jueves, 13 de enero de 2022

Intacta

Amanece otro día con temperaturas bajo cero. He dormido bien. Espero que el día me sea propicio (a veces me gusta hablar como lo hacen los romanos en las películas).

Ayer sucedió y nunca volverá, el futuro no existe y ahora voy a ponerme en marcha con mi esperanza intacta. Lucho cada instante para mantenerla, a menudo contra mí mismo.

miércoles, 12 de enero de 2022

Toda esta levedad

Tras algo más de veinticuatro de horas en ayunas ya me he recuperado de la gastroenteritis. A mi padre le está costando un poco más. Imagino que esa es la diferencia entre tener 58 años y 85.

Hoy ha sido una mañana de trabajo "suave": sin parar pero sin aglomeraciones ni situaciones incómodas como otros días. Yo, como un recién resucitado, limpio por dentro y por fuera, estaba tranquilo, sereno, consciente de algo que nunca he sabido muy bien cómo definir: fugacidad, toda esta levedad.

martes, 11 de enero de 2022

Almejas sospechosas

Noche mala, con dolor de estómago, ganas de vomitar que intentaba contener en la oscuridad y, finalmente, pequeña carrera para llegar a tiempo al cuarto de baño. He vomitado varias veces hasta que, al menos por allí, ya no quedaba nada, porque después todavía me ha dado tiempo de permitir su paso a la diarrea. Madrugada mala. Me he lavado los dientes pero esa sensación de ácido en el interior de los dientes ha sido costosa de erradicar. Algo que me sentó mal: una grastroenteritis que me ha postrado en la cama.

Al mediodía mi hermano Javier nos anuncia que mi padre también ha vomitado y está muy pachucho. La hora de sus vómitos coinciden casi al minuto con la mía. Le llamo al teléfono. El domingo al mediodía, antes de volver a Barbastro, fui a visitar a mis padres a su casa. Como llovía un poco, en vez de ir a dar un paseo mi padre sacó unas aceitunas y, tachán, unas grandes almejas de lata que mi madre no comió porque, según dijo, "estaban duras". Y lo estaban: grandes, duras y oscuras, pero por no hacerle un feo al abuelo las comí junto a él. Cuarenta horas más tarde vomitamos los dos. Mi madre, que no las comió, está muy bien (dentro de las circunstancias). Me pregunto si es normal que pasen tantas horas entre el consumo del producto y sus consecuencias, desde el domingo al mediodía hasta la madrugada del lunes al martes, pero la coincidencia es demasiado evidente.

Y aquí estoy, en ayunas desde la cena de ayer, haciendo uso de mis abundantes reservas naturales y bebiendo mucha agua. Hacía mucho tiempo que no vomitaba, no recordaba lo desagradable que es, el dolor muscular después de las contracciones musculares, el sudor frío, la debilidad. Este año comienza fuerte, aunque lo importante es que mi padre, una persona muy mayor, se recupere lo antes posible. Afortunadamente dos de mis hermanos viven en Zaragoza y están por ellos. Dos mil veintidós, qué tienes preparado para nosotros.

lunes, 10 de enero de 2022

Una despedida

He ido al taller, me han dicho dónde estaba y me he acercado a ella con una bolsa para despedirme. Mi vieja y querida Citroen Picasso de 2004, con cuatrocientos mil kilómetros, ha dicho basta. Algo de la culata (siempre es algo de la culata y los balancines). Una avería demasiado cara para un vehículo que ya en los últimos meses nos había dado alguna que otra avería menor. Mientras recogía cosas de Carlos, que era su conductor ahora: dos balones de fútbol, un saco de dormir, cedés de música, una Play Station estropeada y veinte cachibaches más; mientras recogía las cosas, decía, he recordado muchos viajes, cómo eran mis hijos entonces, hace casi dieciocho años, cómo éramos sus padres. Nos salió muy buena la Picasso, esperaba que mi hijo pudiera hacerle quinientos mil kilómetros, pero no ha sido posible.

