martes, 8 de julio de 2008

Seamus Heaney

LA PENÍNSULA

Cuando no tengas nada más que decir, sólo conduce
durante todo el día en torno a la península.
El cielo es alto, como sobre una pista de aterrizaje,
la tierra sin señales, de modo que no llegas

sino pasas de largo, siempre a través del zócalo de una cala.
Al atardecer, los horizontes se beben el mar y la colina,
el campo arado se traga el caserón blanquecino
y te encuentras de nuevo en la oscuridad. Recuerda ahora

la playa vidriosa y el tronco a contraluz,
aquella roca en que las olas se rompen en jirones,
las zancudas forzadas sobre sus propias patas,
islas que se introducen en la niebla,

y vuelve a casa, todavía sin nada que decir
salvo que ahora decodificarías todos los paisajes
así: cosas halladas puras y limpias en sus propias formas,
agua y tierra en su extrema desnudez.

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THE PENINSULA

When you have nothing more to say, just drive
For a day all round the peninsula.
The sky is tall as over a runway,
The land without marks, so you will not arrive

But pass through, though always skirting landfall.
At dusk, horizons drink down sea and hill,
The ploughed field swallows the whitewashed gable
And you're in the dark again. Now recall

The glazed foreshore and silhouetted log,
That rock where breakers shredded into rags,
The leggy birds stilted on their own legs,
Islands riding themselves out into the fog,

And drive back home, still with nothing to say
Except that now you will uncode all landscapes
By this: things founded clean on their own shapes,
Water and ground in their extremity.


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Seamus Heaney,
traducción de Vicente Forés y Jenaro Talens,
de la antología Campo abierto,
Editorial Visor, Madrid, 2004.

domingo, 6 de julio de 2008

Despojarme

Se arrastran los días calurosos, acumulándose. Odio esta estación que convierte a los seres humanos en animales. Cada lenta hora aniquila algo de mí. Echo de menos el frío, los breves días de invierno que, en vez de sumar, restan. No necesito añadir sino despojarme.

jueves, 3 de julio de 2008

Río Gránico

Regreso del trabajo, como arroz a la cubana, recogemos la mesa, me acuesto un rato, despierto, acudo a refugiarme en el aire acondicionado del salón, abro un libro y antes del alba cruzo el río Gránico para enfrentarme a los persas, al atardecer preparo una coca de tomate natural y atún para cenar, una cazuela de cabezada de lomo de cerdo con pimientos del piquillo para comer mañana, abro una botella de vino de rioja Siglo, suena la radio, el ventilador gira en la cocina.

lunes, 30 de junio de 2008

Triunfo y partida

Horas después del encuentro victorioso cargo el equipaje de mi hija en el coche y partimos hacia Zaragoza, desde donde ella viajará a Inglaterra. Tanto en Binéfar como en Monzón todavía hay gente que celebra ruidosamente el triunfo de España haciendo sonar el cláxon de los coches y ondeando banderas. La carretera nocturna es diferente: un silencioso agujero de gusano que comunica estaciones espaciales. En el aparcamiento del pabellón deportivo Príncipe Felipe esperan otras familias, desconocidas entre sí. Son las tres de la madrugada y la situación trae a mi imaginación escenas de películas apocalípticas, ciudades desiertas, supervivientes esperando ser evacuados. Aparece el autobús y llega el momento de las despedidas, abrazo a Paula, la beso, le digo que disfrute de la experiencia, que practique inglés, que nos llame por teléfono cuando llegue, todas esas cosas. Luego regreso a Binéfar. Son las cuatro y media de la mañana. Pequeñas bestias se apartan de la carretera nacional: una comadreja, un zorrillo al pasar por Barbastro.

viernes, 27 de junio de 2008

Patriotismo

Siempre he intentado resistirme a las emociones colectivas: me dan un poco de miedo, me apabullan, afectan de modo directo al vergonzante solipsismo que padezco. Ayer, sin embargo, viendo la maravillosa segunda parte del partido de fútbol que jugó la selección española en las semifinales de la copa de Europa de naciones, salté del sofá, levanté los brazos, grité: ¡GOOOOOL! sabiéndome acompañado de miles y miles de personas que estaban sintiendo exactamente lo mismo que yo en ese preciso momento, y fue algo emocionante, consolador, patriótico.

