El día se extingue despacio,
sin prisa, a la velocidad de
la fuerza de la gravedad que
empuja mi cama, la silla y la mesa
en la que escribo hacia
el núcleo de la tierra.
Nada extraordinario
sucedió hoy, algo
que mi cerebro colmado
de voces y sucesos
a lo largo de tantos años
agradece infinitamente.
Silencio y paz. Silencio
y este dejarse llevar
por la corriente sin remedio.
domingo, 24 de marzo de 2019
Veinticuatro de marzo
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