A menudo creemos que poseemos algo: conocimientos, una edad, una familia, bienes materiales, esperanzas, un futuro, algo. Con qué estremecedora y sabia inocencia somos capaces de olvidar nuestra fragilidad.
jueves, 21 de agosto de 2008
viernes, 1 de agosto de 2008
Preparativos
La entrada de casa está llena de maletas, bolsas y mochilas. ¿Has puesto los cargadores de los móviles y el Macbook? ¡Paula, piensa que el maletero tiene un volumen limitado! Por la mañana he comprobado las presiones de los neumáticos y los niveles del motor del coche. He preparado las provisiones que tenemos que llevar para la noche del sábado y el domingo entero, lo justo hasta poder comprar el lunes. ¡Ah, y acuérdate también del cargador de las pilas de la cámara de fotos! Los libros que quiero leer. ¿Dónde está la guía de Normandía que compramos en Zaragoza? He programado la ruta en el TomTom. Ahora mismo reposa un arroz negro que acabo de guisar, nunca comemos tan pronto pero la idea consiste en acostarnos pronto para salir a las cuatro de la madrugada, así que hoy todo lo estamos haciendo un par de horas antes. Lo cierto es que estamos un poco alterados, aunque tal vez debería hablar más bien de entusiasmo. Yo, como siempre en estos casos, querría estar ya en la carretera devorando kilómetros, rumbo a lejanos lugares que no conozco.
lunes, 28 de julio de 2008
Colmena
Son las cinco de la mañana cuando despierto en Zaragoza bajo la ventana abierta, a través de la cual entra la silenciosa y fresca brisa que precede al amanecer. No se escucha ruido de tráfico ni sirenas de ambulancia ni sonido alguno de los que caracterizan a las grandes ciudades, tal parecería que estoy en una aldea o en medio del campo. Pero me yergo y contemplo los altos edificios que pueden verse desde el apartamento heredado de mis suegros, bloques en los que a estas horas duermen más personas de las que viven en todo Binéfar. Cuántos años pasé en esta ciudad, la mitad de mi vida, y qué extraña me resulta ahora. He olvidado tantas cosas, es como si parte de mi infancia y mi juventud nunca hubiera existido. Se dice que en la ancianidad se recupera memoria del pasado más remoto, recuerdos que se creían perdidos para siempre. Quién sabe: acaso alcance yo ese momento, ese canto del cisne. Ahora el frescor que echaremos de menos durante el día acaricia los cuerpos de quienes duermen con las ventanas abiertas. En las peores noches veraniegas de Zaragoza había incluso quien sacaba los colchones a las terrazas y balcones. Dentro de un momento la ciudad comenzará a despertar, y la vida que contiene iniciará su zumbido absorto, incesante, dichoso.
martes, 22 de julio de 2008
De príncipes
Por la mañana abro los ojos y en vez de ir a desayunar leo un buen rato recostado en la almohada. Con el cerebro descansado cada frase y cada palabra se deslizan velozmente hasta su interior revelando su significado sin el más mínimo esfuerzo. Qué distinto es leer por la noche: algunas veces, de puro cansancio, debo recapitular y regresar al principio del párrafo para comprender. Pero sucede que ya no sé dormirme sin un libro, aunque sólo alcance a leer una o dos páginas antes de cerrar los ojos.
En la calle hacen ruido los vehículos y las tareas laborales de quienes no están de vacaciones. El aire a estas horas es fresco y se cuela a través de la puerta abierta de la terraza. Oh, yo podría vivir así toda la vida: relajado, sin prisas, sin horarios, leyendo una hora por la mañana antes de desayunar. Incluso me planteo durante unos segundos la posibilidad de jugar a alguna de las múltiples loterías que funcionan en mi país: ¡me conformaría con un premio que me permitiese vivir sin tener que trabajar por obligación! Qué original, ¿verdad? Con qué certeza sabemos que dentro de cada uno de nosotros descansa, apoyado indolentemente en una almohada con un libro en el regazo, paseando junto al mar o asomado al paisaje con una copa en la mano, un espontáneo, auténtico y genuino príncipe.