Siempre digo que mi religión es el animismo porque otorgo alma a las cosas, y no hablo de la naturaleza, no, hablo de objetos artificiales también: camisetas con agujeros, zapatillas de andar por casa, chaquetas de lana llenas de pelotillas, gafas, botas, ordenadores portátiles, coches. Lo que me gusta suele gustarme para siempre, no sé por qué.

He llamado a un desguace de coches que me ha recomendado el jefe del taller y me he encontrado con todo lo contrario: rudeza, poca educación, nula empatía. Me ha pedido que le enviara fotografías del coche y le he enviado fotos de las ruedas nuevas, de los asientos, incluso de la caja plegable que venía de serie en mi coche: piezas que creo que podría revender. Me ha dicho de malos modos que esas fotos no le servían para nada, que quería fotos del vehículo completo. Si no fuese porque un coche sólo puede darse de baja en uno de esos lugares y, porque además de una barbaridad medioambiental es un delito grave, quemaría la nave que tan felices nos hizo y tántos kilómetros nos permitió recorrer en España y fuera de España, un justo homenaje como se hacía con los barcos vikingos.

Es una tontería, lo sé. No sé lo que me digo. Espero al menos no tener que pagar para que una grúa se lleve nuestro coche para ser desguazado en piezas. No sé enfrentarme a personas que sólo respetan el dinero y tampoco sé regatear, nunca he sabido, no sé por qué.

Adiós, vieja amiga. En mi familia nunca te olvidaremos.

domingo, 9 de enero de 2022

Ballenas

Creo que dos mil veintidós está tomando un cariz distinto al que yo suponía el año pasado o, lo que es lo mismo: hace nueve días.

Ignoro por qué vienen a mi mente imágenes de ballenas viajando en el océano. Ni siquiera saltan espectacularmente sobre las olas, sólo nadan bajo el agua sin más, rodeadas de inmensidad.

sábado, 8 de enero de 2022

Cañas con limón

Al mediodía vamos a tomar el vermú con mis padres y mi hermano Carlos, que está tan o más guapo que siempre y es tan o más maravilloso que siempre. Mi madre se apoya en mi brazo y en el de mi hermano y camina un poco agachada por la falta de equilibrio. Mi padre camina delante con el brazo en el regazo del de Maite. Hace sol y las terrazas están llenas de gente: enero en España.

Papá cojea un poco, como siempre desde que se rompió el menisco en el huerto, y le veo un poco más pequeño físicamente desde atrás, aunque mantiene intacto su porte de senador romano. Lleva unos días con tos y esta noche ha dormido mal porque mi madre se ha despertado muchas veces, pero no tiene fiebre y hoy, de hecho, se encuentra mejor. A pesar de que le telefoneo todos los días no me había dicho nada, él es así, jamás se quejará.

El caso es que contemplo a mis padres en la última fase de sus vidas anónimas y hermosas, y me emociono y siento mucho amor a pesar del Alzheimer de mi madre y la lógica decadencia de mi padre. La mañana soleada ilumina todo esto, y caigo en la cuenta de que mañananas tan soleadas como esta iluminaron batallas sangrientas que pasaron a la historia, y también miles de fiestas llenas de alegría, y nacimientos, y muertes, funerales y lágrimas. El sol brilla sobre las calles de la ciudad y los campos que la circundan. Unas vidas comienzan y otras se aproximan a su fin, pero tomaremos unas papas bravas y calamares a la romana con unas cañas. A mi madre le gustan con limón.

viernes, 7 de enero de 2022

Invencible

Como siempre cuando llegamos por la noche, Zaragoza parece una colonia del futuro en Marte. Para llegar al barrio donde se encuentra nuestro piso entramos desde la autovía de Logroño y lo primero que vemos son las luces de la estación Delicias, el centro comercial cercano y los edificios separados por muchos metros de asfalto.

