Todo es extraño. Los árboles, como yo, no saben si empezar a rendirse o mantenerse despiertos. Algunas hojas tímidas, reticentes, comienzan a morir y caer en su instante más anónimo y glorioso. La naturaleza en general está aburrida, cansada, casi irritada, despeinada y con muecas de mal humor de tanto esperar lo que tocaba. Y si ella está así cómo no estaré yo: un oso irlandés encerrado en un cuerpo humano español.
Todo es extraño. El president de la Generalitat que ayer pedía en la televisión la defensa pacífica de la nueva República al pueblo catalán mientras comía en un restaurante de Girona, y hoy está en Bélgica para, presumiblemente, pedir asilo político. Sí, es para caerse al suelo de la risa, pero qué falta de gallardía, cuánta cobardía, el voto secreto del día D, en fin: ni Berlanga hubiera escrito un guión más ridículo y risible que éste. Tal vez sea la poca testosterona que me queda la que dicta mis siguientes palabras, pero ¡qué falta de cojones y de dignidad! ¡Qué falta de valor para afrontar las consecuencias de los actos como hacemos todos los días los ciudadanos de a pie! Aunque, ahora que me acuerdo, prometí no sufrir más por este tema; aunque, ahora que caigo, esto no es sufrir, esto es otra cosa muy distinta: darme cuenta de que el Rey desfila desnudo y dar testimonio de ello, incluso reírme a carcajada limpia. Soy el niño barbudo con aspecto de profeta bíblico que señala con el dedo.
Todo es extraño. Después de muchos muchos meses sin necesidad de hacerlo, esta mañana he tenido que ponerme una píldora de Lorazepam bajo la lengua. Han habido tres o cuatro horas de un trabajo sin cuartel, estresante, ansioso, con los clientes enfadados por tener que esperar... O tal vez sencillamente he sido yo, que siento los cambios horarios y de estación de un modo radical, muy exagerado, ajeno a mi voluntad. Presión en el pecho, taquicardias, el zumbido en los oídos creciendo por momentos, cierto vértigo visual y sensorial. Quien lo ha padecido me comprende. Afortunadamente la química ha hecho su efecto y he podido controlar la situación sin dejar de atender a los ciudadanos ni un momento. Los años me han enseñado a saber lo que me estaba sucediendo, aunque no a padecer menos.
Todo es extraño, cómo no. Todo el mundo espera la llegada del frío y la lluvia. Yo sé que también podría alcanzarnos un meteorito de varios kilómetros de longitud, o un cambio climático de alta velocidad que convirtiese este pequeño planeta donde podemos pesar, caminar y respirar, en un cementerio como Marte. Todo el mundo espera la llegada del otoño. Mis imaginaciones apocalípticas las guardo para mí.
Todo es extraño y, como quienes me rodean, actúo como si la vida fuese normal. A veces, en el supermercado o mientras pongo gasolina en el coche, sospecho que a las demás personas les pasa lo mismo que a mí y siguen actuando con normalidad para que nadie piense que están como una regadera. Para que nadie piense que están como yo.
lunes, 30 de octubre de 2017
Como una regadera
viernes, 27 de octubre de 2017
Amarga Catalunya
He sufrido mucho con los acontecimientos de Cataluña. En este diario he dejado huellas recientes de todo ello. He sufrido mucho.
Pero hoy, sin ninguna pena general aunque sí algunas personales, he decidido dejar de sufrir, he decidido dejar de sentir angustia y ansiedad por el futuro de un país al que amaba pero no así, tan ausente de la realidad, tan ajeno a las terribles consecuencias de las decisiones de la mitad que ahora mismo le empuja al precipicio.
Para mí, a partir de hoy, todo este tremendo conflicto es asunto suyo, de mis amigas y amigos: de Carlus, de Carme, de Elvira, de Silvia, de todos los que, viviendo allí, pueden hacer algo, no como yo, que vivo en Aragón y no puedo hacer nada salvo sufrir hasta la decisión que he tomado esta noche: dejar de sufrir.
Qué descanso mental ha sido. Qué línea invisible entre que me importase mucho y dejase de hacerlo. Mis amigas y amigos catalanes saben dónde estoy, saben que pueden contar conmigo, pero yo ya no estoy allí, no quiero estar allí. Esta noche dormiré a pierna suelta.
miércoles, 25 de octubre de 2017
Petya
Hoy ha venido a la agencia comarcal Petya, una joven búlgara a la que hace algo más de un año le diagnosticaron, con veintitrés años, un cáncer de mama. Recuerdo que en aquella ocasión todo su ser emitía furia y odio al mundo, una furia y un odio que no hacían sino expresar su estupefacción.
