lunes, 14 de enero de 2019

Catorce de enero

Regresamos de Huesca atravesando la oscuridad. Hay personas que odian conducir de noche: yo lo amo. En mi imaginación infantil es lo que más se parece a la ciencia ficción, lo más similar a navegar a través del espacio. Y sobre nosotros las estrellas de invierno, que son las mejores: las más lejanas, las más nítidas, las que más se parecen a las estrellas heladas del cosmos que yo iba a explorar cuando fuese mayor.

5 comentarios:

Marisa dijo...

¡Felicidades, Jesús! Qué importante es recordar lo que somos, y no olvidarlo nunca. No es una cualidad de la niñez, es que de niños aún teníamos tiempo (entre asignatura y asignatura) para soñar y ensoñar. "Baja de las nubes", "deja de soñar", "hazte un hombre/mujer de provecho" (¿de provecho para quién?).

Por eso, felicidades, porque no has olvidado lo que eres. En mi opinión, una de las más dañinas enfermedades de la humanidad es, primero, dejar de soñar, y segundo -y secuela del primero- olvidar lo que somos. Y remamos a contracorriente.

Todas las estrellas son tuyas (parafraseando a San Juan de la Cruz, "el mundo es mío").

Jesús Miramón dijo...

Muchísimas gracias, Marisa. No olvidar lo que somos, lo que fuimos; no dejar de soñar. Todas las estrellas son nuestras, tuyas y mías y de quien las quiera imaginar. Gracias.

Marisa dijo...

Gracias mutuas: tu me has despertado a la exploradora que andaba dormitando. Es la magia de la comunicación.


Jesús Miramón dijo...

Nunca debemos dejar de explorar. Y como yo he padecido esa enfermedad: la indiferencia, sé de lo que hablo. No, nunca debemos dejar de explorar. Nos lo debemos a nosotros mismos.

andandos dijo...

Cada viernes conduzco entre Zaragoza y Binéfar. En cierta manera es volver a la adolescencia, con la diferencia de que ahora en vez de ir en tren o coche de línea conduzco yo. Y escucho la radio, y veo las luces, a veces, del campo de fútbol del Huesca, y las de Barbastro. Y las del Pueyo, como un ovni.

Un abrazo