jueves, 17 de julio de 2008
Relinchos
Schssssssss, hablemos en voz baja porque son las cuatro de la madrugada y no quisiera despertar a nadie. Ya sé que es muy tarde, pero estoy de vacaciones y mañana podré dormir hasta que mi organismo despierte sin ayuda. ¿Qué me ha traído a horas tan intempestivas? La lectura: continúo con Alejandro el macedonio tragando polvo, urdiendo planes, rindiendo ciudades y fortalezas, alejándome de mi casa. Recuerda que respiró el mismo aire que respiramos tú y yo. Recuerda que murió más joven que mi edad. No lloraré de envidia, como dicen que hizo Julio César, al reflexionar sobre lo que Alejandro logró en treinta y tres años. Por alguna razón me es más sencillo imaginar el sabor metálico en el velo del paladar antes de una batalla que la gloria del desfile triunfal. Pero chitón, mejor regresar a las páginas un rato más antes de dormir. La luna brilla sobre el desierto como una moneda de plata. Los caballos relinchan en sueños.
martes, 15 de julio de 2008
Cartografía
El tomate troceado con sal, azúcar, orégano y laurel se confita despacio en el aceite a fuego muy lento. La familia vuelve a estar completa y bien merece una cena de lujo. Coceré brevísimamente unas ventrescas de merluza en agua hirviendo y a continuación las serviré sobre la compota de tomate, acompañadas de una ensalada de lechuga del huerto de unos amigos y una fuente de pepino cortado en bastones sazonados con sal Maldon, pimienta, aceite y vinagre de Módena. No escribo desde hace varios días. Leo, cocino, bebo, duermo, como, pero no escribo. No pasa nada. O sí: pasan los días, uno detrás de otro precipitándose sin remedio, uno detrás de otro sin ser cartografiados. De postre comemos galletas de mantequilla fabricadas en Escocia y adquiridas en Bath. No me da miedo decirlo: son días felices.
viernes, 11 de julio de 2008
Bajo el cielo
Pedaleaba entre viñedos y campos de espárragos cuando la bicicleta resbaló y caí al suelo. Me di un buen susto pero no había nadie, así que en vez de levantarme de un salto como si no hubiera pasado nada me quedé allí, sentado resignadamente en el polvo del camino.
Durante toda la tarde había velado delante de la casa, cerca del puente de la carretera, frente al soto del río Queiles, esperando inútilmente que ella apareciese en la puerta, que se asomase a una ventana. Necesitaba tanto verla. Se llamaba Miren y era de Bilbao. La última vez que habíamos estado juntos había sido el verano anterior. Desde entonces le había escrito muchas cartas, siempre sin contestación. Supe tiempo después que nunca llegó a leerlas porque sus padres las interceptaban. Teníamos catorce o quince años.
A comienzos de Julio, en cuanto nos hubimos instalado en el pueblo para pasar un verano más, fui en bicicleta hasta su portal con la esperanza de que también ella hubiese llegado. El edificio aparecía silencioso y sin vida pero yo no quería rendirme. Incluso fantaseé con la imagen de su familia llegando desde Bilbao en coche mientras yo esperaba sentado en el pretil del puente sobre el río, dispuesto a que ella me viese y me saludase tímidamente con un gesto. Nada de eso sucedió y antes del atardecer levanté la guardia y me fui.
Volvía a casa pedaleando entre viñedos y campos de espárragos cuando la bicicleta resbaló y caí al suelo. Me di un buen susto pero no había nadie que pudiera verme, así que en vez de levantarme de un salto como si no hubiera pasado nada me quedé allí, sentado en el camino, ingenuo, ignorante, observando en silencio cómo giraban las ruedas en el aire, sus radios metálicos dando vueltas bajo el cielo de verano.
jueves, 10 de julio de 2008
Desde Bath
Paula telefonea a las doce y media de la noche desde Bath y nos cuenta que está muy bien, disfrutando muchísimo, conociendo a gente de otros países, "me están pasando un montón de cosas maravillosas", dice. No hablábamos con ella desde el domingo, pero está disfrutando tanto que entendemos que el entusiasmo nos difumine en sus prioridades inmediatas.
Al principio nos costó aceptarlo, la idea -absurda, ahora nos damos cuenta- era que llamase a casa cada día, aunque al final hemos terminado comprendiendo y también recordando cómo éramos nosotros a los quince años, cuando no había nada peor que una familia agobiante.
La echamos de menos y al mismo tiempo somos conscientes de la apasionante aventura que emprende, el mundo entero abierto ante sus ojos y su cerebro. Una historia mil veces repetida. Nuestra pequeña ha iniciado su propia exploración y nuestro papel ha cambiado: ya no es el de llevarla de la mano, darle de comer sentada en las rodillas, contarle cuentos antes de dormir, ahora tenemos otro no menos importante: estar siempre allí donde nos necesite, amarla discretamente durante toda nuestra vida, seguir ayudándola a convertirse en la maravillosa mujer que ya comienza a ser.
martes, 8 de julio de 2008
Seamus Heaney
LA PENÍNSULA
Cuando no tengas nada más que decir, sólo conduce
durante todo el día en torno a la península.