jueves, 26 de junio de 2008

Treinta y seis grados

Despierto de la siesta empapado en sudor. El calor derrite mis meninges, anula absolutamente mi imaginación. Me siento incapaz de hacer nada que suponga un esfuerzo. Ni siquiera soy capaz de pensar. Odio estas temperaturas inhumanas.

lunes, 23 de junio de 2008

En la piscina

Primera tarde de piscina en esta temporada. Escojo una tumbona de plástico blanco milagrosamente libre en la zona de sombra, junto a la pequeña tapia que linda con el campo de fútbol, y me tiendo en ella como una morsa. Las instalaciones rebosan de niños, adolescentes y madres. En los altavoces, como cada verano, atronan los éxitos de la Cadena Dial. Carlos y su amigo desaparecen rápidamente rumbo al agua y yo intento leer, esforzándome por abstraerme de la música, los gritos y los cercanos chapuzones. Entre página y página levanto la vista y pienso con qué naturalidad perdemos la vergüenza de la desnudez: durante todo el año cubrimos nuestra ropa interior pero en verano la enseñamos sin ningún pudor. Me acerco al bar, pido una cerveza y regreso a mi tumbona, cuidadosamente señalizada con mi toalla y el libro sobre ella. Pasan los minutos, una hora, dos horas, la gente comienza a levantar sus campamentos y marcharse. Yo todavía no me he bañado, y caigo en la cuenta de que ése es sin duda un síntoma de que me estoy haciendo viejo: ¡sería la primera vez en toda mi vida que paso una tarde en la piscina sin tirarme al agua! Me levanto de la hamaca, me mojo superficialmente bajo la ducha, me aproximo al borde de azulejos azules y me zambullo de cabeza. El agua está deliciosamente fresca y me envuelve mientras desciendo hacia el fondo, luego me dejo reflotar al exterior, hacia el cielo de nubes marrones, y regreso nadando muy despacio hasta la orilla.

miércoles, 18 de junio de 2008

Sedimentos

Salgo a la terraza de arriba vestido con un pantalón corto. Por la tarde hacía calor pero ahora la brisa nocturna estremece la piel de mi espalda con su frescor vivificante. Son las doce: un día termina, otro comienza. No hice gran cosa hoy, nada que cambiase el mundo. Sin embargo respiro bajo el espacio estelar, piso el mismo escenario que acogió a grandes y pequeños hombres. En el idioma natal, en el color de mi piel y mi cabello, en los aromas a los que estoy acostumbrado, en la estructura de mis huesos y los gestos que hago sin darme cuenta me acompañan los muertos, miles, millones de muertos que no son fantasmas sino estratos, sedimentos que me empujan hacia adelante con un afán ajeno a la inteligencia. Bebo un sorbo de whisky y contemplo la pequeña plaza ajardinada junto a la residencia de ancianos. Las farolas revelan en contraluz la orfebrería de las ramas de los árboles. La luna llena se traslada en el cielo negro sobre mi hombro izquierdo.

martes, 17 de junio de 2008

Una pesadilla

Anoche soñé una pesadilla terrible, innombrable. En ella el dolor de la tristeza y la desesperación era tan grande, tan sólido, que casi no podía respirar. Desperté. Me levanté de la cama. Fui a los otros dormitorios. Ellos dormían plácidamente. La angustia comenzó a disolverse mucho más despacio de lo que deseaba.

viernes, 13 de junio de 2008

Vida laboral

Estoy embaraza de mellizos, ¿existe alguna ayuda especial para mí? Tengo las cervicales destrozadas y no puedo trabajar. Mañana comienzo en mi primer empleo y necesito un número de la Seguridad Social. Mi mujer y yo nos vamos de crucero por el Mediterráneo, imagínese, ¡nosotros, que en la vida hemos salido del pueblo! Es un regalo de la hija por las bodas de plata, ¿sabe? Amigo quiere tarjeta médico, sólo pasaporte, no papeles. Con mi pensión no me alcanza ni para comer. Fíjese qué fatalidad, le encontraron el bulto en diciembre y se murió en abril. ¡Niño, deja de tocar los papeles que este señor te va a reñir! Se me ha terminado el paro y no encuentro trabajo. ¿Mi empresa puede negarse a concederme el permiso de paternidad? Ha muerto mi padre y vengo a tramitar la viudedad de mi madre. He recibido una carta donde me reclaman una deuda. Me gustaría saber cuánto cobraría si me jubilase este año. Trabajo en campo muy malo, cuatro euros hora y si llueve no trabajo no cobras. Vengo a asegurarme de que la empresa me ha dado de alta. Voy a abrir un negocio, ¿qué pasos tengo que dar? Doy a luz el mes que viene y me gustaría saber qué trámites debo hacer para cobrar el permiso de maternidad. No entiendo esta carta. Nos vamos a Dublín, ¿tenemos que llevar alguna tarjeta sanitaria especial? Ha llovido mucho pero mis abejas se mueren de hambre. Siempre supe que si tenía una hija se llamaría Violeta.

