martes, 19 de marzo de 2019

Diecinueve de marzo

Ahora mismo nuestro hijo de veintiún años está cocinando la cena, pollo con verduras. Lo veo en la cocina con el delantal y la tabla de picar y todo ordenado (no como su dormitorio, el centro abisal de un agujero negro) y me doy cuenta de cómo, sin darnos cuenta, ellos nos miraban cuando eran pequeños e, inconscientemente, tomaban nota.

He llamado a mi padre para felicitarle en el día del padre. Me ha preguntado si mis hijos lo habían hecho. Le he dicho que, en estas costumbres del día de tal o de cual, éramos los últimos de Filipinas. Le he dicho también que le quería muchísimo y era un ejemplo para mí, sobre todo ahora, cuando mi madre está enferma y él está ahí, al pie de todo; le he dicho que era la persona más buena que había conocido en mi vida y que me sentía orgulloso de ser hijo suyo.

No ha sido difícil porque todo era verdad. Han existido y existirán seres humanos extraordinariamente buenos sobre la tierra, y puedo afirmar sin duda alguna que mi padre, Jesús Miramón Martínez, es y será hasta el fin de los tiempos uno de ellos.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

no tengo hijos ni padre pero me has emocionado mucho. ese pero es un poco idiota, lo sé

Elvira dijo...

¡Qué bueno, Jesús! No se me ocurre nada mejor que te pueda decir un hijo sinceramente. Bien por tu padre y bien por ti.

Un beso

Jesús Miramón dijo...

Gracias, Anónimo o anónima; gracias, Elvira. Yo sólo intento articular verbalmente la verdad.

Besos.

Portarosa dijo...

¡Joder, Jesús, has hecho a tu padre muy feliz, sin duda!
Qué suerte, los dos.

(Con lo de tu madre, sea lo que sea, ánimo.)

Jesús Miramón dijo...

Un abrazo, Porto. Mi padre es maravilloso. Una de esas personas "verdaderamente" buenas. Otro abrazo.

NáN dijo...

Siempre he pensado que las personas realmente buenas son anónimas y hacen sobre toddo el bien en su entorno, sea familiar o no.

Ánimo para tu madre.

También he pensado siempre que si conoces a una persona así, hay que decírselo de vez en cuando.

Jesús Miramón dijo...

Tras más de treinta años trabajando en contacto con la gente te aseguro que los verdaderos y las verdaderas heroínas no tienen capa: visten como tú y como yo. Y mi padre pertenece a esa patrulla inmensa.

Un abrazo, Nán.