Por aquel entonces trabajaba en una zapatería que después cerró sus puertas. Nosotros la ayudamos a gestionar lo que estaba en nuestras manos: el pago de la baja por parte de la Mutua de la empresa, los ánimos, el cariño.
Durante mucho tiempo venía con su cabeza calva cubierta por un pañuelo, pero hoy no lo llevaba y una suave superficie de cabello oscuro de no más de un centímetro de altura cubría su cráneo precioso. Porque Petya es una joven muy guapa y muy valiente, y hoy, cuando le he preguntado, me ha dado buenas noticias, y aquella furia que en la primera visita proyectó a su alrededor sin ningún control, yo incluido como parte del sistema, angustiada por la noticia inconcebible, algo que por otra parte en su momento comprendí perfectamente, había desaparecido.
No todas las historias que suceden delante de mí durante el horario laboral acaban bien. Durante todos estos años he visto, como decía Roy en las últimas escenas de una de mis películas favoritas, "cosas que no creeríais". Casi siempre fueron valor, dignidad, tristeza, sabiduría, consciencia, reformulación de prioridades, aceptación. Y también curaciones, es verdad.
Petya, que tiene un año menos que mi hija, me ha tocado la mano con una sonrisa porque, como le anticipé la primera vez que la atendí mientras, perpleja, lloraba de rabia, ha salido adelante. Y soy feliz por ello, soy feliz de ver e intervenir cada día en la vida de otras personas, ser partícipe de cosas que afectan más profundamente o de modo más liviano a lo que yo soy: un ser humano como ella, como ellos, como vosotros, como nosotros.
Anotado por Jesús Miramón a las 00:26 | Diario , Vida laboral
martes, 24 de octubre de 2017
Caballos pequeños
El otro día soñé con un lugar perdido en el Himalaya, un país de inexplorados valles de bosques de bambú y prados de flores en los que pacían caballos de pequeña estatura. No había nada más y yo me acercaba a ellos, que a su vez se acercaban a mí con curiosidad. Les acariciaba las cabezas y los belfos suaves como el terciopelo. En el sueño no había nada más salvo los caballos, yo y un cielo de un color azul muy pálido, casi blanco, entre cumbres de nieves eternas.
sábado, 21 de octubre de 2017
Llovió mucho un día
Llovió mucho un día y todos sonreímos y dijimos: ¡Al fin! Al día siguiente llovió mucho menos y las esperanzas se desvanecieron poco a poco.
El suelo que rodea mi lugar de trabajo, como cada año, está cubierto de los frutos amargos de los maravillosos castaños de Indias que lo rodean.
Busco, deseo, ansío buenas noticias. Paz, entendimiento, fraternidad, todas esas cosas. Y mientras las deseo sufro personalmente.
Por la mañana Maite y yo fuimos a caminar como todos los fines de semana junto al canal, que hoy fluía un poco más bajo que la última vez. Los abejarucos y vencejos y aviones comunes hace tiempo que se fueron en dirección a África. Quedan los cuervos, las tórtolas y los gorriones moros que, en pequeñas bandadas, se trasladan de unos arbustos a otros huyendo de nuestro paseo inofensivo. Bajo las grandes encinas y sus bellotas esparcidas en el suelo había huellas de jabalí, esas huellas hendidas en el barro de las lluvias del otro día.
Busco, deseo, necesito buenas noticias. Y al hacerlo no pienso en mí, que vivo en Aragón, donde todo está en calma; al hacerlo pienso en gente que quiero: en Carme, en Carlus, personas importantes en mi vida y por cuyo futuro, por cuyas experiencias inmediatas, sufro. Pero no hay nada más que pueda hacer además de expresar aquí mi amor hacia ellos.
Son las diez de la noche y he venido a mi pequeño rincón a escribir. No he querido seguir viendo la televisión como he hecho, angustiado, toda la tarde. Me he servido un whisky con hielo. Luego me iré a dormir. Buenas noches. Bona nit. Pateixo. Petons.
jueves, 19 de octubre de 2017
Emboscadas
Me gustan las fotos antiguas. Todas esas personas que murieron hace mucho tiempo vivas y lozanas frente a la cámara con su ropa de época, sus sombreros y su pequeña estatura.