martes, 10 de junio de 2008

Cantinela

El ruido de la lluvia acaricia mi cerebro. La lluvia que cae sabia, ignorante de la noche y de nosotros. Cantinela del agua estrellándose contra la superficie de las cosas que esperan en la oscuridad. Ventanas encendidas. Coches aparcados en la acera bajo las farolas.

sábado, 7 de junio de 2008

Junio

Vuelvo a recorrer los doscientos cincuenta kilómetros que separan el huerto de mis padres y mi casa. Los campos que a principios del mes pasado exhibían su verdor de esmeralda son ahora amarillos, y plagados algunos de ellos de amapolas retan con su belleza a nuestra inteligencia: ¿tiene algún significado la emoción que me produce contemplarlos desde el coche? ¿por qué me asombro de su aparición pura y casual si es algo que sucede cada año? No hay demasiado tráfico en la carretera nacional 240. Son las nueve de la tarde y todavía hay luz. También esto ha sucedido muchas veces: Paula y Carlos, tan mayores ya, duermen en los asientos de atrás, puedo contemplarlos en el espejo retrovisor. Maite corrige exámenes a mi lado para aprovechar el tiempo que le falta en la recta final del curso. ¿Cómo es posible que no se maree? Pero siempre ha podido hacerlo, no sé cuántos suspensos y sobresalientes habrá puesto mientras yo conducía a su lado. Espero que la verdura que nos ha dado mi padre no esté dando vueltas en el maletero: acelgas, cogollos de lechuga, cebollas tiernas, calabacines, todo recolectado hace un par de horas. Tres bolsas iguales, una para cada uno de los hijos que viven fuera del pueblo. Mi padre fue encargado de obra hasta su jubilación, profesión evidente al observar su huerto: no creo que exista otro con las calles y ringleras más rectamente trazadas, más pulcro y ordenado, más planificado: da gusto verlo (y comer sus frutos, por supuesto). Hasta su retiro él nunca había trabajado la tierra, y al principio no confiaba demasiado en sus posibilidades, sin embargo, ayudado por hermanos y cuñados que sí sabían, pronto descubrió que en su interior se escondía un hortelano trabajador y cuidadoso. Tal vez en el corazón de todos los hombres buenos duerme un labrador. Conecto las luces del coche aunque todavía se ve bien. Estos son los días más largos del año. Me fijo en el cuentakilómetros: nuestra Picasso ya ha recorrido ciento doce mil kilómetros en cuatro años. Junio. Dentro de nada todos los de mi casa estarán de vacaciones, y aunque yo tenga que ir a trabajar me sentiré un poco como si estuviese también de fiesta. Más tarde sí, en agosto iremos a Normandía y ya me empieza a preocupar la distancia: qué será mejor, ¿salir a las dos o las tres de la madrugada y hacer todo el trayecto de una vez o ir más tranquilos y hacer noche en un hotel por el camino? Ardo en deseos de partir. Incluso ahora, de regreso de una comida familiar, cansado y con el estómago más lleno que de costumbre, me siento feliz conduciendo. Carretera y manta, eso me gusta mucho. Dejamos atrás Barbastro. Hace nada estaban podando las viñas desnudas y mira cómo crecen ahora colmadas de hojas. Qué guapas estaban mis sobrinas pequeñas, ellas son nuestros pámpanos. Y mis hermanos, mi hermana, cada uno con su vida y sus proyectos, mi sangre, mi infancia, mi clan. Viñas, pámpanos, uva, vino, conversación, risas, besos de despedida. Blancos molinos de viento girando a un ritmo constante y poderoso. La gran ciudad de Zaragoza quedando atrás. Campos amarillos de cebada salpicada de amapolas. Los semáforos de Monzón. El canal de Zaidín. Entro en Binéfar, enfilo mi calle. ¿Por qué me asombro? ¿De qué estoy hablando exactamente?

miércoles, 4 de junio de 2008

Algarabía

Duermo con la puerta de la terraza abierta, y a las seis de la mañana, cuando aparecen los primeros rayos de luz, me despierta la caótica algarabía de los pájaros: palomas, tórtolas, vencejos, gorriones, estorninos... ¡todos se ponen a gritar y armar jaleo a la vez como si se hubiesen vuelto locos! Me levanto a cerrar la puerta y vuelvo a acostarme, pero ya no puedo recuperar el sueño.

