jueves, 28 de marzo de 2019

Veintiocho de marzo

No habrá en la historia del universo otro día exactamente igual al de hoy. Hace mucho tiempo leí un artículo que explicaba el tiempo del siguiente modo: un vaso de vidrio al borde de una mesa cae y se rompe en pedazos al golpear el suelo de la cocina. Eso es el tiempo. Podríamos recoger los restos de ese vaso y pegarlos uno a uno hasta reconstruirlo, pero ya no sería el que estaba, minutos antes, intacto al borde la mesa. Sería otra cosa. Lo comprendí enseguida. El tiempo es eso.

Cada día de nuestra vida es un vaso que cae en el sueño de la noche. En mi inútil rebelión contra la ciencia y la física estos textos podrían ser, de algún modo, un intento de recuperar lo posible sabiendo que es imposible. Es la reunión de algunos restos. Migas de pan en la oscuridad del bosque.

Puedo leer en este diario lo que sentía al ir a recoger a mi hijo al colegio cuando era pequeño y corría feliz hacia mí arrastrando la chaqueta por el suelo, y emocionarme al hacerlo. Pero aquel momento existió y murió. Nunca volverá a existir como nunca él será otra vez un niño ni yo un padre de cuarenta años. Y no pasa nada. Sólo escribo sobre ello. Todo es como debe ser. Doy testimonio nada más.

4 comentarios:

NáN dijo...

La memoria es nuestro modo de embromar al tiempo, de quitarle rigidez.

Jesús Miramón dijo...

La memoria, salvo enfermedad terrible, es algo irremediable. Yo escribo este diario y los anteriores por si acaso, aunque sepa que todo es inútil. Me gusta mucho el verso que tengo a la derecha en el blog, aunque puedo darle un giro: "Así éramos, si este pasado alguna vez ocurrió".

Un abrazo, Nán.

Portarosa dijo...

La reunión de algunos restos: no está mal.

Jesús Miramón dijo...

Demuestra que el tiempo existe y no hay vuelta atrás, pero también nuestra inconsciente y bondadosa esperanza de intentar solucionar las cosas.

Un abrazo.