De acuerdo: sé lo que de triste tienen las fotografías, esas imágenes estáticas de seres humanos que no paraban quietos un momento, la falsa realidad de lo que fueron.
Aunque en el fondo de mi pensamiento siento que existe cierta verdad en aquellas. No somos solamente movimiento sino también quietud, inmovilidad, el retrato de una emboscada.
miércoles, 18 de octubre de 2017
Mundos
Maite me dice que en la televisión han anunciado que mañana lloverá. Yo digo: ¡Ojalá sea verdad!
Estos días históricos duran lo mismo que lo otros y nos acostamos más bien tarde y madrugamos para ir a trabajar, y así, con esta caligrafía, se escribe lo aburrido y lo extraordinario.
Decidí dejar de sufrir pero no surtió efecto ni durante treinta minutos. Esto, junto a algunos detalles más, es algo que odio profundamente de mí. No ser capaz de desconectar de los asuntos que me preocupan. Puedo articular con cierto oficio la descripción del diminuto tamaño que tanto nuestros pensamientos como el volumen de la Tierra ocupan en el cosmos inabarcable, y sé que ésta es una verdad científica, incontrovertible. Pero la ley de la gravedad no me deja escapar a ninguna parte, me atrae inexorablemente hacia el núcleo magnético de mi planeta y así atrapa el peso de mi cuerpo y también el de mis pensamientos, mis preocupaciones, mis desvelos, impidiendo que se desvanezcan en el espacio exterior.
Sólo descanso cuando duermo y al cerrar los ojos despierto en otro lugar.
domingo, 15 de octubre de 2017
La soledad es un lugar mucho mejor que la indiferencia
Siempre he creído en la generosidad. Últimamente, sobre todo, en la generosidad de ida y vuelta. Ya no tengo edad para dar sin recibir nada a cambio como cuando era un adolescente y tenía toda la vida por delante y pensaba, absolutamente idiota, que tarde o temprano recibiría una respuesta equitativa. He aprendido mucho desde entonces.
No sé si servirá de algo escribir esto, pero voy a hacerlo: no seáis generosos con quienes no lo sean con vosotros; no admiréis a quien no os admire; no queráis a quien no os quiera. Todo ese estéril esfuerzo no merece la pena. El camino es largo, el mundo es grande y está abierto a millones de posibilidades. La soledad es un lugar mucho mejor que la indiferencia.
sábado, 14 de octubre de 2017
Un bramido lejano
Resulta difícil creer que, estando tan lejos de la fiesta, a varios barrios de distancia, su eco alcance con tanta fuerza nuestra terraza abierta. Es un sonido en el que se mezclan varios conciertos a la vez, algo parecido a un bramido con esporádicos aumentos de intensidad mezclados a veces con sirenas de ambulancias. El resultado es primitivo, temible, algo parecido al presagio sonoro de nuestro último final, pero sólo son los estertores de las Fiestas de la Virgen del Pilar en Zaragoza.
Madrugada del sábado catorce de octubre de dos mil diecisiete.
Página número mil doscientos de esta bitácora interestelar.
jueves, 12 de octubre de 2017
Sin título
La noche nunca evade su cita.
Jamás.
domingo, 8 de octubre de 2017
Tal vez Marte después
De regreso al coche tras el paseo por el campo estuve a punto de pisar sin querer una mantis religiosa. Descubrirla fue pura intuición por mi parte porque era exactamente del color amarillo pajizo de la vegetación que nos rodeaba y estaba absolutamente quieta en medio de nuestro camino. Sobre la marcha adelanté unos centímetros mi pisada en el aire y ella quedó atrás, diminuta y a salvo pero con sus poderosas zarpas delanteras en posición de ataque.
Hacía calor y me había quitado la camiseta. No había una sola nube en el cielo inmenso y azul que Paula tanto echa de menos en Bergen. Pensé, como otras veces, en la absoluta soledad de los seres humanos que iniciarán la colonización de otros planetas: primero la Luna, tal vez Marte después. Ningún canto de pájaros, ningún insecto, ningún susurro de ramas mecidas por la brisa.
lunes, 2 de octubre de 2017
Dolça Catalunya
1.
