martes, 19 de febrero de 2019

Diecinueve de febrero

Tengo la sensación de que las tórtolas turcas de Barbastro son más pequeñas que las de Binéfar. O será la dureza del invierno y que yo las recuerdo en verano. Poco a poco han ido expulsando a las palomas comunes de los centros urbanos de este territorio. Pienso en los neandertales. Debió de ser algo parecido: poco a poco, al principio de un modo casi imperceptible, pero a la vez inocente e implacablemente. Ignoro en qué son más eficaces las tórtolas turcas que las palomas, pero el hecho es que esta batalla evolutiva está sucediendo y, al menos en Barbastro, van ganando las primeras con diferencia.

Esta mañana los coches aparcados al aire libre volvían a estar helados, los techos y los parabrisas blancos de escarcha, lo que me ha hecho mucha ilusión. Adoro el invierno y su pureza, ya lo sabéis. Si creyese en la reencarnación, algo que no sucede -no creo en ninguna religión como para creer en algo tan absurdo-; si creyese, digo, en la reencarnación como un juego, diría que en mi existencia anterior en este planeta (y no en otro, más fallos de esa creencia pero dejémoslo estar), en mi existencia anterior en este planeta, vuelvo a decir, debí ser esquimal u oso polar o, simplemente, una foca de la Antártida. Me veo bien allí tumbado en los pedazos de hielo flotantes, rodeado de mi harén. Sí, lo sé, soy simple. Mucho más que una foca, diría yo.

2 comentarios:

andandos dijo...

Lo que no sabes es que los estorninos se han convertido en una plaga. En la zona en la que yo vivo (o vivía), han puesto artefactos para espantarlos, ya que su presencia era muy molesta, y también generaban mucha suciedad. A veces me pregunto dónde han ido a parar, ahora que han sido, obligatoriamente, alejados de mi entorno (Víctor Mendoza, Cuartel...).

Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

Claro que lo sé. En Monzón hay algunas aceras donde no aparcaba nadie porque los coches amanecían literalmente cubiertos de excrementos de los estorninos. Es bonito ver los dibujos que hacen en el cielo cuando se reúnen cientos o miles volando juntos, pero cuando aterrizan son un problema. ¿A dónde habrán ido a parar? Al pueblo de al lado. O un poco más allá. La espectacularidad de las nubes de sus bandadas dibujando figuras en el cielo al atardecer y las calles y coches cubiertos de sus cagadas: esa es la realidad de casi todo.

Un abrazo.