Escribo en la habitación de Zaragoza donde Maite pasó su adolescencia. Aquí estudiaba, aquí merendaba con sus amigas, aquí me hacía esperar mientras yo estaba abajo, en la calle. Ahora es el cuarto de Paula cuando viene a España -a Zaragoza- y está llena de cosas suyas: dibujos y recuerdos, fotografías de sus compañeros del laboratorio donde colaboró durante sus dos últimos años de carrera.
Me resulta enternecedor. Primero mi compañera, luego mi hija. Y pienso también en mi madre, en mis amigas, en las mujeres que atiendo cada día en el trabajo. Ellas mantienen el mundo en pie. En épocas de guerra y hambre las mujeres sacan adelante a sus hijos e hijas. Podría contaros historias increíbles sobre mujeres fuertes, generosas, mujeres con botas de goma viniendo de la granja de terneros, viudas que durante la crisis han mantenido a hijos y nietos haciendo de su magra pensión un milagro.
Siempre he pensado que si las decisiones políticas fuesen tomadas por más mujeres de lo que son ahora, copadas por los hombres y nuestra testosterona, las cosas irían mucho mejor. Ellas saben qué es crear vida y se lo pensarían dos veces antes de enviar a los jóvenes a luchar en guerras geoestratégicas.
Este planeta necesita más mujeres decidiendo en asuntos tan importantes como el cambio climático o la igualdad de género y entre continentes. Muchas más mujeres como la que dormía aquí hace treinta años, como la que duerme ahora mismo en Bergen, como la que duerme en su piso a sus casi ochenta años junto a mi padre de ochenta y tres, como mi hermana en mi pueblo, mis cuñadas, mis sobrinas preciosas, mis amigas del alma, nuestra vecina S. aquí en Zaragoza, que tiene llaves de nuestra casa heredada, una mujer maravillosa y valiente que, tras una relación de maltrato y violencia de género, ha logrado seguir adelante con su vida y sus dos hijos, que la quieren con locura. Maite y yo también la queremos mucho.
Lo mejor de la jornada de hoy es que la afluencia de mujeres y hombres a las convocatorias feministas en todas las ciudades de España han dejado en ridículo la que convocaron las derechas en Madrid. En ridículo. No suelo escribir de política en mi diario, intento preservarlo de eso y convertirlo en algo literario, poético, pero hoy no puedo. El veintiocho de abril debemos votar todos, todas, que no se quede en casa ni un solo voto progresista. Lo que tenemos enfrente es muy feo, muy garrulo, algo terrible. Hay que votar feminismo y justicia social. Sé que tal vez tengamos que taparnos un poco la nariz, pero existen elecciones históricas y ésta será una de ellas. Buenas noches y buena suerte.
viernes, 8 de marzo de 2019
Ocho de marzo
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2 comentarios:
Totalmente de acuerdo. "Este planeta necesita más mujeres decidiendo en asuntos tan importantes como el cambio climático o la igualdad de género." Y si hubiera más hombres como tú, también irían mejor las cosas.
Mi hija y yo vamos a votar, lo tenemos claro. Imprescindible.
Un beso, amigo!
Un beso, amiga!
(Y gracias)
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