Es primavera y mi cerebro todavía no ha aprendido a ignorar ese ruido. Cuando llegue el verano y duerma igualmente con la puerta abierta ya no escucharé la bienvenida de los pájaros al nuevo día, mi mente se habrá acostumbrado y, por increíble que parezca en este momento, hará caso omiso a semejante milagro.

domingo, 1 de junio de 2008

Después del concierto

He cantado en Barbastro y mis compañeras de trabajo han venido al concierto, algo que me ha hecho una enorme ilusión (las quiero mucho). Horas antes, en casa, estaba tan nervioso que no podía dormir la siesta. Sólo al vestirme con la ropa de cantar -camisa negra, traje negro, calcetines negros, zapatos negros- he empezado a serenarme: para eso sirven las liturgias. Actuábamos invitados por la coral Barbitanya, magnífica musicalmente y, en lo personal, hospitalaria y generosa como pocas. Tras el concierto nos han invitado a una merienda, y en ella, después de comer y beber, hemos seguido cantando: Gobbo so pare, Tourdion, Rossinyol.

sábado, 31 de mayo de 2008

Cuenta nueva

Cerraré la tapa del ordenador y me levantaré de esta mesa. Iré a la cocina. Beberé un vaso de agua. Iré a mi dormitorio. Me desnudaré. Me meteré en la cama. Cerraré los ojos. Se apagará la noche, las estrellas se apagarán. El universo entero quedará en suspenso. Las olas dejarán de golpear las costas. El tráfico de las grandes ciudades, las unidades de urgencias en los hospitales, los grandes rebaños de ñus, los cocodrilos del río, la estación espacial: todo se detendrá durante unas cuantas horas. Borrón. Frescura de la mañana. Cuenta nueva.

jueves, 29 de mayo de 2008

Sin mirar atrás

Me levanto más temprano de lo normal, me ducho y voy a la cocina. En la pequeña fiambrera de plástico dispongo unos trozos de pechuga de pollo empanada, y encima otros de tortilla de patatas, y sobre ellos una docena de tomates cherry cortados por la mitad. Es nuestro kit clásico para las excursiones del colegio. Más tarde llevo a Carlos a la estación de autobuses, donde ya esperan otros padres y otros niños. Me da un abrazo, da unos pasos, se detiene, regresa, me da un beso y se aleja corriendo hacia sus compañeros, hacia ese otro mundo suyo que no conozco, sin mirar atrás.

lunes, 26 de mayo de 2008

Chuang Tzu

CINCO VARIACIONES SOBRE LAS VIRTUDES DE CHUANG TZU


Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. Pasaron cinco años y el dibujo no estaba empezado. “Necesito otros cinco años”, dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurridos los diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, con un solo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto.

Cuento chino citado por Italo Calvino en Seis propuestas para el próximo milenio, y vuelto a citar por Enrique Vila-Matas en su libro El viajero más lento.

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PRIMERA VARIACIÓN

Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en la escritura. El rey le pidió que escribiera un poema que desvelase el misterio de la existencia humana. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa junto al mar. Pasaron los cinco años y Chuang Tzu aún no había escrito nada, pues se sentía muy solo. “Necesito otros cinco años”, dijo Chuang Tzu, “y la prostituta más sabia y hermosa del país”. El rey le concedió otros cinco años y le envió a Wei Ran, la cortesana más bella de toda la nación. Los cinco años siguientes transcurrieron deprisa, pues Chuang y Wei se enamoraron y dedicaron todo ese tiempo a conocerse y saciar su hambre y su sed. Cuando el rey regresó, Chuang Tzu le pidió cinco años más. El rey se los concedió. Durante el último invierno Wei Ran contrajo fiebres y murió. Chuang Tzu se hundió en la desesperación y él mismo estuvo a punto de morir de tristeza. Cuando el rey regresó a la casa junto al mar encontró al poeta en la playa, caminante solitario donde las olas abandonaban perezosas la orilla. Le llamó y Chuang Tzu, al verlo, recogió un palo del suelo y delante de su señor escribió siete palabras sobre la arena húmeda. Antes de que las olas las borrasen suavemente, el rey leyó el poema, y era el poema más hermoso y clarividente que jamás se había escrito. Tras regalarle a Chuang Tzu la casa, el rey se marchó y nunca más volvió por allí.