Nunca imaginé que la vería de este modo cuando crecí y sufrí aquí mi adolescencia. Entonces era una ciudad muy provinciana que aparentemente, sólo aparentemente, podías cruzar caminando en media hora.

Comienzo a tener una edad desde la que poder juzgar los cambios que se han producido a mi alrededor y también en mi interior. Todas aquellas personas que fueron importantes y ahora ya he olvidado. Algunas murieron muy jóvenes. Me sorprende haber llegado hasta aquí y siento una mezcla de indiferencia y curiosidad infinita. Me gustaría visitar las futuras colonias de Marte, pero soy consciente de que ya no las alcanzaré.

El invierno prosigue implacable su camino con la rotundidad metálica de quien se cree invencible. Pobre.

jueves, 6 de enero de 2022

En la churrería

Después de la noche de trabajo los Reyes Magos se quitan las capas, las zapatillas de colores, las coronas, y, vestidos de civil, acuden a una churrería antes de regresar a Oriente. Mientras les preparan los chocolates calientes, Melchor sale a la acera a fumar un cigarrillo. Pasa un autobús rojo sin ningún pasajero en su interior. Durante un instante, como tantos años, como todos los años, imagina la felicidad de no ser inmortal.

miércoles, 5 de enero de 2022

Las hienas

Vuelvo a un antiguo
anfiteatro desierto,
abandonado, cubierto
de hierbas y árboles.

Las hienas ríen
a la luz de la luna,
sus fauces empapadas
de sangre.

martes, 4 de enero de 2022

Exploradores

Ha comenzado un año nuevo y hay naves de origen humano que viajan a través del espacio. Existe un aparato parecido a un coche que recorre la superficie de Marte, y tiene hasta un dron con hélices específicamente diseñadas para la densidad de la atmósfera de ese planeta y poder explorarlo desde las alturas. Las vacunas salvan cada día miles y miles y miles de vidas. En un laboratorio de Bergen, en Noruega, una joven científica española descubre la localización de las células madre que derivan en los órganos reproductivos de una especie de anémona que no conoce nadie más que unas decenas de científicas y científicos locos por los cnidarios. La exploración que nos hizo salir del continente africano prosigue. El mundo, y no hablo sólo del lugar que pisamos sino de lo que contemplamos en el cielo por la noche, es un sitio absolutamente maravilloso.

lunes, 3 de enero de 2022

Ladra un perro

Ladra un perro. Tiene el ladrido de un perro pequeño o mediano, pero no soy un experto en ladridos (tal vez sea un perro gigantesco). La noche avanza minuto a minuto. Me doy la vuelta en la cama y, de pronto, el perro, como si me hubiese escuchado, ha dejado de ladrar. La vida de verdad está hecha de pequeñas cosas y sucesos sin importancia, cotidianos, diarios, nocturnos. Hay pocos palacios y muchos apartamentos pequeños como el nuestro. El perro sigue sin ladrar. Soñaré con caballos: me conformo con eso.

domingo, 2 de enero de 2022

Hojas de árboles, polillas

Nada está asegurado nunca. Somos hojas de árboles, polillas sorprendidas por la luz del día. Ni el amor, ni el dinero ni la salud están asegurados nunca. Nuestro corazón no bombea litros de sangre como si fuesen infinitos, sino justamente al revés. Nacimos para morir y vivir hasta entonces. Esta es la verdad, y lo que nos hace profundamente humanos es que, sabiéndola, somos capaces de ser felices y disfrutar de un día de sol en invierno, de un beso, del amor.

sábado, 1 de enero de 2022

Dos palmos de profundidad

El río, de dos palmos de profundidad, fluye delante de mi piso de alquiler. La luna andará por alguna parte allí arriba, en el cielo. Yo estoy solo y, a la vez, en medio de una muchedumbre. Comienza un nuevo año. Todo es simbólico, teatral, pero vinimos a este mundo para vivirlo poéticamente, como ya se sabe. Dos mil veintidós es un buen título. Dos mil veintidós: sí. Me gusta mucho.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Algo de algo

No lo ignoro todo. No sé nada de nada. Sé algo de algo. Conozco los mismos secretos que tú.

martes, 28 de diciembre de 2021

Todo

Los campos duermen
silenciosos
bajo el cielo
lleno de estrellas.

