domingo, 3 de febrero de 2019

Tres de febrero.

Hoy sólo he salido de casa para tirar la basura. El viento que soplaba ayer y convertía la campana extractora de la cocina en una especie de instrumento musical seguía soplando esta mañana. Un cielo azul muy alto y muy azul, despejado, abierto. Mi hija lo echa mucho de menos en Bergen.

De vuelta a casa me he encontrado con una vecina que es hermana de una becaria que hizo sus prácticas a mi lado: Laura. Sé que tuvo un bebé y le he preguntado a su hermana por ella. Convivimos laboralmente tres o cuatro meses y fue un placer, Laura es una persona muy tímida pero encantadora e inteligente.

Su hermana, esta mañana, frente a nuestra casa, llevaba un perro precioso, algo mayor, de color canela. Mientras hablábamos le he acariciado la cabeza, las orejas, el lomo, era un amor de perro. El río fluía un poco más allá, al otro lado de la valla. Mañana de un domingo casero y tranquilo. A veces las cosas son fáciles si se pone un poco, sólo un poquito, de voluntad.

4 comentarios:

NáN dijo...

Mi hijo, que estuvov exiliado 4 años en París y 4 en Utrecht, cuando volvía a Madrid se volvía loco por el color del cielo.

Algo tendrán estos cielos del sur de Europa, que comparten al menos Grecia, Italia y la Francia mediterránea.

Jesús Miramón dijo...

Ya sabes, Nano, de Madrid el cielo. Yo creo que al vivir en una meseta, tanto vosotros como nosotros los aragoneses, las nubes no tienen nada que les impida deshacerse y desaparecer. Vale, reconozco desde el segundo número uno que mi teoría es casera cien por ciento. Cuando estuvimos en Bergen, en pleno agosto, vimos que las montañas que la rodean frenan las nubes que llegan del mar y convierten el cielo en una cosa diferente, ni mejor ni peor, que lo que tenemos aquí.

Por otra parte te diré que hace mucho mucho tiempo, cuando mi hija de veintiseis años tenía cuatro o cinco y su hermano era solamente un proyecto probable, pasamos las vacaciones de verano en un pueblo cerca de Cuenca. Mira que en Aragón el cielo es magnífico, pero reconozco que el cielo de allí era todavía más bonito, más alto, más limpio, más azul. Nunca olvidaré aquellos paisajes de espliego y campos de ajos, rotos muy de vez en cuando por un abrevadero de animales junto a dos cipreses. Ya sabes a qué me refiero. Austeridad y pureza. Ni un deleite de más.

andandos dijo...

En la carretera que hay entre Zaragoza y Soria, por Tarazona y un poco más allá, el cielo que veo cuando vamos es el que Machado veía. Cuando se refiere a esos cielos yo creo que son estos. Prefiero pensar que es así. En Binéfar niebla, pero aquí sol.

Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

El cielo es algo muy importante. Influye en nuestras sensaciones y, a lo largo del tiempo, en nuestro carácter. Es muy importante. Los cielos del interior de España, también los nuestros, son apabullantes. Sin duda. Un regalo de la física del cosmos. Paula lo echa mucho de menos.

Un abrazo.