conseguirá). Vete a casa, me dice mi mujer, tienes mal aspecto, vete a casa y descansa, cuando terminemos te llamamos y vienes a buscarnos, ¿te parece bien? Oh, me parece maravilloso, casi me dan ganas de arrodillarme y besarle los pies. Me alejo de allí lo más rápidamente posible sin que parezca que me persigue la policía. Cuando salgo del aparcamiento subterráneo pulso el botón que baja la ventanilla del coche y dejo que el frescor de la noche de Zaragoza despeje poco a poco mi mente.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Planeta lejano

Desde hace unos días hay nieve en la cordillera. A las ocho de la mañana el sol ilumina las cimas frontalmente en algunos tramos de la carretera, convirtiendo el viaje a Barbastro en una experiencia estética. Sobre los campos de cebada cubiertos de brotes verdes como musgo se eleva un metro o metro y medio de tenue neblina. En los desmontes y barbechos los arbustos de aliaga, que este año crecieron más altos que nunca, se han secado y languidecido hasta transformarse en el decorado de una película de ciencia ficción, vegetación muerta de un planeta lejano. El termómetro del coche señala cinco grados.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Yo no soy bueno

Yo no soy bueno. Cuando se cruzan en mi camino personas que perdieron mi respeto, personas a las que en el pasado vi actuar miserablemente con quienes habían llamado amigas y amigos, personas bajo cuya aparente capa de exquisita educación esconden el cinismo y la arrogancia más despreciables, cuando se cruzan en mi camino ese tipo de personas cambio de acera, y si se empeñan en entrar en mi casa las expulso de ella. A estas alturas de mi vida no pediré perdón por elegir amistades y conocidos. Así de malo soy.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Un día histórico

Me levanto con la noticia de que Barack Obama se ha convertido en el primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos de América, y lo ha hecho, como sucedió en las primeras elecciones de José Luis Rodríguez Zapatero en España, con una afluencia masiva de votantes, entre ellos, significativamente, jóvenes y ciudadanos que en otras ocasiones no acudían a las urnas. Tal vez este miércoles otoñal sea una de esas fechas históricas que recordaremos cuando seamos muy mayores ("yo tenía cuarenta y cinco años el día que Obama ganó la elecciones"), sobre todo si cumple con sus promesas de cambio y regeneración en estos tiempos de crisis. El mundo necesita líderes carismáticos, líderes honestos que sean conscientes de los errores que se han cometido. Hoy siento un poco más de esperanza que ayer.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Deshoras

El sonido del agua en los canalones del tejado me despertó a las cinco y media de la madrugada. Fui al frigorífico y bebí zumo de naranja. Llovía furiosamente a la luz de las farolas de la calle. La casa estaba en silencio. Vine al salón y estuve leyendo. Dejó de llover y se levantó el viento. Cuando empezaba a amanecer regresé a la cama. He dormido hasta las once y media. El domingo es oscuro y frío.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Vacas flacas

En medio de la crisis
el frío regresó
con la indiferencia
de las vacas gordas.

Dentro de las casas
vuelan las últimas moscas
de este año veloz:
vivirán dos semanas.

Qué hermoso es el latido
de la arteria en tu cuello.
No quieras saber nada,
no ahora, y bésame.

sábado, 25 de octubre de 2008

Después del ensayo

La navidad comienza muy pronto para los ciudadanos que cantan en un coro: todavía no han guardado las camisas de manga corta cuando ya están entonando Adeste Fideles, Panis Angelicus o White Christmas. En el mío andamos ensayando una misa concierto para el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, y el concierto extraordinario de navidad que este año cantaremos junto a la coral Barbitanya de Barbastro y la coral de Graus, acompañados por la Orquesta de Cámara de Huesca dirigida por Antonio Viñuales. Hay dos o tres piezas nuevas que debemos aprender, algo que me entusiasma porque existen pocas cosas más prodigiosas que asistir al proceso mediante el cual un grupo de personas que desconocían una obra musical la trabajan y estudian y ensayan, bajo la batuta de su directora, hasta hacerla suya, suya para poder compartirla.

Después del ensayo vamos al Chanti a tomar una copa. Bebo un gin-tonic traicionando mi habitual cerveza Voll Damm y el chupito de whisky. Hablamos de religión, de sexo, de internet, de películas, de música. Cuando salimos del bar ha refrescado un poco y subo la cremallera de mi chaqueta de lana. Conduzco de regreso a casa a través de calles estrechas, la luz de los faros del coche iluminando las paredes del laberinto.

