En el cercano recinto ferial de Barbastro, más allá del Palacio de Congresos al otro lado del río, las cofradías de Semana Santa ensayan con sus tambores y bombos para la próxima Semana Santa, como cada año por estas fechas.
Hoy he leído que actualmente, en España, el verano dura cinco semanas más que en mil novecientos ochenta. Son datos que me aterran porque no soporto el calor. Odio el calor, me resulta obsceno y embrutecedor.
El perro de alguna vecina ladra y ella le grita, sin éxito, que deje de hacerlo. Comprendo que algo no está funcionando bien en esa relación.
Por otro lado mi vida personal está bien. Calmada. Tranquila cuando no pienso en el calentamiento global; tranquila cuando no pienso en las guerras actuales y anónimas que matan a civiles, a mujeres y niños como sucede en Yemen; tranquila cuando no pienso en las toneladas de plástico y basura que flotan en los océanos; tranquila cuando no pienso en las próximas elecciones y la posibilidad real de que la derecha más radical gobierne en mi país; tranquila cuando no pienso.
Es difícil no pensar. A mí me cuesta mucho aunque a veces, de hecho a menudo, soy capaz de conseguirlo: mirando una película, viendo un partido de fútbol, concentrado en el plato que estoy cocinando, hablando con mi mujer de cómo le ha ido la mañana. Durmiendo la siesta como quien muere temporalmente.
A veces me siento un explorador antártico: cuanto más avanzo en la ventisca menos sé hacia donde me dirijo. Suenan los tambores y bombos que ensayan su participación en la Semana Santa que rinde tributo a la crucifixión y resurrección de Jesucristo en Palestina hace dos mil años, y yo, mientras escucho su sonido rítmico e hipnótico, me imagino avanzando entre la nieve y el hielo de la Antártida, perdido sin saber todavía que lo estoy.
miércoles, 27 de marzo de 2019
Veintisiete de marzo
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2 comentarios:
Estamos -casi- todos en un sinvivir... por todo. Lo que no entiendo es la gente que se va a quedar en casa en las próximas elecciones. Que alguien me lo explique.
Nos jugamos tanto... Yo nunca había hecho tanto proselitismo. En las redes, entre mis conocidos, entre mis compañeros de trabajo, incluso entre mis usuarios de más confianza y que intuyo qué piensan: si eres progresista y quieres impedir un gobierno de centro neoliberal/ derecha/ultraderecha, tenemos que votar todas y todos. Ni un voto en casa por pereza o porque todos son iguales. Todos no son iguales.
Hala, ya me he quedado a gusto.
Viva la Antártida.
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