El cielo es alto, como sobre una pista de aterrizaje,
la tierra sin señales, de modo que no llegas
sino pasas de largo, siempre a través del zócalo de una cala.
Al atardecer, los horizontes se beben el mar y la colina,
el campo arado se traga el caserón blanquecino
y te encuentras de nuevo en la oscuridad. Recuerda ahora
la playa vidriosa y el tronco a contraluz,
aquella roca en que las olas se rompen en jirones,
las zancudas forzadas sobre sus propias patas,
islas que se introducen en la niebla,
y vuelve a casa, todavía sin nada que decir
salvo que ahora decodificarías todos los paisajes
así: cosas halladas puras y limpias en sus propias formas,
agua y tierra en su extrema desnudez.
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THE PENINSULA
When you have nothing more to say, just drive
For a day all round the peninsula.
The sky is tall as over a runway,
The land without marks, so you will not arrive
But pass through, though always skirting landfall.
At dusk, horizons drink down sea and hill,
The ploughed field swallows the whitewashed gable
And you're in the dark again. Now recall
The glazed foreshore and silhouetted log,
That rock where breakers shredded into rags,
The leggy birds stilted on their own legs,
Islands riding themselves out into the fog,
And drive back home, still with nothing to say
Except that now you will uncode all landscapes
By this: things founded clean on their own shapes,
Water and ground in their extremity.
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Seamus Heaney,
traducción de Vicente Forés y Jenaro Talens,
de la antología Campo abierto,
Editorial Visor, Madrid, 2004.
Anotado por Jesús Miramón a las 21:05 | Nombres propios
domingo, 6 de julio de 2008
Despojarme
Se arrastran los días calurosos, acumulándose. Odio esta estación que convierte a los seres humanos en animales. Cada lenta hora aniquila algo de mí. Echo de menos el frío, los breves días de invierno que, en vez de sumar, restan. No necesito añadir sino despojarme.
jueves, 3 de julio de 2008
Río Gránico
Regreso del trabajo, como arroz a la cubana, recogemos la mesa, me acuesto un rato, despierto, acudo a refugiarme en el aire acondicionado del salón, abro un libro y antes del alba cruzo el río Gránico para enfrentarme a los persas, al atardecer preparo una coca de tomate natural y atún para cenar, una cazuela de cabezada de lomo de cerdo con pimientos del piquillo para comer mañana, abro una botella de vino de rioja Siglo, suena la radio, el ventilador gira en la cocina.
lunes, 30 de junio de 2008
Triunfo y partida
Horas después del encuentro victorioso cargo el equipaje de mi hija en el coche y partimos hacia Zaragoza, desde donde ella viajará a Inglaterra. Tanto en Binéfar como en Monzón todavía hay gente que celebra ruidosamente el triunfo de España haciendo sonar el cláxon de los coches y ondeando banderas. La carretera nocturna es diferente: un silencioso agujero de gusano que comunica estaciones espaciales. En el aparcamiento del pabellón deportivo Príncipe Felipe esperan otras familias, desconocidas entre sí. Son las tres de la madrugada y la situación trae a mi imaginación escenas de películas apocalípticas, ciudades desiertas, supervivientes esperando ser evacuados. Aparece el autobús y llega el momento de las despedidas, abrazo a Paula, la beso, le digo que disfrute de la experiencia, que practique inglés, que nos llame por teléfono cuando llegue, todas esas cosas. Luego regreso a Binéfar. Son las cuatro y media de la mañana. Pequeñas bestias se apartan de la carretera nacional: una comadreja, un zorrillo al pasar por Barbastro.
viernes, 27 de junio de 2008
Patriotismo
Siempre he intentado resistirme a las emociones colectivas: me dan un poco de miedo, me apabullan, afectan de modo directo al vergonzante solipsismo que padezco. Ayer, sin embargo, viendo la maravillosa segunda parte del partido de fútbol que jugó la selección española en las semifinales de la copa de Europa de naciones, salté del sofá, levanté los brazos, grité: ¡GOOOOOL! sabiéndome acompañado de miles y miles de personas que estaban sintiendo exactamente lo mismo que yo en ese preciso momento, y fue algo emocionante, consolador, patriótico.