Eso es todo.

lunes, 27 de diciembre de 2021

Un viajero

Me he despertado bruscamente en medio de la noche, en la cama. No sé si fuera nieva, hay niebla o ya ha florecido la primavera. He ido a mear, me he lavado las manos y luego he venido aquí a sentarme frente al ordenador. Escribo. Afortunadamente mañana tengo vacaciones y podré seguir durmiendo hasta la hora que quiera. Estoy vivo. Amo y soy amado. No recuerdo qué soñaba. Todo este milagro de mi existencia y la de mis antepasados y la de mis hijos y la del mundo que me rodea me parece a menudo la invención de alguien. Lo que no puede inventarse es mi agradecimiento permanente, a menudo invisible. Estar vivo y en este mundo tan extraño es algo cuyo sentido quizás comprenda en toda su plenitud durante el instante previo a morir, o no. Lo respeto. Sólo soy un viajero. No aspiro a nada más.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

Dos mil veintiuno

El año dos mil veintiuno
se precipita cada día
a más velocidad hacia
el diminuto, pequeñísimo,
ojo de la aguja.

Somos los mismos y nunca
somos, exactamente, los mismos.

Amamos la belleza, amamos
el amor, querer, ser queridos,
amamos los viñedos y, al fondo
del horizonte, la nieve en las montañas.

Si alguien me preguntase qué hacer
para mantener este tesoro
le diría: seguir adelante.

Sigue adelante, camina a través
del campo, detente a examinar
las huellas de los jabalíes, las de
garduñas y zorros y
bicicletas de montaña.

Todo acaba y comienza.
Así sucederá.
No de otra manera.

martes, 21 de diciembre de 2021

Consunción

El tiempo me consume poco a poco, me doy cuenta, y lo que más rabia me da es no haber aprendido gran cosa.

Recuerdo que cuando era un preadolescente lleno de dudas me preguntaba si el mundo existía cuando cerraba los ojos, si existían los colores, las formas de las cosas, el universo entero.

De algún modo sigo ahí, en esos doce o trece años, anclado en esa pregunta que siempre me persigue. ¿Qué significa todo esto, todo lo que me rodea? ¿Y por qué? ¿Por qué mi madre tiene la enfermedad de alzheimer sin que yo pueda hacer nada para borrarla, para que no exista? ¿Por qué no puedo evitar la tristeza y la dicha? ¿Por qué no puedo impedir absolutamente nada? ¿Por qué el mundo me impele a todo, a lo que deseé con todas mis fuerzas y también a lo que nunca hubiese elegido?

domingo, 19 de diciembre de 2021

Segismundo

A veces tengo la certera
sensación de que vivo entre
dormido y despierto,
entre ebrio y sobrio,
entre vivo y muerto, entre
este mundo y otro que
no sé cuál es, ni dónde, ni nada.

Conduzco en la carretera
a través de la niebla.
Los campos invisibles podrían ser
el mar o el espacio estelar;
el dibujo infantil de un niño o,
sencillamente, algo que todavía
nadie supo expresar.