Ayer fue un día terrible y angustioso para mí. A medida que iba viendo las imágenes de las cargas de la policía y la Guardia Vicil en Cataluña arrastrando por el suelo a personas que podrían ser mis padres, empujando escaleras abajo a chicas que podrían ser mi hija, aporreando a diestro y siniestro ciegamente, arrastrando del pelo a una joven, arrastrando de la oreja a un hombre mayor que yo... A medida que todo eso sucedía la decepción y tristeza previas por todo lo que había llevado a esa situación se convertía en rabia humana, universal, una reacción instintiva ante tanta agresividad sin medida. Confieso que viendo algunas imágenes lloré de indignación.
Soy empleado público, un funcionario como ellos, y me pregunté qué pensarían todos esos policías al regresar a los barcos y hoteles y quitarse las armaduras, guardar las porras y fusiles de pelotas de goma. Qué pensarían de lo que habían hecho cumpliendo órdenes, sí, pero con semejante fervor. ¿Arrastrarían a sus hijas del pelo para lanzarlas a la calle como un saco de patatas mientras ellas levantaban las manos en señal de no violencia? ¿Qué cortocuito cerebral o sustancia consumida antes de trabajar puede llevar a que ayer actuaran como lo hicieron? Es que no puedo comprenderlo.
2.
Hoy ha sido un día triste, deprimido, desolado. Y si lo ha sido para mí, que soy español y vivo en Barbastro, imagino el estrés postraumático que los vergonzosos sucesos de ayer habrán causado en las personas que fueron víctimas de la violencia física. Porque nadie estamos acostumbrados a ella. A mí, a mis cincuenta y cuatros años, nunca me ha pegado nadie. Puedo ponerme en la piel de las víctimas de ayer y sé que les ocasionará secuelas psicológicas que durarán mucho tiempo, sobre todo a la gente más mayor, a los ancianos, a los menores de edad y también a los jóvenes empujados escaleras abajo sin contemplaciones (qué milagro que nadie haya muerto viendo las escalofriantes imágenes grabadas por los móviles de quienes estaban allí).
3.
Dicho esto, sentido en el corazón todo esto, mi cerebro no deja por ello de funcionar, y creo que el resultado de esta movilización-referéndum sin garantía alguna de imparcialidad, donde el resultado ha sido un noventa por ciento de síes a la independencia, resultado propio más de Corea del Norte que de países realmente democráticos, no legitima ninguna declaración unilateral de independencia. No ha votado ni la mitad de la población de Cataluña, y quien lo ha hecho, aún sabiendo que se trataba de un acto suspendido por el Tribunal Constitucional y, como hemos visto, jugándose literalmente el tipo, tenía el voto decidido. La otra mitad o más de la mitad de Cataluña se ha quedado en casa, una mitad que votaría en un referéndum con garantías democráticas y, sobre todo, que les incluyera en la convocatoria (y sí, yo también he visto el vídeo de ese chico de Lleida yendo a votar envuelto en una bandera de España con el toro de Osborne, pero representaba a la casi ridícula minoría que los resultados reflejan).
4.
En Cataluña, más tarde o más temprano, se tendrá que votar. Si yo fuese Puigdemot adelantaría las elecciones autonómicas mañana mismo. Ayer el espectro independentista creció exponencialmente respecto a los porrazos y hostias que dieron la policía y la Guardia Civil. Proclamar ahora la independencia unilateral cumpliendo una ley de pacotilla, que se saltó las propias normas del Parlament, es un error de cálculo que todavía me cuesta creer que pueda cometer. Pero hemos entrado en una dinámica en la que ya la reflexión y la razón han perdido el respeto que tuvieron antaño antes de tomar una decisión tan importante como la de una ruptura con un país que ayudaste a crear y con el que has convivido en los últimos siglos. Insisto: más tarde o más temprano los catalanes tendrán que poder votar sin violencia; todos, los que ayer salieron a la calle y los que se quedaron en casa mirando a través de los visillos, asustados por la policía y también, algo de lo que se ha hablado poco, asustados por el entusiasmo pastoril de los que no piensan como ellos.
5.
A mí al final, me ponga como ponga, me importan las personas que quiero. Algunas de ellas son catalanas y las quiero mucho, muchísimo. Mi cabeza se vuelve loca entre la tentación de darles la razón en todo y agarrarlas de los hombros para zarandearlas intentando que comprendan mis razones: ¡Tenéis que negociar un referéndum de verdad!