SEGUNDA VARIACIÓN

Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el arte del laúd. El rey le pidió que compusiese para él la música más hermosa, una canción que hablase de la espuma de las olas, de los cerezos en flor, del sonido de la vida crepitando en las hojas de hierba. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. El rey le dio una casa con doce servidores y Chuang Tzu se dedicó a la buena vida durante cuatro años y trescientos sesenta y cuatro días, pues a lo largo de toda su existencia no había conocido otra cosa que pobreza y privaciones. Cuando, al cabo de ese tiempo, el rey se presentó para escuchar la canción, Chuang Tzu había engordado quince kilos y sus dedos eran tan gruesos que apenas podían asir el mástil del laúd. Como quiera que Chuang Tzu no había compuesto una sola nota en esos cinco años, le pidió al rey cinco años más, pero éste se los negó enfadado por el comportamiento de tan orondo artista. Ordenó que lo azotasen y abandonaran en medio del desierto occidental. Allí, al poco de que los guerreros hubieron desaparecido en el horizonte, Chuang Tzu fue atacado y devorado por un grupo de leones, quienes, a pesar de no haber comido nada en una semana, todavía dejaron abundante carroña para hienas, buitres y chacales.

TERCERA VARIACIÓN

Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el arte del amor. Tanta fama tenía entre todas las mujeres que la reina, ya casi una anciana, le pidió que le hiciese el amor pues el rey hacía mucho tiempo que no dormía con ella. Chuang Tzu le solicitó que, en el caso de que la reina quedara satisfecha, ésta le regalase el caballo más noble y veloz de las cuadras reales, a lo que la reina accedió. Una tarde de primavera Chuang Tzu se presentó en la puerta convenida, que era secreta y oculta. Allí un guerrero le condujo al dormitorio de la reina. La anciana dama yacía desnuda sobre la sábana de seda, el rostro cubierto de blanca harina de arroz y los labios arrugados pintados de rojo intenso como los de una novia. Chuang Tzu se instaló de pie frente a ella y lentamente se quitó el kimono dejando al descubierto su joven y torneado cuerpo. Después, mientras la reina respiraba agitadamente, se tumbó junto a ella. Ora la pellizcaba con los dientes ora le deslizaba lentamente la punta de la lengua sobre la piel mientras sus manos recorrían aquel cuerpo viejo y delgado que comenzaba a resucitar. Chuang Tzu merecía la fama que le precedía e hizo gozar a la reina cinco veces, cada una de ellas de modo diferente. Tras el último estremecimiento de la mujer Chuang Tzu, agotado, se quedó dormido. Cuando despertó ya era de noche. La reina yacía inmóvil junto a él, todavía con la boca entreabierta y la pintura roja movida alrededor de los labios. Chuang Tzu se dio cuenta de que estaba muerta y, temblando de pánico, se vistió y salió corriendo al patio. Allí el guerrero que le había recibido le esperaba llevando de las riendas el caballo más espléndido que Chuang Tzu hubiera visto jamás. Saltó a la silla y salió al galope de allí, sorteando jardín tras jardín hasta alcanzar la calle, pues todas las puertas se abrían a su paso. A toda velocidad abandonó la ciudad y se perdió en las llanuras. Nunca más volvió a saberse de él.