jueves, 26 de junio de 2008
Treinta y seis grados
Despierto de la siesta empapado en sudor. El calor derrite mis meninges, anula absolutamente mi imaginación. Me siento incapaz de hacer nada que suponga un esfuerzo. Ni siquiera soy capaz de pensar. Odio estas temperaturas inhumanas.
lunes, 23 de junio de 2008
En la piscina
Primera tarde de piscina en esta temporada. Escojo una tumbona de plástico blanco milagrosamente libre en la zona de sombra, junto a la pequeña tapia que linda con el campo de fútbol, y me tiendo en ella como una morsa. Las instalaciones rebosan de niños, adolescentes y madres. En los altavoces, como cada verano, atronan los éxitos de la Cadena Dial. Carlos y su amigo desaparecen rápidamente rumbo al agua y yo intento leer, esforzándome por abstraerme de la música, los gritos y los cercanos chapuzones. Entre página y página levanto la vista y pienso con qué naturalidad perdemos la vergüenza de la desnudez: durante todo el año cubrimos nuestra ropa interior pero en verano la enseñamos sin ningún pudor. Me acerco al bar, pido una cerveza y regreso a mi tumbona, cuidadosamente señalizada con mi toalla y el libro sobre ella. Pasan los minutos, una hora, dos horas, la gente comienza a levantar sus campamentos y marcharse. Yo todavía no me he bañado, y caigo en la cuenta de que ése es sin duda un síntoma de que me estoy haciendo viejo: ¡sería la primera vez en toda mi vida que paso una tarde en la piscina sin tirarme al agua! Me levanto de la hamaca, me mojo superficialmente bajo la ducha, me aproximo al borde de azulejos azules y me zambullo de cabeza. El agua está deliciosamente fresca y me envuelve mientras desciendo hacia el fondo, luego me dejo reflotar al exterior, hacia el cielo de nubes marrones, y regreso nadando muy despacio hasta la orilla.
miércoles, 18 de junio de 2008
Sedimentos
Salgo a la terraza de arriba vestido con un pantalón corto. Por la tarde hacía calor pero ahora la brisa nocturna estremece la piel de mi espalda con su frescor vivificante. Son las doce: un día termina, otro comienza. No hice gran cosa hoy, nada que cambiase el mundo. Sin embargo respiro bajo el espacio estelar, piso el mismo escenario que acogió a grandes y pequeños hombres. En el idioma natal, en el color de mi piel y mi cabello, en los aromas a los que estoy acostumbrado, en la estructura de mis huesos y los gestos que hago sin darme cuenta me acompañan los muertos, miles, millones de muertos que no son fantasmas sino estratos, sedimentos que me empujan hacia adelante con un afán ajeno a la inteligencia. Bebo un sorbo de whisky y contemplo la pequeña plaza ajardinada junto a la residencia de ancianos. Las farolas revelan en contraluz la orfebrería de las ramas de los árboles. La luna llena se traslada en el cielo negro sobre mi hombro izquierdo.
martes, 17 de junio de 2008
Una pesadilla
Anoche soñé una pesadilla terrible, innombrable. En ella el dolor de la tristeza y la desesperación era tan grande, tan sólido, que casi no podía respirar. Desperté. Me levanté de la cama. Fui a los otros dormitorios. Ellos dormían plácidamente. La angustia comenzó a disolverse mucho más despacio de lo que deseaba.
viernes, 13 de junio de 2008
Vida laboral
Estoy embaraza de mellizos, ¿existe alguna ayuda especial para mí? Tengo las cervicales destrozadas y no puedo trabajar. Mañana comienzo en mi primer empleo y necesito un número de la Seguridad Social. Mi mujer y yo nos vamos de crucero por el Mediterráneo, imagínese, ¡nosotros, que en la vida hemos salido del pueblo! Es un regalo de la hija por las bodas de plata, ¿sabe? Amigo quiere tarjeta médico, sólo pasaporte, no papeles. Con mi pensión no me alcanza ni para comer. Fíjese qué fatalidad, le encontraron el bulto en diciembre y se murió en abril. ¡Niño, deja de tocar los papeles que este señor te va a reñir! Se me ha terminado el paro y no encuentro trabajo. ¿Mi empresa puede negarse a concederme el permiso de paternidad? Ha muerto mi padre y vengo a tramitar la viudedad de mi madre. He recibido una carta donde me reclaman una deuda. Me gustaría saber cuánto cobraría si me jubilase este año. Trabajo en campo muy malo, cuatro euros hora y si llueve no trabajo no cobras. Vengo a asegurarme de que la empresa me ha dado de alta. Voy a abrir un negocio, ¿qué pasos tengo que dar? Doy a luz el mes que viene y me gustaría saber qué trámites debo hacer para cobrar el permiso de maternidad. No entiendo esta carta. Nos vamos a Dublín, ¿tenemos que llevar alguna tarjeta sanitaria especial? Ha llovido mucho pero mis abejas se mueren de hambre. Siempre supe que si tenía una hija se llamaría Violeta.