jueves, 23 de octubre de 2008

Dientes y uñas

Viaje a Lérida para una visita rutinaria al ortodoncista uruguayo de mi hijo. Nos llevamos una sorpresa cuando nos comunican que Alejandro ya no está porque se ha trasladado a trabajar y vivir en Barcelona. Hace años que le conocemos, también trató la boca de Paula, y su marcha nos disgusta porque era muy simpático, siempre de buen humor, cariñoso con los niños. Resulta extraño que tu médico desaparezca así, de un día para otro, sin despedirse ni nada. En su lugar han contratado a una doctora de aspecto mucho más serio, amable y correcta pero sólo lo justo, sin alegrías ni confianzas. Es catalana. Al revisar la boca de Carlos toca una de sus muelas de leche, que se mueve desde hace días, y sin preguntar ni dar explicaciones rocía la zona con un spray anestésico y la arranca. El paciente de once años, tumbado en la camilla con la boca inmovilizada y abierta de par en par, sólo puede cerrar los ojos y disimular que casi no le ha dolido. Nada grave, aunque Alejandro hubiera hecho alguna broma, hubiera convertido la extracción en una aventura, hubiera dicho con su acento cantarín: "¿Viste? Ya está, fuiste muy valiente, Carlos, jó, qué tío". Su sustituta se levanta, se vuelve hacia mí y en un catalán casi tan cerrado como el que conozco de los años en Gerona me dice que todo va bien, que la auxiliar va a extraerle el aparato del paladar y que nos veremos dentro de un mes. Se va.

"Qué, Carlos, ¿cómo ha ido?", pregunta Yolanda, "¿te ha tratado bien la doctora?". El chico encoge los hombros. Ella sonríe y me guiña un ojo. Al terminar dice: "Carlos, ¿quieres quedarte con la muela?". Él mira la pequeña pieza sanguinolenta y dice que no. Yo le pregunto a Yolanda: "¿Hay quien se las queda?". "Oh, sí, mucha gente guarda los dientes, supongo que les hace gracia, mira, igual por tener un recuerdo o algo". Es entonces cuando de repente, con total claridad, resucita en mi memoria el cajoncito de un reloj de latón de esos adornados de angelotes y rosetones donde mi madre guardaba dientes diminutos. Estaba, todavía está, en la entrada del piso de Zaragoza, a la derecha. Diminutos dientes de sus hijos, algunos míos. El olor del ascensor, el olor de la escalera, de la casa. Los instantes en los que yo, cada vez más mayor, abro ese cajón y miro con fugaz curiosidad las amarillentas cuentas, esos restos paleontológicos. Yolanda tira al cubo de desperdicios la muela de Carlos. Nos despedimos, pagamos en recepción, nos vamos.

Por la noche termino de limpiar en la cocina dos lomos de melva, les arranco con cuidado las espinas de la ventresca, los despego minuciosamente de la piel, mis uñas se ennegrecen de sangre. En la perola ya casi están cocidas las patatas con el sofrito de cebolla, ajos, pimientos verdes, vino blanco y agua. Corto el pescado en dados medianos, apago el fuego y los echo: el marmitako se acabará de hacer él solo en un momento. Mientras mi familia pone la mesa en la cocina yo en el lavabo peleo con la negra sangre de pescado infiltrada en mis uñas. Las cepillo, las cepillo una y otra vez.

lunes, 20 de octubre de 2008

Flor del mundo

A las cuatro y media de la tarde atendí a una joven ecuatoriana de grandes ojos negros y tez pálida. Olía a fritura, a cocina industrial. Venía de trabajar. Flor del mundo. Dulzura.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Somontano

Cada día laborable conduzco ida y vuelta durante unos cuantos kilómetros entre viñedos. Me gusta contemplar cómo las estaciones van dejando su huella en ellos, cómo son podados en invierno hasta dejarlos en limpios esqueletos, cómo aparecen los primeros pámpanos en primavera y luego se convierten en ramas que se cubren de hojas verdes en verano, cómo maduran los primeros racimos de uva, la campaña de la vendimia y después, ahora, en otoño, cómo la espesura se tiñe de amarillo y de rojo en un alarde de belleza ajeno a la belleza y la muerte, mi mirada.



Paseo por los viñedos de Bodegas Laus hoy, de vuelta del trabajo.

domingo, 12 de octubre de 2008

Gran premio

A las seis y media de la mañana me levanto y acudo a despertar a Carlos para ver juntos el Gran Premio de Japón de Fórmula Uno, ignorantes aún de que Fernando Alonso ganará la carrera con su Renault, demostrando lo mucho que ha evolucionado su equipo y que es uno de los mejores pilotos del mundo. Mientras disfrutamos del espectáculo amanece poco a poco.

viernes, 10 de octubre de 2008

De las hojas

La savia
se detiene
lentamente,
milímetro
a milímetro,
en las arterias

de las hojas

que caerán.

lunes, 6 de octubre de 2008

Mermelada de higos

A las nueve de la mañana asisto a un curso de trabajo en Huesca. La voz monocorde del profesor convierte mis neuronas en gelatina. Tengo microdesmayos en los que sin embargo, lo sé, no importa que sea incapaz de recordarlos, sueño. Mis compañeros también lo hacen, puedo reconocerlo en la laxitud de sus mandíbulas, en su respiración suave y acompasada, en sus ojos exageradamente abiertos.

Por la tarde preparo mermelada con unos higos casi condenados al cubo de basura. Extraigo su carne, la pongo en una cazuela con dos cucharadas de azúcar y un poco de zumo de limón y dejo que hierva lentamente durante un rato. Hacer mermelada es lo más fácil del mundo. La de higos está muy buena con queso de sabor fuerte como el que nos gusta en casa.