CUARTA VARIACIÓN

Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de la ser diestro con el hacha, el mejor y más rápido verdugo de todo el país. El rey le pidió que, si en alguna ocasión llegaba ese momento, fuese él quien pusiera veloz y limpio fin a su existencia. Chuang Tzu, sabedor de las disputas de los príncipes, le pidió una casa con doce servidores durante el tiempo en que el soberano siguiera siendo su señor. El rey accedió y, a su regreso a la corte, dejó escrito el nombre del afamado artesano. Al cabo de cinco años hubo una revuelta, la sangre tiñó los ríos antes azules, y ejércitos enteros desaparecieron en la hierba, pasto durante meses de los cuervos y los perros. Chuang Tzu fue llamado a la ciudad imperial. El príncipe menor le recibió en la sala de audiencias. “Has vivido durante cinco años en una magnífica casa”, le dijo, “porque mi padre te la cedió hasta hoy, y así está escrito. No seré yo quien le niegue al rey su última voluntad si tal fue su empeño y tu fama tiene motivo”. Chuang Tzu, quien durante cinco años había vivido en la abundancia y, por ello, sin necesidad de practicar su oficio, sintió urgentes deseos de huir de allí, mas no era posible y, además, el rey le esperaba. Escoltado por cuatro soldados fue conducido al patio principal, en medio del cual se alzaba un patíbulo de cedro. El rey le esperaba, altivo y sereno sobre el tablado, mirando con ojos eternos a la muchedumbre. Un chambelán puso en las manos de Chuang Tzu el hacha afilada y éste subió las escaleras. El rey se arrodilló y apartó con sus propias manos la larga coleta. Chuang Tzu levantó hasta su hombro derecho el filo de su oficio y, cerrando los ojos, descargó todo el arte heredado durante cuatro generaciones. Fue tan rápido, tan rotundo, que el gentío no tuvo siquiera tiempo de gritar.

QUINTA VARIACIÓN

Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la del anonimato, nada destacaba en su comportamiento o en sus actividades. Vivía una existencia de pescadores heredada de sus antepasados, y dejaba fluir los años intentando no hacer daño a nadie. A lo largo de su vida muchos príncipes y estirpes se sucedieron sin que él tuviese noticias de ellos, pues a la lejana isla donde había nacido sólo llegaban los recaudadores, y éstos, aún con diferentes rostros y estaturas, siempre parecían ser el mismo. A Chuang Tzu le habían sobrevivido siete hijos, cuatro de ellos varones, cuando, a la edad de ochenta y seis años, falleció víctima de un invierno especialmente riguroso. Su esposa le lloró desconsoladamente. Le sobrevivió durante cinco primaveras.

Zaragoza, 3 de mayo de 1996.

viernes, 23 de mayo de 2008

Lejanas fronteras

Ha cesado la lluvia y los pájaros han empezado a trinar como locos con su habitual alegría. A miles de kilómetros de aquí, en Nepal, el cuerpo de un montañero español cuelga para siempre de la helada pared sur del Annapurna (gloria eterna al alpinista suizo Ueli Steck, quien jugándose la vida acudió en su socorro e intentó ayudarle hasta el final). Más al norte, bajo los escombros de ciudades enteras, yacen miles de muertos, y, entre ellos, miles de niños en un país de niños únicos (futuros violinistas únicos, albañiles, agricultores, poetas, enfermeras, camareros, besadores, abrazadores, apicultores únicos).

Ha cesado la lluvia. El sol se asoma, el sol se esconde. Contemplo cómo poco a poco se seca el suelo de la terraza. Las nubes navegan sobre mi casa, ajenas a la existencia de mi especie. Lo sé: todo esto es muy extraño. Nuestro mundo y sus lejanas fronteras. Lo sé.

miércoles, 21 de mayo de 2008

En la cafetería

Al otro lado de la cafetería una pareja discute acaloradamente, o, para ser más preciso, ella discute con el rostro encendido mientras él, de espaldas a mí, escucha encogiendo los hombros a cada rato. La mujer es muy hermosa y su estado de agitación todavía la embellece más. Parece desgranar una larga lista de reproches levantando uno a uno los dedos de las manos, sin dejar de mirar a los ojos a su interlocutor. Qué difícil resulta concentrarme en el periódico, beber a sorbos el café recién hecho, no escuchar, no mirar furtivamente.

domingo, 18 de mayo de 2008

Una excursión

El sábado por la mañana quedamos en Lérida con unos amigos que viven en Reus. Hacía un tiempo magnífico y dimos un paseo por la calle mayor. También visitamos la catedral más antigua, la Seu Vella, situada en la cima del Puig del castell, el punto más alto de toda la ciudad. De la catedral me impresionó el claustro y sus grandes ventanales góticos. Siempre me han gustado mucho los claustros, la paz y el reposo que se respira en ellos. Un grupo de niños y niñas vestidos de primera comunión esperaban silenciosamente junto a la puerta de la iglesia el momento de salir al encuentro de los flashes de las cámaras fotográficas.

