viernes, 4 de enero de 2019

Cuatro de enero

Las naves que hemos ido lanzando al espacio durante los últimos cuarenta años siguen viajando. Estos días la sonda New Horizons alcanzó Última Thule y envió a la tierra imágenes en color de ese objeto en los confines de nuestro Sistema Solar, cuyo nombre, maravilloso, es mil millones de veces más bonito que su aspecto, similar a dos piedras unidas con el perfil de un ocho. Aunque, claro, mejorar Última Thule, en cuanto a nombre de cualquier cosa del universo, es casi imposible (tal vez Primera Thule).

El caso es que cierro los ojos e imagino a esas sondas hechas de aluminio, de cables, de cobre, alejándose del pequeño planeta en el que fueron construidas por humanos como yo y como tú, y algo del inmenso abismo del espacio me hace sentir vértigo. Algunas salieron hace poco de nuestro sistema y vuelan tan lejos que jamás podrán enviarnos información. Botellas con un mensaje flotando en el mayor océano que pueda existir. Acaso en algún momento vayan a parar a unas manos -o garras o tentáculos o filamentos- que, perplejas, las observarán con la curiosidad de una inteligencia que ni siquiera podemos imaginar ahora. Probablemente cuando eso suceda nuestra especie habrá desaparecido miles o millones de años atrás. O tal vez no.  Es divertido pensar en esas cosas.  Yo lo hago. ¿Colonizaremos el universo huyendo de la extinción inevitable? ¿Evolucionaremos para sobrevivir en condiciones distintas a las de nuestro planeta original?  Sí, es divertido y también conmovedor pensar en estas cosas.

Me asomo a la ventana y miro la fachada del edificio de enfrente.  El río Vero fluye domesticado en el canal de hormigón que se construyó en su día para evitar inundaciones.  El cielo y sus estrellas más arriba de la niebla brillan pálidamente en el frío del invierno mientras en esta pequeña habitación mi corazón palpita a treinta y siete grados de temperatura, caliente como el pequeño sol que es en realidad apagándose lentamente.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Un corazón que palpita no se apaga; se da fuerza para seguir la evolución de las naves que circulan por el inmenso espacio que nos rodea.

Epolenep dijo...

Tienes razón! Ultima Thule suena a brillante esfera de titanio, pero ha resultado ser una especie de muñeco de nieve medio deshecho... Aunque a mi me domina el espíritu hobbit, el deseo de rutina y bienestar y el amor por mi trocito de tierra, también me gusta leer ciencia ficción de la más loca... pequeños viajes de vértigo y desapego... En realidad somos todos cosmonautas, hermano. Un petó!

Jesús Miramón dijo...

Todos los corazones que palpitan lo hacen cuenta atrás. El único modo de que ese proceso continúe es pasar la llama a la siguiente generación, y esa a la siguiente. Siempre fue así.

Jesús Miramón dijo...

Oh, Epo, yo también soy un hobbit y nada me gusta más que una tarde en casa sin hacer nada. Pero cuando leemos las noticias y miramos el cielo sabemos, ¿verdad? Somos los pilotos interestelares de nuestros propios cuerpos y, sobre todo, nuestros pensamientos. Petó gran! 😘

Marisa dijo...

Parece que este año podremos ver por primera vez la imagen del horizonte de sucesos de un agujero negro. ¡Toma ya! Es el agujero negro supermasivo en el centro de nuestra galaxia... Se llama Sagitario A* Y no tengo ni idea de por qué le han puesto un asterisco a la A. Pero va dedicado a soñadores del multiverso y pilotos interestelares.

Ah, leído en el blog "últimas noticias de Astronomía".

¡Salud y alegría!

Jesús Miramón dijo...

Todo ese rollo me apasiona, Marisa. Le seguiré la pista.

Gracias...

giovanni dijo...

Una maravilla de entrada, Jesús. Voy a seguir con la quinta. Tiene cierta ventaja de leerlas así, después, en una sola vez. Lo atractivo es también que sean escritas 'al instante', cada día. Me parece imposible escribirlas un 8 o 10 de enero.

Un abrazo