Ayer temí que esas personas resultaran heridas por la intervención de la policía, algo que afortunadamente no sucedió. Pero quedan las imágenes de las que sí fueron violentadas, y pasará mucho tiempo hasta que poco a poco se difuminen de mi memoria.
jueves, 28 de septiembre de 2017
El frío que me hará feliz
Terminó la vendimia y el maíz está casi en sazón. Se fueron los aviones comunes, los vencejos y los abejarucos que nos acompañaban en nuestros paseos junto al canal. El fruto de los castaños de indias que rodean mi lugar de trabajo cubre en abundancia el suelo, asomando en su entreabierto envoltorio de espinas. Algunas personas recogen las castañas con esperanza. Los primeros años les avisaba de que eran amargas pero después dejé de hacerlo, acabé aceptando que ya lo averiguarían por sí mismos.
En cierta ocasión una señora mayor me dijo que llevar una castaña amarga en el bolsillo del pantalón junto al dinero, y esto era un detalle importante: que estuviese en contacto con monedas y billetes, favorecía la riqueza. Jamás puse a prueba tan peregrina superstición. Y es que casi nunca, por no decir nunca, llevo dinero encima a menos que sea estrictamente necesario o haya sido previsto de antemano.
Espero con fervor el otoño. El otoño de verdad, no este verano que comenzó en junio y a este paso terminará en diciembre. Tengo miedo aunque no lo demostraré. ¿Cuándo llegará el frío que me hará feliz?
sábado, 23 de septiembre de 2017
Vida
Vivo con mi pareja en este apartamento frente al río Vero, en Barbastro. Binéfar es ahora apenas un recuerdo precioso, la infancia de mis hijos, los años del coro, amigas y amigos que poco a poco se desvanecen en mi memoria diaria. Porque poco a poco todo se desvanece silenciosa, irremediablemente.
martes, 19 de septiembre de 2017
O de hojas
Me voy a la cama a morir durante seis o siete horas. Estoy muy cansado y además este acto es necesario para que alguien despierte en otro lugar del universo, algo tal vez poseedor de ocho o doce o mil miembros inferiores, alguien hecho tal vez de gas o de hojas o de escamas duras como el diamante. En cuanto yo me duerma ello despertará con el vago recuerdo de un sueño extraño, olvidado enseguida, y emprenderá la experiencia cotidiana de una vida que sucederá exactamente durante el tiempo en el que la mía reposa.
lunes, 18 de septiembre de 2017
Desfachatez
Mi hija aterrizó en Noruega proveniente de Alemania mientras mi hijo conducía hacia Huesca a través de la noche entre oscuros campos de cereal cosechado hace semanas e islas de roca arenisca y encinas carrascas cargadas de bellotas maduras.
Nadie nos preparó para esto. Nadie les preparará a ellos. Todo comienza una y otra vez.
La vida es una experiencia personal tan absurda que incluso la mera voluntad de pretender enunciarla es absurda sin más. Hace falta mucha, mucha desfachatez para intentarlo.
sábado, 16 de septiembre de 2017
Entre miles de millones
La vida pasa ante mí cada mañana al otro lado de la mesa de trabajo. Los padres recientes con sus bebés, aquellos casi tan tiernos como esos pequeños gusanitos que se convertirán en magníficas mujeres y hombres habitantes de un mundo futuro que no podemos siquiera imaginar; trabajadores que tras muchos años de horarios y despertador vienen a jubilarse, algunos olvidando que se trata de un acontecimiento de júbilo y de dicha y no de una condena judicial; las personas, casi siempre muy mayores pero a veces también jóvenes, que solicitan pensiones de viudedad y orfandad, víctimas casi siempre de la vejez pero también, en ocasiones trágicas, de enfermedades inesperadas y accidentes; ciudadanos que van a viajar a un país europeo y prudentemente vienen a solicitar la tarjeta sanitaria europea; adolescentes que necesitan su número de la Seguridad Social porque van a comenzar a trabajar por primera vez en su vida; trabajadores cuya enfermedad les impide seguir trabajando y vienen para preguntar qué será de ellos e informarse sobre las pensiones de Invalidez; familias casi sin recursos que necesitan ayuda y finalmente debo derivar a los Servicios Sociales de la Comarca; trabajadores que han sufrido un accidente de trabajo y las Mutuas intentan quitarse de encima transfiriéndolos al sistema público de salud; altas y bajas de autónomos; deudas; certificados de pensionistas y no pensionistas para ir a nadar a la piscina municipal y beneficiarse de un pequeño descuento del ayuntamiento; ciudadanos extranjeros que vienen a tramitar prestaciones internaciones de los reglamentos comunitarios europeos y los convenios bilaterales que España tiene concertados con distintos países de todo el mundo, etcétera.