Anotado por Jesús Miramón a las 19:00 | Diario , Vida laboral
martes, 10 de junio de 2008
Cantinela
El ruido de la lluvia acaricia mi cerebro. La lluvia que cae sabia, ignorante de la noche y de nosotros. Cantinela del agua estrellándose contra la superficie de las cosas que esperan en la oscuridad. Ventanas encendidas. Coches aparcados en la acera bajo las farolas.
sábado, 7 de junio de 2008
Junio
Vuelvo a recorrer los doscientos cincuenta kilómetros que separan el huerto de mis padres y mi casa. Los campos que a principios del mes pasado exhibían su verdor de esmeralda son ahora amarillos, y plagados algunos de ellos de amapolas retan con su belleza a nuestra inteligencia: ¿tiene algún significado la emoción que me produce contemplarlos desde el coche? ¿por qué me asombro de su aparición pura y casual si es algo que sucede cada año? No hay demasiado tráfico en la carretera nacional 240. Son las nueve de la tarde y todavía hay luz. También esto ha sucedido muchas veces: Paula y Carlos, tan mayores ya, duermen en los asientos de atrás, puedo contemplarlos en el espejo retrovisor. Maite corrige exámenes a mi lado para aprovechar el tiempo que le falta en la recta final del curso. ¿Cómo es posible que no se maree? Pero siempre ha podido hacerlo, no sé cuántos suspensos y sobresalientes habrá puesto mientras yo conducía a su lado. Espero que la verdura que nos ha dado mi padre no esté dando vueltas en el maletero: acelgas, cogollos de lechuga, cebollas tiernas, calabacines, todo recolectado hace un par de horas. Tres bolsas iguales, una para cada uno de los hijos que viven fuera del pueblo. Mi padre fue encargado de obra hasta su jubilación, profesión evidente al observar su huerto: no creo que exista otro con las calles y ringleras más rectamente trazadas, más pulcro y ordenado, más planificado: da gusto verlo (y comer sus frutos, por supuesto). Hasta su retiro él nunca había trabajado la tierra, y al principio no confiaba demasiado en sus posibilidades, sin embargo, ayudado por hermanos y cuñados que sí sabían, pronto descubrió que en su interior se escondía un hortelano trabajador y cuidadoso. Tal vez en el corazón de todos los hombres buenos duerme un labrador. Conecto las luces del coche aunque todavía se ve bien. Estos son los días más largos del año. Me fijo en el cuentakilómetros: nuestra Picasso ya ha recorrido ciento doce mil kilómetros en cuatro años. Junio. Dentro de nada todos los de mi casa estarán de vacaciones, y aunque yo tenga que ir a trabajar me sentiré un poco como si estuviese también de fiesta. Más tarde sí, en agosto iremos a Normandía y ya me empieza a preocupar la distancia: qué será mejor, ¿salir a las dos o las tres de la madrugada y hacer todo el trayecto de una vez o ir más tranquilos y hacer noche en un hotel por el camino? Ardo en deseos de partir. Incluso ahora, de regreso de una comida familiar, cansado y con el estómago más lleno que de costumbre, me siento feliz conduciendo. Carretera y manta, eso me gusta mucho. Dejamos atrás Barbastro. Hace nada estaban podando las viñas desnudas y mira cómo crecen ahora colmadas de hojas. Qué guapas estaban mis sobrinas pequeñas, ellas son nuestros pámpanos. Y mis hermanos, mi hermana, cada uno con su vida y sus proyectos, mi sangre, mi infancia, mi clan. Viñas, pámpanos, uva, vino, conversación, risas, besos de despedida. Blancos molinos de viento girando a un ritmo constante y poderoso. La gran ciudad de Zaragoza quedando atrás. Campos amarillos de cebada salpicada de amapolas. Los semáforos de Monzón. El canal de Zaidín. Entro en Binéfar, enfilo mi calle. ¿Por qué me asombro? ¿De qué estoy hablando exactamente?
miércoles, 4 de junio de 2008
Algarabía
Duermo con la puerta de la terraza abierta, y a las seis de la mañana, cuando aparecen los primeros rayos de luz, me despierta la caótica algarabía de los pájaros: palomas, tórtolas, vencejos, gorriones, estorninos... ¡todos se ponen a gritar y armar jaleo a la vez como si se hubiesen vuelto locos! Me levanto a cerrar la puerta y vuelvo a acostarme, pero ya no puedo recuperar el sueño.