Ignoro si estoy volviendo a casa o
me estoy yendo para no regresar.

jueves, 16 de diciembre de 2021

Testimonio

Ayer por la noche caía aguanieve tan liviana que apenas alcanzaba a activar el lavaparabrisas automático del coche. Las luces de freno de los vehículos que circulaban delante de mí brillaban más que las bombillas de navidad en forma de estrella de un lado a otro de las calles. Ya escribí ayer que estaba muy, muy cansado, pero fui a comprar algo de comida a un supermercado antes de volver a casa. Todo parecía un sueño pero no mío, el sueño de alguien, el de otra persona tal vez en el otro extremo del planeta, y esa sensación no me molestaba de ningún modo. Desde muy pequeño siempre contemplé la posibilidad, como hicieron tantísimas personas antes que yo, de que nuestra existencia y nuestra pequeña presencia en este muno no fuesen sino el sueño de alguien o de algo.

El día termina. Me acostaré, cerraré los ojos y soñaré tu existencia, o tal vez la de alguien del futuro que todavía no ha nacido, o la de personas que ya están muertas. No lo sé. Cuando mi cuerpo y mi cerebro caen en esa mullida fosa de arena de playa y plumas de ave del paraíso, ignoro qué sucederá. Incluso ignoro que probablemente no recuerde nada al despertar e iniciar el rápido consumo de mis pilas cada vez más viejas y oxidadas.

Tengo cincuenta y ocho años cumplidos en mayo y me siento joven para seguir intentando comprender y viejo para mantener intacta la curiosidad. Obviamente debo centrarme en la exploración, como lo he hecho siempre, como estos diarios atestiguan, eso es lo que me interesa y me anima a seguir escribiendo, a seguir dando testimonio de mi viaje.

Es muy tarde. Tengo sueño, mucho sueño. Me despido. Hasta mañana, Jesús Miramón. Hasta mañana, mis pocos y queridos lectores. Este es el cuaderno de bitácora de mi navegación, no pretende ser nada más. Gracias. Buenas noches.

martes, 14 de diciembre de 2021

Espigas y ceniza

Ayer llamé a Zaragoza y no era un buen día. Mi madre estaba enfadada porque mi padre, de ochenta y cinco años, no le dejaba tener las llaves de casa. Y es que ya se ha ido más de una y dos veces de improviso. En una ocasión en la que yo estaba en la ciudad fui a buscarla a toda velocidad porque papá me llamó, y la encontré caminando por la acera de la calle con la ropa y las zapatillas de andar por casa mientras su marido, como un comando especial, la seguía escondiéndose entre los coches y en los portales de las casas cuando ella se giraba para saber si alguien la vigilaba.

Hoy estaba mejor. La única consecuencia positiva de padecer Alzheimer es que, en ese olvido general, también incluye que ayer no estaba bien y se quería ir de casa y se quería morir, así que cada día es un nuevo comienzo para ella, a veces cada hora, aunque no para su cuidador, a quien intentamos acompañar y cuidar todo lo que podemos.

Todo sigue adelante, día a día. El río Ebro ha crecido y en todas las televisiones advierten de inundaciones históricas que ya han arrasado pueblos, cultivos y caminos. En Zaragoza se estima que la gran avenida suceda esta noche y mañana, aunque ya las orillas que cruzan la ciudad están desbordadas. La naturaleza no comprende ni calcula, sólo sucede y nada más, como en el volcán de La Palma, los tornados de Estados Unidos o los terremotos. Nosotros no somos más que la loma de una colina o la corteza de un árbol ante su empuje, no somos más que los hormigueros de los caminos o la colmena de un árbol sumergido por la crecida. Y, sin embargo, tenemos nuestras minúsculas biografías, nuestros mayúsculos sufrimientos que a la naturaleza y al tiempo les son absolutamente indiferentes.

Y así ha de ser, así debemos aceptarlo por duro que resulte a menudo. La enfermedad de las personas a las que amamos, incluso las de quienes, como en mi caso, me trajeron a este mundo extraño y alienígena hace ya tantos años, para el universo tienen la importancia de un grano de arena en una playa inmensa, como sucede con las grandes obras de arte, los triunfos deportivos o las caricias más tiernas.