Desde el certificado de nacimiento hasta el certificado de defunción, pasando por casi todas las vicisitudes de una vida, centenares y miles de seres humanos han estado al otro lado de mi mesa y, tras tantos años desarrollándolo, es un trabajo que me sigue fascinando todavía más que el primer día, porque si algo he aprendido es que cada ser humano es distinto, cada vida una experiencia diferente a cualquier otra, cada existencia el brillo de una estrella entre miles de millones. Qué privilegio.
Anotado por Jesús Miramón a las 00:09 | Diario , Vida laboral
jueves, 14 de septiembre de 2017
Ciencia ficción III
Como tú prosigo mi paseo a través del aire invisible de este mundo. Se fueron los abejarucos de alas de colores mágicos y el agua del canal continúa fluyendo a la velocidad de la gravedad. Las bellotas de las grandes encinas carrascas comienzan a caer maduras y perfectas como pequeñas naves espaciales. En el cielo las nubes dibujan vagamente la figura de un hombre caminando. Se lo digo a Maite. Ella dice: "¡Es verdad!". No necesito nada más. El planeta gira.
miércoles, 13 de septiembre de 2017
De la existencia del alma
El tiempo ha cambiado. Las noches son más frescas y su oscuridad nos alcanza cada día un poco más pronto, minuto a minuto, suavemente.
Qué ganas tengo de que aparezca el frío que convertirá mi rostro desnudo en la piel de un mamut, el humo del aliento de mi boca en la prueba irrefutable de la existencia del alma.
viernes, 8 de septiembre de 2017
Amor ciego
1.
En aquellos días las ruinas del muelle griego de Ampurias que asomaba en la playa todavía no estaban protegidas, y uno podía dar la vuelta sobre sus sillares para enfrentarse cara a cara contra el viejo mar Mediterráneo, testigo de tantas victorias y derrotas durante miles de años.
Vivíamos en Bañolas, donde Maite era profesora de Lengua y Literatura Castellanas, todavía no teníamos hijos y yo conducía a toda hostia un Alfa Romeo, mi primer coche nuevo de fábrica, por la preciosa carretera de Orriols, curva tras curva entre los bosques de alcornoques y encinas y campos de cereal en dirección al mar.
Yo trabajaba en Gerona. Aprendí catalán y me enamoré, más que de Cataluña, de esa provincia maravillosa y, en cierta manera, tan desconocida todavía hoy respecto a su maravilloso territorio interior.
2.
En estos días vivo los acontecimientos de ese país con un sufrimiento lleno de sentimientos móviles y contradictorios. Ahora pienso una cosa, ahora otra.
Ayer, siguiendo en televisión los acontecimientos del Parlamento Catalán, no tuve duda alguna de que se estaban conculcando derechos elementales de la democracia, como los que amparan a las minorías y la oposición. La actuación de la presidenta de esas Cortes fue tan parcial y precipitada que casi parecía la de un país tercermundista.
Muchas cosas se han hecho mal desde el gobierno español. La primera corregir a través del Tribunal Constitucional el Estatut que votó el pueblo catalán, y a continuación todos los rechazos que vinieron después.
Muchas cosas se han hecho mal desde el gobierno catalán: negar con oportunidad y alevosía el carácter plebiscitario de las últimas elecciones legales que se hicieron en ese territorio, donde el independentismo perdió en votos, aunque no en diputados; negar el carácter plebiscitario con el que los partidarios de la independencia enfrentaron ese referéndum hasta saber los resultados y darse cuenta de que habían perdido.
3.
Para mí todo es triste. Cataluña, como antiguo condado del Reino de Aragón, es creadora de lo que ahora conocemos como España.
Y, dicho esto, respeto a quienes quieren ser independientes de España y, consecuentemente, de Europa. Pero me da mucha, mucha pena. Porque es ilegal de este modo; por sus hijos, que ya no podrán ser Erasmus -y es sólo un ejemplo-; porque mi utopía es la existencia de unos verdaderos Estados Unidos de Europa en todos los sentidos: salarios mínimos, sanidad pública, etcétera; porque lo que vimos ayer da mucha vergüenza ajena; porque yo no soy capaz de diferenciar, en cuanto a mi sensación de rechazo, a unos diputados cantando un himno u otro, todo ese patriotismo folclórico como signo de victoria.