Es primavera y mi cerebro todavía no ha aprendido a ignorar ese ruido. Cuando llegue el verano y duerma igualmente con la puerta abierta ya no escucharé la bienvenida de los pájaros al nuevo día, mi mente se habrá acostumbrado y, por increíble que parezca en este momento, hará caso omiso a semejante milagro.
domingo, 1 de junio de 2008
Después del concierto
He cantado en Barbastro y mis compañeras de trabajo han venido al concierto, algo que me ha hecho una enorme ilusión (las quiero mucho). Horas antes, en casa, estaba tan nervioso que no podía dormir la siesta. Sólo al vestirme con la ropa de cantar -camisa negra, traje negro, calcetines negros, zapatos negros- he empezado a serenarme: para eso sirven las liturgias. Actuábamos invitados por la coral Barbitanya, magnífica musicalmente y, en lo personal, hospitalaria y generosa como pocas. Tras el concierto nos han invitado a una merienda, y en ella, después de comer y beber, hemos seguido cantando: Gobbo so pare, Tourdion, Rossinyol.
sábado, 31 de mayo de 2008
Cuenta nueva
Cerraré la tapa del ordenador y me levantaré de esta mesa. Iré a la cocina. Beberé un vaso de agua. Iré a mi dormitorio. Me desnudaré. Me meteré en la cama. Cerraré los ojos. Se apagará la noche, las estrellas se apagarán. El universo entero quedará en suspenso. Las olas dejarán de golpear las costas. El tráfico de las grandes ciudades, las unidades de urgencias en los hospitales, los grandes rebaños de ñus, los cocodrilos del río, la estación espacial: todo se detendrá durante unas cuantas horas. Borrón. Frescura de la mañana. Cuenta nueva.
jueves, 29 de mayo de 2008
Sin mirar atrás
Me levanto más temprano de lo normal, me ducho y voy a la cocina. En la pequeña fiambrera de plástico dispongo unos trozos de pechuga de pollo empanada, y encima otros de tortilla de patatas, y sobre ellos una docena de tomates cherry cortados por la mitad. Es nuestro kit clásico para las excursiones del colegio. Más tarde llevo a Carlos a la estación de autobuses, donde ya esperan otros padres y otros niños. Me da un abrazo, da unos pasos, se detiene, regresa, me da un beso y se aleja corriendo hacia sus compañeros, hacia ese otro mundo suyo que no conozco, sin mirar atrás.
lunes, 26 de mayo de 2008
Chuang Tzu
CINCO VARIACIONES SOBRE LAS VIRTUDES DE CHUANG TZU
Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. Pasaron cinco años y el dibujo no estaba empezado. “Necesito otros cinco años”, dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurridos los diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, con un solo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto.
Cuento chino citado por Italo Calvino en Seis propuestas para el próximo milenio, y vuelto a citar por Enrique Vila-Matas en su libro El viajero más lento.
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PRIMERA VARIACIÓN
Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en la escritura. El rey le pidió que escribiera un poema que desvelase el misterio de la existencia humana. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa junto al mar. Pasaron los cinco años y Chuang Tzu aún no había escrito nada, pues se sentía muy solo. “Necesito otros cinco años”, dijo Chuang Tzu, “y la prostituta más sabia y hermosa del país”. El rey le concedió otros cinco años y le envió a Wei Ran, la cortesana más bella de toda la nación. Los cinco años siguientes transcurrieron deprisa, pues Chuang y Wei se enamoraron y dedicaron todo ese tiempo a conocerse y saciar su hambre y su sed. Cuando el rey regresó, Chuang Tzu le pidió cinco años más. El rey se los concedió. Durante el último invierno Wei Ran contrajo fiebres y murió. Chuang Tzu se hundió en la desesperación y él mismo estuvo a punto de morir de tristeza. Cuando el rey regresó a la casa junto al mar encontró al poeta en la playa, caminante solitario donde las olas abandonaban perezosas la orilla. Le llamó y Chuang Tzu, al verlo, recogió un palo del suelo y delante de su señor escribió siete palabras sobre la arena húmeda. Antes de que las olas las borrasen suavemente, el rey leyó el poema, y era el poema más hermoso y clarividente que jamás se había escrito. Tras regalarle a Chuang Tzu la casa, el rey se marchó y nunca más volvió por allí.