Hoy estaba mejor. Escucho su voz y sé al instante qué está pasando, y lo mismo ocurre cuando el teléfono lo descuelga mi padre. Sé, sobre todo trabajando donde trabajo, que el Alzheimer forma parte de la vida de miles y miles de familias como la mía. Sé, aproximadamente, lo que nos espera, pero prefiero no pensar en ello, hago ese esfuerzo y, por ahora, logro ir poco a poco. Ver desaparecer ante tus ojos la inteligencia, la memoria, la sabiduría y el raciocinio de una de las personas a las que más amas en este mundo es duro, pero debemos seguir adelante porque cada mañana, al despertar, somos supervivientes. Porque lo somos, porque fundamentalmente los seres humanos somos eso: supervivientes y mortales, nada más ni nada menos.

Yo también me hago mayor y, sin haber aprendido demasiado, esto sé: el amor es lo más importante, lo que nos da fuerzas para extinguirnos sin arrepentimiento cuando la inundación, o la lava, o el tornado o el terremoto nos convierta en espigas y ceniza que arrastra el viento. Sé que no tiene ningún sentido pero yo, en mi vulgar corazón que recibe y envía sangre cada segundo con precisión mecánica, lo comprendo así. El amor no impide que finalmente seamos nada o menos que nada en el grandioso y absurdo espectáculo del mundo, pero tiene un poder inconmensurable: su dulzura, su consuelo, su verdad casi tan inmensa como el olvido.

lunes, 13 de diciembre de 2021

Algo comienza a apagarse y algo comienza a encenderse

Normalmente escribo de noche, a veces noche avanzada. ¿Por qué? La respuesta es muy sencilla: el resto del tiempo estoy despierto.

No escribo dormido, pero casi. Este momento, justamente antes de cubrirme con la ropa de cama y desvanecerme, es uno de mis favoritos. En mi cabeza algo comienza a apagarse y algo comienza en encenderse. Los dos mundos se acercan y se mezclan. Lo que he visto y su recuerdo; lo que siento ahora y no sentí durante todo el día.

Me acostaré en cuanto termine de escribir este breve texto cuya única ambición muere en él: dar cuenta de algo que existe y no existe al mismo tiempo: este misterio. Buenas noches.

sábado, 11 de diciembre de 2021

Lo es

Desperté un día más en este planeta, en este mundo, e hice lo que debía hacer, las nubes flotaron en el cielo, vi Fórmula 1 en la televisión, cociné, vine a sentarme delante de ti y escribí estas pocas palabras. Sí, sé lo que vas a decirme: qué raro es todo. Lo es.

Partículas de polvo

La belleza de las partículas de polvo flotando en determinadas condiciones de luz frente a la ventana, microscópicos planetas y galaxias en medio de la habitación, mundos efímeros.

Yo canté durante muchos años en un coro piezas musicales de una intensidad extraordinaria, prodigios milagrosos, belleza pura, mil veces más pura que quienes las cantábamos frente al público, sobrecogidos entre la necesaria disciplina de nuestra función y nuestros sentimientos más íntimos. Allí, durante tantos años, accedí a un aprendizaje sobrecogedor y profundo: en la música es más importante el silencio que el sonido, sobre todo cuando se ha emitido la última nota de la obra, esos segundos de silenciosa magia suspendida en el tiempo donde nada importa ni pesa ni pasa antes de los aplausos.

Ahora comprendo que el resto de todo es lo mismo: nuestras vidas, nuestras relaciones, nuestros actos. El momento inmediato en el que cesan dice claramente qué sucedió, emite su eco, brilla antes de apagarse y desaparecer.

jueves, 9 de diciembre de 2021

Lanzarote

Quiéreme como si fuese un caballero.