Mucha pena.
4.
No dejaré de querer a Cataluña pase lo que pase. Porque tengo muy buenos amigos y amigas en ese país. Porque uno no puede renunciar a los amores juveniles así como así. Porque el amor es ciego, incluso frente a la tristeza.
sábado, 2 de septiembre de 2017
Yo no soy Marco Antonio
Al otro lado del pequeño río fluyendo entre hormigón armado, en la Avenida de la Estación, pasa una caravana festiva de peñas que tocan tambores, encienden petardos y gritan y cantan y bailan. Comienzan las fiestas patronales de Barbastro y yo no soy Marco Antonio despidiéndose de Alejandría, sino un misántropo viejo y gordo asomado al balcón refunfuñando obscenidades. ¿Es necesario ese desfile, todo ese ruido?
Odio las fiestas, festejos y festividades a toque de corneta. Amo lo cotidiano y la tranquilidad que me permiten explorar las infinitas cosas extraordinarias que nos rodean a diario, pero ¿las fiestas con fecha preconcebida, los programas de actos? NI HARTO DE VINO.
Y durarán una semana.
miércoles, 30 de agosto de 2017
Los pájaros se las comerán
Cada día me importa menos escribir. Es una sensación, aunque me resulte a mí mismo difícil de creer, inversamente proporcional a todo lo que me interesa, que cada día se expande como el universo entero.
Hablo de objetivos, de ambición: olvidé hace tiempo en qué consistían. Nada de todo eso me preocupa mientras contemplo cómo el horizonte se amplía y crece hasta no alcanzarlo con la mano.
Sólo me gustaría seguir explorando, explorar hasta que las últimas fuerzas me abandonen, y acaso también un poco después, porque a cada paso todo continúa sorprendiéndome aunque, no sé por qué, he perdido interés en dejar migas de pan, hacer un mapa, dar testimonio.
Seguramente han sido demasiados años. Cuatro estaciones una detrás de otra y la quinta: mi desnudez.
lunes, 14 de agosto de 2017
Modelos de lencería
Hace algunos días tuvimos un periodo de descanso del calor marciano de este momento de cambio climático apocalíptico y terrible que ya es imposible ignorar. Esos pocos días me hicieron infantilmente feliz y pude dormir mejor con todas las ventanas abiertas, y como dormí mejor me sentí más activo durante el espejismo siguiente y así, no sé, el mundo fue un lugar mejor hasta antesdeayer.
Tengo problemas logísticos -entre muchos otros- para relacionarme con la realidad. Todo lo que he escrito a lo largo de mi vida son esbozos, mapas dibujados en servilletas baratas de bar, el fruto de la exploración de un diletante obsesivo y con tanto entusiasmo como impericia.
Pero todo se aproxima. No: todo se precipita a mi lado corriente abajo: lo malo y lo bueno: lo que olvidaré y lo que recordaré durante el resto de mi vida. Tú y yo nos precipitamos segundo a segundo río abajo, cada vez a más velocidad, junto a premios Nobel y modelos de lencería y analistas económicos y el vecino del segundo izquierda y aquel ser humano que cambió para siempre, sin saberlo, nuestra vida.
martes, 1 de agosto de 2017
Pura inercia
Esta noche no corre ni una pizca de aire. El verano sabe que la batalla será larga y que la ganará, maldito sea una y mil veces.
En la lejanía de los edificios se escuchan sirenas de ambulancias y más cerca, en los patios del colegio vacío frente a nuestro piso, los furiosos gruñidos de gatos en celo.
Es un poco desolador darse cuenta de que los años no me han hecho más inteligente o más listo de lo que era o no era durante mi juventud, pero así es. Estaba equivocado. Nunca seré mejor que entonces. Todo lo demás, todo lo siguiente, es pura inercia debilitándose poco a poco.
martes, 25 de julio de 2017
Sólo hay que escribirlo
El sonido de las hojas de los árboles agitadas por el cierzo que empuja violentamente las ramas siempre me gustó. Me recuerda al cuchicheo de las palabras y, cuando se calma, al silencio. Los flujos y reflujos que suceden en la absoluta oscuridad de los órganos internos de mi cuerpo.