Al mediodía fuimos a comer a un restaurante situado en las huertas de árboles frutales que rodean la capital. Pedimos caracoles a la llauna, ensalada de setas, esqueixada de bacalao, jamón ibérico, parrillada de carne... comimos muy bien. Después de los cafés y los chupitos de orujo nos fuimos a caminar por los campos circundantes.

El sol brillaba en el cielo, no hacía demasiado calor, a nuestro alrededor todo era verde y los viejos amigos estábamos juntos. Una perra de color canela salió de una masía y decidió acompañarnos. Trotó mansamente a nuestro lado durante un buen rato.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Columna de humo

Muchas generaciones trabajaron sin desfallecer hasta terminar la máquina definitiva, y, cuando ésta estuvo preparada, la pareja sentimental compuesta por el teniente Sissoko Mansell y la antropóloga Chihiro González entró en ella despidiéndose para siempre del agonizante siglo cincuenta y dos.

El viaje, como los ingenieros habían predicho, duró apenas un segundo, una leve pérdida de consciencia seguida de silencio. Abrieron la escotilla. El cielo no era naranja sino azul. Salieron al exterior. Había una playa. Dunas cubiertas de hierba alta. Había tanto oxígeno en la atmósfera que se sintieron mareados durante unos instantes. Chihiro creyó oír el zumbido de un insecto. El canto de un pájaro entre las ramas del bosque que moría en la arena.

Aunque sabían desde el principio que la máquina era de un solo uso, en una sola dirección, sintieron una punzada de angustia al destruirla y enterrar sus restos. Luego cargaron con sus provisiones y armas y se adentraron en la maleza, rumbo a la solitaria columna de humo que se elevaba al otro lado de las colinas.

Prado verde y florido

Prado verde y florido, fuentes claras,
alegres arboledas y sombrías;
pues veis las penas mías cada hora,
contadlas blandamente a mi pastora;
que, si conmigo es dura,
quizá la ablandará vuestra frescura.

El fresco y manso viento que os alegra
está de mis suspiros inflamado,
y, pues que os ha dañado hasta agora,
pedid vuestro remedio a mi pastora;
que, si conmigo es dura,
quizá la ablandará vuestra frescura.

Francisco Guerrero (1528 - 1599)


Jordi Savall - Hesperion XX

domingo, 11 de mayo de 2008

Un nido de palomas

En uno de las maceteros de obra de la terraza del salón, justo debajo de los nidos colgantes de los vencejos, se ha instalado una pareja de palomas comunes. Esta tarde he comprobado que ya hay dos huevos. Hace tiempo que se secó el arbusto de hortensias y me alegra pensar que otra forma de vida ha ocupado su lugar. En mi casa somos un desastre para las plantas, nunca nos acordamos de regarlas y se mueren o desarrollan mutaciones que les permiten sobrevivir por sí mismas; sin embargo no se nos dan mal los animales salvajes: palomas callejeras, salamanquesas, hormigas, arañas, etcétera.

Ya cuando vinimos a vivir aquí, hace seis o siete años, había un nido de palomas en la jardinera exterior de la ventana de la galería de la cocina. Durante unos segundos tuvimos en cuenta la posibilidad de acabar con él, pero ¿quiénes eramos nosotros para hacer algo así? De hecho, si lo pensábamos bien, las palomas estaban en la casa antes que nosotros. Decidimos darles una oportunidad y la aprovecharon: los pollos nacieron, feos y estrambóticos, engordaron, se cubrieron de plumón, crecieron, desarrollaron las hermosas plumas de los adultos, se fueron volando. Paula y Carlos asistieron a todo el proceso, disfrutaron mucho y pienso que tal vez aprendieron algo, no sé. Esta vez actuaremos del mismo modo, dejaremos que la naturaleza siga su curso. Desde mañana hasta que los pichones se vayan volando.

jueves, 8 de mayo de 2008

Una señora polaca

Por la tarde atiendo a una señora polaca. Tiene cierto aire antiguo, el pelo corto y teñido de rubio, un pantalón de pinzas de color gris que le llega más arriba del ombligo. Trabaja en el campo y sus manos son fuertes, de dedos encallecidos, las uñas cortas y romas. Es educada, amable, pausada. Al sonreír muestra la ausencia del segundo premolar del lado izquierdo de su boca. Cuando termina la consulta se levanta, me da las gracias, le respondo que no hay de qué, sale a la calle. Pienso en Wislawa Szymborska.