Que tú eres una dama lo saben
los árboles más antiguos del bosque.

miércoles, 8 de diciembre de 2021

Heródoto

En los últimos tiempos las fotografías, las viejas fotografías, siempre están a mano cuando vamos a estar con mi madre. Su enfermedad le permite verlas una y otra vez con el mismo asombro y la misma fascinación, y a veces nos sorprende con reconocimientos faciales que nadie en el mundo podría lograr. Mi compañera, mi mujer, mi amor, se sienta con ella a repasar por enésima vez las imágenes de vidas propias e incluso a veces ajenas, y yo me siento con mi padre en el sofá de enfrente mientras en la televisión dan capítulos de telenovelas turcas.

Es interesante cómo podemos acostumbrarnos casi a cualquier cosa, y más interesante es darse cuenta en vivo, carnalmente, del poder del amor pequeño y grande, del poder de la ternura, los gestos, los besos, los detalles. Cuando yo era un niño mamá me subía la cremallera del abrigo en invierno antes de salir a la calle, esta mañana era yo quien se la subía a ella, mi padre lo hace todos los días.

El amor de verdad, ese que se manifiesta como pareja, como amigo, como padre, como hermano, como compañero de trabajo, es algo físico, escapa y se derrama como leche hirviendo sobre las palabras, sobre todos los poemas y canciones que durante siglos han querido mirarlo de cerca como si pudiese estar quieto e inmóvil alguna vez en alguna parte.

Nada está quieto e inmóvil nunca en ninguna parte. Ni siquiera las viejas fotografías y su testimonio conmovedor. A veces soy yo quien las mira al lado de mi madre. Después de tantas tardes casi me sé de memoria todas las imágenes, pero ella no, y ella es la que nos importa a todos quienes la amamos, y somos muchos porque mi familia es amplia: cuatro hijos, nuestras parejas, diez nietos y nietas, novias y novios. Cuando mi madre o mi padre ríen, y me da igual el motivo, mis pulmones o, lo que es lo mismo, mi alma, se ensancha y disfruta con felicidad del presente como ninguna literatura podría expresarlo. Este es el tesoro de estos días.

Espejo en el espejo

La noche convierte el cristal de la puerta corrediza de la terraza en un espejo. Allí los libros en las estanterías están ordenados al revés y yo soy la copia inversa de alguien tecleando en un ordenador inclinado sobre una mesa baja de color blanco. Sólo unas pocas ventanas todavía encendidas en los edificios lejanos, al otro lado del colegio infantil oculto por la oscuridad, rompen el hechizo: mañana es un día festivo y la mayoría de mis conciudadanos no tendrá que madrugar. Yo tampoco. Nosotros tampoco: el que escribe aquí, el que escribe allí.


lunes, 6 de diciembre de 2021

viernes, 3 de diciembre de 2021

Cavatina

No vuelvo de la guerra. No entro en la ciudad con el uniforme de gala y las medallas, más delgado pero más fuerte que cuando me fui. No hay luces de Navidad ni ventanas encendidas en los edificios. No camino más despacio de lo normal, no tengo miedo, no tiemblo de arriba abajo al acercarme a la puerta de la casa. No temo el jubiloso recibimiento que me espera, no siento pánico del futuro que no merezco, no me rodean los camaradas muertos que me animan y ríen, no sé que ya nunca nada será igual.

martes, 30 de noviembre de 2021

Brújula

Todo está bien, me digo a mí mismo una y otra vez a lo largo de los días. Cuando llueve, cuando una niebla tan suave que ni siquiera merecería llamarse así borra ligeramente las vistas desde la ventana de la cocina. Todo está bien, pienso cuando vuelvo del trabajo bajo el cielo, entre edificios y coches aparcados en las aceras. Nada tiene importancia salvo, tal vez, esta curiosidad viva, efímera, sincera y sin dirección de ningún tipo. No hay brújula porque no existe norte alguno. Todo está bien mientras me quede a ti y a mí algo, un último suspiro o el primero de todos los demás. No hay mucho más que hablar sobre esto.