En el exterior mis vacaciones se aproximan a su fin. Me gusta mucho mi trabajo pero podría acostumbrarme fácilmente a tocarme los huevos cada día. Sí, eso es algo que podría hacer sin ningún inconveniente.
Por otro lado, ¿qué queda de lo que fui alguna vez? O, también: ¿qué queda de lo que quise ser alguna vez?
¡Que salten todas las alarmas como en el interior de un submarino!¡Torpedos melancólicos acercándose a toda velocidad! Y sólo hay que escribirlo para, oh, milagro, tener el poder de hacerlos desaparecer instantáneamente en unas aguas inventadas. Glaucas. Verdes. Grises. Blancas.
Los árboles de la calle se agitan ruidosamente de un lado a otro. No es nada nuevo, y sin embargo.
viernes, 14 de julio de 2017
La sombra oscura
1.
Son mundos diferentes. Está el sol de las nueve de la mañana sobre la cala donde mueren las olas y los pinos y está, tan cerca y tan lejos como un planeta distinto, lo que vive bajo el agua, el cricri permanente de los peces que comen en las rocas, el sonido de mi propia respiración en el tubo de plástico, la ingravidez, el frío inicial, el reflejo geométrico de la luz sobre las zonas de arena, hipnótico más allá de lo prudente.
2.
Hemos regresado al camping de bungalows donde vinimos algunos veranos cuando nuestros hijos eran pequeños. Otros niños nos rodean ahora, casi todos extranjeros como entonces. Juegan entre los árboles y los arbustos cuidadosamente regados y podados. Juegan en francés, en holandés, en inglés, en castellano, en catalán. Durante mi juventud nunca fui una persona especialmente "chiquillera" como sí lo era mi hermano gemelo, pero a medida que he ido cumpliendo años he cambiado y ahora los niños me conmueven de un modo profundo. Su inocencia, sus travesuras y sus lloros nocturnos de protesta mantienen a raya la sombra oscura.
domingo, 2 de julio de 2017
Genitales
Poco a poco voy dándome cuenta de qué va todo esto (y cuando hablo de todo esto hablo, sí, de la vida). En realidad la respuesta es tan sencilla que, junto al alivio de haberla encontrado, siento pena de quienes piensan en sí mismos como la cima de cualquier cosa: la especie, la evolución, el tiempo. La masculinidad. La poesía. El tamaño de los genitales. La perspicacia.
jueves, 29 de junio de 2017
Músculos
Las temperaturas han descendido un poco y entreabro los ojos en mi realidad paralela de ventiladores y aire acondicionado. Todavía no es el momento de despertar, pero sí un descanso de la peor muerte posible en mi imaginación: morir de calor.
Aún no tengo fuerzas para escribir, mas debo entrenar los músculos, recuperar el instinto mientras dure esta tregua, regresar a este acto maravilloso de elegir una palabra detrás de otra.
El tambor de la lavadora gira a toda velocidad en la cocina. Los pajaricos cantan en la espesura al otro lado del río. Las ventanas y la puerta del balcón están abiertas. El aire acondicionado está apagado. No me lo puedo creer.
lunes, 19 de junio de 2017
Un suspiro
Mi corazón se ha convertido en una almendra reseca, mi cerebro es una pasa de Corinto, mi cuerpo carne sufriente sometida a un calor sin misericordia. Mi esperanza duerme esperando que regresen las lluvias que romperán la cáscara de arcilla y le permitirán resucitar milagrosamente y nadar y reproducirse en un suspiro del tiempo.
sábado, 3 de junio de 2017
Dioses
El pequeño bosquecillo al otro lado del río, un ecosistema urbano y a la vez silvestre en el espacio trasero de un edificio abandonado y olvidado por todos, comenzó a agitarse violentamente de un lado a otro como si fuese el preludio del apocalipsis; un caos vegetal, amazónico, ajeno a la integridad de las decenas de nidos que aquella espesura guardaba como un tesoro; relámpagos y truenos derrumbándose como un piano descomunal bajo el cielo oscuro que me hicieron comprender por qué mis antepasados inventaron dioses de poder inimaginable.
Ahora la lluvia cae mansa y tranquila como si pidiese perdón. Los dioses de los truenos y los relámpagos se alejan enfadados hacia otras comarcas empujados por lo único que no pueden dominar: el simple viento que les empuja.