SEGUNDA VARIACIÓN
Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el arte del laúd. El rey le pidió que compusiese para él la música más hermosa, una canción que hablase de la espuma de las olas, de los cerezos en flor, del sonido de la vida crepitando en las hojas de hierba. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. El rey le dio una casa con doce servidores y Chuang Tzu se dedicó a la buena vida durante cuatro años y trescientos sesenta y cuatro días, pues a lo largo de toda su existencia no había conocido otra cosa que pobreza y privaciones. Cuando, al cabo de ese tiempo, el rey se presentó para escuchar la canción, Chuang Tzu había engordado quince kilos y sus dedos eran tan gruesos que apenas podían asir el mástil del laúd. Como quiera que Chuang Tzu no había compuesto una sola nota en esos cinco años, le pidió al rey cinco años más, pero éste se los negó enfadado por el comportamiento de tan orondo artista. Ordenó que lo azotasen y abandonaran en medio del desierto occidental. Allí, al poco de que los guerreros hubieron desaparecido en el horizonte, Chuang Tzu fue atacado y devorado por un grupo de leones, quienes, a pesar de no haber comido nada en una semana, todavía dejaron abundante carroña para hienas, buitres y chacales.
TERCERA VARIACIÓN
Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el arte del amor. Tanta fama tenía entre todas las mujeres que la reina, ya casi una anciana, le pidió que le hiciese el amor pues el rey hacía mucho tiempo que no dormía con ella. Chuang Tzu le solicitó que, en el caso de que la reina quedara satisfecha, ésta le regalase el caballo más noble y veloz de las cuadras reales, a lo que la reina accedió. Una tarde de primavera Chuang Tzu se presentó en la puerta convenida, que era secreta y oculta. Allí un guerrero le condujo al dormitorio de la reina. La anciana dama yacía desnuda sobre la sábana de seda, el rostro cubierto de blanca harina de arroz y los labios arrugados pintados de rojo intenso como los de una novia. Chuang Tzu se instaló de pie frente a ella y lentamente se quitó el kimono dejando al descubierto su joven y torneado cuerpo. Después, mientras la reina respiraba agitadamente, se tumbó junto a ella. Ora la pellizcaba con los dientes ora le deslizaba lentamente la punta de la lengua sobre la piel mientras sus manos recorrían aquel cuerpo viejo y delgado que comenzaba a resucitar. Chuang Tzu merecía la fama que le precedía e hizo gozar a la reina cinco veces, cada una de ellas de modo diferente. Tras el último estremecimiento de la mujer Chuang Tzu, agotado, se quedó dormido. Cuando despertó ya era de noche. La reina yacía inmóvil junto a él, todavía con la boca entreabierta y la pintura roja movida alrededor de los labios. Chuang Tzu se dio cuenta de que estaba muerta y, temblando de pánico, se vistió y salió corriendo al patio. Allí el guerrero que le había recibido le esperaba llevando de las riendas el caballo más espléndido que Chuang Tzu hubiera visto jamás. Saltó a la silla y salió al galope de allí, sorteando jardín tras jardín hasta alcanzar la calle, pues todas las puertas se abrían a su paso. A toda velocidad abandonó la ciudad y se perdió en las llanuras. Nunca más volvió a saberse de él.
CUARTA VARIACIÓN
Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de la ser diestro con el hacha, el mejor y más rápido verdugo de todo el país. El rey le pidió que, si en alguna ocasión llegaba ese momento, fuese él quien pusiera veloz y limpio fin a su existencia. Chuang Tzu, sabedor de las disputas de los príncipes, le pidió una casa con doce servidores durante el tiempo en que el soberano siguiera siendo su señor. El rey accedió y, a su regreso a la corte, dejó escrito el nombre del afamado artesano. Al cabo de cinco años hubo una revuelta, la sangre tiñó los ríos antes azules, y ejércitos enteros desaparecieron en la hierba, pasto durante meses de los cuervos y los perros. Chuang Tzu fue llamado a la ciudad imperial. El príncipe menor le recibió en la sala de audiencias. “Has vivido durante cinco años en una magnífica casa”, le dijo, “porque mi padre te la cedió hasta hoy, y así está escrito. No seré yo quien le niegue al rey su última voluntad si tal fue su empeño y tu fama tiene motivo”. Chuang Tzu, quien durante cinco años había vivido en la abundancia y, por ello, sin necesidad de practicar su oficio, sintió urgentes deseos de huir de allí, mas no era posible y, además, el rey le esperaba. Escoltado por cuatro soldados fue conducido al patio principal, en medio del cual se alzaba un patíbulo de cedro. El rey le esperaba, altivo y sereno sobre el tablado, mirando con ojos eternos a la muchedumbre. Un chambelán puso en las manos de Chuang Tzu el hacha afilada y éste subió las escaleras. El rey se arrodilló y apartó con sus propias manos la larga coleta. Chuang Tzu levantó hasta su hombro derecho el filo de su oficio y, cerrando los ojos, descargó todo el arte heredado durante cuatro generaciones. Fue tan rápido, tan rotundo, que el gentío no tuvo siquiera tiempo de gritar.