Juguetes

Ayer por la mañana me entregaron mi nuevo portátil, un precioso, blanco y flamante MacBook de Apple (vuelvo a casa). También en estas cosas soy un hombre vulgar: me encantan las máquinas, los coches, los ordenadores, las cámaras fotográficas, todos esos juguetes.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Chimpancé

A mis hijos les digo una sola cosa: todo lo que os va a pasar, sea lo que sea, será extraordinario.

Y al decirles la verdad intento abarcar entre los brazos tantos frutos que, como le sucedía a un chimpancé que vi una vez en un documental de televisión, cuando recojo uno se me caen dos o tres, o cuatro, o cinco. Agradecimiento. Curiosidad. Placer. Dolor. Exploración.

martes, 6 de mayo de 2008

Sin título

No sé qué ha sucedido pero el sistema de iluminación de las calles de Binéfar se ha apagado durante un rato, no funcionaba. Sí lo hacía, curiosamente, el de las casas, cuyas ventanas eran las únicas fuentes de luz en medio de la noche. Los cuatro nos hemos asomado a la terraza. Resultaba extraño verlo todo tan oscuro. Yo no llevaba más que un pantalón corto y he sentido frío en la espalda desnuda. En realidad, ahora que ya se ha solucionado, me doy cuenta de que las farolas sólo emiten un fulgor amarillento que baña las fachadas y los muros; parece mentira que tan poca cosa pueda, sin embargo, hacer invisibles la mayoría de las estrellas que salpican el firmamento y que durante el apagón han resucitado, muertas hace millones de años, con tal conmovedor anhelo de eternidad.

domingo, 4 de mayo de 2008

Un puente de mayo

1.

Los habitantes de las grandes ciudades se van a ciudades y pueblos más pequeños. Los habitantes de los pueblos que hacen puente acuden a las ciudades grandes a comprar y comprar y comprar. Las carreteras están colapsadas por lo coches. Ya hace calor. El cielo es azul cielo. Los campos son verdes (levánteme, madre, al salir el sol, fui por los campos verdes a buscar mi amor, fui por los campos verdes a buscar mi amor).

2.

Sé que la idea es ridícula, pero tras varias horas en el centro comercial rodeado de centenares, probablemente miles de seres humanos de rostros desconocidos, envuelto en la música ambiental más abyecta que uno pueda imaginar, asaltado por el zumbido invisible de la electricidad estática que emiten toneladas de plásticos y tejidos, siento ganas de ponerme a gritar como un animal salvaje, gritar y gritar y gritar. Pero Maite y Paula parecen estar pasándoselo bien, de hecho evitan mirarme para que el color cetrino de mi piel y mis ojos hundidos por la miseria no les amargue su día de compras. Oh, misericordia.

3.

Sobre la mesa, bajo el porche, hay costillas y chuletas de cordero a la brasa de sarmientos, salchichas, chistorra, patorrillo, pimientos rojos asados aliñados con ajo crudo picado y aceite de oliva virgen, ensalada de lechuga y cebollas tiernas recién recolectadas, espárragos cocidos, vino Plandenas. En el aire del huerto de mis padres flotan, igual que la nieve, algodonosas semillas de chopo. Celia y Olivia, mis adorables sobrinas pequeñas, van también de aquí para allá, tan ligeras e inocentes como aquellas.

4.

Teresa sale al escenario, saluda inclinándose hacia adelante y se sienta frente al piano de cola. La primera vez que la vi tocar, en el Conservatorio de Monzón, ella debía de tener quince o dieciséis años. Maite me dijo que una alumna suya del instituto daba un concierto de piano y fuimos a verla. Me quedé asombrado, estupefacto. Han pasado diez años, ella estudió la carrera musical con los máximos honores, ganó una importante beca de veinte mil euros que le abrió las puertas de Salzsburgo, está al principio del camino. El concierto de esta tarde ha sido un regalo, un verdadero lujo. Yo sé, si sucede lo que le deseo y sin duda alguna merece, que en años futuros será difícil que encuentre tiempo para tocar para nosotros, en este rincón del mundo.