Apenas escribo nada. No hago ejercicio y he vuelto a engordar. Me estoy dejando el pelo largo a pesar de los rizos. Me gusta el frío pero desde hace unos días me ducho con agua caliente. Por la noche me sirvo un generoso bourbon con hielo y leo libros sobre la segunda guerra mundial.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Nadie lo sabe

Hace exactamente ocho minutos que septiembre terminó. En la calma de la ciudad dormida caen sobre la grava del jardín de mi lugar de trabajo las castañas de indias, abiertas sus cáscaras de púas. Sé que durante estos días los niños del colegio cercano se colarán entre las rejas de la valla para recogerlas, tan ilusionados como ignorantes de su amargor. Al principio, hace años, abría la ventana y les advertía; luego decidí dejar de hacerlo: ¿quién era yo para estropear su exploración, quién era yo para adelantarme al futuro, para adelantarme a la realidad? Mañana cuando salgan del colegio saltarán la verja, incapaces de resistir la tentación de las pulidas castañas, y me limitaré a observarles de reojo y disfrutar de sus gritos de entusiasmo, ¿acaso alguien sabe qué nos traerá octubre?

lunes, 29 de septiembre de 2008

Partita


Partita nº 3 para violín solo, de Johann Sebastian Bach. Nathan Milstein.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Creer

Cuesta creer que fue en este mismo sólido mundo donde se compuso la música que ahora escucho. Cuesta creer que pertenezco a él igual que todos los seres humanos que me precedieron. Pienso en pequeñas iglesias románicas de suelo desgastado por millones de pasos, pienso en flautas construidas con huesos, pienso en restos de batallas, en silenciosas bibliotecas de altos techos artesonados, en senderos de arcilla roja a través de junglas frondosas, en pelucas empolvadas junto a una ventana de Salzburgo, un caballo quieto en un prado, un astronauta, mi padre trabajando en su huerto, la luz de una casa en la noche oscura.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Sean Thornton

Es un hombre inmenso, gordo pero también muy alto, el cabello blanco corto y despeinado hacia adelante como el de un emperador romano. Vestido con un pantalón de pana de color crudo y una camisa de cuadros rojos y amarillos se acerca a mi mesa, me saluda, se sienta y me dice, con un acento definitivamente tan excéntrico como su aspecto, que ha vivido durante más de treinta años en América, a donde emigró en busca de fortuna en mil novecientos setenta. Me dice que viene a solicitar la jubilación, pues se ha informado en internet de que la Seguridad Social española tiene al respecto un convenio bilateral con Estados Unidos. Yo le amplío esa información, le indico en qué consiste el trámite que vamos a iniciar, qué documentos necesitaremos, le confirmo que nosotros nos ocuparemos de enlazar con USA. Él me cuenta que tras divorciarse de su esposa norteamericana regresó a España el año pasado, me cuenta que deseaba volver al pequeño y perdido pueblo de sus padres, a la vieja casa donde nació, que ha reformado. Yo, perplejo, pienso en Sean Thornton. Entonces él dice: "aquí empecé y aquí quiero terminar"

jueves, 18 de septiembre de 2008

Borra pálida

En el horizonte nocturno refulgen los relámpagos, pura fanfarria pues sólo han caído cuatro gotas de polvo durante unos minutos, tan poca cosa que ni siquiera oscureció el pavimento de la calle. Este bochorno me agobia, me transforma en un cónsul desterrado en los confines del imperio. ¿Qué gloria alcanzaré aquí? Ninguna. Los camellos de las caravanas berrean al otro lado de la muralla de adobe que protege la ciudad, inquietos por la tensión de la tormenta que se aleja. La luna es una pálida borra en el espacio estelar.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Paréntesis

Para cenar preparo crema de calabacín y (descongeladas) ventrescas de merluza a la romana con pimientos verdes fritos. En la radio hablan de deporte (algo de la vuelta ciclista a España, algo del comienzo de la liga de fútbol). No la escucho pero me hace compañía (aunque no estoy solo). Cuando regresé del trabajo todavía estaban desmontando algunas atracciones de las ferietas, las más voluminosas (y peligrosas). El frío ha hecho aparición (limpio, ajeno a nuestros sentimientos). Cada otoño (cada día) me parece el primero.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Festiva impunidad

Son las siete y media de la mañana y todavía se escuchan bocinas y música en las ferias. Me pregunto si existirá algún lugar en el mundo donde se permita que las atracciones duren hasta el amanecer. No he podido pegar ojo en toda la noche, y cuando ha sonado el despertador me he puesto en pie como un zombi, absolutamente agotado. Aunque sea fiesta en Binéfar yo debo ir a trabajar a Barbastro. No poder descansar bien es terrible. Asumo que las fiestas y celebraciones eliminen la capacidad de juicio de las personas, de otro modo los feriantes se morirían de hambre, pero me cuesta más aceptar que puedan afectar a los derechos elementales de los ciudadanos con tal impunidad.