QUINTA VARIACIÓN
Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la del anonimato, nada destacaba en su comportamiento o en sus actividades. Vivía una existencia de pescadores heredada de sus antepasados, y dejaba fluir los años intentando no hacer daño a nadie. A lo largo de su vida muchos príncipes y estirpes se sucedieron sin que él tuviese noticias de ellos, pues a la lejana isla donde había nacido sólo llegaban los recaudadores, y éstos, aún con diferentes rostros y estaturas, siempre parecían ser el mismo. A Chuang Tzu le habían sobrevivido siete hijos, cuatro de ellos varones, cuando, a la edad de ochenta y seis años, falleció víctima de un invierno especialmente riguroso. Su esposa le lloró desconsoladamente. Le sobrevivió durante cinco primaveras.
Zaragoza, 3 de mayo de 1996.
domingo, 25 de mayo de 2008
viernes, 23 de mayo de 2008
Lejanas fronteras
Ha cesado la lluvia y los pájaros han empezado a trinar como locos con su habitual alegría. A miles de kilómetros de aquí, en Nepal, el cuerpo de un montañero español cuelga para siempre de la helada pared sur del Annapurna (gloria eterna al alpinista suizo Ueli Steck, quien jugándose la vida acudió en su socorro e intentó ayudarle hasta el final). Más al norte, bajo los escombros de ciudades enteras, yacen miles de muertos, y, entre ellos, miles de niños en un país de niños únicos (futuros violinistas únicos, albañiles, agricultores, poetas, enfermeras, camareros, besadores, abrazadores, apicultores únicos).
Ha cesado la lluvia. El sol se asoma, el sol se esconde. Contemplo cómo poco a poco se seca el suelo de la terraza. Las nubes navegan sobre mi casa, ajenas a la existencia de mi especie. Lo sé: todo esto es muy extraño. Nuestro mundo y sus lejanas fronteras. Lo sé.
miércoles, 21 de mayo de 2008
En la cafetería
Al otro lado de la cafetería una pareja discute acaloradamente, o, para ser más preciso, ella discute con el rostro encendido mientras él, de espaldas a mí, escucha encogiendo los hombros a cada rato. La mujer es muy hermosa y su estado de agitación todavía la embellece más. Parece desgranar una larga lista de reproches levantando uno a uno los dedos de las manos, sin dejar de mirar a los ojos a su interlocutor. Qué difícil resulta concentrarme en el periódico, beber a sorbos el café recién hecho, no escuchar, no mirar furtivamente.
martes, 20 de mayo de 2008
domingo, 18 de mayo de 2008
Una excursión
El sábado por la mañana quedamos en Lérida con unos amigos que viven en Reus. Hacía un tiempo magnífico y dimos un paseo por la calle mayor. También visitamos la catedral más antigua, la Seu Vella, situada en la cima del Puig del castell, el punto más alto de toda la ciudad. De la catedral me impresionó el claustro y sus grandes ventanales góticos. Siempre me han gustado mucho los claustros, la paz y el reposo que se respira en ellos. Un grupo de niños y niñas vestidos de primera comunión esperaban silenciosamente junto a la puerta de la iglesia el momento de salir al encuentro de los flashes de las cámaras fotográficas.
Al mediodía fuimos a comer a un restaurante situado en las huertas de árboles frutales que rodean la capital. Pedimos caracoles a la llauna, ensalada de setas, esqueixada de bacalao, jamón ibérico, parrillada de carne... comimos muy bien. Después de los cafés y los chupitos de orujo nos fuimos a caminar por los campos circundantes.
El sol brillaba en el cielo, no hacía demasiado calor, a nuestro alrededor todo era verde y los viejos amigos estábamos juntos. Una perra de color canela salió de una masía y decidió acompañarnos. Trotó mansamente a nuestro lado durante un buen rato.