Otra mujer en situación de extrema vulnerabilidad por malos tratos. Sentencia de alejamiento. Un hijo de doce años y otra de cuatro. Invirtió sus ahorros en el negocio de su maltratador y ahora se ve en la miseria. Me he arruinado por un amor equivocado, me ha dicho.
A muchos políticos les pondría una silla a mi lado durante una semana. No les pediría que hicieran nada, que movieran un dedo. Su único trabajo sería escuchar a quienes se sientan al otro lado de mi mesa.
Esta joven madre va a cobrar una renta de inserción de cuatrocientos treinta euros mensuales. También bonos para comprar alimentos. He llamado a mis amigas, las trabajadoras sociales de la Comarca, y me han dicho que, mientras cumpliera los requisitos para cobrar esa ayuda, no podía optar a otras. Normas. Instrucciones. Poco dinero para la intervención social inmediata.
Hace unos pocos años me hubiese tenido que ir al almacén donde guardamos las cosas a llorar. Afortunadamente ahora sé gestionar estas situaciones: mi labor es centrarme en ella y hacer todo lo que esté en mi mano y no martirizarme por lo que no lo está. He aprendido. Le he dicho que viniese cuando tuviera cualquier duda y, sin ninguna información de primera mano, le he dicho que seguro que las cosas mejorarían. Como siempre, le he preguntado si la Guardia Civil y la Policía Local estaban al tanto de su caso y de la orden de alejamiento. Me ha dicho que sí. Le he recomendado que hiciese las gestiones para obtener un abogado de oficio gratuito y tratar de recuperar el dinero que había perdido. Me ha dicho que lo iba a hacer. Me he centrado en ella, no en el dolor que su situación podía provocar en mí. Ha dado resultado. Aunque son casi las nueve de la noche y no consigo sacármela de la cabeza.
Los políticos detrás de mí, invisibles, escuchando las cosas que yo escucho, eso me gustaría mucho. Leyendo las sentencias que yo leo, oyendo a los pensionistas que cobran menos del salario mínimo de este año, que son miles y miles. Sobre todo los políticos que piensan que son innecesarias las leyes de violencia de género. Me hubiera gustado tener a uno de ellos sentado a mi lado esta mañana, e incluso dejarle que diera respuesta a esa mujer.
Jamás en mi vida pensé que me vería en esta situación, me ha dicho. Yo era una persona normal, me ha dicho.
lunes, 4 de febrero de 2019
Cuatro de febrero
Anotado por Jesús Miramón a las 20:54 | 2019 , Diario , Vida laboral
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8 comentarios:
Los que venimos aquí tenemos la suerte de ver y oír por esta ventana esas situaciones, que nos duelen, pero nos hacen estar más atentos e impiden que nos hagamos como los políticos.
Hoy, te puedo contar una historia de calle. En uno de los dos bares a los que voy, y suelo tomar un vermú por la mañana, he hecho amistad con un cliente de unos 50 años largos. Va con un bastón y anda con cierta dificultad. Fuera del bar hay mesas y un banquito de madera. Siempre se sienta en el banquito a tomar un café con hielo y al saludarnos me trata de usted. Así que me senté con él en el banquito y le dije que me tuteara. Me respondió que su papá le había enseñado a tratar de usted a los mayores. Ese día, al pagar mi vermú pagué su café y se lo dije para que no pagara. Dijo que me agradecía más que me sentara a charlar con él, y que no le invitara más.
Una mañana le pregunté por su vida. Este chico tiene esclerosis múltiple y acabará en una silla de ruedas. Y su situación actual es que vive en una casa por la que paga 500 euros. Le han dado una pensión de 650. Por la comida no tiene problema, porque el Ayuntamiento le lleva a casa la comida del medio día. Dice que como siempre ha comido poco, esa comida le da también para cenar y hasta para desayunar. Los 150 euros restantes los usa para tomarse ese café y quedarse dos horas o más en el banquito, hablando con la gente y para comprar tabaco de liar y papel de fumar. "Si no fumara, me moriría".
Le he dicho que deje de enfadarse. Que cobro una pensión digna y mi mujer otra. Así que siempre que coincidamos le pagaré el café. Que no hay más que hablar.
Muchas veces, en el barrio, porque me paro con los vecinos a charlar en la calle, tengan la edad que tengan, me han sugerido situaciones tristes. Pero nada me ha resultado tan inmoral como la situación en la que las autoridades tienen a este amigo. Sin analizar situaciones especiales, como el hecho de estar de alquiler y que este, siendo muy barato, se lleve el 75% de la pensión.
Voto por ello, porque los políticos se sienten a tu lado una semanita, como mínimo.
Y me alegra que puedas gestionar este tipo de situaciones mejor para ti, porque para ellos siempre las has gestionado igual de bien.
Bien hecho, NáN!
Un beso a los dos
Nán, me ha encantado tu historia. Ese chico debería solicitar una revisión de su pensión para alcanzar el cien por cien, y, desgraciadamente, si algún día termina en una silla de ruedas acabará cobrando una Gran Invalidez (un ciento cincuenta por cien de su base reguladora, que no parece ser muy alta).
Es vergonzoso que existan pensiones tan irrisorias, pero los culpables, no lo olvidemos, los los legisladores: es decir: los políticos que votamos. En un país con un 23 por ciento de economía sumergida o, lo que es lo mismo, en un país donde de cada cuatro euros que se generan uno es opaco a hacienda y a la seguridad social, hay dinero más que suficiente para pagar mejores pensiones, similares a las que se pagan en países europeos con nuestra población y posibilidades de desarrollo. Es así. Se deberían convocar veinte mil plazas de inspectores de hacienda y de trabajo. Se debería incentivar la denuncia de aquellos empresarios que declaran 15000 euros al año con un bochazo aparcado en el garaje de su chalet, etcétera, etcétera.
Pero en una democracia son los legisladores elegidos por los ciudadanos los que tienen la capacidad de que las pensiones suban, como ha sucedido con el salario mínimo. No hay otra opción. Por eso cuando sale el presidente del Banco de España hablando que subir el salario mínimo a ¡900! euros es perjudicial para la economía, me subo por las paredes. Él que vete tú a saber cuánto cobramensualmente, criticando que se estipule que 900 euros son suficientes para que una persona y su familia puedan vivir en España. Maite no me deja ver según qué tertulias porque me pongo muy nervioso antes tantas mentiras.
Dicho esto, Nán, la historia me ha gustado. Me ha hecho gracia cuando te dice que su papá le enseña a tratar a la gente de usted. Ha de ser una persona especial.
Un abrazo, querido amigo.
Sí, Elvira, he aprendido a no hacerme mucho daño, sólo un poco. He trabajado mucho la localización, una cosa que me he medio inventado leyendo de aquí y de allá: poner todo mi foco en el ser humano al que estoy tratando de ayudar de modo que esa "focalización" anule de algún modo los sentimientos que no sirven para ayudarle. No sé si me explico. Luego me voy a casa con la historia y los sentimientos, cuando la atención ya ha pasado, por eso la escribí ayer, y hoy todavía tengo la mirada de esa mujer en mi cabeza, pero no como antes.
Un beso, Elvira, tú también querida amiga.
Qué triste lo que contáis. Yo, hasta hace no mucho, vivía en una zona rica. Ahora vivo en el sur, en la zona pobre, y es al salir de la burbuja cuando he visto la pobreza, la de gente mayor, "normal", rebuscando en los contenedores; gente joven, "normal", fumando un pito a la puerta del albergue municipal. Especial pena me dio un chico muy joven, muy "normal" que muy sonriente se acercó a acariciar a mi perro. "No me lo puedo sacar de la cabeza", como dices tu, Jesús. ¿Cómo un chico de unos 20 años puede acabar en la calle sin nada? ¿De qué clase de situación familiar vendrá? Me dio una pena infinita y por timidez no le pregunté. Porque a la pobreza se une la soledad en la que vivimos, ellos todavía más.
¿Sabéis? Es muy, muy fácil vivir en una burbuja (y los políticos viven en una lujosa burbuja sin duda alguna): fuera de ella hace un frío insoportable.
En esta misma ciudad, cuando las elecciones de Andalucía, he cazado varias conversaciones de gente hablando bien de Vox. Una ciudad de pobres, de parados, de inmigrantes (que los pobres no se meten con nadie, y si hay delincuentes habría que ver en qué porcentaje son de fuera)... Es triste. Pero lo más triste es cuando los pobres votan a los ricos. Como decía aquel cartel, "los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más tontos".
Los políticos son nuestro espejo, mientras no se invente otro. Y la ignorancia es la peor lacra de la humanidad, y lo digo por experiencia. Sólo desde la ignorancia se puede hacer tanto daño a otros seres humanos, vivos, sintientes, a otros seres más vulnerables.
Es estremecedor lo siguiente: según los estudios de criminología, hay cerca de un 30% de psicópatas entre nosotros. Poned que entre los políticos habrá el mismo porcentaje, tal vez más. ¡Estamos aviados! ¿Cómo una sociedad puede derivar a la enfermedad y la psicopatía a esta velocidad? Mundo enfermo. Porque, además, la maldad es contagiosa, como en aquella película en que el diablo transmigraba entre personas con un solo roce. Cuando alguien me da un empujón, me pone de mala hostia ¡contagiada! Cuando alguien me pita en el coche, me pone de mala hostia ¡contagiada! Etc. Y si no lo supiera, la siguiente en dar el empujón o en pitar a alguien sería yo. Pero como lo sé, me paro, respiro y a otra cosa, que se me pase lo antes posible.
Así que sólo nos queda transmitir, como hacéis vosotros, buena leche, buena voluntad, buenos sentimientos y ánimos. Sólo eso puede parar el contagio de esta epidemia de psicopatía.
Y ya que me he enrollado tanto, añado algo más sobre esta sociedad: la indolencia es la forma suprema de egoísmo. Mucha gente en muchos estamentos la practica. Los demás, la sufrimos.
P.D.: ¡Vivan los semáforos!
Hola, Marisa, concuerdo con todo lo que has escrito. Es un ejercicio de rebeldía diario no contagiarse, no ceder a los instintos más básicos. Pero merece la pena hacerlo (al menos hacemos ejercicio).
Yo no hay nada que admire más que dos cosas: la bondad y la coherencia. La he conocido -en otros- durante mis cincuenta y cinco años, y nunca me ha defraudado.
En una cosa discrepo contigo: malditos semáforos, y pasos de peatones, y vehículos... Si supiera cómo suprimir ese filtro. Aunque, eso sí, la prueba de los semáforos es de las más fáciles.
Os he leído, quiero que lo sepáis.
Un abrazo
Un abrazo, José Luis.
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